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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Hora de partir [Octavia Orue]
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Ha llegado el día en el cual debo partir y dejar atrás la cabaña en la que me he estado refugiando todo este tiempo atrás. Resulta que ya pasados varios meses, tras dejar a mi familia atrás, decidí refugiarme en una zona segura del bosque. Allí había una cabaña que perteneció a un guarda forestal, ha servido de lugar seguro hasta ahora, que la comida y la bebida ya comienza a escasear. Las viviendas del pueblo ya han sido más que desvalijadas, y la mayoría por mi. Aunque yo solo he tratado de recoger lo que necesitaba y de no abusar de las desgracias de esas gentes. Además, muertos tampoco iban a poder dar cuenta de sus cosas.
Así que ya todo está decidido, buscaré otro lugar, seguiré mi camino y trataré de vivir. He cargado en un saco todas las pocas pertenencias y útiles que me servirán de ayuda para este viaje, son pocas, pero de algo ayudarán.
Salgo fuera de la cabaña cargando con el saco a mi espalda, me coloco bien mi vieja gorra y comienzo a caminar hacia el sur para bajar la colina. Salir de allí me llevará unos minutos, otros más cruzar el pueblo y listo, comenzará mi viaje. El sol se localiza en lo más alto del cielo, acaba de amanecer hace pocos minutos y quiero aprovechar al máximo las horas de luz, he estado revisando algunos mapas y lo más seguro es que me de tiempo a llegar a un pueblo vecino, allí espero poder abastecerme mejor con más comida y tal vez armas para poder proseguir hacia adelante con mi travesía, si es que los zombies no me lo impiden.
El camino para atravesar el bosque es tranquilo, estoy acostumbrado a estos bosques, los conozco como la palma de mi mano, ya que he cazado por estos cuando no encontraba alimento. Es por ello que no tardo demasiado en salir y llegar al pueblo. Realizaré la última parada en el bar, solo para rellenar mi vieja petaca con whisky, no soy muy dado a beber, pero de vez en cuando un trago no viene mal.
El pueblo se encuentra completamente desierto, ni un alma para variar y lo mejor de todo ni una de esas malas bestias. Solo hay lo mismo de siempre, coches abandonados, basura, manchas de sangre reseca, los restos de algún cadáver pudriéndose al sol... Cuando llego a las puertas del bar abro con delicadeza, pese al cuidado la puerta chirría nada más moverla un par de centímetros como consecuencia del paso del tiempo. Camino lentamente por el antiguo bar de Jeremy y lo único que se escucha son mis propios pasos sobre el viejo y desgastado suelo de madera. En la barra está Jeremy, que me mira con cierto brillo en sus cansados ojos... pero no lo hace como el camarero que ve llegar a un antiguo cliente, sino que es porque la comida acaba de llegar. - Mierda Jeremy... tú también - susurro en un suspiro. El zombie se abalanza sobre la barra para tratar de alcanzarme, torpe y descoordinado cae al suelo, al otro lado y antes de que se pueda levantar, me marcho. - Lo siento amigo - digo justo cuando cierro las puertas del bar detrás de mi. Suspiro, atranco la puerta moviendo un banco que estaba al lado, en el porche. Frunzo el ceño.
- ¿Y ahora dónde cojones estaba la dodge? - me rasco la frente mientras hago un barrido por el pueblo. Al haber estado refugiado en una montaña decidí dejar la vieja ranchera en el pueblo, escondida en un garaje, a veces me acercaba para hacerle el mantenimiento. Pero sinceramente la última vez fue hacía tanto tiempo que ya ni me acuerdo de por dónde seguir.
Así que ya todo está decidido, buscaré otro lugar, seguiré mi camino y trataré de vivir. He cargado en un saco todas las pocas pertenencias y útiles que me servirán de ayuda para este viaje, son pocas, pero de algo ayudarán.
Salgo fuera de la cabaña cargando con el saco a mi espalda, me coloco bien mi vieja gorra y comienzo a caminar hacia el sur para bajar la colina. Salir de allí me llevará unos minutos, otros más cruzar el pueblo y listo, comenzará mi viaje. El sol se localiza en lo más alto del cielo, acaba de amanecer hace pocos minutos y quiero aprovechar al máximo las horas de luz, he estado revisando algunos mapas y lo más seguro es que me de tiempo a llegar a un pueblo vecino, allí espero poder abastecerme mejor con más comida y tal vez armas para poder proseguir hacia adelante con mi travesía, si es que los zombies no me lo impiden.
El camino para atravesar el bosque es tranquilo, estoy acostumbrado a estos bosques, los conozco como la palma de mi mano, ya que he cazado por estos cuando no encontraba alimento. Es por ello que no tardo demasiado en salir y llegar al pueblo. Realizaré la última parada en el bar, solo para rellenar mi vieja petaca con whisky, no soy muy dado a beber, pero de vez en cuando un trago no viene mal.
El pueblo se encuentra completamente desierto, ni un alma para variar y lo mejor de todo ni una de esas malas bestias. Solo hay lo mismo de siempre, coches abandonados, basura, manchas de sangre reseca, los restos de algún cadáver pudriéndose al sol... Cuando llego a las puertas del bar abro con delicadeza, pese al cuidado la puerta chirría nada más moverla un par de centímetros como consecuencia del paso del tiempo. Camino lentamente por el antiguo bar de Jeremy y lo único que se escucha son mis propios pasos sobre el viejo y desgastado suelo de madera. En la barra está Jeremy, que me mira con cierto brillo en sus cansados ojos... pero no lo hace como el camarero que ve llegar a un antiguo cliente, sino que es porque la comida acaba de llegar. - Mierda Jeremy... tú también - susurro en un suspiro. El zombie se abalanza sobre la barra para tratar de alcanzarme, torpe y descoordinado cae al suelo, al otro lado y antes de que se pueda levantar, me marcho. - Lo siento amigo - digo justo cuando cierro las puertas del bar detrás de mi. Suspiro, atranco la puerta moviendo un banco que estaba al lado, en el porche. Frunzo el ceño.
- ¿Y ahora dónde cojones estaba la dodge? - me rasco la frente mientras hago un barrido por el pueblo. Al haber estado refugiado en una montaña decidí dejar la vieja ranchera en el pueblo, escondida en un garaje, a veces me acercaba para hacerle el mantenimiento. Pero sinceramente la última vez fue hacía tanto tiempo que ya ni me acuerdo de por dónde seguir.
El crujido de la puerta del bar rompió el silencio y arrastró a Octavia de vuelta a la realidad. El eco del chirrido resonaba demasiado en su mente, como si el tiempo se hubiera detenido por un momento, recordándole a otro lugar, a otro tiempo. Los gritos del agujero aún la seguían, incluso cuando estaba despierta. Durante meses, esos gritos habían sido su única compañía, y ahora, aunque las cosas parecían tranquilas, ella nunca lograba sentirse en paz.
Observó al hombre que salía del bar con un movimiento que le parecía casi mecánico, como si hubiera recorrido este mismo trayecto muchas veces. Seguramente lo ha hecho, pensó mientras ajustaba la mochila en su hombro y lo seguía desde la distancia. No podía evitar observarlo con curiosidad. Le recordaba a ella misma, vagando por el mundo sin un propósito claro, solo sobreviviendo. Cada paso parecía un esfuerzo para no volver a mirar atrás, pero los fantasmas del pasado siempre estaban ahí, respirando en la nuca.
Suspiró, pasándose una mano por el rostro, intentando borrar el cansancio que ya se había instalado profundamente en sus huesos. No podía quedarse ahí mucho más tiempo. Las bestias no tardarían en llegar, y aunque por ahora no se oía ningún sonido que las delatara, ya sabía que no había seguridad en ningún lugar.
—He visto tu coche más allá —su voz rompió el silencio que había entre ellos mientras salía de las sombras, justo lo suficientemente lejos para no parecer una amenaza inmediata—, en uno de los garajes de la calle principal. —Había visto una dodge bastante bien cuidada y oculta, había estado a punto de llevársela, pero antes quería revisar aquel lugar mejor. Llevaba ya un día y medio lejos de Silver Lake y solo quería regresar, pero ahora, que sabía que el dueño de la dodge parecía estar vivo, tampoco iba a robarle.
Sus ojos cansados escrutaron al hombre por un instante. Sabía que no había espacio para confiar en nadie, no después de todo lo que había pasado. Pero también sabía que no podía quedarse sola con sus propios pensamientos mucho más tiempo sin perder la cabeza. El hombre, aunque cansado, no parecía hostil. De hecho, tenía la misma mirada que ella: alguien que había visto demasiado, pero que seguía caminando.
—Si estás buscando compañía —agregó, su tono ligeramente más suave—, conozco el camino. Pero si prefieres seguir solo, al menos podrías darme algo de ese whisky antes de largarte.
Una sonrisa irónica se formó en sus labios, pero no llegó a sus ojos. En verdad, no le importaba tanto el trago. Solo quería un poco de humanidad, algo que rompiera el ciclo interminable de pesadillas y recuerdos. O, al menos, una distracción lo suficientemente fuerte como para ahogar los gritos que todavía resonaban en su cabeza cada vez que cerraba los ojos.
Observó al hombre que salía del bar con un movimiento que le parecía casi mecánico, como si hubiera recorrido este mismo trayecto muchas veces. Seguramente lo ha hecho, pensó mientras ajustaba la mochila en su hombro y lo seguía desde la distancia. No podía evitar observarlo con curiosidad. Le recordaba a ella misma, vagando por el mundo sin un propósito claro, solo sobreviviendo. Cada paso parecía un esfuerzo para no volver a mirar atrás, pero los fantasmas del pasado siempre estaban ahí, respirando en la nuca.
Suspiró, pasándose una mano por el rostro, intentando borrar el cansancio que ya se había instalado profundamente en sus huesos. No podía quedarse ahí mucho más tiempo. Las bestias no tardarían en llegar, y aunque por ahora no se oía ningún sonido que las delatara, ya sabía que no había seguridad en ningún lugar.
—He visto tu coche más allá —su voz rompió el silencio que había entre ellos mientras salía de las sombras, justo lo suficientemente lejos para no parecer una amenaza inmediata—, en uno de los garajes de la calle principal. —Había visto una dodge bastante bien cuidada y oculta, había estado a punto de llevársela, pero antes quería revisar aquel lugar mejor. Llevaba ya un día y medio lejos de Silver Lake y solo quería regresar, pero ahora, que sabía que el dueño de la dodge parecía estar vivo, tampoco iba a robarle.
Sus ojos cansados escrutaron al hombre por un instante. Sabía que no había espacio para confiar en nadie, no después de todo lo que había pasado. Pero también sabía que no podía quedarse sola con sus propios pensamientos mucho más tiempo sin perder la cabeza. El hombre, aunque cansado, no parecía hostil. De hecho, tenía la misma mirada que ella: alguien que había visto demasiado, pero que seguía caminando.
—Si estás buscando compañía —agregó, su tono ligeramente más suave—, conozco el camino. Pero si prefieres seguir solo, al menos podrías darme algo de ese whisky antes de largarte.
Una sonrisa irónica se formó en sus labios, pero no llegó a sus ojos. En verdad, no le importaba tanto el trago. Solo quería un poco de humanidad, algo que rompiera el ciclo interminable de pesadillas y recuerdos. O, al menos, una distracción lo suficientemente fuerte como para ahogar los gritos que todavía resonaban en su cabeza cada vez que cerraba los ojos.
Me detengo en seco cuando escucho la voz de la mujer detrás de mí. Instintivamente llevo la mano al cuchillo en mi cinturón, pero no hago ningún movimiento brusco. Los años me han enseñado a no mostrar debilidad, y mucho menos ante un desconocido. Giro la cabeza lentamente, mis ojos se fijan en ella, calculando, observando. Puedo ver el cansancio en su rostro, pero en este mundo eso no significa nada.
- ¿No te han enseñado a no confiar en desconocidos? - comento, con un tono sarcástico. Mi voz suena dura mientras la observo desde donde estoy, sin ocultar mi desconfianza. Mis ojos se mueven rápidamente por el entorno, buscando señales de que no esté sola. Quizás alguien más la espera para tenderme una trampa.
La idea de que pueda estar preparando algo no me abandona. Hoy en día, los humanos son los verdaderos problemas.
- Déjame adivinar - continúo, sin perder el filo en mi tono - Me dices que has visto mi coche, que estabas a punto de llevártelo, pero no lo hiciste porque tienes un gran sentido de la moral, ¿verdad? - Una sonrisa fría se forma brevemente en mi rostro, pero no llega a mis ojos. No es una sonrisa de confianza, sino una de amarga incredulidad - Suena a que intentas convencerme de algo, y créeme, no soy fácil de convencer -
La miro de arriba abajo, observando su postura y su cansancio. ¿Es una distracción? ¿Un cebo? A estas alturas, cualquier cosa es posible. Estoy tentado a decirle que siga su camino, que no quiero saber más, pero algo en ella me hace dudar. La Dodge sigue donde la dejé, y si hubiera querido robármela, ya lo habría hecho.
- Claro, podría ser que realmente no estés aquí para causarme problemas - añado, todavía analizando la situación.
Miro hacia el garaje donde está la Dodge. Mi instinto me dice que ir por ella ahora puede ser una mala idea, pero no tengo muchas más opciones. Necesito ese coche si quiero salir de aquí con ventaja sobre los muertos. Sin embargo, mi desconfianza es tan grande que sigo esperando que todo esto sea una trampa.
- Supongo que el hecho de que no te hayas llevado la Dodge te da algo de crédito - concedo, aunque mi tono sigue siendo frío y distante - Pero eso no significa que confíe en ti. Este mundo se ha encargado de hacerme desconfiar de todo el que sigue respirando -
Me paso la mano por la barba, evaluando mis opciones. No me gusta la idea de que alguien más sepa dónde está mi coche. Ahora que lo sabe, casi me veo obligado a sacarlo de aquí lo antes posible. Pero no puedo sacudirme la sensación de que todo puede torcerse.
- Escucha, no me interesa quién eres ni a dónde vas - digo finalmente, mirándola a los ojos - Pero si vas a quedarte por aquí, hazlo por tu cuenta. Los vivos suelen traer más problemas de los que valen. Si me estás diciendo la verdad, y estás sola, te deseo suerte. Si no... bueno, las cosas no acabarán bien para ninguno de nosotros - le suelto sin rodeos.
