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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Hora de partir [Octavia Orue]
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Recuerdo del primer mensaje :
Ha llegado el día en el cual debo partir y dejar atrás la cabaña en la que me he estado refugiando todo este tiempo atrás. Resulta que ya pasados varios meses, tras dejar a mi familia atrás, decidí refugiarme en una zona segura del bosque. Allí había una cabaña que perteneció a un guarda forestal, ha servido de lugar seguro hasta ahora, que la comida y la bebida ya comienza a escasear. Las viviendas del pueblo ya han sido más que desvalijadas, y la mayoría por mi. Aunque yo solo he tratado de recoger lo que necesitaba y de no abusar de las desgracias de esas gentes. Además, muertos tampoco iban a poder dar cuenta de sus cosas.
Así que ya todo está decidido, buscaré otro lugar, seguiré mi camino y trataré de vivir. He cargado en un saco todas las pocas pertenencias y útiles que me servirán de ayuda para este viaje, son pocas, pero de algo ayudarán.
Salgo fuera de la cabaña cargando con el saco a mi espalda, me coloco bien mi vieja gorra y comienzo a caminar hacia el sur para bajar la colina. Salir de allí me llevará unos minutos, otros más cruzar el pueblo y listo, comenzará mi viaje. El sol se localiza en lo más alto del cielo, acaba de amanecer hace pocos minutos y quiero aprovechar al máximo las horas de luz, he estado revisando algunos mapas y lo más seguro es que me de tiempo a llegar a un pueblo vecino, allí espero poder abastecerme mejor con más comida y tal vez armas para poder proseguir hacia adelante con mi travesía, si es que los zombies no me lo impiden.
El camino para atravesar el bosque es tranquilo, estoy acostumbrado a estos bosques, los conozco como la palma de mi mano, ya que he cazado por estos cuando no encontraba alimento. Es por ello que no tardo demasiado en salir y llegar al pueblo. Realizaré la última parada en el bar, solo para rellenar mi vieja petaca con whisky, no soy muy dado a beber, pero de vez en cuando un trago no viene mal.
El pueblo se encuentra completamente desierto, ni un alma para variar y lo mejor de todo ni una de esas malas bestias. Solo hay lo mismo de siempre, coches abandonados, basura, manchas de sangre reseca, los restos de algún cadáver pudriéndose al sol... Cuando llego a las puertas del bar abro con delicadeza, pese al cuidado la puerta chirría nada más moverla un par de centímetros como consecuencia del paso del tiempo. Camino lentamente por el antiguo bar de Jeremy y lo único que se escucha son mis propios pasos sobre el viejo y desgastado suelo de madera. En la barra está Jeremy, que me mira con cierto brillo en sus cansados ojos... pero no lo hace como el camarero que ve llegar a un antiguo cliente, sino que es porque la comida acaba de llegar. - Mierda Jeremy... tú también - susurro en un suspiro. El zombie se abalanza sobre la barra para tratar de alcanzarme, torpe y descoordinado cae al suelo, al otro lado y antes de que se pueda levantar, me marcho. - Lo siento amigo - digo justo cuando cierro las puertas del bar detrás de mi. Suspiro, atranco la puerta moviendo un banco que estaba al lado, en el porche. Frunzo el ceño.
- ¿Y ahora dónde cojones estaba la dodge? - me rasco la frente mientras hago un barrido por el pueblo. Al haber estado refugiado en una montaña decidí dejar la vieja ranchera en el pueblo, escondida en un garaje, a veces me acercaba para hacerle el mantenimiento. Pero sinceramente la última vez fue hacía tanto tiempo que ya ni me acuerdo de por dónde seguir.
Ha llegado el día en el cual debo partir y dejar atrás la cabaña en la que me he estado refugiando todo este tiempo atrás. Resulta que ya pasados varios meses, tras dejar a mi familia atrás, decidí refugiarme en una zona segura del bosque. Allí había una cabaña que perteneció a un guarda forestal, ha servido de lugar seguro hasta ahora, que la comida y la bebida ya comienza a escasear. Las viviendas del pueblo ya han sido más que desvalijadas, y la mayoría por mi. Aunque yo solo he tratado de recoger lo que necesitaba y de no abusar de las desgracias de esas gentes. Además, muertos tampoco iban a poder dar cuenta de sus cosas.
Así que ya todo está decidido, buscaré otro lugar, seguiré mi camino y trataré de vivir. He cargado en un saco todas las pocas pertenencias y útiles que me servirán de ayuda para este viaje, son pocas, pero de algo ayudarán.
Salgo fuera de la cabaña cargando con el saco a mi espalda, me coloco bien mi vieja gorra y comienzo a caminar hacia el sur para bajar la colina. Salir de allí me llevará unos minutos, otros más cruzar el pueblo y listo, comenzará mi viaje. El sol se localiza en lo más alto del cielo, acaba de amanecer hace pocos minutos y quiero aprovechar al máximo las horas de luz, he estado revisando algunos mapas y lo más seguro es que me de tiempo a llegar a un pueblo vecino, allí espero poder abastecerme mejor con más comida y tal vez armas para poder proseguir hacia adelante con mi travesía, si es que los zombies no me lo impiden.
El camino para atravesar el bosque es tranquilo, estoy acostumbrado a estos bosques, los conozco como la palma de mi mano, ya que he cazado por estos cuando no encontraba alimento. Es por ello que no tardo demasiado en salir y llegar al pueblo. Realizaré la última parada en el bar, solo para rellenar mi vieja petaca con whisky, no soy muy dado a beber, pero de vez en cuando un trago no viene mal.
El pueblo se encuentra completamente desierto, ni un alma para variar y lo mejor de todo ni una de esas malas bestias. Solo hay lo mismo de siempre, coches abandonados, basura, manchas de sangre reseca, los restos de algún cadáver pudriéndose al sol... Cuando llego a las puertas del bar abro con delicadeza, pese al cuidado la puerta chirría nada más moverla un par de centímetros como consecuencia del paso del tiempo. Camino lentamente por el antiguo bar de Jeremy y lo único que se escucha son mis propios pasos sobre el viejo y desgastado suelo de madera. En la barra está Jeremy, que me mira con cierto brillo en sus cansados ojos... pero no lo hace como el camarero que ve llegar a un antiguo cliente, sino que es porque la comida acaba de llegar. - Mierda Jeremy... tú también - susurro en un suspiro. El zombie se abalanza sobre la barra para tratar de alcanzarme, torpe y descoordinado cae al suelo, al otro lado y antes de que se pueda levantar, me marcho. - Lo siento amigo - digo justo cuando cierro las puertas del bar detrás de mi. Suspiro, atranco la puerta moviendo un banco que estaba al lado, en el porche. Frunzo el ceño.
- ¿Y ahora dónde cojones estaba la dodge? - me rasco la frente mientras hago un barrido por el pueblo. Al haber estado refugiado en una montaña decidí dejar la vieja ranchera en el pueblo, escondida en un garaje, a veces me acercaba para hacerle el mantenimiento. Pero sinceramente la última vez fue hacía tanto tiempo que ya ni me acuerdo de por dónde seguir.
El grito la despertó de golpe, como un trueno en medio de un sueño profundo. Octavia abrió los ojos de inmediato, desorientada, su corazón latiendo con fuerza mientras su mente intentaba ponerse al día con lo que estaba sucediendo. El dolor en su cabeza seguía ahí, punzante, pero la adrenalina la sacudió lo suficiente como para ignorarlo por el momento.
Parpadeó varias veces, y lo primero que vio fue a él, de pie junto a la Dodge, golpeando la puerta con furia. Su respiración era rápida, como si intentara contener algo que lo estaba consumiendo desde dentro. Su cuerpo estaba tenso, y cuando se movió, Octavia lo notó. La sangre. Había sangre en su brazo derecho, empapando la tela de su chaqueta, fluyendo con un ritmo que le pareció alarmante.
Alzó la vista hacia su rostro, y lo entendió. No necesitó palabras, ni explicaciones. Lo había visto antes, ese mismo miedo, esa misma rabia. Esa lucha interna entre la esperanza y la realidad. Y aunque su mente aún estaba nublada por el sueño y el dolor, todo se aclaró en un instante: lo habían mordido.
Con esfuerzo, se levantó del mostrador, tambaleándose ligeramente mientras su visión se ajustaba. Su cuerpo protestaba con cada movimiento, pero no le importó. No podía quedarse ahí viendo cómo se consumía en su propia furia. Lo entendía demasiado bien. Más de lo que quería admitir.
—Eh… —dijo con voz rasposa, acercándose lentamente hacia él. Sabía que estaba en su límite, que un paso en falso podía romperlo del todo. Se detuvo a una distancia prudente, asegurándose de que la escuchara—. Escucha. Escúchame.
El hombre seguía golpeando la Dodge, como si eso pudiera aliviar la tormenta en su interior. Pero cuando se giró hacia ella, Octavia vio el dolor en su mirada, mucho más profundo que el físico. Y entonces habló, su voz baja pero firme, como si esas palabras fueran lo único que pudiera ofrecerle.
—Sé lo que estás sintiendo ahora. Lo sé porque… porque a mí también me mordieron.
El silencio que siguió fue casi tan fuerte como sus gritos anteriores. Octavia tragó saliva, sintiendo la presión en su pecho aumentar. No podía detenerse ahora. Dio un paso más hacia él, despacio, con sus ojos buscando los suyos.
—No sé por qué tuve suerte… o qué me hace diferente. Pero entiendo lo que estás pasando. Sé cómo se siente ese miedo, esa rabia… —su voz tembló ligeramente, pero se obligó a seguir—. Y no voy a dejar que lo enfrentes solo.
Se acercó lo suficiente como para que pudiera verla bien, para que entendiera que hablaba en serio.
—No sé ni tu nombre… —dijo con una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Pero yo soy Octavia. Y quiero que lo sepas, porque voy a estar contigo todo el tiempo.
Le ofreció su mano, temblorosa, pero extendida hacia él, como una promesa. No tenía garantías de que pudiera ayudarlo, ni siquiera estaba segura de que él quisiera esa ayuda. Pero una cosa sí sabía: no iba a abandonarlo. No después de lo que había hecho por ella. No después de lo que veía en sus ojos.
Parpadeó varias veces, y lo primero que vio fue a él, de pie junto a la Dodge, golpeando la puerta con furia. Su respiración era rápida, como si intentara contener algo que lo estaba consumiendo desde dentro. Su cuerpo estaba tenso, y cuando se movió, Octavia lo notó. La sangre. Había sangre en su brazo derecho, empapando la tela de su chaqueta, fluyendo con un ritmo que le pareció alarmante.
Alzó la vista hacia su rostro, y lo entendió. No necesitó palabras, ni explicaciones. Lo había visto antes, ese mismo miedo, esa misma rabia. Esa lucha interna entre la esperanza y la realidad. Y aunque su mente aún estaba nublada por el sueño y el dolor, todo se aclaró en un instante: lo habían mordido.
Con esfuerzo, se levantó del mostrador, tambaleándose ligeramente mientras su visión se ajustaba. Su cuerpo protestaba con cada movimiento, pero no le importó. No podía quedarse ahí viendo cómo se consumía en su propia furia. Lo entendía demasiado bien. Más de lo que quería admitir.
—Eh… —dijo con voz rasposa, acercándose lentamente hacia él. Sabía que estaba en su límite, que un paso en falso podía romperlo del todo. Se detuvo a una distancia prudente, asegurándose de que la escuchara—. Escucha. Escúchame.
El hombre seguía golpeando la Dodge, como si eso pudiera aliviar la tormenta en su interior. Pero cuando se giró hacia ella, Octavia vio el dolor en su mirada, mucho más profundo que el físico. Y entonces habló, su voz baja pero firme, como si esas palabras fueran lo único que pudiera ofrecerle.
—Sé lo que estás sintiendo ahora. Lo sé porque… porque a mí también me mordieron.
El silencio que siguió fue casi tan fuerte como sus gritos anteriores. Octavia tragó saliva, sintiendo la presión en su pecho aumentar. No podía detenerse ahora. Dio un paso más hacia él, despacio, con sus ojos buscando los suyos.
—No sé por qué tuve suerte… o qué me hace diferente. Pero entiendo lo que estás pasando. Sé cómo se siente ese miedo, esa rabia… —su voz tembló ligeramente, pero se obligó a seguir—. Y no voy a dejar que lo enfrentes solo.
Se acercó lo suficiente como para que pudiera verla bien, para que entendiera que hablaba en serio.
—No sé ni tu nombre… —dijo con una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos—. Pero yo soy Octavia. Y quiero que lo sepas, porque voy a estar contigo todo el tiempo.
