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Mensaje por Phoenix Hemmer Lun 14 Mayo 2018, 05:08



Slow motion.
Oconee National Forest, Georgia
28 de Julio del 2015
01:27hs
17.8ºC


La oscuridad de la noche sin luna se quebraba por una luz en medio del bosque. Los árboles crecían estrechos uno del otro, a excepción de un espacioso claro donde se lucía una cabaña destruida. Fuera había tres formas humanas reposando en la tierra. Uno tenía la cabeza en un ángulo imposible y los otros se aferraban mutuamente en rigor mortis.

Hacía cuatro días que caminaba sin pausa y sin rumbo. Se despidió de sus compañeros del refugio y explicó que necesitaba tiempo a solas, que mientras tanto iría por recursos útiles para todos. Algunos murmuraron que nunca volvería, otros estarían gustosos de verla nuevamente. Ella misma aún desconocía sus propias intenciones.

La parte sureste de la cabaña estaba quemada. Las pertenencias de los habitantes anteriores fueron saqueadas. El moho se había apoderado de casi todas las habitaciones a excepción del baño. La mayor parte del techo se mantenía en su lugar, aunque se veía endeble.

Cuatro días caminando, descansando lo mínimo, eran un exceso para la asiática y para cualquier persona. Paró en el claro al ver la cabaña y los difuntos. Al parar notó la humedad pegajosa en sus pies y el dolor de sus pantorrillas. Con su cuerpo débil no avanzaría más.

Descansaremos por un tiempo. ¿De acuerdo?

Un ligero sonido agudo apenas perceptible respondió a su pregunta. Salem era su segunda sombra y parecía estar de acuerdo con su ama. Movió la linterna en todas direcciones buscando alguna amenaza. Sólo se veían árboles y se oía el viento. Apoyó su maleta en la tierra, cerca de los cadáveres. Sintió el alivio en su cuerpo y cómo cada músculo deseaba dejar de funcionar en ese instante, pero aún debía despejar la zona.

Con el kukri en mano y la linterna en la otra se adentró en la cabaña. El caos era usual ya que casi no quedaba sitio sin saquear. Caminó por el suelo de madera, teniendo cuidado de no hacer más ruido que el necesario. Aún olía a quemado. Por lo que pudo observar dedujo que la estufa había explotado en algún momento. La garrafa de gas se encontraba hecha trizas. Pasó a la siguiente habitación, la sala que parecía haber sido comedor también. No estaba en mejores condiciones que la cocina. Los grandes ventanales rotos representaban el punto más débil de la casa, donde cualquier horda pasaría sin inconvenientes. Un rápido vistazo al baño fue suficiente para saber que no había nada aterrador allí y que incluso podría ser acogedor.

Entró a la habitación principal. Lo primero que vio fue su propia expresión de susto en un espejo. La luz de la linterna sobre su propio rostro le resultó escalofriante. Notó que su remera y sus jeans estaban realmente sucios y traía el calzado más roto de lo que pensaba. Continuó. Sobre la cama matrimonial alguien había escrito la palabra muerte con sangre. Las sábanas estaban brutalmente corridas hacia un lado y tenían grandes manchas marrones que bien podrían formar parte de la misma sangre de la pared.

Creo que pasaron bandidos por aquí, aterraron a las personas de afuera y... bueno, los mataron. Pero a nosotros no nos pasará eso. Somos muy fuertes. — Dejó el kukri sobre la cama y acarició a Salem.

Salió de la cabaña, dispuesta a tomar su maleta y entrar. Pero percibió algo entre los árboles. Optó por cambiar al revolver e ir a investigar.

Phoenix Hemmer

Phoenix Hemmer
Desaparecido

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Miér 16 Mayo 2018, 08:12

Llevaba una semana maldiciéndose por no tomar más comida antes de escapar del laboratorio. Podría haberse ahorrado la cacería de pequeñas presas en aquél bosque. Las latas de comida conservada sólo le habían durado un par de días y aún así no habían hecho ninguna diferencia en su apetito. Supuso que se trataba de la propagación del virus en su cuerpo, él nunca había sido de comer en demasía y tendría poca lógica que ahora iniciara.

Había encontrado una pequeña casa de campaña en medio del bosque en el que se adentró y los pocos caminantes que había pasaban de él. Ventajas de la infección, se repetía sin lograr convencerse aún de que realmente su situación tuviese un lado positivo. De cualquier modo, tenía un refugio en el cual podía descansar... Siempre teniendo una piedra en la mano listo para atacar, pero reposar al fin y al cabo.

Afortunadamente para él, parecía tener un talento innato para afilar ramas y ensamblarlas con raíces de árboles en forma de trampas para ardillas. A lo largo de la semana ya había cazado cuatro únicamente con dos trampas, así que construyó un par más y las colocó en otras secciones del bosque. Si corría con suerte, podría cenar al menos una aquella noche.

Lo que el pelinegro nunca consideró fue lo rápido que se terminaría el agua que empacó. Llevaba un cuatro días sin beber un trago y empezaba a notar los estragos de la deshidratación. Le costaba mantener el equilibrio y le daban dolores de cabeza, pero nada que no hubiese soportado antes. De cualquier modo, antes de que todo fuese más lejos, emprendió camino en búsqueda de agua. Se adentró para revisar las trampas más lejanas y tratar de ubicar musgo en árboles. Aquél que lo tuviese le indicaría la dirección del lago más cercano.

Había ardilla en cada trampa y eso le motivó a regresar al campamento. Realmente tendría una buena cena al llegar, pero al estar desempalando a la segunda ardilla escuchó algo que lo hizo desestabilizarse y caer al suelo.

-¿Mortimer? ¡Luces terrible! Te dije que debías quedarte en Londres con nosotros...- reclamó aquella voz quebradiza pero firme que él tanto temía. Al girarse vió a su madre barriéndole con su mirada. Él odiaba que lo llamaran por su segundo nombre y ella lo sabía, por eso lo usaba siempre que quería enfrentarlo- Pero por supuesto que nunca vas a escucharme. Siempre has sido el peor de los Crowborough y lo sabes...

Empezó a retroceder arrastrándose por el suelo sin quitarle la mirada de encima. Parte de él sabía que eso no podía ser real, no sólo porque se encontraban con su ropa impecable y sin un cabello fuera de su lugar, sino porque fácilmente su madre sería diez años mayor de lo que representaba aquella aparición. Sin embargo, su mente no logró asimilarlo en su totalidad y realmente estaba convencido que se encontraba frente a él.

-Largo, déjame solo...- susurró, casi implorando. No sabía cómo se encontraba ella ni el resto de su familia y, si es que ahora los muertos resucitaban, temía que se tratara de algún acontecimiento paranormal. Odiaba que ella nunca valorara lo que él hiciera, pero no borraba el afecto que le tenía.

Su madre hizo una mueca y parecía prepararse para gritarle como cuando era adolescente. Al mismo tiempo, él logro levantarse apoyándose de un tronco. Su mano izquierda percibió algo ligeramente acolchado y al asomarse tomó una bocanada de aire ante la satisfacción. Musgo.

Se fue tambaleando lo más rápido que pudo en aquella dirección, afortunadamente contraria a donde estaba su madre. Sentía cada vez menos estabilidad en sus movimientos y su mirada borrosa, pero pudo distinguir rápidamente un claro antes de desplomarse en un arbusto. Esperó no haber aplastado las ardillas en su caída.

