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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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When the end lurks — Thea
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Kansas
12:27 a.m.
10 de junio de 2015.
12:27 a.m.
10 de junio de 2015.
Caminaba lentamente, respirando con dificultad sin poder si quiera casi continuar mi camino. Cada respiración me oprimía el pecho, me dolía, no podía aguantarlo más, tenía ganas de llorar por el dolor y el sentimiento de frustración, cansancio... Y es que no podía descansar, no ahora, debía seguir pero no había nada en mi campo de visión. Y no podía descansar porque tal y como estaba ahora sabría que no me volvería a levantar. Cogí una bocanada de aire que se convirtió en un gemido del dolor que sentía, seguro que tendría una costilla rota o algo porque no era normal.
Estaba agotada de tanto correr en esas circunstancias. Huir. Quién me lo hubiera dicho tiempo atrás me habría reído en su cara por aquella suposición y le hubiese contestado que Maze Haggard nunca huía. Salvo ahora, salvo que un amplio grupo de supervivientes amenazara con darme una paliza si no le daba sin cosas, salvo que me negase y acabaran por darme una paliza. Nunca imaginé, ni siquiera a lo largo de mi carrera, por mi trabajo, que iba a acabar tan mal, pero contra tantos hombres no era capaz de pelear, era imposible. Me ardía la cara, estaba segura de que estas heridas no eran tonterías. Escapé de milagro, en un despiste de ellos, si no llego a escapar ahora mismo estaría muy muerta. Por supuesto se quedaron mis cosas, todas menos mi revólver, eso jamás iba a permitir que se lo quedaran, aunque no tuviese munición, esa arma iba conmigo hasta que diese el último suspiro, cosa que parecía que iba a pasar pronto.
Parecía que estaba sola, en este camino no se veían zombies, por lo menos no de lo que yo pude ver. En ese momento mis piernas fallaron y caí al suelo de rodillas, una caída estrepitosa. Lloriqueé con la cabeza gacha, apoyando las manos en el suelo de tierra y sin poder evitarlo, grité. Grité para sacar todo aquello que no pude decir antes, todas las fuerzas que me quedaban se fueron junto a ese grito. Un grito desgarrador que se llevaba parte de mí, que me deshacía. Me senté con las piernas flexionadas hacia atrás, cogí el viejo revólver que quería como a mí misma y lo abracé con fuerza mientras lágrimas silenciosas rodaban por mis mejillas hasta caer. Ahí se acababa mi larga supervivencia, ahí perdía mi vida, ahí descansaría en paz.
¿Un trato con la muerte? pensarlo producía en mi escalofríos. Si una parte de mi lo veía como un privilegio, la otra lo transformaba en una especie de pacto corrompido. Como si hubiera hecho un trato con el mismísimo diablo. Por ello trataba solo de pensar en la parte positiva: en que seguía viva para cumplir mis objetivos y no en que en cualquier momento pasaría algo terrible. Aunque esa sombra seguía ahí, sobre mi cabeza, por más que tratara de despejar los miedos.
La noche había caído hacía unas horas, y aunque estaba cansada no me había detenido en mi caminata. Me encontraba en una zona boscosa, llena de árboles y seguía una pequeña carretera de tierra, con la esperanza de que me llevase a algún sitio. Pues el bosque no era un buen lugar donde descansar.
Me detuve repentinamente, en mi camino, cuando un sonido sospechoso llegó hasta mis oídos. La oscuridad era tan densa que apenas lograba ver más allá de unos metros. Así que presté mayor atención, tratando de descubrir de dónde pertenecía aquel ruido y más aún, de qué podría tratarse.
Actualmente no contaba con muchas armas. Los kukris eran los que más utilizaba, desenfundé uno y avancé hasta el límite con el bosque. No sabía exactamente hacia dónde iba, y di un par de vueltas absurdamente, hasta que entre los árboles me fijé en la presencia de una silueta. Por la forma del cabello y el cuerpo menudo distinguí que se trataba de una persona, ¿pero en qué estado?
Me acerqué con sigilo y mucha cautela, portando uno de los kukris en mi mano derecha.
- ¿Hola? - Le eché valor y me acerqué más de la cuenta. La luz de la luna no es que fuera muy fuerte, pero servía de ayuda para visualizar mejor a la mujer. Parecía aferrarse a algo. - ¿Estás bien? - Aquella parecía la típica escena de una de esas películas. En cuanto me acercara más de la cuenta ella alzaría la cabeza mostrando que era una más de esas hordas infernales de zombies, pero no, estaba viva y la conocía.