Le ofreció su mano, temblorosa, pero extendida hacia él, como una promesa. No tenía garantías de que pudiera ayudarlo, ni siquiera estaba segura de que él quisiera esa ayuda. Pero una cosa sí sabía: no iba a abandonarlo. No después de lo que había hecho por ella. No después de lo que veía en sus ojos.
Sus palabras me golpean como un maldito ladrillo en el pecho. "Sé lo que estás sintiendo ahora". La miro de reojo, mi cuerpo todavía temblando por la rabia, la impotencia, el dolor. Pero lo que dice después me hace detenerme por completo. ¿A ella también la mordieron?
El cuchillo que había aflojado en mi mano derecha cae al suelo con un leve ruido metálico. La sensación de calor en el brazo parece esfumarse por un segundo, reemplazada por algo más frío, más pesado. No sé si es incredulidad, enojo o simple agotamiento, pero el aire se vuelve más denso a mi alrededor.
- No… no sabes lo que estoy sintiendo - las palabras salen más bruscas de lo que esperaba, y mi propia voz suena extraña incluso para mí. Evan, pienso en Evan, nunca me he olvidado de Evan, pero ahora, esta herida me pone en situación, me recuerda lo que sufrió en mi piel. Me giro lentamente hacia ella, tratando de procesar lo que acaba de decir. La veo allí, débil, tambaleante, con el rostro lleno de sangre seca y los ojos llenos de algo que no reconozco. Algo que hace años que no siento. ¿Es esperanza? No. No puede ser.
Pero entonces dice su nombre. Octavia. Y juro que algo en mi pecho se retuerce. ¿Por qué me importa? ¿Por qué, en este preciso instante, suena tan importante que me diga su nombre, que diga que estará conmigo?
- ¿Por qué? - la pregunta se me escapa antes de poder detenerla. No hay rabia en mi tono, solo una desesperación que no me atrevo a mostrar del todo. - ¿Por qué harías eso? No me conoces. Ni siquiera sabes mi nombre. ¿Qué sentido tiene quedarte? Esto no tiene arreglo.
Mis palabras se quedan flotando en el aire entre nosotros. Por un momento, el silencio me envuelve de nuevo. Pero esta vez no es como antes. Esta vez no estoy solo. Y eso me asusta más que cualquier zombie o mordedura.
- James - el nombre sale de mis labios como un susurro, como si al decirlo estuviera admitiendo algo que no quiero admitir. La miro, y por un segundo, me pregunto si realmente lo está diciendo en serio. Si de verdad se quedará, incluso cuando todo se venga abajo.
Doy un paso atrás, apartándome de la Dodge, apartándome de ella, pero no muy lejos. Mis ojos siguen fijos en los suyos, tratando de leer algo, cualquier cosa que me haga entender por qué alguien querría quedarse.
- No soy un buen tipo, Octavia. Nunca lo he sido. Si buscas alguien a quien salvar, estás perdiendo el tiempo, y más ahora - la voz me tiembla un poco al final, señalo la mordedura con la mirada, y maldigo internamente esa debilidad que no puedo ocultar.
Pero ella no retrocede. No aparta la mirada. Y algo en mí… algo en mí se rompe un poco más.
- Está bien. Haz lo que quieras. Pero no esperes nada de mí, con suerte no te llevaré por delante cuando sea un puto descerebrado - mi tono es seco, casi una defensa automática. Pero el nudo en mi garganta me dice que no estoy tan seguro de mis propias palabras. Me inclino hacia abajo, recojo el cuchillo y lo guardo en mi cinturón. El brazo me late con fuerza, pero no digo nada sobre eso. No necesito compasión ni promesas que no puedan cumplirse.
Me acerco a la Dodge de nuevo y me siento en el capó observando el bosque. Evan, Evan, Evan... no hay un instante en el que no deje de pensar en él, en los recuerdos, en cada escena grabada en mi mente a fuego. Su herida, su rostro asustado al verla, como acabó tendido en ese maldito sofá sin poder moverse... todos esos recuerdos llegan a mi de nuevo, tras tanto tiempo queriendo olvidarlos... y siento que me van a consumir, que van a acabar conmigo antes que el maldito virus.
Bien. Ahora al menos tengo un nombre para gritar si todo se va al infierno. Perfecto.
El cuchillo que había aflojado en mi mano derecha cae al suelo con un leve ruido metálico. La sensación de calor en el brazo parece esfumarse por un segundo, reemplazada por algo más frío, más pesado. No sé si es incredulidad, enojo o simple agotamiento, pero el aire se vuelve más denso a mi alrededor.
- No… no sabes lo que estoy sintiendo - las palabras salen más bruscas de lo que esperaba, y mi propia voz suena extraña incluso para mí. Evan, pienso en Evan, nunca me he olvidado de Evan, pero ahora, esta herida me pone en situación, me recuerda lo que sufrió en mi piel. Me giro lentamente hacia ella, tratando de procesar lo que acaba de decir. La veo allí, débil, tambaleante, con el rostro lleno de sangre seca y los ojos llenos de algo que no reconozco. Algo que hace años que no siento. ¿Es esperanza? No. No puede ser.
Pero entonces dice su nombre. Octavia. Y juro que algo en mi pecho se retuerce. ¿Por qué me importa? ¿Por qué, en este preciso instante, suena tan importante que me diga su nombre, que diga que estará conmigo?
- ¿Por qué? - la pregunta se me escapa antes de poder detenerla. No hay rabia en mi tono, solo una desesperación que no me atrevo a mostrar del todo. - ¿Por qué harías eso? No me conoces. Ni siquiera sabes mi nombre. ¿Qué sentido tiene quedarte? Esto no tiene arreglo.
Mis palabras se quedan flotando en el aire entre nosotros. Por un momento, el silencio me envuelve de nuevo. Pero esta vez no es como antes. Esta vez no estoy solo. Y eso me asusta más que cualquier zombie o mordedura.
- James - el nombre sale de mis labios como un susurro, como si al decirlo estuviera admitiendo algo que no quiero admitir. La miro, y por un segundo, me pregunto si realmente lo está diciendo en serio. Si de verdad se quedará, incluso cuando todo se venga abajo.
Doy un paso atrás, apartándome de la Dodge, apartándome de ella, pero no muy lejos. Mis ojos siguen fijos en los suyos, tratando de leer algo, cualquier cosa que me haga entender por qué alguien querría quedarse.
- No soy un buen tipo, Octavia. Nunca lo he sido. Si buscas alguien a quien salvar, estás perdiendo el tiempo, y más ahora - la voz me tiembla un poco al final, señalo la mordedura con la mirada, y maldigo internamente esa debilidad que no puedo ocultar.
Pero ella no retrocede. No aparta la mirada. Y algo en mí… algo en mí se rompe un poco más.
- Está bien. Haz lo que quieras. Pero no esperes nada de mí, con suerte no te llevaré por delante cuando sea un puto descerebrado - mi tono es seco, casi una defensa automática. Pero el nudo en mi garganta me dice que no estoy tan seguro de mis propias palabras. Me inclino hacia abajo, recojo el cuchillo y lo guardo en mi cinturón. El brazo me late con fuerza, pero no digo nada sobre eso. No necesito compasión ni promesas que no puedan cumplirse.
Me acerco a la Dodge de nuevo y me siento en el capó observando el bosque. Evan, Evan, Evan... no hay un instante en el que no deje de pensar en él, en los recuerdos, en cada escena grabada en mi mente a fuego. Su herida, su rostro asustado al verla, como acabó tendido en ese maldito sofá sin poder moverse... todos esos recuerdos llegan a mi de nuevo, tras tanto tiempo queriendo olvidarlos... y siento que me van a consumir, que van a acabar conmigo antes que el maldito virus.
Bien. Ahora al menos tengo un nombre para gritar si todo se va al infierno. Perfecto.
Octavia apenas podía mantenerse en pie sin que el mundo le diera vueltas. Su cabeza seguía latiendo con un dolor constante, y el esfuerzo por mantenerse despierta la estaba desgastando más rápido de lo que quería admitir. Pero incluso así, lo observó. Lo escuchó. Cada palabra de James caía sobre ella con un peso distinto, como si estuviera tratando de mantenerla a raya. Lo que no entendía era que ella no iba a ceder.
No dijo nada al principio. No porque no tuviera una respuesta, sino porque estaba demasiado cansada para discutir. Aun así, su determinación no disminuyó ni un ápice. Con pasos tambaleantes, pero firmes, se apartó de él sin pronunciar palabra. Cruzó hacia la tienda y comenzó a buscar entre sus pocas cosas. Allí estaba: una camiseta limpia que había guardado como muda de emergencia. También vio una botella de agua a medio llenar que había conseguido horas atrás. No era mucho, pero sería suficiente.
Regresó con él en silencio, y lo encontró sentado en el capó de la Dodge, mirando al bosque con una expresión que no pudo descifrar del todo. Había algo en sus ojos que le hizo apretar más fuerte la botella que llevaba en la mano. Sabía lo que estaba sintiendo, incluso si él no quería admitirlo. Lo había sentido antes. Ese miedo de perderse a uno mismo, de convertirse en algo peor que un cadáver. Y aunque su experiencia había sido diferente, entendía la oscuridad que lo estaba devorando por dentro.
—No voy a discutir contigo, James —dijo rompiendo el silencio mientras se paraba frente a él. Su voz era baja, seria, pero sin rastro de dureza—. Pero tampoco voy a dejarte así.
Le mostró la botella y la camiseta con un movimiento de la mano. No esperó una respuesta. No necesitaba permiso. Simplemente abrió la botella y vertió un poco de agua sobre la tela antes de dar un paso más cerca.
—Te guste o no, te voy a limpiar esa herida. Puedes quedarte sentado gruñendo o intentar apartarme, pero no me importa. —su tono era firme, pero las palabras tenían un trasfondo de preocupación evidente.
Sin esperar objeciones, se acercó al brazo de James y comenzó a levantar con cuidado la tela que cubría la mordedura. La sangre había empapado parte de su chaqueta, y el olor metálico le revolvió el estómago, pero no retrocedió. Mojó más la camiseta y presionó con cuidado alrededor de la herida, intentando limpiar lo mejor que podía.
—Cuando me mordieron… —empezó a decir, su voz más baja, casi en un susurro—... no sabía qué me iba a pasar. Pero hubo alguien que cuidó de mí, aunque yo le dije que no lo hiciera. Me hizo sentir menos… sola. —se detuvo un momento, levantando la mirada hacia él—. No sé si esto cambiará algo para ti, pero no pienso dejarte lidiar con esto solo.
Siguió limpiando la herida en silencio, enfocándose en el trabajo como si fuera lo único que importara en ese momento. Podía sentir el peso de su mirada, su resistencia, pero no iba a rendirse.
Trató de ignorar el nudo en su propio estómago y la sensación de que este viaje estaba lejos de mejorar. Pero si algo podía hacer por él, lo haría, sin importar lo que James pensara al respecto.
No dijo nada al principio. No porque no tuviera una respuesta, sino porque estaba demasiado cansada para discutir. Aun así, su determinación no disminuyó ni un ápice. Con pasos tambaleantes, pero firmes, se apartó de él sin pronunciar palabra. Cruzó hacia la tienda y comenzó a buscar entre sus pocas cosas. Allí estaba: una camiseta limpia que había guardado como muda de emergencia. También vio una botella de agua a medio llenar que había conseguido horas atrás. No era mucho, pero sería suficiente.
Regresó con él en silencio, y lo encontró sentado en el capó de la Dodge, mirando al bosque con una expresión que no pudo descifrar del todo. Había algo en sus ojos que le hizo apretar más fuerte la botella que llevaba en la mano. Sabía lo que estaba sintiendo, incluso si él no quería admitirlo. Lo había sentido antes. Ese miedo de perderse a uno mismo, de convertirse en algo peor que un cadáver. Y aunque su experiencia había sido diferente, entendía la oscuridad que lo estaba devorando por dentro.
—No voy a discutir contigo, James —dijo rompiendo el silencio mientras se paraba frente a él. Su voz era baja, seria, pero sin rastro de dureza—. Pero tampoco voy a dejarte así.
Le mostró la botella y la camiseta con un movimiento de la mano. No esperó una respuesta. No necesitaba permiso. Simplemente abrió la botella y vertió un poco de agua sobre la tela antes de dar un paso más cerca.
—Te guste o no, te voy a limpiar esa herida. Puedes quedarte sentado gruñendo o intentar apartarme, pero no me importa. —su tono era firme, pero las palabras tenían un trasfondo de preocupación evidente.