Pasó un par de segundos así, intentando recargar energía de algún modo para llegar al claro y beber un poco de agua, pero al levantar su mirada distinguió a otra persona, únicamente que esta vez sí decidió hablarle a su visión antes de que empezara a atacarlo como su madre.

-Después de todo esto ya no deberías ser rubia...- exclamó para Phoenix, recargándose en sus codos e intentando ponerse de pie- Aunque debo darte puntos, al menos luces como superviviente de un apocalipsis... no como mi madre allá atrás- comentó bajando progresivamente el volumen de sus palabras.

Joseph M. Crowborough

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Mensaje por Phoenix Hemmer Jue 17 Mayo 2018, 15:32

Llevaba el revolver en su diestra y la linterna bajo el arma imitando a un policía. La mirada al frente con los ojos bien abiertos. Intentaba que sus pasos fuesen silenciosos a medida que se acercaba donde suponía que estaba la fuente del sonido. Hubo un instante en que nada pasó, unos segundos donde supuso que tal vez habría sido algún animal del bosque.

Pronto percibió cómo algo se aproximaba hacia ella con rapidez. Su valentía inicial fue invadida por una ola de desconfianza, era inexperta con el revolver y si la amenaza era real había altas probabilidades de perder. Maldijo interiormente por no haberse quedado con el kukri, con el que en raras ocasiones fallaba y en todas había salido victoriosa.

Una alta figura masculina apareció de entre unos árboles y cayó sobre lo que le pareció un matorral de malezas. Estaba a poco más de cuatro metros de distancia. No había tenido el valor de disparar. Estaba segura que no era un muerto caminante.

Pudo verle rostro unos milisegundos antes de que se desplomara. Y sabía muy bien a quién se le parecían esos rasgos, pero descartó la idea. Dio un paso hacia atrás al resultarle familiar otros aspectos físicos del hombre. Inhaló profundamente y repitió para sí misma que se estaba equivocando. Aún así no se animaba a acercarse ni a hablar y no pudo continuar apuntándole con el revolver.

Él levantó el rostro y Phoenix sintió como si el suelo bajo sus pies se ajara bruscamente y la dejara cayendo hacia el infinito. Oyó su voz. No lo que dijo, sino simplemente el sonido. Si era real, que lo sea. Si no, se entregaría inevitablemente a la locura.

Corrió aunque sus pies sangraran. Derrapó con sus rodillas en la hierva, frente a él. Perdió la linterna y el arma en el camino. No necesitaba luz para reconocerlo. Puso sus manos alrededor del rostro de quien fue su confidente. La realidad cayó nuevamente sobre ella cuando sintió el contacto de sus manos frías en la cara bastante más cálida de...

Joseph

... y perdió el control de sus actos. Lo rodeó con los brazos como si se aferrara a la vida misma. Lloró. No veía, no escuchaba ni percibía más que la presión que ella misma hacía, el hipido de su congoja y la presencia surrealista de Joseph.

Lloró allí lo que no pudo en mucho tiempo. Las heridas, el hambre, la sed, el dolor, el miedo, la soledad, la traición, el abuso, las muertes. Lloró hasta que le hormiguearon las manos y los pies, hasta que las costillas le dolieron, hasta que tuvo los ojos hinchados y hasta que su cerebro reaccionó, diciéndole que estaba en un evidente estado de shock emocional. Ya no tenía fuerza física. No supo cuánto tiempo pasó. Estaba más calmada y un poco desorientada.

Pensé que estabas muerto.

Se sopló la nariz con la remera y se limpió el rostro. En ese orden, con partes distintas de tela, lo que no quitaba que fuese algo asqueroso. En otro tiempo se hubiera avergonzado de perder el control, pero fue indulgente consigo porque nadie podría saber cómo actuar ante un ser querido que parece volver de entre los muertos en la mejor de las condiciones actuales.

Oh my God. — Suspiró, ya estaba calmada. — ¿Estás bien?

Phoenix Hemmer

Phoenix Hemmer
Desaparecido

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Jue 24 Mayo 2018, 02:35

No supo lo que pasó durante unos segundos. Estaba seguro de haber perdido completamente la cabeza, sobre todo cuando sintió sus manos heladas rodeándole el rostro. ¿Se podían sentir el tacto de una alucinación? En otros tiempos habría iniciado una investigación para probarlo pero por el momento, resguardándose del fin del mundo tirado en el suelo de un bosque siendo abrazado por el increíblemente sólido espectro de su esposa, le pareció suficiente. Si no había enloquecido, realmente empezaría a considerar la existencia de los milagros.

Hasta que sintió las lágrimas de ella deslizarse por la piel de su cuello dejó de dudar. Phoenix estaba ahí. Había sobrevivido. No sabía cómo reaccionar, al grado de ser incapaz de moverse. Su respiración se agitó por un momento y fue capaz de responder su abrazo. Era una lástima que tuviese que haber esperado hasta el fin del mundo como para entender el significado de rodear a alguien con sus brazos.

-Estás...- viva, pero su voz se rompió al intentar decirlo. No había pensado en ella desde que en el laboratorio les informaron que el país era pérdida total. Se hizo a la idea de que habría muerto intentando ayudar a algún herido, era la única muerte digna que aceptaba para Phoenix.

El descenso de energía en ambos fue casi palpable en el ambiente después de unos minutos de haberse mantenido en aquél abrazo. Supuso necesitaba desahogarse de todo lo que hubiese vivido en esos tres años y él realmente necesitaba un respiro antes de ir a hidratarse. La soltó al sentirla más tranquila y escuchó sus palabras. Realmente era ella.

-Creí lo mismo...- respondió, no sólo refiriéndose a ella. Empezar a tener visiones no auguraba nada positivo y mentiría si dijera que tenía grandes motivaciones a seguir vivo en un mundo en ruinas y posiblemente sin recuperación alguna. Ahora las tenía y sería mantener a Phoenix a salvo- Estaba en un laboratorio cercano... ¿Tú cómo llegaste hasta aquí?- preguntó con genuina curiosidad. Lo último que supo que ella era que iría a ver a sus padres.

La observó por unos segundos antes de responder. Su rostro se encontraba un tanto hinchado del llanto y, obviamente, sus ojos enrojecidos brillaban al grado de poder ver su reflejo en ellos. Siempre le había gustado el color de ellos pero nunca consideró necesario decirlo. La ropa de ella se encontraba sucia y ligeramente rota, tal vez podría prestar algo de lo qué había tomado en su huida en lo que le encontraban algo nuevo para que usara. Pero al llegar a ver sus zapatos sintió un poco de pesar en él. Parecían haber pasado por debajo de una podadora de césped y aún así había corrido para alcanzarlo. Definitivamente la prioridad sería encontrarle algo cómodo con qué caminar.

-Dependiendo de cuál sea tu concepción de "bien" en el fin del mundo...- respondió con una sonrisa. Salvo su severa deshidratación, no le había ido tan mal desde que salió del laboratorio. Tal vez ella habría tenido que vivir peores situaciones y sus quejas parecerían infantiles- Necesito agua, no lo negaré ¿Tú te encuentras bien? Tus zapatos...- los señaló, esperando que no fuese necesario dar un adjetivo. Si en ese momento habría tenido la fuerza necesaria, no habría dicho nada y la habría cargado hasta el claro.

Joseph M. Crowborough

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Mensaje por Phoenix Hemmer Dom 27 Mayo 2018, 23:00

No podía dejar de observar a Joseph. Físicamente había muchas cosas que no podía hacer por la tensión y mentalmente estaba aún saliendo del shock. Respiró profundamente varias veces, con calma. Quería bajar su ritmo cardíaco y aclarar sus ideas.