Doy un paso hacia el garaje, pero no bajo la guardia ni por un segundo. Cada fibra de mi ser me grita que esté atento. Si esto es una trampa, no voy a ser yo el que caiga primero. Aun así, el hecho de que no se haya llevado la Dodge me hace dudar. Tal vez, después de todo, no esté mintiendo.
- ¿No te han enseñado a no confiar en desconocidos? - comento, con un tono sarcástico. Mi voz suena dura mientras la observo desde donde estoy, sin ocultar mi desconfianza. Mis ojos se mueven rápidamente por el entorno, buscando señales de que no esté sola. Quizás alguien más la espera para tenderme una trampa.
La idea de que pueda estar preparando algo no me abandona. Hoy en día, los humanos son los verdaderos problemas.
- Déjame adivinar - continúo, sin perder el filo en mi tono - Me dices que has visto mi coche, que estabas a punto de llevártelo, pero no lo hiciste porque tienes un gran sentido de la moral, ¿verdad? - Una sonrisa fría se forma brevemente en mi rostro, pero no llega a mis ojos. No es una sonrisa de confianza, sino una de amarga incredulidad - Suena a que intentas convencerme de algo, y créeme, no soy fácil de convencer -
La miro de arriba abajo, observando su postura y su cansancio. ¿Es una distracción? ¿Un cebo? A estas alturas, cualquier cosa es posible. Estoy tentado a decirle que siga su camino, que no quiero saber más, pero algo en ella me hace dudar. La Dodge sigue donde la dejé, y si hubiera querido robármela, ya lo habría hecho.
- Claro, podría ser que realmente no estés aquí para causarme problemas - añado, todavía analizando la situación.
Miro hacia el garaje donde está la Dodge. Mi instinto me dice que ir por ella ahora puede ser una mala idea, pero no tengo muchas más opciones. Necesito ese coche si quiero salir de aquí con ventaja sobre los muertos. Sin embargo, mi desconfianza es tan grande que sigo esperando que todo esto sea una trampa.
- Supongo que el hecho de que no te hayas llevado la Dodge te da algo de crédito - concedo, aunque mi tono sigue siendo frío y distante - Pero eso no significa que confíe en ti. Este mundo se ha encargado de hacerme desconfiar de todo el que sigue respirando -
Me paso la mano por la barba, evaluando mis opciones. No me gusta la idea de que alguien más sepa dónde está mi coche. Ahora que lo sabe, casi me veo obligado a sacarlo de aquí lo antes posible. Pero no puedo sacudirme la sensación de que todo puede torcerse.
- Escucha, no me interesa quién eres ni a dónde vas - digo finalmente, mirándola a los ojos - Pero si vas a quedarte por aquí, hazlo por tu cuenta. Los vivos suelen traer más problemas de los que valen. Si me estás diciendo la verdad, y estás sola, te deseo suerte. Si no... bueno, las cosas no acabarán bien para ninguno de nosotros - le suelto sin rodeos.
Doy un paso hacia el garaje, pero no bajo la guardia ni por un segundo. Cada fibra de mi ser me grita que esté atento. Si esto es una trampa, no voy a ser yo el que caiga primero. Aun así, el hecho de que no se haya llevado la Dodge me hace dudar. Tal vez, después de todo, no esté mintiendo.
Octavia observó al hombre mientras él le lanzaba esa pregunta cargada de sarcasmo. No le sorprendía su actitud; era la norma en los tiempos que corrían. Nadie confiaba en nadie, y ella misma había dejado de hacerlo hacía mucho. Aun así, esa desconfianza seguía provocando una pequeña punzada en su pecho, recordándole lo que todos habían perdido, lo que quedaba de la humanidad.
—No tengo interés en convencerte de nada —respondió ella, su voz firme, aunque sin rastros de agresión. Era consciente de que cualquier tono mal interpretado podría empeorar la situación—. Si quisiera causarte problemas, ya lo habría hecho. Pero, como puedes ver, estoy sola.
La mirada de Octavia recorrió rápidamente los alrededores, sabiendo perfectamente que él hacía lo mismo. Entendía por qué no la creía. Incluso ella dudaría de una extraña que apareciera de la nada. Pero había algo en su forma de moverse y en su cansancio que dejaba en claro que estaba sola, tan agotada como él. Por un momento, consideró simplemente marcharse, seguir su propio camino, pero la Dodge representaba una tentación demasiado grande. Sabía que si viajaba sola, lo tendría mucho más difícil para regresar a Silver Lake. Y allí estaba, volviendo a confiar en alguien después de todo lo que había pasado.
—No robé la Dodge porque no soy una ladrona —añadió, encogiéndose de hombros—. Pero reconozco que lo pensé, y si me lo preguntas, en estos tiempos no está mal visto si lo único que intentas es sobrevivir.
Dio un paso hacia él, no con intención de amenazar, sino de acortar un poco la distancia para que pudiera ver mejor que no llevaba más armas que las visibles. No tenía nada que ocultar.
—Si decides que no me quieres cerca, me iré. No vine aquí buscando compañía, solo algo que me ayude a llegar al próximo día sin tener que preocuparme de si me voy a convertir en la cena de alguien —le explicó, su tono más suave, pero directo. No había sentido en forzar nada; si él decidía que ella era una amenaza, poco podría hacer al respecto.
Se quedó en silencio un momento, estudiándolo con detenimiento. Sus palabras no eran las de alguien que intentaba salvar a otros, ni las de un héroe. Lo entendía, porque en el fondo, ella tampoco lo era. Nadie lo era ya. Todos estaban rotos, desgastados, solo tratando de sobrevivir.
—Supongo que no te importa, pero yo también he aprendido que los vivos son más problemáticos que los muertos —añadió, casi como un eco a sus palabras. Se pasó una mano por el cabello, apartando un mechón suelto de su rostro, sus ojos oscuros reflejando el mismo cansancio que él llevaba encima.
El viento soplaba con fuerza a su alrededor, levantando polvo y haciendo que el paisaje desierto pareciera aún más hostil. Octavia lo observó un segundo más antes de inclinar la cabeza ligeramente, reconociendo la situación. No tenía nada más que decirle. Si él quería seguir su camino solo, ella lo respetaría. Si no, quizás, solo quizás, podrían sobrevivir un poco más juntos.
—Tú decides —murmuró finalmente, con la voz baja, dándole la opción de alejarla o de dejar que lo acompañara.
—No tengo interés en convencerte de nada —respondió ella, su voz firme, aunque sin rastros de agresión. Era consciente de que cualquier tono mal interpretado podría empeorar la situación—. Si quisiera causarte problemas, ya lo habría hecho. Pero, como puedes ver, estoy sola.
La mirada de Octavia recorrió rápidamente los alrededores, sabiendo perfectamente que él hacía lo mismo. Entendía por qué no la creía. Incluso ella dudaría de una extraña que apareciera de la nada. Pero había algo en su forma de moverse y en su cansancio que dejaba en claro que estaba sola, tan agotada como él. Por un momento, consideró simplemente marcharse, seguir su propio camino, pero la Dodge representaba una tentación demasiado grande. Sabía que si viajaba sola, lo tendría mucho más difícil para regresar a Silver Lake. Y allí estaba, volviendo a confiar en alguien después de todo lo que había pasado.
—No robé la Dodge porque no soy una ladrona —añadió, encogiéndose de hombros—. Pero reconozco que lo pensé, y si me lo preguntas, en estos tiempos no está mal visto si lo único que intentas es sobrevivir.
Dio un paso hacia él, no con intención de amenazar, sino de acortar un poco la distancia para que pudiera ver mejor que no llevaba más armas que las visibles. No tenía nada que ocultar.
—Si decides que no me quieres cerca, me iré. No vine aquí buscando compañía, solo algo que me ayude a llegar al próximo día sin tener que preocuparme de si me voy a convertir en la cena de alguien —le explicó, su tono más suave, pero directo. No había sentido en forzar nada; si él decidía que ella era una amenaza, poco podría hacer al respecto.
Se quedó en silencio un momento, estudiándolo con detenimiento. Sus palabras no eran las de alguien que intentaba salvar a otros, ni las de un héroe. Lo entendía, porque en el fondo, ella tampoco lo era. Nadie lo era ya. Todos estaban rotos, desgastados, solo tratando de sobrevivir.
—Supongo que no te importa, pero yo también he aprendido que los vivos son más problemáticos que los muertos —añadió, casi como un eco a sus palabras. Se pasó una mano por el cabello, apartando un mechón suelto de su rostro, sus ojos oscuros reflejando el mismo cansancio que él llevaba encima.
El viento soplaba con fuerza a su alrededor, levantando polvo y haciendo que el paisaje desierto pareciera aún más hostil. Octavia lo observó un segundo más antes de inclinar la cabeza ligeramente, reconociendo la situación. No tenía nada más que decirle. Si él quería seguir su camino solo, ella lo respetaría. Si no, quizás, solo quizás, podrían sobrevivir un poco más juntos.
—Tú decides —murmuró finalmente, con la voz baja, dándole la opción de alejarla o de dejar que lo acompañara.
Escucho cada palabra que dice, pero no bajo la guardia. Todo en su tono parece sincero, pero eso no significa nada en este maldito mundo. Suena como alguien que ha visto lo suficiente como para saber cuándo alejarse, igual que yo. Sin embargo, no puedo evitar analizarla una y otra vez, buscando algo que me indique si está mintiendo, si hay alguien más al acecho.
- No te interesa convencerme, ¿eh? - repito con sarcasmo, mientras la miro de reojo. Aún no me he decidido si voy a confiar en lo que dice o no, aunque el hecho de que no me haya robado el coche es, al menos, algo a su favor.
Mis ojos no dejan de moverse, revisando el terreno y sus alrededores. Si es una trampa, aún no he visto señales de ello, pero no estoy listo para bajar la guardia. El cansancio en su rostro, su manera de hablar… algo en ella me dice que podría estar tan agotada como yo, pero la experiencia me ha enseñado a no confiar en nada de lo que veo.
- Sobre la Dodge, es bueno saber que piensas que robarla no está mal si es por sobrevivir - respondo, sin perder ese tono seco. - Si las cosas fueran diferentes, probablemente pensarías de otro modo, pero a estas alturas, todos nos estamos adaptando a ser lo que odiábamos.
Doy un paso hacia el garaje, pero mi atención sigue fija en ella. Me esfuerzo por no bajar la guardia, aunque su postura no parece amenazante. No lleva más armas que las que se ven, y hasta ahora no ha hecho ningún movimiento que me haga pensar lo contrario.
- No quiero compañía - digo, manteniendo mi voz fría. - Nunca termina bien, los vivos son más peligrosos que los muertos, y tú lo sabes igual que yo. Pero si realmente estás sola y no vienes con la intención de joderme, tal vez puedas seguir con vida otro día más.
Me detengo un momento y la observo de nuevo, más de cerca esta vez. Algo en su mirada refleja la misma carga que llevo a cuestas. No puedo decir si eso es bueno o malo, pero sé reconocer a alguien que ha estado al borde.
- Tampoco es que me importe mucho quién eres o adónde vas - continúo, con un leve encogimiento de hombros. - Solo que si esto es una trampa, me aseguraré de que no salga bien para ti ni para nadie que esté esperándote.
El viento levanta polvo a nuestro alrededor, y mientras lo hace, una parte de mí sigue evaluando si darle una oportunidad o no. Mi instinto me dice que no va a causarme problemas, pero el instinto ya me ha fallado antes. Aun así, el hecho de que no se haya llevado la Dodge pesa en mi decisión.
- Voy a ir a por la Dodge - le digo finalmente- Si estás diciendo la verdad, y solo quieres sobrevivir, no te metas en mi camino. Y si vas a seguirme, mantente lejos. No te conozco, y no tengo razones para confiar en ti. Pero si haces lo correcto, tal vez podamos salir de esta con vida.
Comienzo a caminar hacia el garaje, aunque no dejo de mirar por encima del hombro. Si es una trampa, estaré preparado para lo peor. En este mundo, solo los paranoicos sobreviven.
- No te interesa convencerme, ¿eh? - repito con sarcasmo, mientras la miro de reojo. Aún no me he decidido si voy a confiar en lo que dice o no, aunque el hecho de que no me haya robado el coche es, al menos, algo a su favor.
Mis ojos no dejan de moverse, revisando el terreno y sus alrededores. Si es una trampa, aún no he visto señales de ello, pero no estoy listo para bajar la guardia. El cansancio en su rostro, su manera de hablar… algo en ella me dice que podría estar tan agotada como yo, pero la experiencia me ha enseñado a no confiar en nada de lo que veo.
- Sobre la Dodge, es bueno saber que piensas que robarla no está mal si es por sobrevivir - respondo, sin perder ese tono seco. - Si las cosas fueran diferentes, probablemente pensarías de otro modo, pero a estas alturas, todos nos estamos adaptando a ser lo que odiábamos.
Doy un paso hacia el garaje, pero mi atención sigue fija en ella. Me esfuerzo por no bajar la guardia, aunque su postura no parece amenazante. No lleva más armas que las que se ven, y hasta ahora no ha hecho ningún movimiento que me haga pensar lo contrario.
- No quiero compañía - digo, manteniendo mi voz fría. - Nunca termina bien, los vivos son más peligrosos que los muertos, y tú lo sabes igual que yo. Pero si realmente estás sola y no vienes con la intención de joderme, tal vez puedas seguir con vida otro día más.
Me detengo un momento y la observo de nuevo, más de cerca esta vez. Algo en su mirada refleja la misma carga que llevo a cuestas. No puedo decir si eso es bueno o malo, pero sé reconocer a alguien que ha estado al borde.
- Tampoco es que me importe mucho quién eres o adónde vas - continúo, con un leve encogimiento de hombros. - Solo que si esto es una trampa, me aseguraré de que no salga bien para ti ni para nadie que esté esperándote.
El viento levanta polvo a nuestro alrededor, y mientras lo hace, una parte de mí sigue evaluando si darle una oportunidad o no. Mi instinto me dice que no va a causarme problemas, pero el instinto ya me ha fallado antes. Aun así, el hecho de que no se haya llevado la Dodge pesa en mi decisión.