Fue el perfil de su rostro, al menos lo que pude ver. En un primer momento no supe de quién se trataba, solo que aquel perfile era conocido. No pude evitar acercarme más y rozar su hombro, empujándola hacia atrás para verla mejor.
- ¡¿Maze?! - Exclamé incrédula, a la vez que aterrada. Sentí miedo porque aquello fuera irreal. - ¿Eres tú de verdad? - Me agaché a su lado para verla mejor. Al ver su rostro fui consciente de que era ella de verdad, parecía herida, pero se trataba de ella, no había lugar a dudas, era Maze Haggard, una de mis antiguas compañeras y amigas. - ¡Dios santo! ¿qué te ha ocurrido? - Sentía lo ojos húmedos, habían pasado casi tres años desde la última vez que la veía y pensaba que había muerto. Pero allí estábamos de nuevo, allí estaba ella, viva. Las lágrimas cayeron veloces sobre mis mejillas, últimamente estaba más llorona de lo normal, pero no lo podía evitar. Había estado a punto de morir, creí que lo había perdido todo y con todo me refería a mis seres queridos y sin embargo allí estaba ella de nuevo: Maze. Era sin duda una oleada llena de esperanza.
La noche había caído hacía unas horas, y aunque estaba cansada no me había detenido en mi caminata. Me encontraba en una zona boscosa, llena de árboles y seguía una pequeña carretera de tierra, con la esperanza de que me llevase a algún sitio. Pues el bosque no era un buen lugar donde descansar.
Me detuve repentinamente, en mi camino, cuando un sonido sospechoso llegó hasta mis oídos. La oscuridad era tan densa que apenas lograba ver más allá de unos metros. Así que presté mayor atención, tratando de descubrir de dónde pertenecía aquel ruido y más aún, de qué podría tratarse.
Actualmente no contaba con muchas armas. Los kukris eran los que más utilizaba, desenfundé uno y avancé hasta el límite con el bosque. No sabía exactamente hacia dónde iba, y di un par de vueltas absurdamente, hasta que entre los árboles me fijé en la presencia de una silueta. Por la forma del cabello y el cuerpo menudo distinguí que se trataba de una persona, ¿pero en qué estado?
Me acerqué con sigilo y mucha cautela, portando uno de los kukris en mi mano derecha.
- ¿Hola? - Le eché valor y me acerqué más de la cuenta. La luz de la luna no es que fuera muy fuerte, pero servía de ayuda para visualizar mejor a la mujer. Parecía aferrarse a algo. - ¿Estás bien? - Aquella parecía la típica escena de una de esas películas. En cuanto me acercara más de la cuenta ella alzaría la cabeza mostrando que era una más de esas hordas infernales de zombies, pero no, estaba viva y la conocía.
Fue el perfil de su rostro, al menos lo que pude ver. En un primer momento no supe de quién se trataba, solo que aquel perfile era conocido. No pude evitar acercarme más y rozar su hombro, empujándola hacia atrás para verla mejor.
- ¡¿Maze?! - Exclamé incrédula, a la vez que aterrada. Sentí miedo porque aquello fuera irreal. - ¿Eres tú de verdad? - Me agaché a su lado para verla mejor. Al ver su rostro fui consciente de que era ella de verdad, parecía herida, pero se trataba de ella, no había lugar a dudas, era Maze Haggard, una de mis antiguas compañeras y amigas. - ¡Dios santo! ¿qué te ha ocurrido? - Sentía lo ojos húmedos, habían pasado casi tres años desde la última vez que la veía y pensaba que había muerto. Pero allí estábamos de nuevo, allí estaba ella, viva. Las lágrimas cayeron veloces sobre mis mejillas, últimamente estaba más llorona de lo normal, pero no lo podía evitar. Había estado a punto de morir, creí que lo había perdido todo y con todo me refería a mis seres queridos y sin embargo allí estaba ella de nuevo: Maze. Era sin duda una oleada llena de esperanza.
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Para cuando oscureció yo ya me había calmado, llorar no solucionaba nada pero me había quedado a gusto, respiré profundamente, despejándome un poco, aspirando el frescos de la noche.
Unos pasos detrás de mi me alertaron de que no estaba sola, me tensé inmediatamente, ¿me habían seguido? ¿Iban a volver a empezar? ¿O seguirían por donde lo habían dejado? El miedo comenzó a subir por mi cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. O ¿y si era un zombie? ¿Podría notarme si me quedaba quieta? Cerré los ojos con fuerza sujetando el revólver por el cañón, en el peor de los casos podría golpear con la empuñadura si se trataba del zombie, aunque no tuviese fuerzas lucharía hasta el final.