Sin esperar objeciones, se acercó al brazo de James y comenzó a levantar con cuidado la tela que cubría la mordedura. La sangre había empapado parte de su chaqueta, y el olor metálico le revolvió el estómago, pero no retrocedió. Mojó más la camiseta y presionó con cuidado alrededor de la herida, intentando limpiar lo mejor que podía.
—Cuando me mordieron… —empezó a decir, su voz más baja, casi en un susurro—... no sabía qué me iba a pasar. Pero hubo alguien que cuidó de mí, aunque yo le dije que no lo hiciera. Me hizo sentir menos… sola. —se detuvo un momento, levantando la mirada hacia él—. No sé si esto cambiará algo para ti, pero no pienso dejarte lidiar con esto solo.
Siguió limpiando la herida en silencio, enfocándose en el trabajo como si fuera lo único que importara en ese momento. Podía sentir el peso de su mirada, su resistencia, pero no iba a rendirse.
Trató de ignorar el nudo en su propio estómago y la sensación de que este viaje estaba lejos de mejorar. Pero si algo podía hacer por él, lo haría, sin importar lo que James pensara al respecto.
Su voz me llega como un golpe suave, algo que corta el silencio pero no lo rompe del todo. Estoy tan acostumbrado a los ruidos bruscos, a los ecos que revientan cualquier intento de calma, que su tono bajo y firme es casi desconcertante. No levanto la vista al principio. Siento sus pasos acercándose y el crujido del suelo bajo sus pies. Su determinación es tan palpable que casi puedo tocarla, y una parte de mí, la parte cansada de pelear con todo, se rinde antes de que ella siquiera diga otra palabra.
Cuando finalmente está frente a mí, sé lo que va a hacer incluso antes de que lo diga. La escucho, pero mi mente está en otro lugar. Mis ojos están fijos en el bosque, tratando de enfocarse en cualquier cosa menos en lo que está pasando aquí, en lo que está pasando conmigo. Pero no puedo ignorarla. No cuando está tan cerca.
- Puedes intentarlo, pero no creo que haya mucho que salvar - las palabras salen con más dureza de la que pretendía, un reflejo automático de alguien que no está acostumbrado a dejar que otros se acerquen. Pero ella no se detiene.
Siento el frío de la tela húmeda contra mi piel cuando empieza a limpiar la herida. Suave, cuidadosa, como si no quisiera causar más daño. Y es entonces cuando me doy cuenta de algo que no había notado antes, o más bien que no había tenido tiempo de contemplar o de pensar. Es... es atractiva. Más de lo que me he permitido pensar en mucho tiempo. Hace años, habría dicho algo ingenioso o incluso descarado. Pero ahora... ahora, la idea de que algo tan humano como eso cruce mi mente me parece absurda.
Me río. Es un sonido seco, casi amargo, que sale sin querer.
- ¿Sabes? Hace años, en otro momento, probablemente habría intentado impresionarte. Tal vez decir algo estúpido para que te rieras, para tratar de llevarte a la cama y luego seguramente pasar de todo, como siempre... - hago una pausa, dejando escapar un suspiro - Pero ahora... eso parece tan ridículo. ¿Quién tiene tiempo para eso cuando el mundo se está cayendo a pedazos?
No estoy seguro de por qué lo dije. Tal vez porque estoy cansado de guardarlo todo. Tal vez porque ella está ahí, insistiendo en ayudarme aunque no debería. Mis ojos se fijan en los suyos un instante, y lo veo: no va a retroceder. Es un dolor familiar, el de alguien que ha perdido demasiado y aún así sigue luchando. Por alguna razón, eso me golpea más fuerte que cualquier mordedura.
- No tengo miedo de morir, ¿sabes? - digo de repente, rompiendo el silencio que había empezado a formarse. Mi tono es bajo, casi un murmullo, pero sé que me está escuchando - Lo que me asusta es que esto... - levanto el brazo ligeramente, señalando la herida -... esto es lo que merezco.
Su mano se detiene un segundo, pero no dice nada. No todavía. Así que sigo hablando, porque si no lo digo ahora, nunca lo haré.
- Hace años, antes de todo esto... tenía un hijo. Evan. Era un buen chico, mucho mejor que yo. Pero cuando llegó el momento de hacer lo que un padre debería hacer... - mi voz se quiebra ligeramente, y tengo que detenerme para respirar - No pude. No pude protegerlo, no pude salvarlo. Ni siquiera pude cumplir su última petición.
Mis ojos se fijan en el suelo, incapaces de mirar los suyos.
- Esto, Octavia... esto es lo que me toca. Lo que debería haberme pasado hace mucho tiempo. No es el virus lo que me va a matar. Es todo lo que llevo arrastrando.
Dejo que las palabras se queden ahí, pesadas, antes de levantar la vista. Ella sigue trabajando en mi herida, sin apartarse, sin responder de inmediato. Y eso... eso significa más de lo que quiero admitir. Porque, por un momento, no me siento tan solo.
Cuando finalmente termina, dejo escapar un largo suspiro y me paso una mano por el rostro, tratando de borrar cualquier rastro de la conversación.
- Gracias. Por esto. Por lo que sea que creas que estás haciendo - mi voz es más suave esta vez, aunque todavía hay un filo de cansancio en ella. No sé si me merezco su ayuda, pero no voy a rechazarla. No ahora.
Y con eso, dejo que el silencio vuelva a llenar el espacio entre nosotros. No porque no tenga más que decir, sino porque no sé si puedo seguir hablando sin terminar de desmoronarme del todo.
Cuando finalmente está frente a mí, sé lo que va a hacer incluso antes de que lo diga. La escucho, pero mi mente está en otro lugar. Mis ojos están fijos en el bosque, tratando de enfocarse en cualquier cosa menos en lo que está pasando aquí, en lo que está pasando conmigo. Pero no puedo ignorarla. No cuando está tan cerca.
- Puedes intentarlo, pero no creo que haya mucho que salvar - las palabras salen con más dureza de la que pretendía, un reflejo automático de alguien que no está acostumbrado a dejar que otros se acerquen. Pero ella no se detiene.
Siento el frío de la tela húmeda contra mi piel cuando empieza a limpiar la herida. Suave, cuidadosa, como si no quisiera causar más daño. Y es entonces cuando me doy cuenta de algo que no había notado antes, o más bien que no había tenido tiempo de contemplar o de pensar. Es... es atractiva. Más de lo que me he permitido pensar en mucho tiempo. Hace años, habría dicho algo ingenioso o incluso descarado. Pero ahora... ahora, la idea de que algo tan humano como eso cruce mi mente me parece absurda.
Me río. Es un sonido seco, casi amargo, que sale sin querer.
- ¿Sabes? Hace años, en otro momento, probablemente habría intentado impresionarte. Tal vez decir algo estúpido para que te rieras, para tratar de llevarte a la cama y luego seguramente pasar de todo, como siempre... - hago una pausa, dejando escapar un suspiro - Pero ahora... eso parece tan ridículo. ¿Quién tiene tiempo para eso cuando el mundo se está cayendo a pedazos?
No estoy seguro de por qué lo dije. Tal vez porque estoy cansado de guardarlo todo. Tal vez porque ella está ahí, insistiendo en ayudarme aunque no debería. Mis ojos se fijan en los suyos un instante, y lo veo: no va a retroceder. Es un dolor familiar, el de alguien que ha perdido demasiado y aún así sigue luchando. Por alguna razón, eso me golpea más fuerte que cualquier mordedura.
- No tengo miedo de morir, ¿sabes? - digo de repente, rompiendo el silencio que había empezado a formarse. Mi tono es bajo, casi un murmullo, pero sé que me está escuchando - Lo que me asusta es que esto... - levanto el brazo ligeramente, señalando la herida -... esto es lo que merezco.
Su mano se detiene un segundo, pero no dice nada. No todavía. Así que sigo hablando, porque si no lo digo ahora, nunca lo haré.
- Hace años, antes de todo esto... tenía un hijo. Evan. Era un buen chico, mucho mejor que yo. Pero cuando llegó el momento de hacer lo que un padre debería hacer... - mi voz se quiebra ligeramente, y tengo que detenerme para respirar - No pude. No pude protegerlo, no pude salvarlo. Ni siquiera pude cumplir su última petición.
Mis ojos se fijan en el suelo, incapaces de mirar los suyos.
- Esto, Octavia... esto es lo que me toca. Lo que debería haberme pasado hace mucho tiempo. No es el virus lo que me va a matar. Es todo lo que llevo arrastrando.
Dejo que las palabras se queden ahí, pesadas, antes de levantar la vista. Ella sigue trabajando en mi herida, sin apartarse, sin responder de inmediato. Y eso... eso significa más de lo que quiero admitir. Porque, por un momento, no me siento tan solo.
Cuando finalmente termina, dejo escapar un largo suspiro y me paso una mano por el rostro, tratando de borrar cualquier rastro de la conversación.
- Gracias. Por esto. Por lo que sea que creas que estás haciendo - mi voz es más suave esta vez, aunque todavía hay un filo de cansancio en ella. No sé si me merezco su ayuda, pero no voy a rechazarla. No ahora.
Y con eso, dejo que el silencio vuelva a llenar el espacio entre nosotros. No porque no tenga más que decir, sino porque no sé si puedo seguir hablando sin terminar de desmoronarme del todo.
Octavia siguió limpiando la herida en silencio, con movimientos lentos y cuidadosos. Las palabras de James seguían resonando en su mente, cada una cargada de más peso del que parecía querer admitir. Ese tono amargo y seco, esa risa que no era risa… todo hablaba de alguien que llevaba demasiado tiempo cargando con más de lo que podía soportar.
Cuando levantó la mirada hacia él, algo en su expresión la detuvo. Era como si, por un segundo, James hubiera dejado caer esa barrera que tenía levantada. Su mirada era intensa, profunda, y la conexión momentánea que compartieron la hizo olvidarse por completo de lo que estaba haciendo. Sus dedos, sin pensar, rozaron suavemente su brazo sano. No era un gesto calculado, solo algo instintivo, una forma de recordarle que no estaba solo. Y sintió que la distancia entre ambos se desvanecía, se acercó más.
Por un instante, sintió algo que la impulsaba a hablar, a romper el silencio de una manera diferente. Pero en lugar de dejarse llevar por el peso de la tensión, tomó aire y optó por algo más ligero.
—¿Ah, sí? —murmuró intentando esbozar una sonrisa, aunque sus labios apenas respondían—. Pues posiblemente yo te habría golpeado entonces.
El comentario salió con un tono más ligero del que esperaba, y dejó escapar una breve risa, más nerviosa que divertida. No podía ignorar la intensidad de su propia mente en ese momento, pero trató de recuperar algo de control. Sin embargo, la sensación de sus propios dedos rozando su brazo seguía ahí, recordándole que había algo más que quería decir.
Dejó la camiseta a un lado y respiró hondo, apartando la mirada por un instante antes de volver a enfocarse en él. Había escuchado con atención, con la mirada fija en la nada y el corazón encogido, le fue inevitable no pensar en él, en Eric.
—En 2008… —empezó, su voz más baja, casi un susurro—. Mi prometido y yo estábamos en una redada. Una operación conjunta con otras agencias. Era nuestro primer caso grande como pareja oficial. Siempre habíamos sido un buen equipo... hasta ese día.
Se detuvo, intentando reunir fuerzas para continuar. Sus manos, que habían temblado antes al limpiar la herida de James, se detuvieron por completo mientras bajaba la mirada hacia el suelo.
—Todo salió mal. Estábamos subestimados en número, y alguien nos delató. Fue un caos. Nos dispararon desde todas direcciones, y yo... —tragó saliva, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta—. Yo no llegué a tiempo. No lo cubrí como debía. Lo vi caer, pero no pude detenerme a ayudarlo. No podía. Si lo hacía, los demás también habrían muerto. Fue...
Se quedó en silencio un momento, la mandíbula apretada. Sus ojos se llenaron de una mezcla de tristeza y determinación. No pudo continuar explicando el recuerdo, por lo que prefirió seguir por lo que quería hacerle entender.
—Durante años pensé que era culpa mía. Que si hubiera sido más rápida, más lista, más valiente... tal vez estaría vivo. Me costó mucho tiempo entender que no todo depende de nosotros. Que no siempre podemos controlar lo que pasa.
Finalmente levantó la mirada hacia James. Sus ojos buscaron los suyos, y aunque la intensidad de su confesión todavía estaba allí, esta vez había algo más: comprensión.