Se encogió de hombros en respuesta a cómo llegó hasta allí. Su mente estaba literalmente en blanco. Sabía que había pasado muchas cosas desde la última vez que se vieron, pero era todo muy confuso como para ordenarlo y contarlo. Inclusive prefería no recordar nada.

Estás bien.

Comentó por inercia, como si intentara callar su mente de millones de vivencias horribles que él pudo haber pasado. Afortunadamente podía centrarse en que sólo tenía sed. Vio de reojo en dirección a su maleta. Allí tenía que tener al menos un vaso de agua limpia. Luego vio su calzado. Tardó unos segundos en comprender que se refería a que estaban demasiado gastados. Lo comprendió al ver cómo él vestía, su ropa estaba en mejores condiciones. O al menos así era según lo poco que podía percibir en una noche tan oscura.

Suspiró pesadamente. La agitación por el llanto se alejaba cada vez más de su cuerpo. Se veía emocionalmente mejor. Aunque mantenía un semblante serio, ligeramente inexpresivo. Mantener sus expresiones faciales a raya había sido una forma de adaptarse al nuevo mundo, le servía para sobrevivir.

Sí. Caminé mucho.

También tuvo que aprender a no decir una palabra fuera de lugar, para no ofender y no ser malinterpretada. Por ende, para que nadie quiera hacerle daño.

Apoyó ambas manos en el suelo, en lo que fue un intento fallido de levantarse. Sintió algo suave al tacto que la estremeció ligeramente. Tomó las dos ardillas tiesas con confianza. Analizó a Joseph, estaba gravemente deshidratado. Y cansado. Podía aceptar fácilmente que su físico se deteriore por la realidad actual, pero la preocupación llegó para acelerar su pulso nuevamente al recordar que había mencionado a su madre.

Tengo algo de agua en mi maleta. — señaló en dirección a la cabaña — Tendremos que buscar en otro sitio. No probé los grifos del lugar, pero revisé y no hay peligro.

Hizo un segundo intento de levantarse. Las piernas le latían. Un muslo le dio un tirón que la obligó a hacer un gesto sutil de molestia. Y lo peor eran sus pies. Aún así, con un tercer impulso logró mantenerse de pie.

Una vez tuve tanta sed que bebí la sangre de un conejo. Fue asqueroso y arriesgado.

Hizo equilibrio con ambas piernas antes de comenzar a dar pasos lentos y forzosos hacia el claro. Aún llevaba las ardillas en sus manos. A un metro estaba la linterna, iluminando el bosque en ninguna dirección en especial. Y más allá el revolver que seguramente aventó en la conmoción. Tomó sus cosas en el camino a la cabaña.

Creo que dijiste algo sobre mi color de cabello. — Una sonrisa apareció en su rostro. — Tú siempre supiste que yo era así. Pensé que ya lo sabías... Lo di por hecho.

El bosque siempre se mantenía ligeramente ruidoso. Algunas aves murmuraban entre sí. Pocas ardillas o especies similares correteaban desubicadas en la noche. Los grillos estaban en su auge. La brisa movía las ramas de los árboles haciendo un gran susurro algo espeluznante. Y a lo lejos algo quebraba las ramas del suelo.

Detrás de mi maleta hay un machete. — Hizo referencia al kukri.

El incómodo sonido de pasos errantes se intensificaba a cada segundo. Calculó mentalmente que podían ser dos o tres. Miró a Joseph, consultándole con la mirada si estaba en condiciones o no de enfrentarse a esas criaturas.

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Mar 12 Jun 2018, 08:29

A Joseph le costaba creer que realmente tenía a Phoenix frente a él ¿Cuántas probabilidades había de que ambos estuvieran vivos y se reencontraran tras todo esto? Sacudió la cabeza para dejar de hacer cálculos. No servirían de nada y seguramente ella pensaría que algo le estaría pasando. Inhaló fuertemente y expulsó el aire con lentitud. Afortunadamente, ella se encontraba en la misma situación de shock que él.

Al escucharla responder logró esbozar una pequeña sonrisa. Estaba lo suficientemente disperso como para olvidar por completo lo que le había dicho, pero las aseveraciones de su esposa le causaban cierta preocupación. Realmente se preguntaba qué es lo que había tenido que pasar Phoenix por esos años si consideraba que él estaba bien. El simple semblante serio de la misma levantó las alertas de Joseph. Él no tenía recuerdos de ella tan inexpresiva.

¿Necesitas ayuda?— cuestionó instintivamente, sin ser consciente que era más probable que ella le asistiera para lograr ponerse de pie. Al mismo tiempo, logró hincarse en el suelo y recargarse en una de sus rodillas. Se detuvo en esa pose unos segundos antes de reunir la fuerza necesaria como para impulsarse y levantarse.

Al escucharla, fijó su mirada llena de confusión en ella mientras comprobaba aquello a lo que apuntaba. Ni siquiera había notado la presencia de la cabaña continua. Primero había encontrado a Phoenix y ahora parecía tener un lugar para descansar cómodamente por la noche. Suerte de principiante, pensó.

¿Puedo ofrecer un intercambio amistoso de un vaso de agua por una ardilla o tendré que poner en práctica aquella sugerencia de la sangre?— cuestionó en tono irónico, aunque con dudas sobre si era correcto suponer que estarían juntos a partir de ese momento. Por otro lado, no le desagradó del todo la idea de tomar sangre de su pequeña presa que yacía en manos de Phoenix, pero intentó ocultar aquella consideración.

Logró levantarse unos segundos después de ella y tuvo que estirarse un par de veces antes de emprender camino junto a ella. Muchos de sus huesos tronaron fuertemente, pero ¿Era normal no sentir dolor alguno con todo esto?  Los últimos días se había sentido abatido físicamente pero, en ese momento, emocionalmente no podía estar mejor.

La escuchó y no reprimió la alegría en él al verla sonreír. Se sentía más tranquilo de alguna forma, aunque le invadió una sensación de culpa al notar la poca atención que le prestaba a esos detalles.

Ahora lo sé…— respondió sonriente sin saber plenamente si ella lo escucharía.

La imitó al ver su reacción de alerta sin saber a qué se refería. Joseph no tenía el mejor sentido auditivo de todos, incluso cuando de él dependía parte de su vida. Cuando estaba sólo, debía colocar trampas lo suficientemente ruidosas entre los árboles para enterarse de algún errante aproximándose.

La escuchó y una oleada de adrenalina corrió por su cuerpo, casi renovando la energía dentro de él.

Se proponía correr rumbo a la cabaña, encontrar su maleta y extraer el machete para regresar a enfrentar a los caminantes con ella pero que uno apareciera repentinamente entre los árboles cambió su plan. Iba directo hacia ella.

No quería que ella empleara el revólver. Quería aprovechar con ella la aparente tranquilidad del lugar y sabía que el disparo causaría el suficiente ruido como para atraer a los caminantes de los alrededores. Se lanzó en dirección de Phoenix sin pensarlo dos veces. Al final, su infección serviría de algo.

¡No hay tiempo!— aseguró casi para él, convirtiéndose en una especie de capullo humano sobre ella— Confía en mí...— susurró, intentando convencerse también a él. El errante no lo había detectado como a ella, así que tuvo esperanza que el truco funcionaría. En caso de que no, el revólver no sería tan mal plan de emergencia.