Habló, había hablado, no era un zombie, pero podría ser uno de esos del grupo anterior, no me daba muchas esperanzas, la verdad. Al realizar otra pregunta esa voz me resultó de lo más familiar, dejé de estas tensa y me relajé en cierto modo, aunque no me podía fiar, esa voz la conocía yo.
Me tocó y en ese momento me sobresalté, no pude evitar aquel saltito en mi sitio. Levanté la cabeza de golpe para ver ese rostro tan familiar, al que yo quería y había echado tanto de menos, y que supiese mi nombre confirmó mis sospechas — ¿Thea? — Abrí la boca sorprendida para, inmediatamente después volver a hablar — ¡Thea! — No pude evitar emocionarme y estar tan feliz, me sentía genial poder volver a estar con alguien que conocía tan bien. No pude contestar a su otra pregunta, los recuerdos estaban demasiado cercanos, lo contaría, pero no ahora. Además por la cara que puso supe que no estaba en mis mejores momentos. Ella se veía bien, como la recordaba tantas veces, más delgada, pero era normal, al mirar a sus ojos vi la emoción y la tristeza, muchos sentimientos mezclados. — Vaya, nuestro reencuentro y yo con estas pintas... — Sonreí, pero se desvaneció enseguida al notar el dolor en ese simple movimiento, además de que mi voz sonaba dolorida, ronca y bastante débil, lo normal tras una paliza, vaya. Estaba jodida.
En un esfuerzo, que en ese momento me parecía sobrehumano, abrí mis brazos mientras hacía un intento de sonrisa, pero era más bien una mueca poco parecida a una sonrisa — ¿Vas a quedarte todo el rato mirando lo mal que estoy? Anda, dame un abrazo, no me hagas esforzarme tanto que no puedo ni con mi alma... —
Unos pasos detrás de mi me alertaron de que no estaba sola, me tensé inmediatamente, ¿me habían seguido? ¿Iban a volver a empezar? ¿O seguirían por donde lo habían dejado? El miedo comenzó a subir por mi cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. O ¿y si era un zombie? ¿Podría notarme si me quedaba quieta? Cerré los ojos con fuerza sujetando el revólver por el cañón, en el peor de los casos podría golpear con la empuñadura si se trataba del zombie, aunque no tuviese fuerzas lucharía hasta el final.
Habló, había hablado, no era un zombie, pero podría ser uno de esos del grupo anterior, no me daba muchas esperanzas, la verdad. Al realizar otra pregunta esa voz me resultó de lo más familiar, dejé de estas tensa y me relajé en cierto modo, aunque no me podía fiar, esa voz la conocía yo.
Me tocó y en ese momento me sobresalté, no pude evitar aquel saltito en mi sitio. Levanté la cabeza de golpe para ver ese rostro tan familiar, al que yo quería y había echado tanto de menos, y que supiese mi nombre confirmó mis sospechas — ¿Thea? — Abrí la boca sorprendida para, inmediatamente después volver a hablar — ¡Thea! — No pude evitar emocionarme y estar tan feliz, me sentía genial poder volver a estar con alguien que conocía tan bien. No pude contestar a su otra pregunta, los recuerdos estaban demasiado cercanos, lo contaría, pero no ahora. Además por la cara que puso supe que no estaba en mis mejores momentos. Ella se veía bien, como la recordaba tantas veces, más delgada, pero era normal, al mirar a sus ojos vi la emoción y la tristeza, muchos sentimientos mezclados. — Vaya, nuestro reencuentro y yo con estas pintas... — Sonreí, pero se desvaneció enseguida al notar el dolor en ese simple movimiento, además de que mi voz sonaba dolorida, ronca y bastante débil, lo normal tras una paliza, vaya. Estaba jodida.
En un esfuerzo, que en ese momento me parecía sobrehumano, abrí mis brazos mientras hacía un intento de sonrisa, pero era más bien una mueca poco parecida a una sonrisa — ¿Vas a quedarte todo el rato mirando lo mal que estoy? Anda, dame un abrazo, no me hagas esforzarme tanto que no puedo ni con mi alma... —
En aquel momento no pude evitar soltar una carcajada un tanto extraña, pues se trataba de una especie de entre risotada y llanto. Era Maze de verdad y estaba viva. No me lo podía creer, temía que pudiera estar soñando.