—Te entiendo, James. Porque he estado ahí. Y aunque el peso de la culpa nunca desaparece del todo, tampoco tienes por qué llevarlo solo.
Dejó que sus palabras flotaran en el aire. No intentaba arreglar nada, porque sabía que no podía. Pero al menos, quería que él supiera que no estaba tan solo como creía. Finalmente, apartó la mano de su brazo y se levantó, llevándose consigo la camiseta que había usado para limpiar. Su cuerpo todavía estaba débil, tambaleándose un poco, pero no dejó que eso la detuviera.
Antes de girarse del todo para regresar al interior de la tienda, lanzó una última mirada hacia James.
—Y por cierto —añadió, intentando recuperar un poco de su tono más ligero—. Sigo creyendo que te habría golpeado. Habrías sido insoportable.
Esta vez su sonrisa fue más sincera, aunque breve. Luego, se alejó, dándole espacio, pero dejando claro que no iba a abandonarlo, pasara lo que pasara. Se dejó caer en su rincón de confianza en la tienda, porque estaba exhausta y cerró los ojos momentáneamente.
Cuando levantó la mirada hacia él, algo en su expresión la detuvo. Era como si, por un segundo, James hubiera dejado caer esa barrera que tenía levantada. Su mirada era intensa, profunda, y la conexión momentánea que compartieron la hizo olvidarse por completo de lo que estaba haciendo. Sus dedos, sin pensar, rozaron suavemente su brazo sano. No era un gesto calculado, solo algo instintivo, una forma de recordarle que no estaba solo. Y sintió que la distancia entre ambos se desvanecía, se acercó más.
Por un instante, sintió algo que la impulsaba a hablar, a romper el silencio de una manera diferente. Pero en lugar de dejarse llevar por el peso de la tensión, tomó aire y optó por algo más ligero.
—¿Ah, sí? —murmuró intentando esbozar una sonrisa, aunque sus labios apenas respondían—. Pues posiblemente yo te habría golpeado entonces.
El comentario salió con un tono más ligero del que esperaba, y dejó escapar una breve risa, más nerviosa que divertida. No podía ignorar la intensidad de su propia mente en ese momento, pero trató de recuperar algo de control. Sin embargo, la sensación de sus propios dedos rozando su brazo seguía ahí, recordándole que había algo más que quería decir.
Dejó la camiseta a un lado y respiró hondo, apartando la mirada por un instante antes de volver a enfocarse en él. Había escuchado con atención, con la mirada fija en la nada y el corazón encogido, le fue inevitable no pensar en él, en Eric.
—En 2008… —empezó, su voz más baja, casi un susurro—. Mi prometido y yo estábamos en una redada. Una operación conjunta con otras agencias. Era nuestro primer caso grande como pareja oficial. Siempre habíamos sido un buen equipo... hasta ese día.
Se detuvo, intentando reunir fuerzas para continuar. Sus manos, que habían temblado antes al limpiar la herida de James, se detuvieron por completo mientras bajaba la mirada hacia el suelo.
—Todo salió mal. Estábamos subestimados en número, y alguien nos delató. Fue un caos. Nos dispararon desde todas direcciones, y yo... —tragó saliva, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta—. Yo no llegué a tiempo. No lo cubrí como debía. Lo vi caer, pero no pude detenerme a ayudarlo. No podía. Si lo hacía, los demás también habrían muerto. Fue...
Se quedó en silencio un momento, la mandíbula apretada. Sus ojos se llenaron de una mezcla de tristeza y determinación. No pudo continuar explicando el recuerdo, por lo que prefirió seguir por lo que quería hacerle entender.
—Durante años pensé que era culpa mía. Que si hubiera sido más rápida, más lista, más valiente... tal vez estaría vivo. Me costó mucho tiempo entender que no todo depende de nosotros. Que no siempre podemos controlar lo que pasa.
Finalmente levantó la mirada hacia James. Sus ojos buscaron los suyos, y aunque la intensidad de su confesión todavía estaba allí, esta vez había algo más: comprensión.
—Te entiendo, James. Porque he estado ahí. Y aunque el peso de la culpa nunca desaparece del todo, tampoco tienes por qué llevarlo solo.
Dejó que sus palabras flotaran en el aire. No intentaba arreglar nada, porque sabía que no podía. Pero al menos, quería que él supiera que no estaba tan solo como creía. Finalmente, apartó la mano de su brazo y se levantó, llevándose consigo la camiseta que había usado para limpiar. Su cuerpo todavía estaba débil, tambaleándose un poco, pero no dejó que eso la detuviera.
Antes de girarse del todo para regresar al interior de la tienda, lanzó una última mirada hacia James.
—Y por cierto —añadió, intentando recuperar un poco de su tono más ligero—. Sigo creyendo que te habría golpeado. Habrías sido insoportable.
Esta vez su sonrisa fue más sincera, aunque breve. Luego, se alejó, dándole espacio, pero dejando claro que no iba a abandonarlo, pasara lo que pasara. Se dejó caer en su rincón de confianza en la tienda, porque estaba exhausta y cerró los ojos momentáneamente.
Sus manos trabajan en mi brazo, limpiando con cuidado la herida, pero mi mente está lejos de lo que hace. Lo que me ha dicho antes sigue rondándome. Su firmeza, esa forma de insistir en quedarse. No entiendo por qué lo hace, no entiendo por qué alguien querría quedarse, especialmente conmigo. Pero entonces sus dedos rozan mi brazo sano, un toque tan suave que casi no lo siento. Es un gesto simple, casi instintivo, pero me hace parpadear, como si me arrancara de mis pensamientos.
Cuando levanto la mirada, la veo más cerca, sus ojos fijos en los míos por un momento que se siente demasiado largo. Hay algo en su expresión que no sé leer del todo, algo que no esperaba. Y justo cuando creo que va a decir algo diferente, algo más pesado, ella rompe el momento.
Su voz tiene un tono más ligero, pero puedo notar el nerviosismo detrás. Es como si estuviera intentando restarle importancia a algo que ni siquiera yo termino de entender, pero me hace querer acercarme también, me hace querer... Una risa corta, casi amarga, escapa de mis labios antes de que pueda detenerla. Su comentario, esa forma de soltarlo como si no quisiera que el ambiente se pusiera demasiado serio, me pilla por sorpresa. Por un segundo, me imagino la escena que describe, y me resulta más fácil reírme de eso que de cualquier otra cosa que ha pasado en los últimos días.
- Golpearme, ¿eh? - murmuro arqueando una ceja mientras la observo volver a concentrarse en mi herida - Bueno, no sería la primera vez que alguien quiere hacerlo, o que lo hace - me encojo de hombros y al hacerlo la herida en el brazo se estira y me hace recordar esa parte de mi historia. Mierda.
Sus palabras me caen como un jarro de agua fría. ¿Una redada? ¿Un prometido? ¿Policía? Por un momento, me quedo en blanco, intentando procesar lo que acaba de decir. El dolor del brazo, la rabia que llevaba acumulada desde antes, todo queda en segundo plano mientras intento juntar las piezas de esta nueva imagen de ella.
Y entonces, lo entiendo. La forma en que insiste, su cabezonería, ese aire de autoridad que parece llevar como una segunda piel. Claro, tiene sentido. Suelto una risa seca, un ruido áspero que no suena como algo feliz. Es más una mezcla de incredulidad y resignación.
- Claro… ahora todo encaja. Una poli - las palabras salen con ese tono entre sarcástico y cansado que me sale de forma natural. Me cruzo de brazos, apoyando la espalda contra la Dodge, y la miro con algo parecido a una sonrisa torcida - Todo el rato diciéndome lo que tengo que hacer, insistiendo en que no lo haga solo… tenía que ser una poli.
La conversación se torna más seria, así que el humor desaparece de mi rostro, su dolor aún es notable, aunque ha pasado aún más tiempo que desde la muerte de Evan. Agacho la mirada, sus palabras que solo buscan consolarme se quedan en el aire, soy incapaz de quedármelas pese a que las entiendo, pero ahora no puedo, todo es reciente, toda esa mierda que llevaba detrás de mi me golpea ahora.
La veo alejarse, logra hacerme reír otra vez, no lo puedo evitar. Posiblemente sea verdad, me la imagino en un bar, acercándome sin saber que es poli. Le digo cuatro estupideces... me río en silencio solo. Me paso ambas manos por la cara dejando escapar un largo suspiro. Estoy cansado de todo esto, el tiempo pesa, las heridas pesan y mi pasado aún más. Cae sobre mi... avanzo, pateo una piedra en el suelo con las botas, trato de desperezarme y observo el trabajo que ha hecho la poli en mi brazo, no está mal. Vuelvo a mirar el bosque y me vuelvo.
La veo sentarse en la tienda, dejando caer la cabeza como si quisiera desaparecer un rato del mundo. Su historia sigue dando vueltas en mi cabeza, como un eco que no consigo apagar. Esa imagen que pinta… puedo verla. La redada, los disparos, él cayendo… es demasiado fácil imaginarlo. Y sé cómo duele.
Mi tono es más ligero, pero hay algo en mí que no se aligera en absoluto. Me dejo caer sobre el capó de la Dodge, apoyando los codos en las rodillas mientras mi mirada se pierde en la línea de árboles al fondo. Lo que me ha contado… no sé por qué lo hace. Pero siento algo que no sentía desde hace mucho tiempo: respeto.
- Me muero y mi niñera es una poli... - me río de nuevo, sarcástico, me estiro y camino un poco alrededor de la dodge - Te habría encantado esto Evan...
Cuando levanto la mirada, la veo más cerca, sus ojos fijos en los míos por un momento que se siente demasiado largo. Hay algo en su expresión que no sé leer del todo, algo que no esperaba. Y justo cuando creo que va a decir algo diferente, algo más pesado, ella rompe el momento.
Su voz tiene un tono más ligero, pero puedo notar el nerviosismo detrás. Es como si estuviera intentando restarle importancia a algo que ni siquiera yo termino de entender, pero me hace querer acercarme también, me hace querer... Una risa corta, casi amarga, escapa de mis labios antes de que pueda detenerla. Su comentario, esa forma de soltarlo como si no quisiera que el ambiente se pusiera demasiado serio, me pilla por sorpresa. Por un segundo, me imagino la escena que describe, y me resulta más fácil reírme de eso que de cualquier otra cosa que ha pasado en los últimos días.
- Golpearme, ¿eh? - murmuro arqueando una ceja mientras la observo volver a concentrarse en mi herida - Bueno, no sería la primera vez que alguien quiere hacerlo, o que lo hace - me encojo de hombros y al hacerlo la herida en el brazo se estira y me hace recordar esa parte de mi historia. Mierda.
Sus palabras me caen como un jarro de agua fría. ¿Una redada? ¿Un prometido? ¿Policía? Por un momento, me quedo en blanco, intentando procesar lo que acaba de decir. El dolor del brazo, la rabia que llevaba acumulada desde antes, todo queda en segundo plano mientras intento juntar las piezas de esta nueva imagen de ella.
Y entonces, lo entiendo. La forma en que insiste, su cabezonería, ese aire de autoridad que parece llevar como una segunda piel. Claro, tiene sentido. Suelto una risa seca, un ruido áspero que no suena como algo feliz. Es más una mezcla de incredulidad y resignación.
- Claro… ahora todo encaja. Una poli - las palabras salen con ese tono entre sarcástico y cansado que me sale de forma natural. Me cruzo de brazos, apoyando la espalda contra la Dodge, y la miro con algo parecido a una sonrisa torcida - Todo el rato diciéndome lo que tengo que hacer, insistiendo en que no lo haga solo… tenía que ser una poli.
La conversación se torna más seria, así que el humor desaparece de mi rostro, su dolor aún es notable, aunque ha pasado aún más tiempo que desde la muerte de Evan. Agacho la mirada, sus palabras que solo buscan consolarme se quedan en el aire, soy incapaz de quedármelas pese a que las entiendo, pero ahora no puedo, todo es reciente, toda esa mierda que llevaba detrás de mi me golpea ahora.
La veo alejarse, logra hacerme reír otra vez, no lo puedo evitar. Posiblemente sea verdad, me la imagino en un bar, acercándome sin saber que es poli. Le digo cuatro estupideces... me río en silencio solo. Me paso ambas manos por la cara dejando escapar un largo suspiro. Estoy cansado de todo esto, el tiempo pesa, las heridas pesan y mi pasado aún más. Cae sobre mi... avanzo, pateo una piedra en el suelo con las botas, trato de desperezarme y observo el trabajo que ha hecho la poli en mi brazo, no está mal. Vuelvo a mirar el bosque y me vuelvo.