Joseph M. Crowborough

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Mensaje por Phoenix Hemmer Sáb 16 Jun 2018, 01:11

El movimiento en el bosque se hacía más intenso. Phoenix podía percibir cómo esos caminantes se apresuraban a atravesar la distancia necesaria para llegar a ellos. Pensó rápidamente en sus pies, en que estaban ensangrentados por dentro y seguramente sudados, algo que ella no podía oler pero que un muerto viviente no podría evitar notar.

Sostuvo la mirada a Joseph. Sabía que estaba pensando, conocía ese gesto. Sabía que él intentaba pensar rápido y bien. Y ella también lo hacía. No había tiempo para ir hasta la cabaña y tomar el arma que estaba ahí. También calculó con certeza que sólo eran dos caminantes, el tercer sonido que escuchó antes debió de haber sido algún animal del bosque huyendo. Había luchado anteriormente contra dos caminantes a la vez, sólo en una ocasión, pero era demasiado arriesgado. Tampoco sabía si él sabía luchar. En otro momento de su vida hubiese percibido la distancia hacia la cabaña como cercana, pero no lo era si la vida dependía de un par de segundos.

« Sé que no hay tiempo » Alzó una ceja en un gesto de reproche. Era obvio y Phoenix odiaba las redundancias.

No tuvo tiempo de discutir lo que pasaría. De pronto se encontró en la oscuridad total, con el rostro aplastado en un extraño abrazo que su esposo le estaba dando. Se sintió presionada... aprisionada. Siempre había confiado en él, pero la asiática había cambiado su personalidad a lo largo del horrible tiempo de supervivencia, lo que la hacía menos dócil al momento de decidir cómo se debían hacer las cosas.

Confío en ti pero no sé si piensas claramente. — Susurró.

Intentó en vano zafarse de los brazos de su esposo. No es que no se alegrara de que estuviera allí. El problema era el evidente acto suicida y peor aún, que realmente confiaba en él y no estaba haciendo más que obligarse a mantenerse quieta. Su respiración estaba agitada pero intentó contenerse al sentir al occiso cerca.

Tenía todo el cuerpo tenso, sentía la necesidad de inhalar profundamente para calmarse pero se contuvo. El caminante había parado su marcha. No podía ver nada. Aún así sabía que nada malo estaba pasando. Sentía cómo latía el corazón, era un palpitar en las sienes. También podía percibir los latidos de Joseph al estar más cerca que nunca. Se alegraba tanto de poder escucharlo pero a su vez se le cruzó el absurdo pensamiento de que el muerto también lo escucharía y sería el fin.

Tras unos segundos de extrema tensión para la asiática, nada estaba pasando.

El difunto dio una lenta y errante vuelta al matrimonio. Se le unió el otro al rato. Ambos chocaron entre sí e hicieron sonidos, como si se comunicaran, como si se increparan que uno se metió en el camino del otro. Luego se calmaron y mantuvieron sus pasos cerca.

La mente de Phoenix no podía procesar tanta información. ¿Qué estaba sucediendo? No dudaba que era algún tipo de repelente, tal vez el motivo por el cual él se encontraba vivo. Hubiese sonreído si su rostro no siquiera aplastado en Joseph.  

Los caminantes parecían haber decidido hacer guardia en ese lugar. El hedor comenzaba a hacerse notar en el ambiente.

Voy a aventar las ardillas y corremos a la cabaña en tres... — No lo consultó, no quiso hacerlo.

Preparó el revolver por si era necesario disparar en cuanto quedara expuesta, aunque lo tenía en su mano izquierda junto con la linterna, la cual dejaría caer al suelo, porque no le daban las manos para sostener todo. En su diestra llevaba las ardillas bien agarradas. Las aventaría a la cara del primero que vea, lo que la dejaría luchando sólo con uno.

—  ... dos ... tú tomarás alguna de mis armas, están en la maleta.  — Susurró.

El corazón de la asiática se aceleró. Nuevamente en su cuerpo corría la adrenalina necesaria para poder sobrevivir. Repasó el plan mentalmente. Ya estaba dispuesta a acabar con los caminantes. De no hacerlo, no podrían estar tranquilos allí luego.  

... ¡ahora!

Se liberó de Joseph por su cuenta por las dudas que él quisiera discrepar del plan. El caminante más cercano estaba al alcance de su mano. Éste rugió con fuerza, emanando ese pútrido olor a carne descompuesta y cloaca. Metió bruscamente una ardilla en la boca del caminante aprovechando que la tenía bien abierta, estaba dispuesto a morderla. La otra ardilla cayó al suelo. Dejó caer la linterna. Pasó el revolver a su diestra y corrió hacia la cabaña jalando a su esposo de algún lado de su ropa. Temía separarse de él ahora.

Ya estaba en el claro. Estaba a pocos pasos de sus armas cuando tropezó y golpeó con fuerza su mentón en el suelo. El cerebro le vibró y su pecho golpeó con una sólida roca. Volteó rápido. El muerto se le aventó encima. Aún tenía la ardilla en las fauces, como si le hubiese trabado la quijada. El revolver había volado en la caída. Lo sostuvo de los hombros con ambas manos, evitando que éste se acercara lo suficiente a ella. Se resistía a ser mordida, más cuando había encontrado a alguien de su familia. Los gusanos del rostro del muerto estaban alterados por la situación, muchos caían en el cuello de Phoenix. Se sorprendió al sentir el peso que tenía encima. Había muerto hacía poco. Aún tenía masa muscular y fuerza, al menos la suficiente para morder la ardilla y liberar su peligrosa boca.

¡JOSEPH! — Quería saber que aún seguía allí.

Un gesto mezcla de odio y compasión tiñó su semblante al verse acorralada y sin salida. Tomó la roca con la que se había golpeado al caer y comenzó a impactarla con fuerza en el cráneo del occiso. Lo hizo una y otra vez hasta que éste quedó inerte.

Sentía el rostro pegajoso, el cuello y su pecho. Sentía los gusanos moverse por su cuello, intentando llegar a la tierra. Y lo más asqueroso que sintió fue el sabor a sangre ajena y descompuesta dentro de su boca. Volteó su rostro para vomitar, aún con el muerto encima.

Oh no...

Su cuerpo quiso obligarla a vomitar nuevamente, pero ya no había nada que sacar de su cuerpo.

Phoenix Hemmer

Phoenix Hemmer
Desaparecido

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Sáb 04 Ago 2018, 01:03

Ambos sabemos quién piensa mejor.— La modestia no era una de sus virtudes. Jamás menospreció el intelecto de la mujer que estaba protegiendo, pero su cociente intelectual era mayor, por lo que consideraba que sus decisiones eran más valideras.

Amortiguó el forcejeo de Phoenix hasta que cedió. Los errantes caminaron alrededor sin percatarse de ellos. El plan había resultado en situaciones anteriores, estando solo. Esperaba que el resultado siga siendo el mismo en compañía.

Los minutos pasaron y los caminantes seguían esperando. Oyó la propuesta. Era lógico pero poco probable que resulte bien. No poseía conocimientos de lucha como para defenderse, menos para defender a alguien más.

No. Tenemos que pensarlo de nuevo, Phoenix.— Las posibilidades de hacer cambiar de opinión a la asiática eran nulas. Tampoco había un plan B.