- Voy a ir a por la Dodge - le digo finalmente- Si estás diciendo la verdad, y solo quieres sobrevivir, no te metas en mi camino. Y si vas a seguirme, mantente lejos. No te conozco, y no tengo razones para confiar en ti. Pero si haces lo correcto, tal vez podamos salir de esta con vida.
Comienzo a caminar hacia el garaje, aunque no dejo de mirar por encima del hombro. Si es una trampa, estaré preparado para lo peor. En este mundo, solo los paranoicos sobreviven.
Octavia escuchó cada palabra del hombre sin inmutarse. A estas alturas, no le sorprendía el nivel de desconfianza con el que la trataba; ella misma había perdido la capacidad de confiar en los demás hacía mucho tiempo. Aun así, no podía evitar sentir una mezcla de frustración y comprensión al notar que él se resistía tanto a bajar la guardia, incluso cuando ella no había dado señales de representar una amenaza.
—No tienes que preocuparte —dijo con voz calmada, manteniendo su distancia, consciente de que cualquier movimiento en falso podría empeorar la situación—. Lo último que necesito ahora es buscarme problemas con alguien que no me los ha dado.
Mientras él la observaba de reojo, Octavia sintió una punzada de agotamiento recorrerla. Hacía tanto tiempo que no encontraba a alguien con quien compartir algo de humanidad que casi se le hacía extraño hablar sin tener que enfrentarse o huir. Pero este hombre, tan cansado y roto como ella, claramente no iba a ofrecerle eso.
Observó cómo él echaba un último vistazo alrededor, todavía evaluando el terreno como si esperara que fuera una trampa. No le culpaba. En un mundo donde los vivos eran, muchas veces, peores que los muertos, cualquier precaución estaba justificada.
—Entiendo que quieras ir solo. En realidad, probablemente sea lo más sensato —añadió, bajando un poco la mirada, resignada a seguir su propio camino. A pesar de la cautela con la que él la trataba, sentía que su soledad y la de él eran casi la misma. Ambos conocían la carga de sobrevivir a base de distancia y desconfianza.
Sin embargo, se permitió una última oferta antes de retirarse.
—Voy a seguir mi propio camino —dijo, y su voz sonó tan cansada como el peso que llevaba sobre sus hombros—. pero si alguna vez cambias de opinión… bueno, puede que sobrevivas otro día más con alguien cuidándote las espaldas. Es tu decisión.
No esperaba que él respondiera, y ciertamente no lo necesitaba. Estaba acostumbrada a marcharse sola, sin esperar nada de nadie. Sin más palabras, comenzó a alejarse, manteniendo su postura tranquila, dejando que la distancia hablara por sí misma.
Octavia avanzó unos pasos, consciente de que, aunque él decidiera seguir su propio camino, en el fondo ambos seguían huyendo de los mismos demonios.
—No tienes que preocuparte —dijo con voz calmada, manteniendo su distancia, consciente de que cualquier movimiento en falso podría empeorar la situación—. Lo último que necesito ahora es buscarme problemas con alguien que no me los ha dado.
Mientras él la observaba de reojo, Octavia sintió una punzada de agotamiento recorrerla. Hacía tanto tiempo que no encontraba a alguien con quien compartir algo de humanidad que casi se le hacía extraño hablar sin tener que enfrentarse o huir. Pero este hombre, tan cansado y roto como ella, claramente no iba a ofrecerle eso.
Observó cómo él echaba un último vistazo alrededor, todavía evaluando el terreno como si esperara que fuera una trampa. No le culpaba. En un mundo donde los vivos eran, muchas veces, peores que los muertos, cualquier precaución estaba justificada.
—Entiendo que quieras ir solo. En realidad, probablemente sea lo más sensato —añadió, bajando un poco la mirada, resignada a seguir su propio camino. A pesar de la cautela con la que él la trataba, sentía que su soledad y la de él eran casi la misma. Ambos conocían la carga de sobrevivir a base de distancia y desconfianza.
Sin embargo, se permitió una última oferta antes de retirarse.
—Voy a seguir mi propio camino —dijo, y su voz sonó tan cansada como el peso que llevaba sobre sus hombros—. pero si alguna vez cambias de opinión… bueno, puede que sobrevivas otro día más con alguien cuidándote las espaldas. Es tu decisión.
No esperaba que él respondiera, y ciertamente no lo necesitaba. Estaba acostumbrada a marcharse sola, sin esperar nada de nadie. Sin más palabras, comenzó a alejarse, manteniendo su postura tranquila, dejando que la distancia hablara por sí misma.
Octavia avanzó unos pasos, consciente de que, aunque él decidiera seguir su propio camino, en el fondo ambos seguían huyendo de los mismos demonios.
Una parte de mí sabe que debería aceptar su oferta; tal vez sería más fácil sobrevivir con alguien que me cubra la espalda. Pero también sé que cada persona a la que intenté proteger ha terminado muerta, y no estoy dispuesto a cargar con más peso, con más culpa. No después de perderlo todo. Así que camino solo, dejando atrás a esa mujer, y mantengo la mirada fija al frente, esforzándome por no mirar atrás. Mejor para los dos.
El trayecto hasta el garaje se hace largo y pesado, aunque me conozco el camino de memoria. A ambos lados, las casas destartaladas se alzan como sombras de lo que alguna vez fueron. Las ventanas están rotas, las puertas cuelgan de las bisagras, y las fachadas están ennegrecidas por el tiempo y el abandono. La quietud es casi sofocante; no hay ni un ruido, ni un murmullo de vida. Es como si el pueblo entero hubiera sido tragado por el silencio, dejado para que los muertos lo reclamaran.
Paso junto a un parque infantil, donde un columpio cuelga de una sola cadena, balanceándose apenas con la brisa. Me detengo un instante, observando el leve movimiento, que parece burlarse de mí, recordándome tiempos que ya no existen y que nunca volverán. Aprieto los dientes y sigo adelante, forzándome a borrar esa imagen de la mente.
Finalmente, llego al garaje, un viejo edificio de madera desgastada, con el techo inclinado. A su alrededor, el terreno está cubierto de maleza y chatarra, restos de lo que alguna vez fueron coches, ahora oxidados y aplastados como latas. Tomo aire, miro alrededor una última vez y empujo la puerta chirriante para encontrarme con la Dodge.
Ahí está, cubierta de polvo y telarañas, pero intacta. La vieja camioneta parece haber estado esperando, como una reliquia perdida de un mundo que ya no existe. A pesar de todo, una chispa de alivio se enciende dentro de mí. Ver algo familiar, algo que sigue en pie, me da una extraña sensación de consuelo. Me acerco y paso una mano por el capó, quitando el polvo acumulado. Aquí vamos otra vez, pienso mientras levanto el capó y me pongo a trabajar.
La mecánica es una de las pocas cosas que todavía entiendo, que sigue teniendo sentido en un mundo caótico. Reviso cada componente con la misma precisión que en los viejos tiempos, cuando todavía había clientes, horarios y un mundo entero ahí fuera. La batería, las bujías, las correas… cada pieza parece en buen estado, pero sigo ajustando y lubricando con cuidado, dejando que mis manos trabajen casi en automático. Me lleva casi una hora ponerla al día, y en ese tiempo, todo lo demás se desvanece. No hay mundo exterior, no hay muertos, no hay culpa. Solo el motor, el metal y yo.
Finalmente, cierro el capó y dejo escapar un suspiro. La Dodge está en condiciones para salir de aquí. Me apoyo en el vehículo y observo el espacio a mi alrededor. El garaje huele a polvo y aceite rancio, con manchas en el suelo que parecen tener décadas de antigüedad. El silencio sigue siendo absoluto, como si el pueblo entero estuviera conteniendo la respiración.
Me dispongo a encender el motor cuando un estruendo retumba en la lejanía, fuerte y profundo, como el sonido de una montaña desplomándose. Me quedo congelado, con la mano en la llave, mientras el eco se extiende y se desvanece lentamente. Un temblor me recorre, y todos mis sentidos se agudizan, en alerta máxima. ¿Qué demonios ha sido eso? ¿Una explosión? ¿Un edificio desplomándose? No estoy seguro, pero sé que en un lugar como este, nada bueno puede salir de un ruido tan fuerte.
El silencio regresa, pero ahora es diferente. Hay algo en el aire, algo tenso e inestable. Cada fibra de mi ser me dice que ese estruendo es una señal, una advertencia para que me largue de aquí cuanto antes. Pero al mismo tiempo, una chispa de curiosidad se enciende en mi mente, preguntándose qué ha provocado semejante ruido.
Miro en la dirección de donde vino el sonido, con los ojos entrecerrados mientras la mente se debate. ¿Qué ha sido eso? ¿Es alguna señal para que me vaya de una vez o para quedarme y averiguarlo?
El eco del estruendo parece flotar en el aire, reverberando dentro de mí, dejándome en vilo. Y, por primera vez en mucho tiempo, no tengo ni idea de cuál será mi siguiente paso.
El trayecto hasta el garaje se hace largo y pesado, aunque me conozco el camino de memoria. A ambos lados, las casas destartaladas se alzan como sombras de lo que alguna vez fueron. Las ventanas están rotas, las puertas cuelgan de las bisagras, y las fachadas están ennegrecidas por el tiempo y el abandono. La quietud es casi sofocante; no hay ni un ruido, ni un murmullo de vida. Es como si el pueblo entero hubiera sido tragado por el silencio, dejado para que los muertos lo reclamaran.
Paso junto a un parque infantil, donde un columpio cuelga de una sola cadena, balanceándose apenas con la brisa. Me detengo un instante, observando el leve movimiento, que parece burlarse de mí, recordándome tiempos que ya no existen y que nunca volverán. Aprieto los dientes y sigo adelante, forzándome a borrar esa imagen de la mente.
Finalmente, llego al garaje, un viejo edificio de madera desgastada, con el techo inclinado. A su alrededor, el terreno está cubierto de maleza y chatarra, restos de lo que alguna vez fueron coches, ahora oxidados y aplastados como latas. Tomo aire, miro alrededor una última vez y empujo la puerta chirriante para encontrarme con la Dodge.
Ahí está, cubierta de polvo y telarañas, pero intacta. La vieja camioneta parece haber estado esperando, como una reliquia perdida de un mundo que ya no existe. A pesar de todo, una chispa de alivio se enciende dentro de mí. Ver algo familiar, algo que sigue en pie, me da una extraña sensación de consuelo. Me acerco y paso una mano por el capó, quitando el polvo acumulado. Aquí vamos otra vez, pienso mientras levanto el capó y me pongo a trabajar.
La mecánica es una de las pocas cosas que todavía entiendo, que sigue teniendo sentido en un mundo caótico. Reviso cada componente con la misma precisión que en los viejos tiempos, cuando todavía había clientes, horarios y un mundo entero ahí fuera. La batería, las bujías, las correas… cada pieza parece en buen estado, pero sigo ajustando y lubricando con cuidado, dejando que mis manos trabajen casi en automático. Me lleva casi una hora ponerla al día, y en ese tiempo, todo lo demás se desvanece. No hay mundo exterior, no hay muertos, no hay culpa. Solo el motor, el metal y yo.
Finalmente, cierro el capó y dejo escapar un suspiro. La Dodge está en condiciones para salir de aquí. Me apoyo en el vehículo y observo el espacio a mi alrededor. El garaje huele a polvo y aceite rancio, con manchas en el suelo que parecen tener décadas de antigüedad. El silencio sigue siendo absoluto, como si el pueblo entero estuviera conteniendo la respiración.
Me dispongo a encender el motor cuando un estruendo retumba en la lejanía, fuerte y profundo, como el sonido de una montaña desplomándose. Me quedo congelado, con la mano en la llave, mientras el eco se extiende y se desvanece lentamente. Un temblor me recorre, y todos mis sentidos se agudizan, en alerta máxima. ¿Qué demonios ha sido eso? ¿Una explosión? ¿Un edificio desplomándose? No estoy seguro, pero sé que en un lugar como este, nada bueno puede salir de un ruido tan fuerte.
El silencio regresa, pero ahora es diferente. Hay algo en el aire, algo tenso e inestable. Cada fibra de mi ser me dice que ese estruendo es una señal, una advertencia para que me largue de aquí cuanto antes. Pero al mismo tiempo, una chispa de curiosidad se enciende en mi mente, preguntándose qué ha provocado semejante ruido.
Miro en la dirección de donde vino el sonido, con los ojos entrecerrados mientras la mente se debate. ¿Qué ha sido eso? ¿Es alguna señal para que me vaya de una vez o para quedarme y averiguarlo?
El eco del estruendo parece flotar en el aire, reverberando dentro de mí, dejándome en vilo. Y, por primera vez en mucho tiempo, no tengo ni idea de cuál será mi siguiente paso.
Octavia lo observó desaparecer entre las sombras, su figura desdibujándose con cada paso. Una parte de ella se resignó a seguir su camino y dejarlo marchar, pero otra... otra no podía evitar la sensación de que su soledad era un espejismo de seguridad. No estaba segura de si era prudente que se fuera solo. No es asunto mío, se recordó a sí misma, intentando mantener la distancia que siempre le había salvado la vida. Sin embargo, mientras daba unos pasos en dirección contraria, algo profundo en su pecho la instaba a volver.
El silencio se había apoderado de las ruinas cuando, de repente, un estallido retumbó en la lejanía, como una explosión o un desplome masivo. El suelo vibró bajo sus pies, y el eco del ruido reverberó en las calles desiertas, resonando como un trueno que se negaba a morir. Octavia dio un respingo y contuvo la respiración, escaneando el horizonte en dirección al sonido. No estaba segura de lo que había escuchado, pero una advertencia ardía en sus pensamientos: ¿Y si ha sido él?
El impulso de comprobarlo la empujó hacia el lugar de donde parecía provenir el estruendo, aunque pronto se dio cuenta de que iba en la dirección opuesta al garaje donde él guardaba la Dodge. Aun así, algo en ella se negaba a ignorarlo. Podría estar en problemas, pensó, y aunque no lo conocía, la posibilidad de que alguien más estuviera solo y vulnerable en un lugar como este era suficiente para hacerla avanzar.