- ¡Maze! - Sentí los ojos humedecerse, pero igualmente me lancé a por ella para abrazarla con todas mis fuerzas y en aquel momento sentí como me derrumbaba: a mi cabeza primero llegaron los buenos recuerdos, el café que siempre escaseaba, Frost trayendo siempre cajas y cajas de donuts... luego llegaron a mi algunas de las vivencias de Nueva York cuando se propagó el brote del virus T, tal vez los momentos más difíciles de mi vida, perder a mis amigos, familia, ver como tantos caían... incluso recordé a Jack y todo eso terminó por provocar que llorase sobre los hombros de mi antigua compañera. Pero sobre todo era por revivir los últimos meses, como tras encontrar un poco de esperanza esta era absorbida por la oscuridad de mi soledad. Como me había perdido y separado de mis compañeros y tal vez lo peor de todo: lo que me había ocurrido; me habían mordido y por tanto había perdido toda esperanza.
- Maze... ha sido horrible, te juro que he tratado de ser fuerte, te juro que he aguantado todo lo que he podido, pero... es demasiado - Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos como nunca lo habían hecho, era como si golpe dejara escapar todo aquello que me había hecho daño en los últimos años. No había llorado así desde la vez que disparaban a mi padre y creía que moría. Me sentía una cría en sus brazos, pero había sido demasiado, demasiado daño, demasiado miedo... demasiado para las personas que éramos, al fin y al cabo.
No sabría decir cuanto tiempo había estado así, pero lo necesitaba, necesitaba desahogarme. Maze estaba allí y ella tampoco estaba en su mejor momento, al menos no físicamente.
- ¿Qué te ha pasado...? - Logré controlarme, limpiar mis lágrimas con el dorso de la mano y tranquilizarme por fin. - Deberíamos... irnos y buscar un sitio donde curar tus heridas Maze - Dije rápidamente y terminando de erguirme le ofrecí mi mano para seguir juntas. Ahora lo que más me importaba era ella y saber qué o quienes habían provocado aquellos. - Dime que no te han mordido o arañado... - Decía mientras que revisaba cada centímetro de su piel. Sería lo último que necesitaba ahora para terminar de una vez por todas, encontrarla y perderla al mismo tiempo.
- ¡Maze! - Sentí los ojos humedecerse, pero igualmente me lancé a por ella para abrazarla con todas mis fuerzas y en aquel momento sentí como me derrumbaba: a mi cabeza primero llegaron los buenos recuerdos, el café que siempre escaseaba, Frost trayendo siempre cajas y cajas de donuts... luego llegaron a mi algunas de las vivencias de Nueva York cuando se propagó el brote del virus T, tal vez los momentos más difíciles de mi vida, perder a mis amigos, familia, ver como tantos caían... incluso recordé a Jack y todo eso terminó por provocar que llorase sobre los hombros de mi antigua compañera. Pero sobre todo era por revivir los últimos meses, como tras encontrar un poco de esperanza esta era absorbida por la oscuridad de mi soledad. Como me había perdido y separado de mis compañeros y tal vez lo peor de todo: lo que me había ocurrido; me habían mordido y por tanto había perdido toda esperanza.
- Maze... ha sido horrible, te juro que he tratado de ser fuerte, te juro que he aguantado todo lo que he podido, pero... es demasiado - Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos como nunca lo habían hecho, era como si golpe dejara escapar todo aquello que me había hecho daño en los últimos años. No había llorado así desde la vez que disparaban a mi padre y creía que moría. Me sentía una cría en sus brazos, pero había sido demasiado, demasiado daño, demasiado miedo... demasiado para las personas que éramos, al fin y al cabo.
No sabría decir cuanto tiempo había estado así, pero lo necesitaba, necesitaba desahogarme. Maze estaba allí y ella tampoco estaba en su mejor momento, al menos no físicamente.
- ¿Qué te ha pasado...? - Logré controlarme, limpiar mis lágrimas con el dorso de la mano y tranquilizarme por fin. - Deberíamos... irnos y buscar un sitio donde curar tus heridas Maze - Dije rápidamente y terminando de erguirme le ofrecí mi mano para seguir juntas. Ahora lo que más me importaba era ella y saber qué o quienes habían provocado aquellos. - Dime que no te han mordido o arañado... - Decía mientras que revisaba cada centímetro de su piel. Sería lo último que necesitaba ahora para terminar de una vez por todas, encontrarla y perderla al mismo tiempo.
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