Se separó de ella y corrió. Vio como se encargaba de uno, lo hacía con eficacia. Su responsabilidad era no dejar que el otro la toque. Los puños eran su única arma, aún no llegaba a la valija. Golpeó al errante que restaba, no lo hacía como un profesional pero era suficientemente fuerte para dañarlo. El objetivo era romperle el cráneo a golpes. Es más difícil de lo que imaginaba, pensó. No iba a dejar de luchar.

Al escuchar su nombre se apresuró para acabar con el caminante. Fue muy difícil quebrarle el hueso frontal del cráneo y continuar golpeando hasta que el cerebro se dañara lo suficiente para morir de forma definitiva. Pero lo consiguió.

¡Phoenix!— Tomó el cuerpo del errante y lo apartó. También volteó a su mujer de costado ya que la vio con intenciones de devolver nuevamente. La joven traía el rostro manchado de sangre. Vio cómo sus dientes eran rojos al igual que el interior de su boca. —Vomita. Vomita de nuevo. ¡Vomita!— La desesperación lo invadió y le gritó de forma grotesca. Metió el dedo corazón en la boca de su mujer intentando llegar lo más atrás posible para provocarle una arcada con la que no pudiera evitar devolver nuevamente. Una vez vio que resultó se apresuró a ir hacia la maleta. Le había dicho que había agua allí. Buscó entre las desconocidas pertenencias con el frenesí de un trastornado. Halló una botella plástica con un líquido transparente. La abrió, inhaló cómo si catara un buen vino. Era agua. Había otra botella a lado que decía alcohol y precisamente ese era su contenido. —Enjuágate y expúlsalo. Luego haz lo mismo con el alcohol y con el agua hasta terminarlos. Y deberías vomitar nuevamente.— Vigiló que siguiera con las indicaciones. —Tienes que estar bien con eso.

Frotó la espalda de Phoenix para dar algún tipo de alivio, si es que era posible. Devolver tantas veces daba dolor de cuerpo y lo sabía por algunos momentos de su juventud. La ayudó a ponerse de pie una vez vio que podía incorporarse. Aún mantenía la emoción a flor de piel por haberla encontrado, se sentía exaltado como un adolescente.

Lamento lo que hice. Pero fue lo mejor.— No era usual que en sus exabruptos haya contacto físico de un modo grotesco. Aún así sabía que ella no se enfadaría. Jamás habían tenido diferencias desde que se conocen.

Tomó el kikri que estaba cerca donde se le indicó. No estaba confiando con las armas cuerpo a cuerpo, pero tarde o temprano tendría que aprender a usarlas. Notó entonces los dientes de Phoenix marcados en su mano. No fue mordido, estaban ahí por la presión.

Vayamos por agua, intentemos cazar algo en el camino. Al volver tomemos leña y nos refugiamos en esa cabaña hasta el amanecer.— La falta de energía fue suplantada por un entusiasmo incómodo. Esperaba que Phoenix se haya recuperado rápido para emprender el camino.

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Mensaje por Phoenix Hemmer Jue 16 Ago 2018, 02:43

Joseph estaba allí. Agradeció al cielo que aún estuviera allí, que haya podido enfrentar al otro caminante. También agradeció que le haya sacado el muerto de encima.

Se sorprendió entonces al tener de un momento a otro la mano de su esposo dentro de la boca. Sintió una arcada con la que irremediablemente tuvo que vomitar. Fue una de las sensaciones más horribles que había vivido últimamente. Los ojos le lloraron por la fuerza al expulsar el vómito de casi puro líquido. El estómago de Phoenix estaba completamente vacío. Y por alguna extraña razón sintió que aquello le despertaría el apetito en unos minutos más, cuando deje de sentir el malestar.

Aceptó la botella de agua y se enjuagó. Sentía el sabor de la asquerosa sangre y quería limpiarse lo antes posible. Las gárgaras con alcohol fueron una mala idea. La garganta de pronto comenzó a arderle, igual que el interior de su nariz. Comenzó a arderle cualquier pequeña herida dentro de la boca, incluso los labios secos. De todos modos continuó con los enjuagues con agua y alcohol. Inclusive se aventuró a devolver una tercera vez por concejo de Joseph. Siempre había confiado ciegamente en su criterio, por más que el haberle metido la mano hasta la tráquea haya sido algo muy inapropiado y molesto, no le parecía así dado que quien lo hizo fue la persona a la que más confianza le tenía antes del apocalipsis y afortunadamente, también en la actualidad.

Está bien, está bien. Lo comprendo. Igual es algo bastante invasivo, sabes. Pero sé que fue lo mejor. No lo dudo. Uff, me duele un poco la garganta ahora. Espero no enfermarme por esto.

Se puso de pié. No se sentía muy bien luego de lo vivido, pero estaba dispuesta a continuar e ir por agua. Por ello tomó el revolver que no sabía usar bien y se lo colocó en la cintura. A su favor, el seguro estaba bien puesto y no había riesgos de que se volara el coxis.

Se ve que tienes un plan muy bien armado. Joseph, ¿hace cuanto estás fuera? Yo te veo bien.

Se dispuso a caminar en dirección donde él la guiara. Si bien sabía que en algún sitio tenía que haber agua, lo hacía porque él lo había dicho. Antes jamás dudó de la palabra de Joseph. El motivo era su ácida sinceridad ante las situaciones. También tenía una gran habilidad para resolver problemas. Y el hecho de no tener agua era un gran problema.

Dime... ¿Hablabas con tu madre?

Su suegra nunca fue una de sus personas favoritas. En un principio estuvo encantada de que su hijo se case con tan prestigiosa dama. Pero una vez descubrió que tal dama no era tan perfecta como ella pensaba. Tuvieron algunas discusiones menores donde ninguna decía lo que realmente quería decir. Y la tensión se mantuvo por todos los años de matrimonio. Mantenían las cortesías, pero no había simpatía entre ellas. El problema no era con Phoenix, el problema es que ella no era suficiente para su hijo. Pero ya no podía reprocharle nada por suerte. La asiática siempre agradeció que Joseph accediera al matrimonio.

Sabes. Y ahora que tú estás vivo... y yo también... ¿seguimos estando casados?

Observó su mano izquierda. Hacía mucho tiempo que había dejado de usar el anillo de oro. Jamás lo había utilizado lo suficiente como para que quedara una marca. Quiso ver la mano de él, pero el ángulo no era bueno.

Realmente me alegra que estés vivo. Siento que tengo familia. Y que puedo tener a alguien en quién confiar. Creo que podremos cuidarnos mejor juntos.

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Jue 16 Ago 2018, 04:15

Examinó el esputo que Phoenix había expulsado. Comprobó que no hubiese sangre en los últimos enjuagues que hizo. Se encontró conforme entonces con lo que había hecho. A su parecer, no había riesgos de que se hubiese infectado. En el laboratorio había tenido oportunidad de ver en muchas ocasiones cómo el Virus T tomaba parte del ARN de las células y así se multiplicaba para invadir todo el organismo. Pero para eso también era necesario que haya una cantidad considerable con la cual el cuerpo no fuera capaz de luchar contra la amenaza. También tuvo oportunidad de ver su propia sangre y unas biopsias de su propio tejido bajo el microscopio. Dudaba que las personas pudieran igualar su capacidad de asimilar el virus. Dudaba que Phoenix pudiera con él en su totalidad. Pero estaba completamente seguro de que con la ínfima cantidad de contacto no tendría que enfermar.