Cada paso la adentraba más en el corazón de las ruinas, donde los edificios caídos parecían cerrar el camino a medida que se acercaba al origen del ruido. El olor desagradable del humo y polvo comenzaba a filtrarse en el aire, y el eco de la explosión todavía flotaba en sus oídos, como una advertencia sorda. Esto no es buena señal, pensó mientras avanzaba con extrema cautela, sus sentidos alerta a cualquier movimiento, cualquier ruido. Sabía que los zombies podían haber sido atraídos por el estallido, y si había alguien más con malas intenciones, el lugar era perfecto para una trampa.
A medida que se adentraba más en el terreno, una visión en el horizonte llamó su atención. A través de las sombras, distinguió los restos de un viejo edificio industrial que, en algún momento, debió de haber servido de almacén o taller. Ahora, una de las paredes laterales estaba desplomada, esparciendo una nube de polvo y escombros a su alrededor. La estructura parecía haberse rendido de golpe ante el paso del tiempo, y eso podría haber sido lo que había causado el estruendo.
Octavia miró con precaución alrededor, tratando de captar cualquier movimiento entre los restos. Sabía que los zombies tardarían en llegar, pero el sonido del colapso podría haberlos atraído desde varios kilómetros a la redonda. Sus pasos eran lentos y sigilosos, y su cuerpo entero estaba en tensión, preparada para cualquier cosa que pudiera aparecer entre las ruinas.
Avanzó unos metros, manteniéndose en las sombras mientras evaluaba la situación. No había señales de él, ni de nadie, pero su instinto le decía que no estaba sola. Al agacharse detrás de una pila de escombros, escuchó un ruido leve, como el roce de algo pesado arrastrándose sobre el suelo. Octavia aguzó el oído, intentando localizar el sonido entre las reverberaciones de los ecos. No podía estar segura de si era un zombie o alguien que se movía en el otro extremo del edificio colapsado, pero una cosa estaba clara: no estaba sola.
Su respiración se volvió contenida, sus manos firmemente sujetas al arma que había sacado por precaución. No sabía si el hombre seguía en su garaje o si el colapso lo había sorprendido en su camino, pero sentía que había tomado una decisión. Lo buscaría, pero no por mucho tiempo. Si no encontraba una señal de él, regresaría antes de que la oscuridad la atrapara.
Dio un paso más, y el sonido del roce se volvió un crujido más nítido, como si algo estuviera escarbando entre los escombros. Con el pulso acelerado, se acercó lentamente hasta una abertura en la pared derrumbada. Contuvo el aliento y se asomó apenas, evaluando la zona a través del polvo. Allí, entre las sombras, una figura humana se movía de espaldas a ella, escarbando en los restos. Octavia aferró su arma, lista para lo peor.
Sin embargo, antes de hacer nada, un segundo sonido irrumpió desde el otro lado del edificio, un alarido gutural y escalofriante que la heló hasta los huesos. Los zombies, atraídos por el estruendo, habían comenzado a aparecer entre las sombras.
Octavia miró a su alrededor, sopesando sus opciones. Estaba atrapada en una situación que no controlaba, con zombies acercándose y esa figura humana aún revolviendo los escombros a su espalda. Pero ahora, al menos, sabía que no estaba sola en absoluto.
El silencio se había apoderado de las ruinas cuando, de repente, un estallido retumbó en la lejanía, como una explosión o un desplome masivo. El suelo vibró bajo sus pies, y el eco del ruido reverberó en las calles desiertas, resonando como un trueno que se negaba a morir. Octavia dio un respingo y contuvo la respiración, escaneando el horizonte en dirección al sonido. No estaba segura de lo que había escuchado, pero una advertencia ardía en sus pensamientos: ¿Y si ha sido él?
El impulso de comprobarlo la empujó hacia el lugar de donde parecía provenir el estruendo, aunque pronto se dio cuenta de que iba en la dirección opuesta al garaje donde él guardaba la Dodge. Aun así, algo en ella se negaba a ignorarlo. Podría estar en problemas, pensó, y aunque no lo conocía, la posibilidad de que alguien más estuviera solo y vulnerable en un lugar como este era suficiente para hacerla avanzar.
Cada paso la adentraba más en el corazón de las ruinas, donde los edificios caídos parecían cerrar el camino a medida que se acercaba al origen del ruido. El olor desagradable del humo y polvo comenzaba a filtrarse en el aire, y el eco de la explosión todavía flotaba en sus oídos, como una advertencia sorda. Esto no es buena señal, pensó mientras avanzaba con extrema cautela, sus sentidos alerta a cualquier movimiento, cualquier ruido. Sabía que los zombies podían haber sido atraídos por el estallido, y si había alguien más con malas intenciones, el lugar era perfecto para una trampa.
A medida que se adentraba más en el terreno, una visión en el horizonte llamó su atención. A través de las sombras, distinguió los restos de un viejo edificio industrial que, en algún momento, debió de haber servido de almacén o taller. Ahora, una de las paredes laterales estaba desplomada, esparciendo una nube de polvo y escombros a su alrededor. La estructura parecía haberse rendido de golpe ante el paso del tiempo, y eso podría haber sido lo que había causado el estruendo.
Octavia miró con precaución alrededor, tratando de captar cualquier movimiento entre los restos. Sabía que los zombies tardarían en llegar, pero el sonido del colapso podría haberlos atraído desde varios kilómetros a la redonda. Sus pasos eran lentos y sigilosos, y su cuerpo entero estaba en tensión, preparada para cualquier cosa que pudiera aparecer entre las ruinas.
Avanzó unos metros, manteniéndose en las sombras mientras evaluaba la situación. No había señales de él, ni de nadie, pero su instinto le decía que no estaba sola. Al agacharse detrás de una pila de escombros, escuchó un ruido leve, como el roce de algo pesado arrastrándose sobre el suelo. Octavia aguzó el oído, intentando localizar el sonido entre las reverberaciones de los ecos. No podía estar segura de si era un zombie o alguien que se movía en el otro extremo del edificio colapsado, pero una cosa estaba clara: no estaba sola.
Su respiración se volvió contenida, sus manos firmemente sujetas al arma que había sacado por precaución. No sabía si el hombre seguía en su garaje o si el colapso lo había sorprendido en su camino, pero sentía que había tomado una decisión. Lo buscaría, pero no por mucho tiempo. Si no encontraba una señal de él, regresaría antes de que la oscuridad la atrapara.
Dio un paso más, y el sonido del roce se volvió un crujido más nítido, como si algo estuviera escarbando entre los escombros. Con el pulso acelerado, se acercó lentamente hasta una abertura en la pared derrumbada. Contuvo el aliento y se asomó apenas, evaluando la zona a través del polvo. Allí, entre las sombras, una figura humana se movía de espaldas a ella, escarbando en los restos. Octavia aferró su arma, lista para lo peor.
Sin embargo, antes de hacer nada, un segundo sonido irrumpió desde el otro lado del edificio, un alarido gutural y escalofriante que la heló hasta los huesos. Los zombies, atraídos por el estruendo, habían comenzado a aparecer entre las sombras.
Octavia miró a su alrededor, sopesando sus opciones. Estaba atrapada en una situación que no controlaba, con zombies acercándose y esa figura humana aún revolviendo los escombros a su espalda. Pero ahora, al menos, sabía que no estaba sola en absoluto.
El motor de la Dodge ruge con un sonido bajo y constante, como un recordatorio de que debería largarme de aquí ya. Todo está listo; la camioneta está en condiciones, las ruedas, el motor, incluso los frenos. No hay nada que me detenga. Y, sin embargo, sigo aquí, maldiciéndome en voz baja mientras mis manos se aferran al volante.
Ese estruendo… no ha sido algo menor. Puede que un edificio viejo se haya desplomado, o tal vez algo peor. Pero lo que realmente me carcome es la maldita pregunta que no consigo sacarme de la cabeza: ¿Y si le ha pasado algo a esa mujer?
No sé nada de ella. Ni su nombre, ni de dónde viene, ni a dónde iba. Es solo una extraña más en este mundo podrido. Pero verla ahí, sola y cansada, me recordó cosas que intento no pensar. Cosas que no puedo permitirme recordar. Cierro los ojos por un momento y golpeo el volante con una mano. "Deja de ser idiota, James. Esto no es tu problema."
El rugido del motor parece burlarse de mí, y después de un par de segundos, me encuentro moviendo la palanca de cambios. Maldita sea. Si algo le ha pasado, al menos quiero saberlo. No voy a cargar con más fantasmas. Si está bien, me largo. Si no… bueno, ya lo descubriré.
Acelero la Dodge y salgo del garaje. El estruendo debe haber llamado la atención de todo zombie en kilómetros a la redonda, pero ahora mismo, eso no me importa. El sonido del motor es ensordecedor en el silencio del pueblo, pero en mi cabeza, ya no hay vuelta atrás. Sigo la dirección aproximada del ruido, dejando que el instinto me guíe entre las calles desiertas.
El paisaje es un caos de ruinas y polvo. Paso junto a edificios derruidos, fachadas que apenas se mantienen en pie, coches oxidados que parecen haber estado allí desde el principio del fin. La Dodge se sacude al pasar por los escombros, y por un momento pienso que debería haber venido a pie. Pero con ese estruendo, el ruido del motor es lo de menos. Si algo me va a encontrar, lo hará de todas formas.
Conforme me acerco, el aire cambia. Hay un olor asqueroso de polvo y algo que podría ser humo. Veo un edificio colapsado en la distancia, un almacén o una fábrica, con una de sus paredes laterales completamente desplomada. Reduzco la velocidad y detengo la camioneta a unos metros. No apago el motor; no estoy seguro de si tendré que salir de aquí en una jodida carrera.
Bajo de la Dodge con cautela, sujetando mi arma, y empiezo a moverme hacia las ruinas. Mis pasos son rápidos, pero silenciosos, cada sentido en alerta máxima. Hay algo en el aire, una tensión que no puedo ignorar. Entonces, escucho algo: el leve sonido de pasos, cuidadosos, casi imperceptibles. Me detengo en seco, escudriñando las sombras.
- ¿Eres tú? - pregunto en voz baja, sin saber si quiero una respuesta.
Un movimiento en los escombros llama mi atención. La veo entonces, agachada detrás de una pila de escombros, con la mirada fija en algo al otro lado del edificio. Está viva, al menos por ahora. Me acerco despacio, levantando una mano para que me vea y no me apunte directamente.
- Espero que no estés buscando problemas - le murmuro con ese tono seco que ni yo puedo evitar. Pero hay algo de alivio en mi voz, aunque no lo admito.
Antes de que pueda responderme, un alarido gutural corta el aire, un sonido que me hiela la sangre. No es humano. No es nada que debería seguir respirando. Los zombies, como había temido, están aquí.
- Mierda… - gruño poniéndome a su lado sin dejar de observar los alrededores - El ruido ha atraído a los malditos. Tenemos que salir de aquí.
El crujido de pasos sobre vidrio y madera rota confirma mis palabras. Miro a la joven, sin saber si correremos juntos o cada uno por su cuenta. Pero algo me dice que ya no tengo opción.
- La Dodge está cerca - le digo con rapidez, mis ojos nunca dejando de vigilar las sombras—. Espero que sepas correr.
Un par de figuras tambaleantes emergen del otro lado del edificio, y la tensión se convierte en acción. No tengo tiempo para arrepentirme de haber vuelto. Ahora, lo único que importa es salir de aquí con vida.
Ese estruendo… no ha sido algo menor. Puede que un edificio viejo se haya desplomado, o tal vez algo peor. Pero lo que realmente me carcome es la maldita pregunta que no consigo sacarme de la cabeza: ¿Y si le ha pasado algo a esa mujer?
No sé nada de ella. Ni su nombre, ni de dónde viene, ni a dónde iba. Es solo una extraña más en este mundo podrido. Pero verla ahí, sola y cansada, me recordó cosas que intento no pensar. Cosas que no puedo permitirme recordar. Cierro los ojos por un momento y golpeo el volante con una mano. "Deja de ser idiota, James. Esto no es tu problema."
El rugido del motor parece burlarse de mí, y después de un par de segundos, me encuentro moviendo la palanca de cambios. Maldita sea. Si algo le ha pasado, al menos quiero saberlo. No voy a cargar con más fantasmas. Si está bien, me largo. Si no… bueno, ya lo descubriré.
Acelero la Dodge y salgo del garaje. El estruendo debe haber llamado la atención de todo zombie en kilómetros a la redonda, pero ahora mismo, eso no me importa. El sonido del motor es ensordecedor en el silencio del pueblo, pero en mi cabeza, ya no hay vuelta atrás. Sigo la dirección aproximada del ruido, dejando que el instinto me guíe entre las calles desiertas.
El paisaje es un caos de ruinas y polvo. Paso junto a edificios derruidos, fachadas que apenas se mantienen en pie, coches oxidados que parecen haber estado allí desde el principio del fin. La Dodge se sacude al pasar por los escombros, y por un momento pienso que debería haber venido a pie. Pero con ese estruendo, el ruido del motor es lo de menos. Si algo me va a encontrar, lo hará de todas formas.
Conforme me acerco, el aire cambia. Hay un olor asqueroso de polvo y algo que podría ser humo. Veo un edificio colapsado en la distancia, un almacén o una fábrica, con una de sus paredes laterales completamente desplomada. Reduzco la velocidad y detengo la camioneta a unos metros. No apago el motor; no estoy seguro de si tendré que salir de aquí en una jodida carrera.
Bajo de la Dodge con cautela, sujetando mi arma, y empiezo a moverme hacia las ruinas. Mis pasos son rápidos, pero silenciosos, cada sentido en alerta máxima. Hay algo en el aire, una tensión que no puedo ignorar. Entonces, escucho algo: el leve sonido de pasos, cuidadosos, casi imperceptibles. Me detengo en seco, escudriñando las sombras.
- ¿Eres tú? - pregunto en voz baja, sin saber si quiero una respuesta.
Un movimiento en los escombros llama mi atención. La veo entonces, agachada detrás de una pila de escombros, con la mirada fija en algo al otro lado del edificio. Está viva, al menos por ahora. Me acerco despacio, levantando una mano para que me vea y no me apunte directamente.
- Espero que no estés buscando problemas - le murmuro con ese tono seco que ni yo puedo evitar. Pero hay algo de alivio en mi voz, aunque no lo admito.
Antes de que pueda responderme, un alarido gutural corta el aire, un sonido que me hiela la sangre. No es humano. No es nada que debería seguir respirando. Los zombies, como había temido, están aquí.