La veo sentarse en la tienda, dejando caer la cabeza como si quisiera desaparecer un rato del mundo. Su historia sigue dando vueltas en mi cabeza, como un eco que no consigo apagar. Esa imagen que pinta… puedo verla. La redada, los disparos, él cayendo… es demasiado fácil imaginarlo. Y sé cómo duele.
Mi tono es más ligero, pero hay algo en mí que no se aligera en absoluto. Me dejo caer sobre el capó de la Dodge, apoyando los codos en las rodillas mientras mi mirada se pierde en la línea de árboles al fondo. Lo que me ha contado… no sé por qué lo hace. Pero siento algo que no sentía desde hace mucho tiempo: respeto.
- Me muero y mi niñera es una poli... - me río de nuevo, sarcástico, me estiro y camino un poco alrededor de la dodge - Te habría encantado esto Evan...
—¿Eras un delincuente o qué? —se había despertado y se encontraba mucho mejor, para su sorpresa—. Ha parecido molestarte al enterarte de mi anterior profesión... —Octavia le miró fijamente. Anochecía y aunque estaban entrando en calor, comenzaba a sentir frío. Ahora se arrepintió un poco de haber gastado su camiseta, pero realmente hizo lo correcto.
—¿Cómo te encuentras? —se puso en pie y se acercó a él para tomar su temperatura, pero antes de llegar a tocar la frente de James se detuvo y bajó la mano, de golpe sintió que se estaba tomando demasiadas confianzas con él y apenas lo conocía. Retrocedió—. Puedo conducir hacia Silver Lake, podrías descansar y cuando lleguemos podrás estar más cómodo.
Fue lo primero que se le ocurrió decir. Ahora que se sentía mejor y con las ideas más claras, miró a James y miles de preguntas aparecieron en su mente.
—¿A qué te dedicabas antes de todo esto? —lo analizó mejor y no se imaginaba qué podría haber sido, tan hosco, directo... ese aspecto de tipo duro... Empezaba a pensar que lo de haber sido un delincuente le pegaba realmente. Apenas podía verlo ya con toda la oscuridad de la tienda, ella se encontraba sentada en el suelo con la cabeza apoyada en el mostrador. Lo más incómodo que... no, había estado en otros sitios peores.
—No me siento muy segura aquí... —le había pedido parar en su momento porque no se encontraba bien, pero ahora que estaba mejor observaba a su alrededor y aquel agujero parecía que en cualquier momento se los tragaría junto a una bandada de zombies.
—¿Cómo te encuentras? —se puso en pie y se acercó a él para tomar su temperatura, pero antes de llegar a tocar la frente de James se detuvo y bajó la mano, de golpe sintió que se estaba tomando demasiadas confianzas con él y apenas lo conocía. Retrocedió—. Puedo conducir hacia Silver Lake, podrías descansar y cuando lleguemos podrás estar más cómodo.
Fue lo primero que se le ocurrió decir. Ahora que se sentía mejor y con las ideas más claras, miró a James y miles de preguntas aparecieron en su mente.
—¿A qué te dedicabas antes de todo esto? —lo analizó mejor y no se imaginaba qué podría haber sido, tan hosco, directo... ese aspecto de tipo duro... Empezaba a pensar que lo de haber sido un delincuente le pegaba realmente. Apenas podía verlo ya con toda la oscuridad de la tienda, ella se encontraba sentada en el suelo con la cabeza apoyada en el mostrador. Lo más incómodo que... no, había estado en otros sitios peores.
—No me siento muy segura aquí... —le había pedido parar en su momento porque no se encontraba bien, pero ahora que estaba mejor observaba a su alrededor y aquel agujero parecía que en cualquier momento se los tragaría junto a una bandada de zombies.
Su pregunta me saca una media sonrisa, una de esas que se quedan a medio camino entre el sarcasmo y la incredulidad. "¿Eras un delincuente o qué?" Repito en mi cabeza. Casi parece un chiste, pero el tono curioso de su voz me dice que lo dice en serio. La miro, apoyado contra el borde de uno de los estantes vacíos, y por un momento no sé si responder o dejarla con la duda.
- Bueno, si lo fuera, creo que me lo pensaría dos veces antes de decírselo a una poli, ¿no? - digo al fin dejando que la respuesta salga con ese tono seco que uso para todo. Es mi forma de esquivar la pregunta, aunque me divierta un poco imaginar lo que estará pensando.
La veo levantarse, con movimientos más seguros que antes. Parece que se encuentra mejor, lo cual es un alivio, pero no significa que vayamos a salir de esta tienda todavía. Cuando se acerca, su intención es clara: quiere revisar cómo estoy. Por un segundo, siento el calor de su mano a punto de tocarme la frente, pero se detiene, como si de repente se hubiera dado cuenta de que no somos exactamente amigos de toda la vida. Retrocede, y no puedo evitar soltar una risa breve, casi inaudible.
- Estoy bien - respondo al fin, mi voz baja pero firme - Solo un poco cansado, eso es todo.
Cuando menciona lo de conducir, la risa que había intentado reprimir se escapa por completo. Me cruzo de brazos, inclinando un poco la cabeza hacia un lado mientras la miro.
- ¿Conducir mi Dodge? - repito dejando que la incredulidad se note en mi tono - Mira, Octavia, no te ofendas, pero tendrás que esperar a que me muera para poner las manos en ese volante. Pero estás de suerte, no queda mucho… suerte con la caja de cambios.
Le lanzo una mirada que es mitad broma, mitad advertencia, y me paso una mano por el rostro. Estoy cansado, sí, pero no lo suficiente como para cederle mi camioneta. No todavía.
Entonces la escucho hablar de no sentirse segura, y algo en su tono me hace mirar a mi alrededor. La tienda es un agujero, un sitio que en cualquier momento podría convertirse en una trampa si las cosas se tuercen. Lo sé. Ella lo sabe. Pero por ahora, no tenemos demasiadas opciones.
- No eres la única que lo piensa - respondo, y mi voz suena más seria esta vez. Me alejo del estante y camino hacia la entrada de la tienda, echando un vistazo rápido al exterior. Todo parece tranquilo, pero nunca puedes confiarte en este mundo.
Vuelvo hacia ella y señalo la Dodge con un movimiento de la cabeza.
- Podemos dormir en la camioneta. No es la suite de un hotel, pero tengo un par de mantas en la parte de atrás. Al menos estarás más cómoda que aquí. Y no tendrás que preocuparte por si este sitio decide tragarnos vivos.
La miro por un segundo, esperando su reacción. No soy el mejor ofreciendo soluciones, pero esta parece la más lógica. Me paso una mano por la chaqueta, notando el peso del cuchillo en el cinturón. La noche será larga, y el cansancio me pesa más de lo que quiero admitir, pero no lo suficiente como para bajar la guardia.
- Decide rápido - añado dejando que el cansancio se filtre en mi tono - No tenemos todo el tiempo del mundo. Y si tienes frío, es mejor que vayas pillando una de esas mantas antes de que cambie de opinión.
Le lanzo una última mirada antes de girarme hacia la puerta de la tienda, esperando que me siga. Al menos, si estamos en la Dodge, tendré una excusa para cerrar los ojos un rato sin preocuparme de que el techo se nos caiga encima, o de si debo salir corriendo en mitad de la noche. Cruzo el espacio hasta alcanzar el vehículo y le abro la puerta trasera a ella, yo por otro lado me meto delante, en el asiento del conductor, lo prefiero así, no quiero sorpresas y si debo arrancar y pisar a fondo, podré hacerlo lo más rápido posible.
- Bueno, si lo fuera, creo que me lo pensaría dos veces antes de decírselo a una poli, ¿no? - digo al fin dejando que la respuesta salga con ese tono seco que uso para todo. Es mi forma de esquivar la pregunta, aunque me divierta un poco imaginar lo que estará pensando.
La veo levantarse, con movimientos más seguros que antes. Parece que se encuentra mejor, lo cual es un alivio, pero no significa que vayamos a salir de esta tienda todavía. Cuando se acerca, su intención es clara: quiere revisar cómo estoy. Por un segundo, siento el calor de su mano a punto de tocarme la frente, pero se detiene, como si de repente se hubiera dado cuenta de que no somos exactamente amigos de toda la vida. Retrocede, y no puedo evitar soltar una risa breve, casi inaudible.
- Estoy bien - respondo al fin, mi voz baja pero firme - Solo un poco cansado, eso es todo.
Cuando menciona lo de conducir, la risa que había intentado reprimir se escapa por completo. Me cruzo de brazos, inclinando un poco la cabeza hacia un lado mientras la miro.
- ¿Conducir mi Dodge? - repito dejando que la incredulidad se note en mi tono - Mira, Octavia, no te ofendas, pero tendrás que esperar a que me muera para poner las manos en ese volante. Pero estás de suerte, no queda mucho… suerte con la caja de cambios.
Le lanzo una mirada que es mitad broma, mitad advertencia, y me paso una mano por el rostro. Estoy cansado, sí, pero no lo suficiente como para cederle mi camioneta. No todavía.
Entonces la escucho hablar de no sentirse segura, y algo en su tono me hace mirar a mi alrededor. La tienda es un agujero, un sitio que en cualquier momento podría convertirse en una trampa si las cosas se tuercen. Lo sé. Ella lo sabe. Pero por ahora, no tenemos demasiadas opciones.
- No eres la única que lo piensa - respondo, y mi voz suena más seria esta vez. Me alejo del estante y camino hacia la entrada de la tienda, echando un vistazo rápido al exterior. Todo parece tranquilo, pero nunca puedes confiarte en este mundo.
Vuelvo hacia ella y señalo la Dodge con un movimiento de la cabeza.
- Podemos dormir en la camioneta. No es la suite de un hotel, pero tengo un par de mantas en la parte de atrás. Al menos estarás más cómoda que aquí. Y no tendrás que preocuparte por si este sitio decide tragarnos vivos.
La miro por un segundo, esperando su reacción. No soy el mejor ofreciendo soluciones, pero esta parece la más lógica. Me paso una mano por la chaqueta, notando el peso del cuchillo en el cinturón. La noche será larga, y el cansancio me pesa más de lo que quiero admitir, pero no lo suficiente como para bajar la guardia.
- Decide rápido - añado dejando que el cansancio se filtre en mi tono - No tenemos todo el tiempo del mundo. Y si tienes frío, es mejor que vayas pillando una de esas mantas antes de que cambie de opinión.
Le lanzo una última mirada antes de girarme hacia la puerta de la tienda, esperando que me siga. Al menos, si estamos en la Dodge, tendré una excusa para cerrar los ojos un rato sin preocuparme de que el techo se nos caiga encima, o de si debo salir corriendo en mitad de la noche. Cruzo el espacio hasta alcanzar el vehículo y le abro la puerta trasera a ella, yo por otro lado me meto delante, en el asiento del conductor, lo prefiero así, no quiero sorpresas y si debo arrancar y pisar a fondo, podré hacerlo lo más rápido posible.
La media sonrisa de James no pasó desapercibida para Octavia, y el sarcasmo en su tono solo confirmó lo que ya sospechaba: había algo más detrás de esa actitud. Su respuesta le arrancó una breve risa, algo seca, pero auténtica.
—Tienes razón. No parece la mejor estrategia confesar tus crímenes a una poli —respondió con un toque de ironía mientras volvía a sentarse. A pesar de las bromas, todavía sentía esa curiosidad latente sobre quién era realmente James antes de que el mundo se fuera al carajo. Su forma de hablar, de moverse… había algo en él que no cuadraba del todo con la imagen de un tipo corriente.
—Eres de esos que no dejan su coche... —comentó, pero no fue una pregunta, sino una afirmación. Enarcó una ceja cuando él dijo que no faltaba mucho para su muerte y decidió responderle con sarcasmo—. Genial, cuando te mueras me la llevaré. Tendré muy poco cuidado, puede que me dure dos o tres días porque pienso cambiar de marchas sin pisar bien el embrague. Puede que hasta haga que cale el motor a posta y... si aguanta algo más... la pintaré con spray de algún color muy estridente... eso haré.
Asintió como si ya tuviera un plan definido, pero entonces lo miró fijamente.
—¿Y ahora, James? ¿Tienes ganas de morirte?
No insistió más. Lo último que necesitaban era que empezaran a discutir. Pero algo en su tono, en la forma en que intentaba mantener todo a raya con sarcasmo, le decía que él estaba tan agotado como ella. La diferencia era que él nunca lo admitiría.
Levantó la mirada cuando él sugirió la Dodge como lugar para dormir. Tenía razón. Estarían más seguros allí que en ese agujero, pero la forma en que lo dijo, tan práctica, tan directa, le hizo soltar una pequeña risa.