El dolor de garganta se te pasará.— No creyó que fuera usual que le doliera. De todos modos lo apuntaría en su libreta mental para próximas dolencias de su esposa. —Es muy poco probable que enfermes por haberte hecho gárgaras con alcohol.— De hecho, las posibilidades eran casi nulas. Arqueó una ceja y la observó. Tuvo un sentimiento extraño que sólo experimentaba cuando encontraba una nueva teoría para poner en práctica en su trabajo. Pero esta vez trasladado a Phoenix. Sentía júbilo por haberla encontrado y por no estar solo en el mundo. No es que le hubiera importado ese último detalle. Pero al verla al ella en frente lo regocijaba.

Estoy sobreviviendo en el bosque hace varias noches. He comido ardillas desde entonces. Recolecté agua del rocío matutino pero nunca fue suficiente. Por eso realmente deseo llegar al lago, arroyo o la fuente de agua que fuera.— Le resultó ligeramente inusual estar hablando verbalmente con su esposa. Antes, unos años después de haberse casado, habían dividido sus vidas. Ella viajaba para ayudar a los más necesitados, cosa demasiado altruista para comprender. Mientras, él se dedicaba a la investigación en Umbrella, entre otras áreas si necesitaba algún respiro de vez en cuando de la tediosa monotonía del trabajo en el laboratorio. —Prefiero no hablar de tu suegra.— Hizo una mirada de soslayo a la mujer. El haber alucinado con su madre hacía unos minutos no significaba que quisiera verla, todo lo contrario, era una pesadilla de la cual se alegraba haber despertado.

En los alrededores tenía que estar la fuente de agua. Podía oler el vapor en el aire. Inhaló buscando algún rastro que le dijera hacia dónde ir. Por accidente percibió el aroma de Phoenix. Apretó la mandíbula y sintió las pupilas dilatarse. Desde que se había infectado el olor a carne y vida le resultaban apetitosos, hacían que su sistema digestivo comenzara a prepararse para ingerir alimentos. Tragó saliva, esa que se generaba de más al esperar un plato de comida.

Hasta que la muerte nos separe dije en una catedral hace algunos años. Tú dijiste lo mismo.— El matrimonio no era algo que realmente le importara. Respecto a la vida sentimental, era inexistente. Sobre la vida sexual, era igual que la sentimental. Lo único que necesitaba para sobrevivir en el mundo antes de la infección era su propia inteligencia y un espacio para llevar a cabo sus proyectos y teorías.

Por el rabillo del ojo vio un reflejo. Trotó con énfasis entre las raíces de los árboles del bosque. Bien pudo haber tropezado con cualquier rama o impedimento de la tierra. Pero antes de beber como si jamás pudiera hacerlo de nuevo, dedicó un momento a buscar en su memoria algo que había guardado y que no creyó necesario recordar hasta ese momento.

Ejerciendo mi derecho de libertad y en pleno uso de mis facultades físicas y mentales deseo hacerte una promesa. Quiero legarte mi vida en vida, con todo lo que ella representa. Te entrego mi intelecto y mis emociones. Ante Dios te entrego mi alma y mi cuerpo. Prometo respetarte y amarte como eres... Y dije muchas otras cosas más ese día. En la fiesta dije...— Inspiró intentando recordar las palabras exactas, hasta que le vinieron a la mente. —Me temo que no puedo aceptar sus felicitaciones. Una boda es nada más que una simple celebración de todo lo que es falso e irracional en este mundo enfermo y con moral escasa. Hoy aquí honramos la carcoma que es la ruina de la sociedad y a la larga de toda nuestra especie.— Meditó un momento en sus palabras y por primera vez sintió que no cuadraban con sus sentimientos reales. —Lo que hoy te dijo, Phoenix, es que yo soy el más desagradable, grosero y maldito odioso que que cualquiera podría conocer para su desdicha. Desprecio lo virtuoso. No veo la belleza. Y me desconcierta ver personas felices. Así que en su momento no entendí que me pidieras ser tu esposo porque jamás imaginé que alguien pudiera apreciarme. Y mucho menos la más valiente, amable y sabia mujer que he tenido la fortuna de conocer.— Se acercó a su esposa lo suficiente, para poder acariciar sus mejillas. Estaba emocionado por haberla encontrado. No estar solo en el mundo representaba una alegría tan grande que apenas podía contenerla en su pecho. —Phoenix, soy un hombre ridículo redimido sólo por tu calidez y lealtad. Así que da por seguro que hoy estás junto al hombre que hiciste tu esposo, al hombre que salvaste. En resumen, la persona que más te ama en este mundo. Nunca te defraudaré y tengo una vida para demostrarlo.

Fueron pocas las ocasiones en que se retiró el anillo matrimonial. Y respecto a los nuevos votos que rezaba frente al pequeño arroyo, estaba seguro de cumplirlos. No es que creyera en Dios, pero creía que por algún motivo debían estar juntos. Realmente quería que así fuera.

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Mensaje por Phoenix Hemmer Vie 17 Ago 2018, 01:29

Siguió los pasos de Joseph. Podía escuchar el sonido del agua en algún sitio. La oscuridad de la noche hacía difícil identificar si iban en dirección correcta. Cada tanto se oía alguna alimaña caminar entre las ramas de los árboles o en algunos arbustos. Salem, por su parte, había desaparecido. Esperaba que se encontrara cerca, o dentro de la cabaña aguardando a que ambos vuelvan. Le resultó extraño que no haya ido a presentarse ante una nueva persona. Usualmente lo hacía.

A lo lejos se veía un brillo en el suelo. No había dudas de que había agua a la vista. Sonrió, estaba contenta de tener algo qué beber. Más luego de haber vomitado tanto. Si bien no se sentía muy gustosa con el hecho de ingerir lo que sea, prefería hidratarse para mantener la buena salud. Era necesario no enfermar en los días donde la medicina era tan escasa.

Observó a su esposo y la extraña respuesta que le brindó. Los recuerdos de Phoenix eran diferentes. Recordaba una enorme fiesta, pero no recordaba mucho sobre las palabras dichas en el altar. Jamás había imaginado que Joseph se iba a tomar en serio un compromiso tan grande. Lo que recordaba es que él no había tenido parejas de ninguna clase luego del matrimonio, pero tampoco le había visto compañía antes, por lo que supuso que era natural para él estar solo.

Luego, escuchó cómo recitaba sus palabras. Sintió un déjà vu. Estaba segura de que esas habían sido las palabras que recitó hacía mucho tiempo. No era buena aceptando cumplidos. Pero el haber repetido los votos matrimoniales conmovió a la asiática.

Recuerdo tus palabras. Y también recuerdo que cuando dijiste que la fiesta era una burda fachada estabas sumamente borracho. Yo también lo estaba. Casi nadie lo presenció. En verdad ni siquiera sabía que ibas a recordar eso.

Sonrió y se aproximó un poco hacia un árbol para poder apoyarse. Luego de la lucha contra el occiso necesitaba recuperar fuerzas.

Se sorprendió cuando Joseph se acercó. Y por el modo en que fue acariciada por sus manos. Notó el frío metal en su mejilla. Aún tenía el anillo de matrimonio. Haciendo memoria, jamás lo había visto sin él. Espantaba a las mujeres y a los gays, o ese fue el argumento que le dijo, pero no recordaba bien en qué contexto. Tomó una de sus manos y escuchó sus sinceras palabras.

Sé lo mucho que te cuesta expresarte, Joseph. Y sé que esos votos los hicimos juntos para que queden bien ante el altar. Pero eso último... Tú sabes que te elegí porque en ti confío plenamente. Jamás lo dijiste, no de forma genuina. Yo también te amo, Joseph. Y los años de matrimonio fueron muy divertidos. Espero que lo sigan siendo.