- Mierda… - gruño poniéndome a su lado sin dejar de observar los alrededores - El ruido ha atraído a los malditos. Tenemos que salir de aquí.
El crujido de pasos sobre vidrio y madera rota confirma mis palabras. Miro a la joven, sin saber si correremos juntos o cada uno por su cuenta. Pero algo me dice que ya no tengo opción.
- La Dodge está cerca - le digo con rapidez, mis ojos nunca dejando de vigilar las sombras—. Espero que sepas correr.
Un par de figuras tambaleantes emergen del otro lado del edificio, y la tensión se convierte en acción. No tengo tiempo para arrepentirme de haber vuelto. Ahora, lo único que importa es salir de aquí con vida.
El sonido del motor retumbó en la distancia, y por un momento, Octavia pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada. Pero el rugido del vehículo no desapareció, al contrario, se hacía más fuerte a medida que se acercaba. Una figura emergió entre las sombras, y al principio pensó que se trataba de algún superviviente que había llegado a investigar el ruido. Fue entonces cuando lo reconoció: él. El hombre del que aún no sabía nada, ni siquiera su nombre.
—¿Buscando problemas? —respondió ella en voz baja, sin ocultar el sarcasmo en su tono. A pesar de la tensión, no pudo evitar soltar una media sonrisa—. No, solo tratando de no morir por segunda vez en el día.
Por un instante, el alivio y la incredulidad se mezclaron en su pecho. No había venido por casualidad; estaba ahí por ella, igual que ella había temido que algo le hubiera ocurrido. A pesar de todo, Octavia no podía permitirse el lujo de relajarse. Hay demasiado en juego, pensó mientras apretaba con fuerza el mango de su hacha.
El alarido que desgarró el aire la hizo girar la cabeza, con el pulso acelerado. Sabía perfectamente lo que significaba: el estruendo había atraído a los muertos. No era cuestión de si aparecerían, sino de cuántos y cuán rápido podrían moverse para escapar de ellos. Con un gesto rápido, ajustó la mochila sobre su hombro y comenzó a avanzar junto a él, sus pasos cautelosos pero decididos.
El trayecto hacia la Dodge no duró mucho antes de que dos figuras tambaleantes emergieran entre los restos de un edificio derrumbado, bloqueándoles el paso. Octavia se detuvo en seco, sus ojos fijándose de inmediato en las grotescas siluetas que avanzaban hacia ellos. Detrás, el eco de más muertos acercándose les presionaba como una soga apretándose lentamente alrededor de sus cuellos.
—¡Joder! —soltó entre dientes, su voz tensa pero firme.
El ruido ya había llamado suficiente atención. No había tiempo para pensar, ni espacio para correr sin enfrentarlos. Sus manos se aferraron al hacha con fuerza, el peso del metal dándole una familiaridad extraña, como si se tratara de una extensión de su propio cuerpo.
Octavia tomó aire, fijando su mirada en el zombie más cercano. Su cuerpo estaba tenso, preparado para moverse, pero sus pensamientos volaban en todas direcciones. Había enfrentado a los muertos antes, pero eso no hacía las cosas más fáciles. Con un breve vistazo a su alrededor, se aseguró de que no hubiera más sorpresas inmediatas.
Sin perder tiempo, avanzó un paso con determinación.
—¡Voy a por él! —gruñó mientras se lanzaba hacia el primero de los zombies.
El hacha se alzó con fuerza, reflejando brevemente la tenue luz del día, y Octavia dejó escapar un grito de pura determinación al enfrentarse al enemigo que tenía delante.
Sabía que no podía titubear; cada segundo perdido era una oportunidad para que esos malditos se lanzaran sobre ellos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, hizo un movimiento rápido y descendió el mango del hacha hacia la cabeza del zombie con toda la fuerza que pudo reunir. El golpe fue seco y contundente, haciendo que la criatura tambaleara y perdiera el equilibrio. Por un instante pensó que había conseguido detenerlo.
Pero no.
En un movimiento sorprendentemente rápido, el zombie se lanzó hacia ella con un gruñido gutural, desequilibrándola por completo. Octavia cayó de espaldas con el muerto encima, el peso podrido aplastándole el pecho mientras un dolor agudo se extendía por su cráneo al golpearse contra el suelo. El impacto fue brutal, y por un instante, todo su mundo se nubló, reducido a un zumbido ensordecedor que parecía llenar su cabeza.
No aquí, no así... pensó, luchando por aferrarse a la realidad mientras el zombie intentaba clavarle sus dientes. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, y con un esfuerzo desesperado, logró interponer el hacha entre ambos. Con un grito de puro instinto, alzó el arma de nuevo y la dejó caer con toda la fuerza que podía reunir, esta vez apuntando directamente al cráneo de la criatura.
El filo del hacha se hundió en su objetivo con un crujido nauseabundo. El zombie dejó de moverse al instante, su cuerpo cayendo inerte sobre ella. Octavia empujó el cadáver con ambas manos, su respiración acelerada mientras intentaba liberar su pecho del peso muerto. Lo apartó a duras penas, rodando sobre sí misma y quedando de lado en el suelo. Su cabeza palpitaba de dolor, y al llevarse la mano al punto donde se había golpeado, sintió algo húmedo y caliente.
Al apartar los dedos, los vio manchados de sangre.
—Genial… —murmuró con una voz apenas audible, su tono cargado de cansancio y frustración.
La vista comenzó a nublarse, y el suelo bajo sus manos parecía girar. Su respiración era errática, y a pesar de sus intentos por incorporarse, las piernas le temblaban. Estaba mareada, aturdida, y el golpe en la cabeza no ayudaba en nada. Apoyó una mano en el suelo, tratando de estabilizarse, pero el zumbido en sus oídos no hacía más que intensificarse.
Sabía que no podía permitirse perder el conocimiento. El peligro seguía ahí, demasiado cerca, pero su cuerpo se resistía a obedecerla. Su visión se estrechaba, su mente se tambaleaba entre la consciencia y la oscuridad, mientras un pensamiento desesperado cruzaba su mente: Levántate, Octavia. No puedes caer aquí.
—¿Buscando problemas? —respondió ella en voz baja, sin ocultar el sarcasmo en su tono. A pesar de la tensión, no pudo evitar soltar una media sonrisa—. No, solo tratando de no morir por segunda vez en el día.
Por un instante, el alivio y la incredulidad se mezclaron en su pecho. No había venido por casualidad; estaba ahí por ella, igual que ella había temido que algo le hubiera ocurrido. A pesar de todo, Octavia no podía permitirse el lujo de relajarse. Hay demasiado en juego, pensó mientras apretaba con fuerza el mango de su hacha.
El alarido que desgarró el aire la hizo girar la cabeza, con el pulso acelerado. Sabía perfectamente lo que significaba: el estruendo había atraído a los muertos. No era cuestión de si aparecerían, sino de cuántos y cuán rápido podrían moverse para escapar de ellos. Con un gesto rápido, ajustó la mochila sobre su hombro y comenzó a avanzar junto a él, sus pasos cautelosos pero decididos.
El trayecto hacia la Dodge no duró mucho antes de que dos figuras tambaleantes emergieran entre los restos de un edificio derrumbado, bloqueándoles el paso. Octavia se detuvo en seco, sus ojos fijándose de inmediato en las grotescas siluetas que avanzaban hacia ellos. Detrás, el eco de más muertos acercándose les presionaba como una soga apretándose lentamente alrededor de sus cuellos.
—¡Joder! —soltó entre dientes, su voz tensa pero firme.
El ruido ya había llamado suficiente atención. No había tiempo para pensar, ni espacio para correr sin enfrentarlos. Sus manos se aferraron al hacha con fuerza, el peso del metal dándole una familiaridad extraña, como si se tratara de una extensión de su propio cuerpo.
Octavia tomó aire, fijando su mirada en el zombie más cercano. Su cuerpo estaba tenso, preparado para moverse, pero sus pensamientos volaban en todas direcciones. Había enfrentado a los muertos antes, pero eso no hacía las cosas más fáciles. Con un breve vistazo a su alrededor, se aseguró de que no hubiera más sorpresas inmediatas.
Sin perder tiempo, avanzó un paso con determinación.
—¡Voy a por él! —gruñó mientras se lanzaba hacia el primero de los zombies.
El hacha se alzó con fuerza, reflejando brevemente la tenue luz del día, y Octavia dejó escapar un grito de pura determinación al enfrentarse al enemigo que tenía delante.
Sabía que no podía titubear; cada segundo perdido era una oportunidad para que esos malditos se lanzaran sobre ellos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, hizo un movimiento rápido y descendió el mango del hacha hacia la cabeza del zombie con toda la fuerza que pudo reunir. El golpe fue seco y contundente, haciendo que la criatura tambaleara y perdiera el equilibrio. Por un instante pensó que había conseguido detenerlo.
Pero no.
En un movimiento sorprendentemente rápido, el zombie se lanzó hacia ella con un gruñido gutural, desequilibrándola por completo. Octavia cayó de espaldas con el muerto encima, el peso podrido aplastándole el pecho mientras un dolor agudo se extendía por su cráneo al golpearse contra el suelo. El impacto fue brutal, y por un instante, todo su mundo se nubló, reducido a un zumbido ensordecedor que parecía llenar su cabeza.
No aquí, no así... pensó, luchando por aferrarse a la realidad mientras el zombie intentaba clavarle sus dientes. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, y con un esfuerzo desesperado, logró interponer el hacha entre ambos. Con un grito de puro instinto, alzó el arma de nuevo y la dejó caer con toda la fuerza que podía reunir, esta vez apuntando directamente al cráneo de la criatura.
El filo del hacha se hundió en su objetivo con un crujido nauseabundo. El zombie dejó de moverse al instante, su cuerpo cayendo inerte sobre ella. Octavia empujó el cadáver con ambas manos, su respiración acelerada mientras intentaba liberar su pecho del peso muerto. Lo apartó a duras penas, rodando sobre sí misma y quedando de lado en el suelo. Su cabeza palpitaba de dolor, y al llevarse la mano al punto donde se había golpeado, sintió algo húmedo y caliente.
Al apartar los dedos, los vio manchados de sangre.
—Genial… —murmuró con una voz apenas audible, su tono cargado de cansancio y frustración.
La vista comenzó a nublarse, y el suelo bajo sus manos parecía girar. Su respiración era errática, y a pesar de sus intentos por incorporarse, las piernas le temblaban. Estaba mareada, aturdida, y el golpe en la cabeza no ayudaba en nada. Apoyó una mano en el suelo, tratando de estabilizarse, pero el zumbido en sus oídos no hacía más que intensificarse.
Sabía que no podía permitirse perder el conocimiento. El peligro seguía ahí, demasiado cerca, pero su cuerpo se resistía a obedecerla. Su visión se estrechaba, su mente se tambaleaba entre la consciencia y la oscuridad, mientras un pensamiento desesperado cruzaba su mente: Levántate, Octavia. No puedes caer aquí.
- Dados:
- Mi ataque: 5 + 9 = 14.
Mi defensa: 5 + 0 = 05.
Ataque zombie: 3 + 10 = 13.
Defensa zombie: 2 + 8 = 10.
Mi ataque: 5 + 9 = 14.
Mi defensa: 5 + 7 = 12.
Ataque zombie: 3 + 0 = 03.
Defensa zombie: 2 + 6 = 08.
Vida del zombie: 20 - 2 x (15 + 3) = -16. Muere.
Mi vida 50 - 20 = 30. Bien de pupita.
El miembro 'Octavia Orue' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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#2 'Números' :
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- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
El primer golpe lo escucho más que lo veo, y luego está en el suelo. Ella y ese maldito muerto luchan como si fuera su último día en este mundo, y tal vez lo sea si no hace algo rápido. Maldigo por lo bajo, apretando con más fuerza el cuchillo que llevo en la mano derecha. El otro zombie sigue tambaleándose hacia nosotros, lento pero implacable, como todos. Pero no puedo desviar la vista de ella, no todavía.
- ¿No buscabas problemas, eh? - mascullo entre dientes, mientras avanzo hacia ella con pasos rápidos, sin perder de vista al otro bastardo.
Cuando llego a su lado, la veo tocarse la cabeza. El rojo oscuro en sus dedos me dice todo lo que necesito saber: está malherida. No tengo tiempo para preguntar ni para andarme con tonterías. Me agacho y la cojo del brazo, tirando de ella para que se levante. Su cuerpo está más pesado de lo que esperaba, como si sus piernas no quisieran responder, pero no me detengo.
- Vamos, no te me desmayes ahora - gruño mientras la sostengo, pasando su brazo por encima de mi hombro para que se apoye en mí. Su respiración es irregular, y su rostro está pálido. Mierda, esta mujer va a caerse otra vez si no la saco de aquí rápido.
El zombie restante está cada vez más cerca, arrastrándose hacia nosotros con esa insistencia infernal. Mi mano derecha sostiene el cuchillo con fuerza mientras mi brazo izquierdo la mantiene a ella en pie. No es una buena posición, pero tampoco hay tiempo para cambiarla.
- Quédate conmigo - le digo, más para mí que para ella, mientras avanzo hacia la Dodge. Pero el maldito muerto se interpone en nuestro camino.
El cuchillo en mi mano se alza, apuntando directamente a la criatura. Siento su hedor antes de que esté a unos pocos pasos de nosotros. Mi mandíbula se tensa, y me preparo para el enfrentamiento.
El zombie se abalanza antes de que pueda reaccionar. Mi brazo derecho se mueve con rapidez, el cuchillo listo para clavarse, pero el bastardo es más rápido. Sus dientes podridos se hunden en mi antebrazo, atravesando la chaqueta como si no fuera nada. Un dolor agudo explota en mi brazo, y un grito gutural se me escapa mientras la adrenalina toma el control.
- ¡Mierda! - gruño, usando el impulso de su mordida para empujar al maldito con toda la fuerza que puedo reunir.
El zombie cae hacia atrás con un gruñido, tambaleándose lo suficiente para darnos un respiro. No pienso en el dolor, no pienso en lo que significa; solo tengo un objetivo: sacar a esta mujer y a mí de aquí antes de que los demás nos alcancen.
- ¡Vamos! - le digo, tirando de ella con fuerza mientras el metal de la Dodge brilla a la luz del día, como un faro en medio del caos.