—No es que tenga muchas opciones, ¿verdad? —respondió mientras se levantaba, apoyándose ligeramente en el mostrador para no perder el equilibrio. Aunque se encontraba mejor, el dolor en la cabeza seguía latente, recordándole que aún no estaba al cien por cien.
Lo siguió hacia la Dodge con pasos cuidadosos, abrazándose a sí misma para intentar combatir el frío. La noche había caído casi por completo, y la oscuridad alrededor hacía que todo pareciera más hostil. Cuando él le abrió la puerta trasera, dudó por un segundo antes de subir.
—Gracias —murmuró acomodándose entre las mantas que había mencionado antes. No eran exactamente cómodas, pero eran mejor que el suelo helado de la tienda—. Tápate tú también —añadió mientras le pasaba una de las mantas hacia la parte delantera.
Desde su posición, pudo verlo sentarse en el asiento del conductor, su figura proyectándose contra el débil reflejo de la luna. Aunque intentaba mantener la distancia, era evidente que no quería dejar nada al azar. Siempre alerta, siempre listo para cualquier cosa. Por un momento, quiso decir algo, alguna tontería para aligerar el ambiente. Pero en lugar de eso, se quedó en silencio, observándolo mientras él ajustaba su posición.
El silencio de la noche los envolvió, roto solo por el sonido ocasional del viento contra la Dodge. Cerró los ojos, intentando relajarse, pero la imagen de su rostro, cansado y cargado de culpa, seguía fija en su mente. Algo en ella quería ayudarlo, aunque sabía que él no lo quería.
—James… —murmuró finalmente, sin abrir los ojos. No sabía exactamente qué iba a decir, pero sentía que necesitaba llenar el vacío que los rodeaba—. Sé que no quieres, pero... estoy aquí contigo, ¿vale?
Era obvio, pero no se refería simplemente al hecho de estar ahí físicamente con él.
Esperó una respuesta, aunque no estaba segura de que fuera a llegar. En cualquier caso, al menos quería que él supiera que no estaba tan solo como pensaba. Poco a poco fue cediendo al cansancio hasta quedarse completamente dormida.
—Tienes razón. No parece la mejor estrategia confesar tus crímenes a una poli —respondió con un toque de ironía mientras volvía a sentarse. A pesar de las bromas, todavía sentía esa curiosidad latente sobre quién era realmente James antes de que el mundo se fuera al carajo. Su forma de hablar, de moverse… había algo en él que no cuadraba del todo con la imagen de un tipo corriente.
—Eres de esos que no dejan su coche... —comentó, pero no fue una pregunta, sino una afirmación. Enarcó una ceja cuando él dijo que no faltaba mucho para su muerte y decidió responderle con sarcasmo—. Genial, cuando te mueras me la llevaré. Tendré muy poco cuidado, puede que me dure dos o tres días porque pienso cambiar de marchas sin pisar bien el embrague. Puede que hasta haga que cale el motor a posta y... si aguanta algo más... la pintaré con spray de algún color muy estridente... eso haré.
Asintió como si ya tuviera un plan definido, pero entonces lo miró fijamente.
—¿Y ahora, James? ¿Tienes ganas de morirte?
No insistió más. Lo último que necesitaban era que empezaran a discutir. Pero algo en su tono, en la forma en que intentaba mantener todo a raya con sarcasmo, le decía que él estaba tan agotado como ella. La diferencia era que él nunca lo admitiría.
Levantó la mirada cuando él sugirió la Dodge como lugar para dormir. Tenía razón. Estarían más seguros allí que en ese agujero, pero la forma en que lo dijo, tan práctica, tan directa, le hizo soltar una pequeña risa.
—No es que tenga muchas opciones, ¿verdad? —respondió mientras se levantaba, apoyándose ligeramente en el mostrador para no perder el equilibrio. Aunque se encontraba mejor, el dolor en la cabeza seguía latente, recordándole que aún no estaba al cien por cien.
Lo siguió hacia la Dodge con pasos cuidadosos, abrazándose a sí misma para intentar combatir el frío. La noche había caído casi por completo, y la oscuridad alrededor hacía que todo pareciera más hostil. Cuando él le abrió la puerta trasera, dudó por un segundo antes de subir.
—Gracias —murmuró acomodándose entre las mantas que había mencionado antes. No eran exactamente cómodas, pero eran mejor que el suelo helado de la tienda—. Tápate tú también —añadió mientras le pasaba una de las mantas hacia la parte delantera.
Desde su posición, pudo verlo sentarse en el asiento del conductor, su figura proyectándose contra el débil reflejo de la luna. Aunque intentaba mantener la distancia, era evidente que no quería dejar nada al azar. Siempre alerta, siempre listo para cualquier cosa. Por un momento, quiso decir algo, alguna tontería para aligerar el ambiente. Pero en lugar de eso, se quedó en silencio, observándolo mientras él ajustaba su posición.
El silencio de la noche los envolvió, roto solo por el sonido ocasional del viento contra la Dodge. Cerró los ojos, intentando relajarse, pero la imagen de su rostro, cansado y cargado de culpa, seguía fija en su mente. Algo en ella quería ayudarlo, aunque sabía que él no lo quería.
—James… —murmuró finalmente, sin abrir los ojos. No sabía exactamente qué iba a decir, pero sentía que necesitaba llenar el vacío que los rodeaba—. Sé que no quieres, pero... estoy aquí contigo, ¿vale?
Era obvio, pero no se refería simplemente al hecho de estar ahí físicamente con él.
Esperó una respuesta, aunque no estaba segura de que fuera a llegar. En cualquier caso, al menos quería que él supiera que no estaba tan solo como pensaba. Poco a poco fue cediendo al cansancio hasta quedarse completamente dormida.
El sarcasmo en su respuesta, lo del coche y el spray de colores, me saca una risa breve. Es de esas que apenas escapan de mi garganta, más un resoplido que otra cosa. Tiene agallas, eso no se puede negar. La observo mientras me lanza su último comentario sobre mis "ganas de morirme", y aunque noto un filo en sus palabras, el cansancio en su voz dice más que lo que está diciendo.
- No sé si me muero de ganas de morirme o de ganas de que dejes de hablar de cómo destruirías mi Dodge - respondo, sin mirar directamente, dejando que el sarcasmo haga el trabajo de ocultar lo que realmente siento.
Cuando se levanta y empieza a seguirme, me fijo en cómo se mueve, más estable que antes pero aún con cuidado. Al menos parece que está mejor. Eso debería ser un alivio, pero en este mundo, mejorar solo significa que el próximo golpe será más duro.
Sube a la parte trasera de la Dodge y se acomoda entre las mantas. Cuando me pasa una, me quedo mirándola por un segundo antes de cogerla y soltar un simple:
- Gracias.
Me acomodo en el asiento del conductor, colocando la manta sobre las piernas, aunque no porque tenga frío, sino porque el peso de la tela ayuda a calmar un poco el latido constante en mi brazo. El dolor está ahí, siempre presente, pero ahora es algo que puedo ignorar lo suficiente como para no volverme loco.
La noche se cierne sobre nosotros como un peso invisible. Desde mi asiento, puedo verla en el espejo retrovisor. Está cerrando los ojos, pero no parece completamente tranquila. Nadie lo está, no aquí. Sus palabras me sacan de mis pensamientos.
"Estoy aquí contigo, ¿vale?"
Dejo escapar un suspiro largo y pesado. No sé cómo responder a eso. No sé si quiero responder a eso. El problema con que alguien se quede es que significa que tienes algo que perder. Y yo ya sé cómo termina esa historia.
- Sí, bueno… yo también estoy aquí contigo, ¿vale? - murmuro al final, mi voz baja, casi inaudible, como si al decirlo fuera a convertirlo en algo más real de lo que quiero admitir.
Me echo hacia atrás en el asiento, mirando por el parabrisas hacia la oscuridad del exterior. Nada se mueve, pero nunca puedes fiarte de la calma. Apoyo la cabeza contra el reposacabezas, dejando que el silencio de la noche se filtre entre nosotros.
El cansancio finalmente me alcanza. Mis párpados pesan más de lo que debería, y, aunque intento mantener los ojos abiertos, poco a poco el sueño me arrastra. Pero incluso en la oscuridad de mi mente, las imágenes de Evan, de lo que fue y lo que hice, me siguen.
Mañana será otra lucha, si es que llego hasta mañana. Pero por ahora, por un momento, dejo que el sueño se apodere de mí.
- No sé si me muero de ganas de morirme o de ganas de que dejes de hablar de cómo destruirías mi Dodge - respondo, sin mirar directamente, dejando que el sarcasmo haga el trabajo de ocultar lo que realmente siento.
Cuando se levanta y empieza a seguirme, me fijo en cómo se mueve, más estable que antes pero aún con cuidado. Al menos parece que está mejor. Eso debería ser un alivio, pero en este mundo, mejorar solo significa que el próximo golpe será más duro.
Sube a la parte trasera de la Dodge y se acomoda entre las mantas. Cuando me pasa una, me quedo mirándola por un segundo antes de cogerla y soltar un simple:
- Gracias.
Me acomodo en el asiento del conductor, colocando la manta sobre las piernas, aunque no porque tenga frío, sino porque el peso de la tela ayuda a calmar un poco el latido constante en mi brazo. El dolor está ahí, siempre presente, pero ahora es algo que puedo ignorar lo suficiente como para no volverme loco.
La noche se cierne sobre nosotros como un peso invisible. Desde mi asiento, puedo verla en el espejo retrovisor. Está cerrando los ojos, pero no parece completamente tranquila. Nadie lo está, no aquí. Sus palabras me sacan de mis pensamientos.
"Estoy aquí contigo, ¿vale?"
Dejo escapar un suspiro largo y pesado. No sé cómo responder a eso. No sé si quiero responder a eso. El problema con que alguien se quede es que significa que tienes algo que perder. Y yo ya sé cómo termina esa historia.
- Sí, bueno… yo también estoy aquí contigo, ¿vale? - murmuro al final, mi voz baja, casi inaudible, como si al decirlo fuera a convertirlo en algo más real de lo que quiero admitir.
Me echo hacia atrás en el asiento, mirando por el parabrisas hacia la oscuridad del exterior. Nada se mueve, pero nunca puedes fiarte de la calma. Apoyo la cabeza contra el reposacabezas, dejando que el silencio de la noche se filtre entre nosotros.
El cansancio finalmente me alcanza. Mis párpados pesan más de lo que debería, y, aunque intento mantener los ojos abiertos, poco a poco el sueño me arrastra. Pero incluso en la oscuridad de mi mente, las imágenes de Evan, de lo que fue y lo que hice, me siguen.
Mañana será otra lucha, si es que llego hasta mañana. Pero por ahora, por un momento, dejo que el sueño se apodere de mí.
El silencio en la Dodge era denso, pesado, como si el aire estuviera cargado de todo lo que ninguno de los dos quería decir en voz alta. Octavia se acomodó entre las mantas, pero por más que intentaba relajarse, su mente no le daba tregua. La herida en su cabeza seguía punzando levemente, un recordatorio constante de lo cerca que había estado todo de irse al carajo otra vez.
Desde su posición podía verlo reflejado a través del cristal del asiento delantero. James estaba quieto, recostado en el asiento del conductor, y aunque parecía haberse dejado llevar por el cansancio, su postura aún tenía algo de tensión. Como si incluso dormido estuviera preparado para cualquier cosa.
Octavia intentó cerrar los ojos y seguir su ejemplo, pero cada vez que lo hacía, su mente la traicionaba. Las imágenes de las últimas horas regresaban con fuerza, mezclándose con recuerdos de momentos que preferiría olvidar. De vez en cuando abría los ojos, giraba ligeramente la cabeza y lo observaba. Necesitaba asegurarse de que seguía allí, respirando, vivo.
—Estás bien… solo estás descansando —murmuró para sí misma en un susurro, como si decirlo en voz alta pudiera hacerlo más real.
Pasaron horas que se sintieron interminables. A veces lograba caer en un sueño superficial, solo para despertarse de golpe, con el corazón acelerado y los músculos tensos. Era un patrón que conocía demasiado bien, pero eso no lo hacía más llevadero. Estar allí en mitad de la nada no la relajaba.
Finalmente, cuando el primer rayo de luz comenzó a filtrarse a través de las ventanas de la Dodge, Octavia sintió que su cuerpo cedía. El amanecer siempre traía consigo una falsa sensación de seguridad, como si la luz pudiera realmente protegerlos de todo lo que acechaba en la oscuridad.