Abrazó a su esposo con fuerza. Buscando un gran abrazo a cambio. Estaba aún emocionada por haber expresado lo que realmente quería. Aún así, tras un momento utópico bajo la luna, había que continuar el camino.

Se separó de él y caminó lentamente hasta el arroyo. Observó el agua. No podía saber si estaba contaminada o en condiciones. De un modo u otro debía ser hervida. Tenía las dos botellas, la de agua, vacía, y la de alcohol también vacía. Ésta última era más grande. Enjuagó ambos envases bajo el agua y los retiró, llenos.

Vamos a la cabaña de nuevo. Tú ve agarrando leña. Yo puedo cargar algo.

Estaba segura de recordar el camino de vuelta. Los pies volvían a latirle del dolor. Los tenía lastimados de tanta caminata.

Debemos hervirla primero. Luego comamos algo. Y vas a tener que curarme los pies. ¿Tú estás bien? Dijiste que deshidratado pero ¿tienes alguna herida?

A lo lejos, Salem hacía su primera aparición frente a Joseph. Caminó directamente hacia ambos, con la cola en alto, esbelto. Traía consigo una ardilla muerta, recién cazada. Se veía orgulloso por colaborar con la búsqueda de recursos.

Él es Salem, mi gato, lo tengo hace... no sé. Un año o dos. Es difícil controlar el tiempo. Cada día parece ser una semana.

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Lun 12 Nov 2018, 22:12

Me temo que lo que dices sobre el tiempo es cierto.— Ya había seleccionado varios pedazos de tronco, ramas secas y  hojas otoñales para poder hacer fuego y calentar el ambiente de la cabaña. —Puedo guiarme por el sol y la luna, más los astros nunca fueron algo que haya considerado útil aprender.

Amarró los troncos con los cordones de sus zapatos. Llenó los bolsillos de hojas secas. Tomó conciencia de su estado físico. La deshidratación debería hacer que se sintiera cansado y sin fuerza. La adrenalina del momento lo mantenía fiebre y enérgico. Sería así por unos minutitos. Mientras amarraba los troncos a sus pantalones analizó la posibilidad de ayudar a su esposa con sus pies. Tras un momento de introspección supo que era capaz de llevar a cabo su idea.

Phoenix, eres una mujer fuerte y valiente. Eso no significa que debas seguir hiriendo tus pies. Tu bienestar será necesario para poder buscar un mejor lugar donde permanecer. Te cargaré a la cabaña. Sabes que si no pudiera hacerlo no lo sugeriría, yo no improviso.— Dicho esto se acercó y la alzó en brazos. Tras unos pasos supo que fue una decisión arriesgada. Aún así, con silencio y concentración caminó hacia la cabaña, evitando dañar a la mujer con las ramas de los árboles.

Tras unos minutos de caminata, la cabaña se hizo visible en el claro del bosque. —Respecto a tu gato. Me parece bien que hayas optado por la compañía de un animal. Las personas no son confiables.— Ingresó a la cabaña por la puerta de entrada. Continuó su camino hasta la habitación principal. Allí dejó con cuidado a Phoenix. —Traeré tu maleta y lo que hayas dejado afuera. Si algo pasa dime.

Contempló al gato negro pasar frente a él y recordó las historias absurdas de malos augurios. Supuso que aquello no debería pertenecer al cristianismo ya que su esposa tenía extrañas supersticiones respecto a esa religión y no lo tendría al felino de creer que un gato podría ser un ente maligno.

Regresó con las pertenencias de Phoenix, dispuesto a hacer fuego. —Tengo unos fósforos. Así no tardaremos tanto en encender la fogata.—Hizo un gesto a la mujer para que la aguarde. De la cocina tomó la olla más grande que encontró más otra apropiada para cocinar, también tomó otros elementos que creyó necesarios para evitar que hacer fuego en la habitación principal resulte peligroso y se provoque un incendio.

Aquí estoy. Descubre tus pies. Ya no necesitarás moverte.— Se centró en hacer fuego dentro de la olla. Tras unos minutos parecía ser uno de esos cestos metálicos de basura donde los vagabundos se juntan para calentarse en invierno, sólo que en una gran olla de cocina. Tomó la alimaña que el gato había cazado y comenzó a despellejarlo. —Primero pondré lo que tenemos para comer, luego curaré tus pies. Mientras me gustaría oírte. Hace mucho tiempo que no sé de ti.— Frunció el ceño por un intenso dolor que lo ensordeció un momento. No había sido un dolor físico. Era el cúmulo de emociones que no sabía sobrellevar. Entre alegría infinita y preocupación intensa, con culpa e incredulidad. Aún así mantuvo la compostura y atendió a su esposa en aquella realidad surrealista.

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Mensaje por Phoenix Hemmer Mar 20 Nov 2018, 00:18

No tienes que halagarme para que acepte tus ideas, Joseph.

Y aunque hubiese dicho aquello, los halagos eran algo que Phoenix siempre agradecía. Esos que hacían referencia a su intelecto y sus capacidades, a sus habilidades, eso más allá de su apariencia, ya que era atractiva más por una cuestión social que por otro motivo.

Se subió a su esposo para que la lleve del mismo modo en que lo hizo el primer día en que pasaron una noche juntos como marido y mujer. Fue una noche de celebración que poco tuvo que ver con una primera noche de bodas, pero con risas y buena comida de hotel, un jacuzzi y una deliciosa champaña. Una noche entre amigos cómplices con muchos planes a futuro. Suspiró al recordar todo aquello. Y se alegró de que, en esa situación horrible, donde los pies le dolían tanto que casi tenía ganas de llorar, él aún estuviera allí para ella. Era emocionante e inimaginable. Estaba sumamente feliz. Y lo expresó abrazándose a Joseph, algo que también lo ayudaría para que no hiciera tanta fuerza sosteniéndola. De paso lo olió, se notaba que hacía tiempo había estado caminando.

Puedes decirle Salem al gato, sabes. La verdad es que es un fiel amigo. Siempre trae comida cuando yo no puedo ir por ella. También delata a los occisos. Y a las personas. Es de mucha ayuda. Cuando duermo, por más que ambos estemos dormidos, él es quien se entera si se acerca algún peligro y me lo advierte. Tengo muchas anécdotas que contarte sobre él.

Se recostó en la cama matrimonial y estiró sus brazos hacia arriba, haciendo crujir su columna. Era el momento de comenzar a curar sus pies. Intentó retirarse el calzado, que ya no podría tener un segundo uso. Meditó sobre haber dejado La Prisión en un arrebato de locura momentáneo. No comprendía por qué le urgía irse hasta que comprendió que había sido una señal del cielo para poder reencontrarse con Joseph. Observaba sus pies ensangrentados aún dentro de las rotas zapatillas con una expresión de victoria. Había llegado a su destino.

Salem se mantuvo cerca, olfateando el área, inspeccionando que todo estuviera como correspondía. A lo lejos se oía movimiento, la brisa del viento, las aves nocturnas. El techo sobre su cabeza y el hecho de poder comer algo en unas horas la hacía sentirse más que afortunada.

Ya me iré quitando el calzado. Es doloroso.

Contempló cómo pronto él se puso en marcha para hacer la cena. No recordó jamás haberlo visto con un utensilio de cocina. Supuso que ambos habían cambiado mucho desde el apocalipsis. Mientras se retiraba las zapatillas maltrechas, comenzó a contarle su experiencia.