A duras penas consigo arrastrarla hasta la camioneta. Abro la puerta del lado del copiloto y prácticamente la subo de un empujón. Octavia no está del todo consciente, pero al menos sigue respirando. No hay tiempo para preocuparse más. Rodeo el capó a toda prisa mientras los golpes contra la chapa comienzan a resonar detrás de mí.
Cuando alcanzo mi puerta, el primer zombie que nos cortó el paso ya está ahí, con otros dos más detrás, tambaleándose hacia el vehículo. Subo de un salto, cierro la puerta de un tirón y giro la llave en el contacto. El motor ruge con un estruendo que apenas ahoga el ruido de los golpes en la chapa de la Dodge. El zombie que me mordió está justo fuera, golpeando con fuerza el cristal de mi ventana. Por un instante, nuestros ojos se cruzan, y el peso de lo que acaba de pasar me golpea como un martillo.
Estoy jodido. Lo sé. No hay forma de salir de esto. Pero no tengo tiempo para pensar en ello. No ahora.
- Al infierno con esto - gruño, pisando el acelerador con toda la fuerza que puedo reunir.
La Dodge se sacude mientras avanza, y los golpes en la chapa se hacen más fuertes, los muertos tratando de aferrarse a lo que sea que puedan. Acelero más, moviéndome entre los escombros mientras los zombies caen de lado, uno por uno, dejando marcas y abolladuras en el vehículo. Mi brazo derecho arde, pero lo mantengo firme en el volante, mi mandíbula apretada hasta que siento que podría partirme los dientes.
- Mantente despierta, ¿me oyes? - digo con la voz tensa, echando un vistazo rápido a Octavia. Ella se mueve débilmente, apenas consciente, pero eso es suficiente por ahora. Tiene que ser suficiente.
El rugido del motor se mezcla con el eco de los gritos de los muertos que dejamos atrás. No sé a dónde voy, pero sé que no puedo parar. No todavía. Mi mente sigue girando en torno al mordisco, pero lo aparto como si no existiera. No hay espacio para pensar en eso. Solo tengo un objetivo: alejarnos de aquí.
Y mientras los golpes de los zombies se desvanecen en la distancia, no puedo evitar mirar mi brazo por un segundo. La sangre sigue fluyendo, mezclándose con algo más oscuro. La realidad empieza a hundirse como un peso insoportable en mi pecho, pero la ignoro. Todo lo que importa ahora es seguir conduciendo.
- ¿No buscabas problemas, eh? - mascullo entre dientes, mientras avanzo hacia ella con pasos rápidos, sin perder de vista al otro bastardo.
Cuando llego a su lado, la veo tocarse la cabeza. El rojo oscuro en sus dedos me dice todo lo que necesito saber: está malherida. No tengo tiempo para preguntar ni para andarme con tonterías. Me agacho y la cojo del brazo, tirando de ella para que se levante. Su cuerpo está más pesado de lo que esperaba, como si sus piernas no quisieran responder, pero no me detengo.
- Vamos, no te me desmayes ahora - gruño mientras la sostengo, pasando su brazo por encima de mi hombro para que se apoye en mí. Su respiración es irregular, y su rostro está pálido. Mierda, esta mujer va a caerse otra vez si no la saco de aquí rápido.
El zombie restante está cada vez más cerca, arrastrándose hacia nosotros con esa insistencia infernal. Mi mano derecha sostiene el cuchillo con fuerza mientras mi brazo izquierdo la mantiene a ella en pie. No es una buena posición, pero tampoco hay tiempo para cambiarla.
- Quédate conmigo - le digo, más para mí que para ella, mientras avanzo hacia la Dodge. Pero el maldito muerto se interpone en nuestro camino.
El cuchillo en mi mano se alza, apuntando directamente a la criatura. Siento su hedor antes de que esté a unos pocos pasos de nosotros. Mi mandíbula se tensa, y me preparo para el enfrentamiento.
El zombie se abalanza antes de que pueda reaccionar. Mi brazo derecho se mueve con rapidez, el cuchillo listo para clavarse, pero el bastardo es más rápido. Sus dientes podridos se hunden en mi antebrazo, atravesando la chaqueta como si no fuera nada. Un dolor agudo explota en mi brazo, y un grito gutural se me escapa mientras la adrenalina toma el control.
- ¡Mierda! - gruño, usando el impulso de su mordida para empujar al maldito con toda la fuerza que puedo reunir.
El zombie cae hacia atrás con un gruñido, tambaleándose lo suficiente para darnos un respiro. No pienso en el dolor, no pienso en lo que significa; solo tengo un objetivo: sacar a esta mujer y a mí de aquí antes de que los demás nos alcancen.
- ¡Vamos! - le digo, tirando de ella con fuerza mientras el metal de la Dodge brilla a la luz del día, como un faro en medio del caos.
A duras penas consigo arrastrarla hasta la camioneta. Abro la puerta del lado del copiloto y prácticamente la subo de un empujón. Octavia no está del todo consciente, pero al menos sigue respirando. No hay tiempo para preocuparse más. Rodeo el capó a toda prisa mientras los golpes contra la chapa comienzan a resonar detrás de mí.
Cuando alcanzo mi puerta, el primer zombie que nos cortó el paso ya está ahí, con otros dos más detrás, tambaleándose hacia el vehículo. Subo de un salto, cierro la puerta de un tirón y giro la llave en el contacto. El motor ruge con un estruendo que apenas ahoga el ruido de los golpes en la chapa de la Dodge. El zombie que me mordió está justo fuera, golpeando con fuerza el cristal de mi ventana. Por un instante, nuestros ojos se cruzan, y el peso de lo que acaba de pasar me golpea como un martillo.
Estoy jodido. Lo sé. No hay forma de salir de esto. Pero no tengo tiempo para pensar en ello. No ahora.
- Al infierno con esto - gruño, pisando el acelerador con toda la fuerza que puedo reunir.
La Dodge se sacude mientras avanza, y los golpes en la chapa se hacen más fuertes, los muertos tratando de aferrarse a lo que sea que puedan. Acelero más, moviéndome entre los escombros mientras los zombies caen de lado, uno por uno, dejando marcas y abolladuras en el vehículo. Mi brazo derecho arde, pero lo mantengo firme en el volante, mi mandíbula apretada hasta que siento que podría partirme los dientes.
- Mantente despierta, ¿me oyes? - digo con la voz tensa, echando un vistazo rápido a Octavia. Ella se mueve débilmente, apenas consciente, pero eso es suficiente por ahora. Tiene que ser suficiente.
El rugido del motor se mezcla con el eco de los gritos de los muertos que dejamos atrás. No sé a dónde voy, pero sé que no puedo parar. No todavía. Mi mente sigue girando en torno al mordisco, pero lo aparto como si no existiera. No hay espacio para pensar en eso. Solo tengo un objetivo: alejarnos de aquí.
Y mientras los golpes de los zombies se desvanecen en la distancia, no puedo evitar mirar mi brazo por un segundo. La sangre sigue fluyendo, mezclándose con algo más oscuro. La realidad empieza a hundirse como un peso insoportable en mi pecho, pero la ignoro. Todo lo que importa ahora es seguir conduciendo.
- Dados:
- A3 + 0 = 0.
D3 + 7 = 10.
A3 + 8 = 11.
D2 + 6 = 8.
El miembro 'James Davenport' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
El rugido de la Dodge retumbaba en sus oídos, mezclándose con el latido punzante en su cabeza. Octavia respiraba con dificultad, apoyada contra el respaldo del asiento, mientras su mente luchaba por mantenerse lúcida. Sentía cómo el mareo aumentaba con cada sacudida del vehículo, pero sabía que no podía quedarse callada. Necesitaba ayuda, y no iba a llegar sola.
Con movimientos torpes, sacó su mochila del suelo y rebuscó en su interior, sus dedos temblando mientras tanteaba entre el desorden. Finalmente, encontró lo que buscaba: un mapa desgastado, lleno de anotaciones y marcas. Lo desplegó con esfuerzo sobre sus piernas, sus ojos entrecerrados mientras trataba de enfocarse en los trazos que apenas lograba distinguir.
—Escucha… —murmuró con la voz rasposa, girándose ligeramente hacia él. No sabía su nombre, no sabía nada de él, pero eso ya no importaba. Había demostrado suficiente al salvarla de aquella situación, y aunque dudaba que fuera alguien en quien confiar del todo, en ese momento era su única opción.
Con una mano temblorosa, señaló una marca en el mapa, justo donde había anotado la ubicación de Silver Lake. El movimiento le costó más esfuerzo del que esperaba, y un nuevo latigazo de dolor atravesó su cráneo, haciéndola apretar los dientes.
—Aquí… aquí es donde tienes que ir —dijo, su tono débil pero decidido. Levantó la vista hacia él, su mirada desenfocada, pero con la determinación suficiente para transmitir la urgencia de sus palabras—. Es un refugio… hay médicos. Ellos pueden… —se interrumpió, dejando que su respiración errática completara el mensaje.
La luz del día entraba por la ventana, parpadeando mientras pasaban entre las ruinas de lo que alguna vez fueron edificios y casas. Octavia apenas era consciente de lo que había a su alrededor. Todo su mundo parecía reducirse al zumbido constante en su cabeza y al mapa que aún sostenía con una mano floja.
—Confío en ti… —dijo más para sí misma que para él. Las palabras salieron como un susurro, y ni siquiera estaba segura de que él las hubiera oído. Pero era cierto: en ese momento, no tenía más remedio que confiar.
De su propia debilidad no era capaz de notar más que lo evidente: que estaba viva gracias a él. No se fijó en la forma en que mantenía su brazo derecho rígido, ni en cómo apretaba el volante con la izquierda. El mareo y el dolor eclipsaban cualquier detalle que pudiera haber notado en otro momento.
Octavia dejó que el mapa descansara sobre su regazo mientras volvía a apoyarse contra el asiento, cerrando los ojos con un suspiro. No había mucho más que pudiera hacer ahora. Solo esperaba que él decidiera ayudarla… y que llegaran antes de que su cuerpo decidiera rendirse.
Con movimientos torpes, sacó su mochila del suelo y rebuscó en su interior, sus dedos temblando mientras tanteaba entre el desorden. Finalmente, encontró lo que buscaba: un mapa desgastado, lleno de anotaciones y marcas. Lo desplegó con esfuerzo sobre sus piernas, sus ojos entrecerrados mientras trataba de enfocarse en los trazos que apenas lograba distinguir.
—Escucha… —murmuró con la voz rasposa, girándose ligeramente hacia él. No sabía su nombre, no sabía nada de él, pero eso ya no importaba. Había demostrado suficiente al salvarla de aquella situación, y aunque dudaba que fuera alguien en quien confiar del todo, en ese momento era su única opción.
Con una mano temblorosa, señaló una marca en el mapa, justo donde había anotado la ubicación de Silver Lake. El movimiento le costó más esfuerzo del que esperaba, y un nuevo latigazo de dolor atravesó su cráneo, haciéndola apretar los dientes.
—Aquí… aquí es donde tienes que ir —dijo, su tono débil pero decidido. Levantó la vista hacia él, su mirada desenfocada, pero con la determinación suficiente para transmitir la urgencia de sus palabras—. Es un refugio… hay médicos. Ellos pueden… —se interrumpió, dejando que su respiración errática completara el mensaje.
La luz del día entraba por la ventana, parpadeando mientras pasaban entre las ruinas de lo que alguna vez fueron edificios y casas. Octavia apenas era consciente de lo que había a su alrededor. Todo su mundo parecía reducirse al zumbido constante en su cabeza y al mapa que aún sostenía con una mano floja.
—Confío en ti… —dijo más para sí misma que para él. Las palabras salieron como un susurro, y ni siquiera estaba segura de que él las hubiera oído. Pero era cierto: en ese momento, no tenía más remedio que confiar.
De su propia debilidad no era capaz de notar más que lo evidente: que estaba viva gracias a él. No se fijó en la forma en que mantenía su brazo derecho rígido, ni en cómo apretaba el volante con la izquierda. El mareo y el dolor eclipsaban cualquier detalle que pudiera haber notado en otro momento.
Octavia dejó que el mapa descansara sobre su regazo mientras volvía a apoyarse contra el asiento, cerrando los ojos con un suspiro. No había mucho más que pudiera hacer ahora. Solo esperaba que él decidiera ayudarla… y que llegaran antes de que su cuerpo decidiera rendirse.
El mapa está sobre sus piernas, y sus dedos apenas consiguen mantenerse firmes mientras señala un lugar marcado. La miro de reojo, lo justo para captar la dirección que intenta darme. Está hecha polvo. Pálida, respirando con dificultad y tambaleándose entre la consciencia y el desmayo. Una parte de mí quiere gruñirle que se quede quieta y ahorre energías, pero cierro la boca. No va a servir de nada.
Mis manos están en el volante, la izquierda firme, la derecha… bueno, la derecha es un desastre. El dolor sigue ahí, agudo, punzante, con un calor que se arrastra por el brazo y sube hasta mi hombro. La chaqueta está empapada, pero trato de no pensar demasiado en ello. Primero, Silver Lake. Después… ya veremos.
Silver Lake… Repito el nombre en mi cabeza mientras acelero un poco más. El lugar que ha señalado en el mapa no está tan lejos, pero con mi suerte, eso significa que nos encontraremos con más problemas antes de llegar. La observo de reojo; ha dejado caer la cabeza contra el respaldo del asiento, sus ojos cerrados. Está débil, pero todavía respira. Eso es algo.
El rugido de la Dodge llena el silencio, rompiéndose solo por el sonido amortiguado de su respiración irregular. La cabeza me da vueltas con lo que acaba de decir: confía en mí. Suelto un resoplido, amargo y seco.
- Confías en mí. Buena suerte con eso - gruño sin apartar la vista del camino.
Es un comentario sarcástico, sí, pero también cierto. No soy alguien en quien confiar. Si supiera lo que realmente me está pasando, tal vez cambiaría de idea. Tal vez no tendría otra opción.
El volante se siente más pesado con cada minuto que pasa. Mi brazo derecho late con un ritmo que no quiero reconocer, pero mantengo el control. Ella no lo ha notado todavía, y prefiero que siga así. Tiene bastante con su propia mierda como para preocuparse por la mía.
- No te desmayes ahí mismo, ¿entendido? - con ese tono seco que siempre uso cuando no quiero mostrar preocupación.