Pero esa calma se rompió de golpe.
Octavia se despertó de un sobresalto, con la respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza. El sudor frío le resbalaba por la sien, y durante un segundo no supo dónde estaba. Su mirada se dirigió automáticamente hacia el asiento delantero, buscando a James, temiendo lo peor.
La pesadilla aún parecía demasiado real: James convertido en un zombie, su mirada vacía y hambrienta, girándose hacia ella con un gruñido bajo y el brazo herido extendido. Había sido una pesadilla provocada por sus propios nervios, una escena que no podía sacarse de la cabeza desde que había visto la mordedura. Se sentía culpable y no se lo había dicho, si él no hubiera ido a por ella ahora no estarían... así.
—James… —dijo en voz alta, su tono estaba cargado de preocupación mientras se incorporaba rápidamente.
Lo vio allí, todavía en el asiento del conductor, y aunque su postura era la misma, su pecho subía y bajaba con el ritmo constante de alguien que dormía. Estaba vivo. La realidad reemplazó al terror poco a poco, y soltó un suspiro largo, dejando caer la cabeza contra la manta que aún tenía encima.
—Maldita sea… —murmuró para sí misma, pasando una mano por su rostro para despejarse.
Todavía con el corazón acelerado, se movió con cuidado hacia el asiento delantero. No quería despertarlo, pero tampoco quería quedarse sola con esos pensamientos que la atormentaban. Su mirada se quedó fija en él por un momento. El hombre que parecía cargar con el peso de un mundo que ya no existía. Por un instante, casi quiso tocarle el hombro para asegurarse de que realmente estaba allí. Pero se detuvo.
Se quedó sentada en silencio, observando cómo el amanecer comenzaba a bañar el interior de la Dodge con una luz suave. Afuera, el mundo seguía igual de roto, pero al menos, por ahora, estaban a salvo.
Y aunque todavía no sabía cómo, estaba decidida a asegurarse de que ambos siguieran así. Le observó de nuevo y acercó el dorso de la mano con mucho cuidado, lentamente, no quería despertarlo, apoyó la mano sobre su frente, esperando que esta estuviera quizás ardiendo, aunque James a simple vista parecía estar bien.
Desde su posición podía verlo reflejado a través del cristal del asiento delantero. James estaba quieto, recostado en el asiento del conductor, y aunque parecía haberse dejado llevar por el cansancio, su postura aún tenía algo de tensión. Como si incluso dormido estuviera preparado para cualquier cosa.
Octavia intentó cerrar los ojos y seguir su ejemplo, pero cada vez que lo hacía, su mente la traicionaba. Las imágenes de las últimas horas regresaban con fuerza, mezclándose con recuerdos de momentos que preferiría olvidar. De vez en cuando abría los ojos, giraba ligeramente la cabeza y lo observaba. Necesitaba asegurarse de que seguía allí, respirando, vivo.
—Estás bien… solo estás descansando —murmuró para sí misma en un susurro, como si decirlo en voz alta pudiera hacerlo más real.
Pasaron horas que se sintieron interminables. A veces lograba caer en un sueño superficial, solo para despertarse de golpe, con el corazón acelerado y los músculos tensos. Era un patrón que conocía demasiado bien, pero eso no lo hacía más llevadero. Estar allí en mitad de la nada no la relajaba.
Finalmente, cuando el primer rayo de luz comenzó a filtrarse a través de las ventanas de la Dodge, Octavia sintió que su cuerpo cedía. El amanecer siempre traía consigo una falsa sensación de seguridad, como si la luz pudiera realmente protegerlos de todo lo que acechaba en la oscuridad.
Pero esa calma se rompió de golpe.
Octavia se despertó de un sobresalto, con la respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza. El sudor frío le resbalaba por la sien, y durante un segundo no supo dónde estaba. Su mirada se dirigió automáticamente hacia el asiento delantero, buscando a James, temiendo lo peor.
La pesadilla aún parecía demasiado real: James convertido en un zombie, su mirada vacía y hambrienta, girándose hacia ella con un gruñido bajo y el brazo herido extendido. Había sido una pesadilla provocada por sus propios nervios, una escena que no podía sacarse de la cabeza desde que había visto la mordedura. Se sentía culpable y no se lo había dicho, si él no hubiera ido a por ella ahora no estarían... así.
—James… —dijo en voz alta, su tono estaba cargado de preocupación mientras se incorporaba rápidamente.
Lo vio allí, todavía en el asiento del conductor, y aunque su postura era la misma, su pecho subía y bajaba con el ritmo constante de alguien que dormía. Estaba vivo. La realidad reemplazó al terror poco a poco, y soltó un suspiro largo, dejando caer la cabeza contra la manta que aún tenía encima.
—Maldita sea… —murmuró para sí misma, pasando una mano por su rostro para despejarse.
Todavía con el corazón acelerado, se movió con cuidado hacia el asiento delantero. No quería despertarlo, pero tampoco quería quedarse sola con esos pensamientos que la atormentaban. Su mirada se quedó fija en él por un momento. El hombre que parecía cargar con el peso de un mundo que ya no existía. Por un instante, casi quiso tocarle el hombro para asegurarse de que realmente estaba allí. Pero se detuvo.
Se quedó sentada en silencio, observando cómo el amanecer comenzaba a bañar el interior de la Dodge con una luz suave. Afuera, el mundo seguía igual de roto, pero al menos, por ahora, estaban a salvo.
Y aunque todavía no sabía cómo, estaba decidida a asegurarse de que ambos siguieran así. Le observó de nuevo y acercó el dorso de la mano con mucho cuidado, lentamente, no quería despertarlo, apoyó la mano sobre su frente, esperando que esta estuviera quizás ardiendo, aunque James a simple vista parecía estar bien.
El sobresalto de Octavia me arranca de ese estado de medio sueño en el que estaba atrapado. No es exactamente descanso, pero es lo más cercano que he tenido en semanas. Su voz apenas contenida, ese "James" cargado de preocupación, me hace abrir los ojos lentamente, aunque no dejo que lo note. Me quedo quieto, con la cabeza apoyada en el reposacabezas y los ojos entrecerrados, observándola a través de las pestañas mientras trata de recomponerse.
Puedo verla desde mi posición. Está agitada, como si algo en su cabeza estuviera a punto de explotar. No hace falta ser un genio para adivinar qué es. Este mundo no te deja descansar, ni siquiera cuando parece que estás a salvo.
Entonces se mueve hacia el asiento delantero. La veo acercarse con cuidado, como si estuviera caminando sobre cristales. Parece decidida a comprobar algo, y cuando su mano se acerca lentamente a mi frente, me esfuerzo por no reaccionar de inmediato. Pero cuando su palma apenas roza mi piel, decido que ya es suficiente.
Con un movimiento rápido, pero sin brusquedad, levanto la mano y atrapo la suya. Abro los ojos del todo y la miro fijamente, dejando que mi expresión hable por mí.
- ¿Qué pasa, poli? - mi tono es bajo, grave, y dejo que la sombra de una sonrisa cruce mi rostro. - ¿Intentando comprobar si sigo vivo? Podrías haberme preguntado antes de colarte en mi espacio personal.
Suelto su mano con suavidad, pero no aparto la mirada. Hay algo en su expresión que me hace querer mantener el contacto visual, aunque sea solo para tratar de entender qué demonios está pasando por su cabeza.
Me incorporo un poco en el asiento, pasando una mano por mi rostro mientras dejo escapar un suspiro. El mareo sigue ahí, como un viejo conocido que se niega a marcharse, pero no es nada que no pueda soportar. Mi estómago, por otro lado, parece estar teniendo una pelea con mi última comida, pero no lo menciono. No tiene sentido preocuparla más de lo que ya está.
- Estoy bien - digo al final con un tono más neutral, aunque mis palabras todavía tienen un borde áspero. - Si te preocupaba que me levantara de repente gruñendo y con hambre de carne humana, lamento decepcionarte.
Muevo el brazo un poco, probando la herida, y dejo escapar una breve risa seca mientras niego con la cabeza. La herida duele, duele bastante, me recuerda que sigo jodido, pero han pasado ya bastantes horas y... recuerdo a Evan, no es lo mismo.
- Al parecer me queda algo más de tiempo, Octavia. Pero aprecio el gesto - miro de reojo hacia el amanecer que empieza a teñir el cielo, antes de volver a mirarla. - Aunque la próxima vez que quieras jugar a ser enfermera, avisa antes. No vaya a ser que me dé por saltar y te lleves un susto de verdad.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y dejo que mi espalda se hunda un poco más en el asiento. El silencio entre nosotros vuelve, pero esta vez no es tan incómodo. Al menos, no para mí. A lo mejor es porque estoy demasiado cansado para que me importe, o porque, en el fondo, agradezco que alguien más esté aquí, aunque no lo quiera admitir.
- ¿Qué tal si abrimos ese café que encontramos ayer? - suelto de golpe. Luego no tardo en arrepentirme de lo que he dicho. Porque seguro que una taza de café es lo primero que necesito para terminar de joderme el estómago, o de cagarme encima... ya veremos.
Unos minutos más tarde estoy fuera de la Dodge, con el maletero abierto, preparando café en una vieja cafetera italiana y un hornillo de gas al que la bombona le quedará un asalto. Al ver la herida en mi brazo solo pienso en que no pasa nada si la gasto. Echo el café en un vaso metálico que tengo y se lo ofrezco a Octavia.
- Lo siento, la vajilla de los domingos me la dejé en casa - no tengo más vasos, así que yo beberé directamente de la cafetera cuando se enfríe un poco, va a ser divertido.
Puedo verla desde mi posición. Está agitada, como si algo en su cabeza estuviera a punto de explotar. No hace falta ser un genio para adivinar qué es. Este mundo no te deja descansar, ni siquiera cuando parece que estás a salvo.
Entonces se mueve hacia el asiento delantero. La veo acercarse con cuidado, como si estuviera caminando sobre cristales. Parece decidida a comprobar algo, y cuando su mano se acerca lentamente a mi frente, me esfuerzo por no reaccionar de inmediato. Pero cuando su palma apenas roza mi piel, decido que ya es suficiente.
Con un movimiento rápido, pero sin brusquedad, levanto la mano y atrapo la suya. Abro los ojos del todo y la miro fijamente, dejando que mi expresión hable por mí.
- ¿Qué pasa, poli? - mi tono es bajo, grave, y dejo que la sombra de una sonrisa cruce mi rostro. - ¿Intentando comprobar si sigo vivo? Podrías haberme preguntado antes de colarte en mi espacio personal.
Suelto su mano con suavidad, pero no aparto la mirada. Hay algo en su expresión que me hace querer mantener el contacto visual, aunque sea solo para tratar de entender qué demonios está pasando por su cabeza.
Me incorporo un poco en el asiento, pasando una mano por mi rostro mientras dejo escapar un suspiro. El mareo sigue ahí, como un viejo conocido que se niega a marcharse, pero no es nada que no pueda soportar. Mi estómago, por otro lado, parece estar teniendo una pelea con mi última comida, pero no lo menciono. No tiene sentido preocuparla más de lo que ya está.
- Estoy bien - digo al final con un tono más neutral, aunque mis palabras todavía tienen un borde áspero. - Si te preocupaba que me levantara de repente gruñendo y con hambre de carne humana, lamento decepcionarte.
Muevo el brazo un poco, probando la herida, y dejo escapar una breve risa seca mientras niego con la cabeza. La herida duele, duele bastante, me recuerda que sigo jodido, pero han pasado ya bastantes horas y... recuerdo a Evan, no es lo mismo.
- Al parecer me queda algo más de tiempo, Octavia. Pero aprecio el gesto - miro de reojo hacia el amanecer que empieza a teñir el cielo, antes de volver a mirarla. - Aunque la próxima vez que quieras jugar a ser enfermera, avisa antes. No vaya a ser que me dé por saltar y te lleves un susto de verdad.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y dejo que mi espalda se hunda un poco más en el asiento. El silencio entre nosotros vuelve, pero esta vez no es tan incómodo. Al menos, no para mí. A lo mejor es porque estoy demasiado cansado para que me importe, o porque, en el fondo, agradezco que alguien más esté aquí, aunque no lo quiera admitir.
- ¿Qué tal si abrimos ese café que encontramos ayer? - suelto de golpe. Luego no tardo en arrepentirme de lo que he dicho. Porque seguro que una taza de café es lo primero que necesito para terminar de joderme el estómago, o de cagarme encima... ya veremos.