Ella apenas asiente, y por un momento parece más pequeña de lo que recordaba. ¿Qué demonios estoy haciendo? Pienso en girar la Dodge, en dejarla en cualquier lado y seguir mi propio camino. Pero, maldita sea, no puedo. Ya estoy metido en esto hasta el cuello, y dejarla ahora sería como dispararme en el pie. Literalmente.
El dolor en mi brazo se intensifica cuando intento moverlo para ajustar el volante. Suelto un gruñido bajo, apretando más fuerte con la izquierda. El volante se siente como un ancla, manteniéndome conectado a algo más que ese mordisco que no puedo dejar de sentir.
El camino sigue delante de mí, interminable, lleno de promesas de más problemas. Pero no importa. Acelero un poco más, porque quedarnos aquí no es una opción.
Silver Lake. Ella dice que hay médicos allí. Bueno, será mejor que sean buenos.
Y si no… bueno, cruzaremos ese puente cuando lleguemos.
Mis manos están en el volante, la izquierda firme, la derecha… bueno, la derecha es un desastre. El dolor sigue ahí, agudo, punzante, con un calor que se arrastra por el brazo y sube hasta mi hombro. La chaqueta está empapada, pero trato de no pensar demasiado en ello. Primero, Silver Lake. Después… ya veremos.
Silver Lake… Repito el nombre en mi cabeza mientras acelero un poco más. El lugar que ha señalado en el mapa no está tan lejos, pero con mi suerte, eso significa que nos encontraremos con más problemas antes de llegar. La observo de reojo; ha dejado caer la cabeza contra el respaldo del asiento, sus ojos cerrados. Está débil, pero todavía respira. Eso es algo.
El rugido de la Dodge llena el silencio, rompiéndose solo por el sonido amortiguado de su respiración irregular. La cabeza me da vueltas con lo que acaba de decir: confía en mí. Suelto un resoplido, amargo y seco.
- Confías en mí. Buena suerte con eso - gruño sin apartar la vista del camino.
Es un comentario sarcástico, sí, pero también cierto. No soy alguien en quien confiar. Si supiera lo que realmente me está pasando, tal vez cambiaría de idea. Tal vez no tendría otra opción.
El volante se siente más pesado con cada minuto que pasa. Mi brazo derecho late con un ritmo que no quiero reconocer, pero mantengo el control. Ella no lo ha notado todavía, y prefiero que siga así. Tiene bastante con su propia mierda como para preocuparse por la mía.
- No te desmayes ahí mismo, ¿entendido? - con ese tono seco que siempre uso cuando no quiero mostrar preocupación.
Ella apenas asiente, y por un momento parece más pequeña de lo que recordaba. ¿Qué demonios estoy haciendo? Pienso en girar la Dodge, en dejarla en cualquier lado y seguir mi propio camino. Pero, maldita sea, no puedo. Ya estoy metido en esto hasta el cuello, y dejarla ahora sería como dispararme en el pie. Literalmente.
El dolor en mi brazo se intensifica cuando intento moverlo para ajustar el volante. Suelto un gruñido bajo, apretando más fuerte con la izquierda. El volante se siente como un ancla, manteniéndome conectado a algo más que ese mordisco que no puedo dejar de sentir.
El camino sigue delante de mí, interminable, lleno de promesas de más problemas. Pero no importa. Acelero un poco más, porque quedarnos aquí no es una opción.
Silver Lake. Ella dice que hay médicos allí. Bueno, será mejor que sean buenos.
Y si no… bueno, cruzaremos ese puente cuando lleguemos.
Octavia apenas era consciente del ruido del motor, que retumbaba a su alrededor como un eco distante. Cada sacudida del vehículo era un recordatorio punzante del dolor en su cabeza, y sentía cómo la sangre húmeda empezaba a pegarse a su cabello, enfriándose poco a poco. Cerró los ojos, pero eso solo hacía que los mareos empeoraran. Todo giraba, como si el mundo a su alrededor estuviera desmoronándose en un torbellino constante.
Apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento, respirando con dificultad, intentando mantenerse despierta. Sabía que no debía quedarse dormida, aunque la tentación era fuerte. Cada vez que abría los ojos, las formas a su alrededor parecían distorsionarse, como si el interior del coche estuviera a punto de desvanecerse también. Un sudor frío cubría su frente, y una sensación pesada en el estómago comenzó a intensificarse. La náusea subía por su garganta, imparable, haciéndola sentir aún más débil.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que salieron del pueblo. Las calles destrozadas, los edificios en ruinas... todo era un borrón en su memoria. Lo único que sabía era que necesitaba que el coche se detuviera. Ahora. Se movió ligeramente en el asiento, sus manos temblorosas buscando el cinturón de seguridad, pero incluso ese movimiento le hizo cerrar los ojos con fuerza para contener el vértigo.
—Por favor... —murmuró con voz apagada, apenas audible sobre el rugido del motor. Su garganta se sentía seca, y las palabras le rasparon al salir.
Tomó aire, forzándose a hablar con más claridad.
—Tienes que parar... —dijo esta vez con más fuerza, aunque su tono seguía cargado de urgencia. Giró la cabeza hacia él, aunque cada movimiento la hacía sentir como si fuera a desplomarse—. No... no quiero vomitar en tu coche.
Era lo único que podía decir. Las palabras parecían absurdas incluso en su mente, pero no podía evitarlo. Sabía que si no se detenían pronto, no iba a poder contenerse más. Su cuerpo entero se sentía pesado, como si cada fibra de su ser estuviera luchando contra algo invisible, pero al menos, su mente aún se aferraba a pequeños momentos de claridad.
Se llevó una mano a la cabeza, tocando la herida de nuevo. Sus dedos se mancharon de sangre, y por un momento, pensó que era más de lo que recordaba. Todo su cuerpo parecía temblar, pero su prioridad ahora era clara: necesitaba salir del coche, aunque fuera solo por un momento.
Se quedó quieta después de hablar, esperando su respuesta mientras su respiración se volvía irregular, y el sudor frío en su frente comenzaba a gotear por sus sienes. No sabía si él iba a escucharla, pero rezó en silencio para que lo hiciera. Su cuerpo no iba a aguantar mucho más.
Apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento, respirando con dificultad, intentando mantenerse despierta. Sabía que no debía quedarse dormida, aunque la tentación era fuerte. Cada vez que abría los ojos, las formas a su alrededor parecían distorsionarse, como si el interior del coche estuviera a punto de desvanecerse también. Un sudor frío cubría su frente, y una sensación pesada en el estómago comenzó a intensificarse. La náusea subía por su garganta, imparable, haciéndola sentir aún más débil.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que salieron del pueblo. Las calles destrozadas, los edificios en ruinas... todo era un borrón en su memoria. Lo único que sabía era que necesitaba que el coche se detuviera. Ahora. Se movió ligeramente en el asiento, sus manos temblorosas buscando el cinturón de seguridad, pero incluso ese movimiento le hizo cerrar los ojos con fuerza para contener el vértigo.
—Por favor... —murmuró con voz apagada, apenas audible sobre el rugido del motor. Su garganta se sentía seca, y las palabras le rasparon al salir.
Tomó aire, forzándose a hablar con más claridad.
—Tienes que parar... —dijo esta vez con más fuerza, aunque su tono seguía cargado de urgencia. Giró la cabeza hacia él, aunque cada movimiento la hacía sentir como si fuera a desplomarse—. No... no quiero vomitar en tu coche.
Era lo único que podía decir. Las palabras parecían absurdas incluso en su mente, pero no podía evitarlo. Sabía que si no se detenían pronto, no iba a poder contenerse más. Su cuerpo entero se sentía pesado, como si cada fibra de su ser estuviera luchando contra algo invisible, pero al menos, su mente aún se aferraba a pequeños momentos de claridad.
Se llevó una mano a la cabeza, tocando la herida de nuevo. Sus dedos se mancharon de sangre, y por un momento, pensó que era más de lo que recordaba. Todo su cuerpo parecía temblar, pero su prioridad ahora era clara: necesitaba salir del coche, aunque fuera solo por un momento.
Se quedó quieta después de hablar, esperando su respuesta mientras su respiración se volvía irregular, y el sudor frío en su frente comenzaba a gotear por sus sienes. No sabía si él iba a escucharla, pero rezó en silencio para que lo hiciera. Su cuerpo no iba a aguantar mucho más.
La escucho murmurar algo al principio, pero entre el ruido del motor y mi propio dolor, me cuesta entenderla. Cuando repite las palabras, más claras esta vez, la miro de reojo. Su tono es débil, y por un segundo, me pregunto si va a desmayarse ahí mismo.
- ¿Parar? - murmuro para mí, como si el concepto me resultara tan absurdo como incómodo. Pero no hace falta mirar dos veces para darme cuenta de que está al borde de colapsar. Su piel está pálida, tiene sudor frío recorriendo la frente, y la sangre que mancha su cabello no ayuda a mejorar la escena. La última parte, lo de no vomitar en mi coche, es lo único que consigue arrancarme un gruñido seco. Eso sería todo un espectáculo, sí.
En la distancia, veo una gasolinera medio derruida. Desde aquí parece tranquila, al menos para los estándares de este mundo. No hay zombies a la vista ni señales de movimiento, aunque eso no significa que esté vacía. Acelero un poco más, trazando un plan rápido en mi cabeza. Parar ahora no es lo ideal, pero si sigue así, no vamos a llegar muy lejos.
- Está bien, está bien - gruño, más para mí que para ella, girando el volante para dirigirnos hacia la gasolinera.
Detengo la Dodge junto a la vieja tienda de conveniencia, y el motor se apaga con un resoplido. Afuera, todo está en silencio. Demasiado silencio, como siempre. Mis ojos recorren el lugar con rapidez, buscando cualquier cosa que pueda moverse, pero todo parece estar en calma. Espero que dure.
- Vamos, antes de que cambie de opinión - digo mientras desabrocho su cinturón de seguridad. Me inclino para ayudarla a moverse, sujetándola por el brazo cuando veo que apenas puede sostenerse sola. Su cuerpo está pesado, más de lo que esperaba, pero logro sacarla del coche sin demasiado ruido.
El aire afuera es caliente, seco, y huele a metal oxidado. Ella tambalea un poco, y la sostengo con más fuerza, pasando su brazo por mis hombros para que pueda apoyarse. Sus pies apenas responden, y por un segundo dudo si esto es una buena idea. Deberíamos estar conduciendo hacia Silver Lake, no perdiendo tiempo en medio de la nada. Pero cuando la miro, con el rostro bañado en sudor y sangre seca, sé que no voy a llegar muy lejos con ella en este estado.
La llevo hacia la tienda con pasos firmes pero cautelosos, mi mano libre todavía apretando el cuchillo que no he soltado desde el incidente en el pueblo. Empujo la puerta de cristal, que se abre con un chirrido incómodo, y mis ojos escanean rápidamente el interior. Estanterías vacías, bolsas de basura esparcidas, pero sin señales de movimiento. Parece que estamos solos. Por ahora.
La acomodo en uno de los mostradores, dejándola sentarse mientras reviso el lugar. Mis pensamientos van y vienen mientras busco algo que pueda servirle: agua, un lugar donde recostarse, lo que sea. No puedo evitar preguntarme si detenerme ha sido lo correcto o si estoy complicando más las cosas. Pero lo que está claro es que, si no descansamos ahora, el viaje podría ser aún peor.
- Quédate aquí - digo, con ese tono seco que siempre uso, aunque no puedo evitar que haya algo de preocupación detrás - No hagas ruido, ¿vale?
Me quedo de pie junto a ella un momento, mis ojos recorriendo el lugar una vez más. No hay señales de peligro inmediato, pero no bajo la guardia. Mi brazo late con un dolor insoportable, pero lo ignoro. Todo lo que importa ahora es asegurarnos de que pueda recuperarse lo suficiente para seguir adelante.
Aunque, con el tipo de suerte que tenemos, sé que esto no va a ser tan fácil como parece. Encuentro algunas cosas revisando por los huecos de las estanterías, cosas que pueden ser interesantes.
- Demasiado café para mi solo, te daré un bote para que... - me acerco a ella y dejo el bote a su lado, asimilo un poco la situación. Apenas me queda agua, pero decido coger una vieja camiseta de mi mochila en la Dodge y regreso junto a la mujer. - Espero que esto te ayude - coloco el trapo ligeramente mojado sobre la frente y con otro trozo de la camiseta también húmedo, con mucho cuidado limpio la herida y presiono con cuidado para evitar que pierda más sangre.
- ¿Parar? - murmuro para mí, como si el concepto me resultara tan absurdo como incómodo. Pero no hace falta mirar dos veces para darme cuenta de que está al borde de colapsar. Su piel está pálida, tiene sudor frío recorriendo la frente, y la sangre que mancha su cabello no ayuda a mejorar la escena. La última parte, lo de no vomitar en mi coche, es lo único que consigue arrancarme un gruñido seco. Eso sería todo un espectáculo, sí.
En la distancia, veo una gasolinera medio derruida. Desde aquí parece tranquila, al menos para los estándares de este mundo. No hay zombies a la vista ni señales de movimiento, aunque eso no significa que esté vacía. Acelero un poco más, trazando un plan rápido en mi cabeza. Parar ahora no es lo ideal, pero si sigue así, no vamos a llegar muy lejos.
- Está bien, está bien - gruño, más para mí que para ella, girando el volante para dirigirnos hacia la gasolinera.
Detengo la Dodge junto a la vieja tienda de conveniencia, y el motor se apaga con un resoplido. Afuera, todo está en silencio. Demasiado silencio, como siempre. Mis ojos recorren el lugar con rapidez, buscando cualquier cosa que pueda moverse, pero todo parece estar en calma. Espero que dure.
- Vamos, antes de que cambie de opinión - digo mientras desabrocho su cinturón de seguridad. Me inclino para ayudarla a moverse, sujetándola por el brazo cuando veo que apenas puede sostenerse sola. Su cuerpo está pesado, más de lo que esperaba, pero logro sacarla del coche sin demasiado ruido.
El aire afuera es caliente, seco, y huele a metal oxidado. Ella tambalea un poco, y la sostengo con más fuerza, pasando su brazo por mis hombros para que pueda apoyarse. Sus pies apenas responden, y por un segundo dudo si esto es una buena idea. Deberíamos estar conduciendo hacia Silver Lake, no perdiendo tiempo en medio de la nada. Pero cuando la miro, con el rostro bañado en sudor y sangre seca, sé que no voy a llegar muy lejos con ella en este estado.
La llevo hacia la tienda con pasos firmes pero cautelosos, mi mano libre todavía apretando el cuchillo que no he soltado desde el incidente en el pueblo. Empujo la puerta de cristal, que se abre con un chirrido incómodo, y mis ojos escanean rápidamente el interior. Estanterías vacías, bolsas de basura esparcidas, pero sin señales de movimiento. Parece que estamos solos. Por ahora.
La acomodo en uno de los mostradores, dejándola sentarse mientras reviso el lugar. Mis pensamientos van y vienen mientras busco algo que pueda servirle: agua, un lugar donde recostarse, lo que sea. No puedo evitar preguntarme si detenerme ha sido lo correcto o si estoy complicando más las cosas. Pero lo que está claro es que, si no descansamos ahora, el viaje podría ser aún peor.
- Quédate aquí - digo, con ese tono seco que siempre uso, aunque no puedo evitar que haya algo de preocupación detrás - No hagas ruido, ¿vale?
Me quedo de pie junto a ella un momento, mis ojos recorriendo el lugar una vez más. No hay señales de peligro inmediato, pero no bajo la guardia. Mi brazo late con un dolor insoportable, pero lo ignoro. Todo lo que importa ahora es asegurarnos de que pueda recuperarse lo suficiente para seguir adelante.
Aunque, con el tipo de suerte que tenemos, sé que esto no va a ser tan fácil como parece. Encuentro algunas cosas revisando por los huecos de las estanterías, cosas que pueden ser interesantes.
- Demasiado café para mi solo, te daré un bote para que... - me acerco a ella y dejo el bote a su lado, asimilo un poco la situación. Apenas me queda agua, pero decido coger una vieja camiseta de mi mochila en la Dodge y regreso junto a la mujer. - Espero que esto te ayude - coloco el trapo ligeramente mojado sobre la frente y con otro trozo de la camiseta también húmedo, con mucho cuidado limpio la herida y presiono con cuidado para evitar que pierda más sangre.
El miembro 'James Davenport' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'¿Qué hay ahí?' :
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Cada paso que daba hacia el interior de la gasolinera se sentía como un esfuerzo titánico. Su cabeza latía con fuerza, un ritmo punzante que parecía sincronizado con los mareos que no la dejaban en paz. Sentía cómo la sangre seguía escurriéndose por su cuero cabelludo, y el sudor frío cubría su rostro, haciéndola temblar a pesar del calor sofocante que reinaba afuera.
Cuando James la dejó sentarse en el mostrador, Octavia dejó escapar un suspiro entrecortado. Cerró los ojos un momento, tratando de recuperar algo de control sobre su cuerpo, pero la sensación de náuseas era insoportable. Se llevó una mano temblorosa a la frente, intentando aliviar la presión, pero el gesto fue inútil.
Escuchó cómo él se movía por la tienda, revisando entre los estantes, y abrió los ojos apenas para observarlo. No podía evitar sentirse un poco vulnerable en ese momento, dependiendo de un hombre del que no sabía absolutamente nada. Y, sin embargo, había algo en su manera de actuar que, aunque seco y distante, le daba cierta seguridad. Al menos por ahora.
El sonido de sus pasos al acercarse la sacó de sus pensamientos. Octavia lo miró mientras dejaba un bote de café junto a ella y hacía un comentario que ella apenas entendió del todo. No respondió, pero una ligera sonrisa cansada cruzó su rostro. Fue lo único que pudo ofrecerle como señal de agradecimiento.
Cuando él volvió con una camiseta húmeda y comenzó a limpiarle la herida con cuidado, Octavia cerró los ojos de nuevo. La sensación del paño mojado contra su piel era extrañamente reconfortante, aunque no podía evitar un leve quejido cuando presionó sobre la herida.
—Gracias... —murmuró, con la voz apenas audible, pero cargada de sinceridad. Quiso decir algo más, tal vez preguntar si estaba bien, porque algo en su expresión le decía que él también estaba lidiando con lo suyo. Pero el agotamiento ganó, y simplemente apoyó la cabeza contra el mostrador, respirando con dificultad mientras el dolor y el mareo seguían dominando su cuerpo.
Aún no sabía si había sido una buena idea detenerse aquí, pero en ese momento, solo podía confiar en que él supiera lo que hacía. Por ahora, eso tendría que bastar. Porque yo no podía aguantar más, y cedí, mi cuerpo dijo hasta aquí, y me dormí, en aquella postura que más tarde no sería agradecida.
Cuando James la dejó sentarse en el mostrador, Octavia dejó escapar un suspiro entrecortado. Cerró los ojos un momento, tratando de recuperar algo de control sobre su cuerpo, pero la sensación de náuseas era insoportable. Se llevó una mano temblorosa a la frente, intentando aliviar la presión, pero el gesto fue inútil.
Escuchó cómo él se movía por la tienda, revisando entre los estantes, y abrió los ojos apenas para observarlo. No podía evitar sentirse un poco vulnerable en ese momento, dependiendo de un hombre del que no sabía absolutamente nada. Y, sin embargo, había algo en su manera de actuar que, aunque seco y distante, le daba cierta seguridad. Al menos por ahora.
El sonido de sus pasos al acercarse la sacó de sus pensamientos. Octavia lo miró mientras dejaba un bote de café junto a ella y hacía un comentario que ella apenas entendió del todo. No respondió, pero una ligera sonrisa cansada cruzó su rostro. Fue lo único que pudo ofrecerle como señal de agradecimiento.
Cuando él volvió con una camiseta húmeda y comenzó a limpiarle la herida con cuidado, Octavia cerró los ojos de nuevo. La sensación del paño mojado contra su piel era extrañamente reconfortante, aunque no podía evitar un leve quejido cuando presionó sobre la herida.
—Gracias... —murmuró, con la voz apenas audible, pero cargada de sinceridad. Quiso decir algo más, tal vez preguntar si estaba bien, porque algo en su expresión le decía que él también estaba lidiando con lo suyo. Pero el agotamiento ganó, y simplemente apoyó la cabeza contra el mostrador, respirando con dificultad mientras el dolor y el mareo seguían dominando su cuerpo.
Aún no sabía si había sido una buena idea detenerse aquí, pero en ese momento, solo podía confiar en que él supiera lo que hacía. Por ahora, eso tendría que bastar. Porque yo no podía aguantar más, y cedí, mi cuerpo dijo hasta aquí, y me dormí, en aquella postura que más tarde no sería agradecida.
El trapo húmedo apenas hace efecto en su frente, pero al menos el sudor parece calmarse un poco. Su respiración es irregular al principio, como si todavía estuviera luchando contra el dolor y el mareo. Miro sus ojos cerrarse poco a poco, y por un segundo pienso que va a desmayarse. Pero no. Solo se duerme.
Respiro hondo, dejando el trapo a un lado. Es una suerte que esté descansando, pero al mismo tiempo, no me gusta. Dormirse ahora la pone en una posición vulnerable. Aunque, vamos, como si yo estuviera en mejor estado, pienso mientras mi brazo late como un maldito tambor bajo la chaqueta.
- Dormida, claro - gruño por lo bajo, apartándome un poco de ella mientras vuelvo a inspeccionar el lugar.
La tienda está tan vacía como parecía al principio. Los estantes no tienen nada útil, solo algunas bolsas de aperitivos hechas polvo y botellas vacías que no sirven para nada. El café que encontré antes está a medio camino entre polvo y roca sólida, pero sigue siendo mejor que nada. Me dejo caer en uno de los bancos junto al mostrador, lo suficientemente cerca para mantener un ojo en ella mientras intento que mi cabeza no se nuble del todo.
El brazo, por supuesto, no ayuda. A estas alturas debería estar haciendo algo al respecto, desinfectándolo o al menos cubriéndolo. Pero ¿para qué? No hay nada que pueda cambiar lo que ya sé. Estoy jodido, y no es cuestión de "si", sino de "cuándo". La única razón por la que no he colapsado aún es porque mi cerebro se niega a procesar todo lo que está pasando.
Miro a Octavia otra vez. Está inmóvil, la cabeza ladeada, con el rostro medio cubierto de sangre seca. Incluso así, se ve más tranquila de lo que me siento yo. Sus labios se mueven apenas, como si estuviera diciendo algo en sueños. No sé qué es, pero no me importa demasiado. Mientras no despierte gritando, podemos mantener el silencio un rato más.
No puedo quedarme aquí mucho tiempo. La calma nunca dura, no en este mundo. Pero arrancar el motor de la Dodge con ella en este estado tampoco es buena idea. Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y dejo que el cuchillo descanse sobre la palma de mi mano izquierda. Miro el filo por un segundo antes de cerrar los ojos. Es solo un parpadeo, pero en mi mente veo la puerta de esa casa. La puerta que nunca debí cerrar.
- Maldita sea... - susurro, apretando el cuchillo hasta que el dolor en mis dedos reemplaza al de mi brazo.
No puedo pensar en eso ahora. Tengo que mantenerme en movimiento, y ella también. Pero no será esta noche. Por ahora, nos quedamos. Que descanse. Mañana, si el mundo aún no nos ha alcanzado, volveremos a la carretera. Aunque sé que lo que me espera no es un destino, sino un reloj en cuenta regresiva.
Me levanto, doy un último vistazo alrededor y me acerco a la entrada. Todo sigue quieto. Por ahora, eso es suficiente. Otra vez esos recuerdos sobre Evan me invaden, había tratado de mantener los recuerdos de mi hijo en el olvido, pero soy incapaz de ello ahora, porque lo que hice, como le dejé... pensar que ahora yo seré uno de ellos no ayuda, porque entonces no para de venirme a la mente sus últimas palabras, las que no cumplí. "Prométemelo, Prométemelo, Prométemelo" No dejan de sonar en mi cabeza. Abandono el edificio como la velocidad del rayo, que egoísta pensar en ello, pero yo tampoco deseo acabar así y recuerdo a Eva, cómo me suplicó. Gritó lleno de furia y golpeo una lata vieja lejos de mi, toda la rabia e impotencia del mundo colapsan en mi cabeza, hecho una furia alcanzo la Dodge y la golpe, una y otra vez, mi mayor reliquia... ¡Habría puesto un grito en el cielo en antaño de ver lo que estoy haciendo ahora! Pero pateo las llantas e incluso le doy un puñetazo a la puerta, y grito una y otra vez, hasta que caigo al suelo de rodillas.
- Evan... - es lo único que logro decir entre lágrimas. - Hijo...
Respiro hondo, dejando el trapo a un lado. Es una suerte que esté descansando, pero al mismo tiempo, no me gusta. Dormirse ahora la pone en una posición vulnerable. Aunque, vamos, como si yo estuviera en mejor estado, pienso mientras mi brazo late como un maldito tambor bajo la chaqueta.
- Dormida, claro - gruño por lo bajo, apartándome un poco de ella mientras vuelvo a inspeccionar el lugar.
La tienda está tan vacía como parecía al principio. Los estantes no tienen nada útil, solo algunas bolsas de aperitivos hechas polvo y botellas vacías que no sirven para nada. El café que encontré antes está a medio camino entre polvo y roca sólida, pero sigue siendo mejor que nada. Me dejo caer en uno de los bancos junto al mostrador, lo suficientemente cerca para mantener un ojo en ella mientras intento que mi cabeza no se nuble del todo.
El brazo, por supuesto, no ayuda. A estas alturas debería estar haciendo algo al respecto, desinfectándolo o al menos cubriéndolo. Pero ¿para qué? No hay nada que pueda cambiar lo que ya sé. Estoy jodido, y no es cuestión de "si", sino de "cuándo". La única razón por la que no he colapsado aún es porque mi cerebro se niega a procesar todo lo que está pasando.
Miro a Octavia otra vez. Está inmóvil, la cabeza ladeada, con el rostro medio cubierto de sangre seca. Incluso así, se ve más tranquila de lo que me siento yo. Sus labios se mueven apenas, como si estuviera diciendo algo en sueños. No sé qué es, pero no me importa demasiado. Mientras no despierte gritando, podemos mantener el silencio un rato más.
No puedo quedarme aquí mucho tiempo. La calma nunca dura, no en este mundo. Pero arrancar el motor de la Dodge con ella en este estado tampoco es buena idea. Me inclino hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, y dejo que el cuchillo descanse sobre la palma de mi mano izquierda. Miro el filo por un segundo antes de cerrar los ojos. Es solo un parpadeo, pero en mi mente veo la puerta de esa casa. La puerta que nunca debí cerrar.
- Maldita sea... - susurro, apretando el cuchillo hasta que el dolor en mis dedos reemplaza al de mi brazo.
No puedo pensar en eso ahora. Tengo que mantenerme en movimiento, y ella también. Pero no será esta noche. Por ahora, nos quedamos. Que descanse. Mañana, si el mundo aún no nos ha alcanzado, volveremos a la carretera. Aunque sé que lo que me espera no es un destino, sino un reloj en cuenta regresiva.
Me levanto, doy un último vistazo alrededor y me acerco a la entrada. Todo sigue quieto. Por ahora, eso es suficiente. Otra vez esos recuerdos sobre Evan me invaden, había tratado de mantener los recuerdos de mi hijo en el olvido, pero soy incapaz de ello ahora, porque lo que hice, como le dejé... pensar que ahora yo seré uno de ellos no ayuda, porque entonces no para de venirme a la mente sus últimas palabras, las que no cumplí. "Prométemelo, Prométemelo, Prométemelo" No dejan de sonar en mi cabeza. Abandono el edificio como la velocidad del rayo, que egoísta pensar en ello, pero yo tampoco deseo acabar así y recuerdo a Eva, cómo me suplicó. Gritó lleno de furia y golpeo una lata vieja lejos de mi, toda la rabia e impotencia del mundo colapsan en mi cabeza, hecho una furia alcanzo la Dodge y la golpe, una y otra vez, mi mayor reliquia... ¡Habría puesto un grito en el cielo en antaño de ver lo que estoy haciendo ahora! Pero pateo las llantas e incluso le doy un puñetazo a la puerta, y grito una y otra vez, hasta que caigo al suelo de rodillas.
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