Unos minutos más tarde estoy fuera de la Dodge, con el maletero abierto, preparando café en una vieja cafetera italiana y un hornillo de gas al que la bombona le quedará un asalto. Al ver la herida en mi brazo solo pienso en que no pasa nada si la gasto. Echo el café en un vaso metálico que tengo y se lo ofrezco a Octavia.
- Lo siento, la vajilla de los domingos me la dejé en casa - no tengo más vasos, así que yo beberé directamente de la cafetera cuando se enfríe un poco, va a ser divertido.
Cuando la mano de James atrapó la suya, Octavia se quedó inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido por un instante. Su tacto era firme, pero no brusco, y sus ojos la atraparon con la misma intensidad. No había esperado esa reacción; de hecho, cualquier otra persona habría recibido una mirada fulminante o un comentario ácido por invadir su espacio. Pero con James, simplemente no fue así.
Sus labios se entreabrieron, quizás para decir algo, pero las palabras no llegaron. En lugar de eso, sus ojos se quedaron fijos en los de él, buscando algo en esa mirada que parecía tan dura y, al mismo tiempo, cargada de un peso indescriptible. Su corazón latió más rápido, aunque no sabría decir si era por el sobresalto o por la conexión momentánea que parecía haber surgido entre ellos.
—No soy poli desde hace mucho tiempo —respondió finalmente. Su voz era un poco más baja de lo que pretendía—. Y, por cierto, no me estoy colando en nada. Solo estaba comprobando que sigues siendo tú.
Intentó que sus palabras sonaran ligeras, pero había algo en su tono que traicionaba el impacto del momento. Cuando él soltó su mano, la sensación de su piel aún permanecía, como si el gesto hubiera dejado una huella más profunda de lo que le gustaría admitir.
Octavia retrocedió un poco, apartando la mirada hacia la ventana de la Dodge. Necesitaba un segundo para recuperar la compostura, pero no podía permitirse mostrarse vulnerable. No ahora. Sus ojos rodaron cuando él explicó que le quedaba algo más de tiempo.
—Hmmm... Me asustaría más si viera alguna sonrisa no sarcástica en tu rostro —comentó con ironía mientras que se bajaba del vehículo para estirar las piernas. El frío de la mañana la golpeó en la cara, e hizo un esfuerzo enorme por no tiritar.
Cuando él sugirió lo del café, casi se rió por lo inesperado del cambio de tema, pero no dijo nada. Lo observó mientras se movía para preparar el improvisado desayuno líquido. Había algo sorprendentemente metódico en la forma en que manejaba la cafetera, a pesar de todo lo que habían pasado en las últimas horas. Ese contraste entre su actitud áspera y sus acciones prácticas la hizo sonreír para sí misma.
Cuando él le ofreció el café, lo tomó con cuidado, sintiendo el calor del vaso metálico en sus manos y lo agradeció mucho.
—Déjame ver tu herida —aunque era una petición amable, no esperó a que él hiciera nada, puesto que Octavia ya había dejado el vaso en el suelo del maletero y se había acercado a él para levantar la manga de la chaqueta, apartó con cuidado la improvisada venda y observó. La herida estaba prácticamente, por no decir igual que ayer—. Vayamos a Silver Lake, allí tenemos material para curarte, podrás descansar unos días... lo que necesites.
Después de todo era lo mínimo que podía hacer por él. Otra cosa era que necesitaba comer algo ya, con urgencia. Su estómago empezó a quejarse por el hambre. Y eso la preocupó notablemente.
Sus labios se entreabrieron, quizás para decir algo, pero las palabras no llegaron. En lugar de eso, sus ojos se quedaron fijos en los de él, buscando algo en esa mirada que parecía tan dura y, al mismo tiempo, cargada de un peso indescriptible. Su corazón latió más rápido, aunque no sabría decir si era por el sobresalto o por la conexión momentánea que parecía haber surgido entre ellos.
—No soy poli desde hace mucho tiempo —respondió finalmente. Su voz era un poco más baja de lo que pretendía—. Y, por cierto, no me estoy colando en nada. Solo estaba comprobando que sigues siendo tú.
Intentó que sus palabras sonaran ligeras, pero había algo en su tono que traicionaba el impacto del momento. Cuando él soltó su mano, la sensación de su piel aún permanecía, como si el gesto hubiera dejado una huella más profunda de lo que le gustaría admitir.
Octavia retrocedió un poco, apartando la mirada hacia la ventana de la Dodge. Necesitaba un segundo para recuperar la compostura, pero no podía permitirse mostrarse vulnerable. No ahora. Sus ojos rodaron cuando él explicó que le quedaba algo más de tiempo.
—Hmmm... Me asustaría más si viera alguna sonrisa no sarcástica en tu rostro —comentó con ironía mientras que se bajaba del vehículo para estirar las piernas. El frío de la mañana la golpeó en la cara, e hizo un esfuerzo enorme por no tiritar.
Cuando él sugirió lo del café, casi se rió por lo inesperado del cambio de tema, pero no dijo nada. Lo observó mientras se movía para preparar el improvisado desayuno líquido. Había algo sorprendentemente metódico en la forma en que manejaba la cafetera, a pesar de todo lo que habían pasado en las últimas horas. Ese contraste entre su actitud áspera y sus acciones prácticas la hizo sonreír para sí misma.
Cuando él le ofreció el café, lo tomó con cuidado, sintiendo el calor del vaso metálico en sus manos y lo agradeció mucho.
—Déjame ver tu herida —aunque era una petición amable, no esperó a que él hiciera nada, puesto que Octavia ya había dejado el vaso en el suelo del maletero y se había acercado a él para levantar la manga de la chaqueta, apartó con cuidado la improvisada venda y observó. La herida estaba prácticamente, por no decir igual que ayer—. Vayamos a Silver Lake, allí tenemos material para curarte, podrás descansar unos días... lo que necesites.
Después de todo era lo mínimo que podía hacer por él. Otra cosa era que necesitaba comer algo ya, con urgencia. Su estómago empezó a quejarse por el hambre. Y eso la preocupó notablemente.
El contacto de sus manos no me pasa desapercibido, y cuando retira la mía para revisar mi herida, no puedo evitar que una sonrisa sardónica cruce mi rostro. Tiene agallas, más de las que admito. Escucharla hablar de Silver Lake mientras examina mi brazo me deja un extraño sabor en la boca, una mezcla de agradecimiento y reticencia.
- ¿Silver Lake, eh? - murmuro mientras miro su expresión concentrada, inclinada sobre mi herida. Tiene ese aire de determinación que me hace pensar que no aceptará un "no" por respuesta. Suelto un leve suspiro, algo cansado, pero sin perder ese toque seco que parece natural en mí. - ¿Qué es eso? ¿Un club de campo donde me vais a dar un masaje y un cóctel? Porque suena demasiado bonito para ser verdad - por un lado me apetece algo así, descansar, desconectar... pero sé que no me quedaré, no quiero un lugar así a la larga, no necesito más gente, ni la quiero. Supervivientes en un mundo sin leyes, no gracias, no es para mi.
Dejo que levante la manga de mi chaqueta y eche un vistazo más de cerca. La herida duele, claro, pero he lidiado con cosas peores. Aun así, el cansancio acumulado y la idea de que podría haber algo útil en ese sitio... no puedo negarlo, es tentador. Sobre todo porque sé que, si no fuera por ella, probablemente ya estaría tirado en una cuneta esperando convertirme en uno de ellos.
- Vale, lo admitiré - digo al final, mirándola mientras deja el vaso en el suelo del maletero. - Silver Lake suena mejor que esta mierda de gasolinera. Pero no me malinterpretes, poli - hago una pausa, dejando que el apodo cuelgue en el aire mientras mi mirada se cruza con la suya. - No estoy haciendo esto por mí. Es solo que tú tienes un maldito radar para meterte en problemas, y alguien tiene que asegurarse de que no acabes como yo.
El tono es sarcástico, pero hay un fondo de verdad que no intento ocultar. Me paso una mano por la nuca y miro hacia el horizonte, donde el sol empieza a asomar tímidamente. La idea de subirme de nuevo a la Dodge y conducir hasta un lugar que no sea otro infierno tiene cierto atractivo.
- Tendremos que movernos pronto - añado mientras recupero la cafetera de café, todavía caliente, y tomo un sorbo directamente. - Así que termina con lo que tengas que hacer, porque si vamos a Silver Lake, más vale que sea antes de que algún idiota decida que esta gasolinera es una buena carnicería.
El café me quema la garganta, pero no me importa. Le lanzo una última mirada a Octavia, que sigue observándome como si estuviera intentando asegurarse de que no caiga muerto en cualquier momento.
- Y, por cierto - añado mientras me incorporo del maletero. - Si empiezas a darme órdenes ahí, me largo. Que quede claro.
Mis palabras son serias, pero el tono tiene un toque que no puedo controlar, algo que parece estar entre la advertencia y la broma. No sé cómo acabará esto, pero por ahora, seguiré adelante. Por ella. O al menos, eso es lo que me digo a mí mismo.
Termino de guardar las cosas, cierro el maletero y me preparo para otro viaje en mi vieja Dodge... es curioso, ayer creí que sería la última vez. Y de verdad temí por imaginarme como Octavia le destrozaría la caja de cambios. Sonrío en silencio y subo al asiento del conductor. Arranco. Su mapa, el que me enseñó, lo veo tirado en el suelo, lo recojo, observo el camino, la dirección... más o menos ya sé por dónde ir. En cuanto está lista, parto hacia Silver Lake, que sea lo que tenga que ser.
- ¿Silver Lake, eh? - murmuro mientras miro su expresión concentrada, inclinada sobre mi herida. Tiene ese aire de determinación que me hace pensar que no aceptará un "no" por respuesta. Suelto un leve suspiro, algo cansado, pero sin perder ese toque seco que parece natural en mí. - ¿Qué es eso? ¿Un club de campo donde me vais a dar un masaje y un cóctel? Porque suena demasiado bonito para ser verdad - por un lado me apetece algo así, descansar, desconectar... pero sé que no me quedaré, no quiero un lugar así a la larga, no necesito más gente, ni la quiero. Supervivientes en un mundo sin leyes, no gracias, no es para mi.
Dejo que levante la manga de mi chaqueta y eche un vistazo más de cerca. La herida duele, claro, pero he lidiado con cosas peores. Aun así, el cansancio acumulado y la idea de que podría haber algo útil en ese sitio... no puedo negarlo, es tentador. Sobre todo porque sé que, si no fuera por ella, probablemente ya estaría tirado en una cuneta esperando convertirme en uno de ellos.
- Vale, lo admitiré - digo al final, mirándola mientras deja el vaso en el suelo del maletero. - Silver Lake suena mejor que esta mierda de gasolinera. Pero no me malinterpretes, poli - hago una pausa, dejando que el apodo cuelgue en el aire mientras mi mirada se cruza con la suya. - No estoy haciendo esto por mí. Es solo que tú tienes un maldito radar para meterte en problemas, y alguien tiene que asegurarse de que no acabes como yo.
El tono es sarcástico, pero hay un fondo de verdad que no intento ocultar. Me paso una mano por la nuca y miro hacia el horizonte, donde el sol empieza a asomar tímidamente. La idea de subirme de nuevo a la Dodge y conducir hasta un lugar que no sea otro infierno tiene cierto atractivo.
- Tendremos que movernos pronto - añado mientras recupero la cafetera de café, todavía caliente, y tomo un sorbo directamente. - Así que termina con lo que tengas que hacer, porque si vamos a Silver Lake, más vale que sea antes de que algún idiota decida que esta gasolinera es una buena carnicería.
El café me quema la garganta, pero no me importa. Le lanzo una última mirada a Octavia, que sigue observándome como si estuviera intentando asegurarse de que no caiga muerto en cualquier momento.
- Y, por cierto - añado mientras me incorporo del maletero. - Si empiezas a darme órdenes ahí, me largo. Que quede claro.
Mis palabras son serias, pero el tono tiene un toque que no puedo controlar, algo que parece estar entre la advertencia y la broma. No sé cómo acabará esto, pero por ahora, seguiré adelante. Por ella. O al menos, eso es lo que me digo a mí mismo.
Termino de guardar las cosas, cierro el maletero y me preparo para otro viaje en mi vieja Dodge... es curioso, ayer creí que sería la última vez. Y de verdad temí por imaginarme como Octavia le destrozaría la caja de cambios. Sonrío en silencio y subo al asiento del conductor. Arranco. Su mapa, el que me enseñó, lo veo tirado en el suelo, lo recojo, observo el camino, la dirección... más o menos ya sé por dónde ir. En cuanto está lista, parto hacia Silver Lake, que sea lo que tenga que ser.
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