Cuando todo comenzó estaba en New York, tú lo sabías. Fui por un asunto patronal y la locura se desató. Luego me mantuve con mis padres y la comunidad por un tiempo. Mamá murió, papá desapareció. Conocí algunas personas, pertenecí a grupos. Hice cosas malas y tengo la fortuna de siempre haber podido salir con vida de las adversidades. Lo peor que me pasó fue un disparo en el hígado, luego te muestro mi cicatriz. ¡Oh! Tengo muchísimas cicatrices.

Logró despejar sus pies. Dejó caer el calzado al lado de la cama. Había ampollas y llagas. Notó que podía llegar a tener algunas uñas sueltas. Aunque no supo realmente por qué y cómo. Se culpó a sí misma por no haberlas mantenido lo suficientemente cortas como para evitar accidentes con sus pies.

Hay pocas personas a las que llegué a apreciar. Pero siempre se fueron o hubo desencuentros. Joseph, por favor, que no nos suceda eso. No quiero que desaparezcas. Y no quiero que te maten tampoco. Hazme el favor de quedarte y permanecer. ¿Sí? Sino creo que podría volverme loca.

Se movió al lado de la cama donde estaría mucho más cerca de su esposo.

Debes contarme tú ahora.

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Mar 20 Nov 2018, 03:31

Al oírla un tejido de sentimientos negativos comenzaba a implantarse en la boca de su estómago. Contó con mucha sencillez su experiencia de supervivencia a pesar de que había casi tres años de por medio desde el día cero en adelante. Respecto a sí mismo, poro le importaba mencionar lo que le había sucedido. La vio a los ojos, apartando la mirada de la sabandija que estaba despellejando. Haberse encontrado con ella hacía que sus emociones salieran a flote. No esas emociones que lo impulsaban a continuar con su vida, como la euforia y el miedo en algunos casos. Creía estar percibiendo un gran afecto hacia la asiática. Alojaba también mucho pesar por las horribles vivencias que seguramente tuvo que pasar estando todos los días expuesta, sin protección alguna como él sí tuvo dentro del laboratorio.

Nuevamente, eres una mujer brillante.— Apartó la mirada ya que no era tan usual para él decirle palabras de aliento o mencionar detalles agradables. Usualmente prefería limitarse a comentar situaciones y planes a futuro. —Puedo intentar hacer algo para ocultar tus cicatrices, aunque conociéndote tal vez no quieras eso. En mi opinión, no deberías prestarle ya atención a lo físico.— Decidió espantar los recuerdos de algún retoque estético que Phoenix se había hecho en su momento para tener más atención de los contribuyentes de sus obras de caridad. A los rostros bonitos se les solía dar más dinero, sumado a su gran poder de convencimiento. Le resultaba lamentable, más no podía negar que fuera cierto. —Phoenix, he dicho que no me iría. De hecho, siempre he estado a tu lado. La excepción fue éste desencuentro de casi tres años.— Había terminado de despellejar al animal y lo colocó sobre el fuego. Con una toalla húmeda limpió sus manos, con ímpetu. Luego se levantó a ver si podía encontrar algo en el baño que daba a la habitación. Aún tenía a Phoenix a la vista.

Cuando el virus se esparció yo estaba trabajando en un laboratorio de la zona. Había más personal de laboratorio y los guardias.— Torció el gesto al mencionar a los de seguridad, era evidente que tenía malas opiniones al respecto de ellos. Mientras tanto, en el baño logró encontrar unas pequeñas toallas descartables con alcohol. Entregó una toalla a su esposa y con la otra él limpió sus manos. —Intenté localizarte. Lamento decir que pensé que habías muerto, así que sin dejarme caer en la realidad continué con las investigaciones, en mi perfecto laboratorio. Debiste verlo.— Solicitó a su esposa los pies para poder verlos y comenzar con las curaciones. —Tuve inconvenientes con quienes estaban ahí. Estábamos en aislamiento, no podía alejarme de nadie físicamente pero fui bueno evadiendo a casi todos. No sé si eran tres o cuatro sujetos, los nombres no los recuerdo.— No era importante retener información social, Joseph prefería recordar las fórmulas y reacciones químicas antes que los nombres de las personas o siquiera notar si eran hombres o mujeres. Tomó con cuidado los pies de Phoenix y los limpió con agua y una toalla que también había tomado del baño. —Tenemos una cura, pero tú ya supondrás que no es tan sencillo, tiene ciertas limitaciones y condiciones. Necesita ser perfeccionada. Soy el único capaz de hacerlo. Creí haber conseguido la fórmula correcta. Me inyecté con el virus-T, aguardé unos segundos y luego me inyecté el nuevo suero... Esto sucedió hace dos meses.— Las heridas de su esposa debían de ser sumamente dolorosas y agradecía que estuviera aguantando tan bien el malestar. A su vez lamentaba no tener las herramientas para darle una buena asistencia médica. —Tuve días inusuales. Mi temperatura corporal se mantiene ligeramente elevada al igual que mi nivel de adrenalina y la presión arterial. También cometí el horrible acto de engullirme a un hombre vivo. Luego de eso comenzó la persecución. Umbrella quiere asesinarme, o tal vez secuestrarme. Dejé oficialmente mi renuncia. Me temo que hayan congelado nuestros fondos.— Las heridas de su esposa se veían limpias, sólo necesitaban un tratamiento adecuado que no era capaz de brindarle. La carne ya comenzaba a oler en la habitación. —Siempre te he dicho las cosas que son importantes. Hace un tiempo aluciné con algunos familiares, se está volviendo recurrente. También, según el último análisis de sangre que me realicé, el virus-T se encuentra en mi sangre de una forma estable y activa. No realicé las pruebas necesarias pero me parece evidente que puedo contagiarte. Así que tendremos que tener cuidado.

No temía ni dudaba de su esposa. Sabía que cualquier cosa que dijera ella lo seguiría aceptando. Así había sido toda la vida. Así fue cuando prefirió no consumar el matrimonio. También cuando dejó la terapia. Cuando dejó las medicinas. Cuando consumió drogas en las calles más turbias de Inglaterra. Ella jamás se alejó. El patrón no tenía por qué romperse en esta circunstancia.

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Mensaje por Phoenix Hemmer Jue 22 Nov 2018, 03:21

Sonrió al oír la propuesta de las cicatrices. No era algo que realmente le importara en ese momento, pero agradecía que se estuviera preocupando por ella. Nuevamente sintió que quería llorar de felicidad, pero mantuvo la compostura. Entregó sus pies, quedaron a disposición de Joseph. Una ligera lágrima salió de su ojo izquierdo al oír que no se iría. Deseaba profundamente que sea cierto. Lo veía despreocupado, ella, en cambio, se sentía sumamente tensa por la sola idea de volverlo a perder.

Asintió cuando le comentó lo del laboratorio. Recordaba que le había mencionado algo al respecto por mensaje de texto, pero jamás había sido específico. Imaginó a su esposo con una bata de científico, yendo de un lado a otro con probetas y hablando como si fuese un idioma diferente todo lo referente a la química. Lo admiraba, lo quería profundamente y recién hacía unos minutos que lo recordaba. Se sentía culpable por no haber ido a buscarlo. Estaba decepcionada de sí misma.

Apenas sentía lo que hacía en sus pies. El relato era su único foco de concentración. Hasta que mencionó haberse inyectado con el virus del que casi toda la humanidad había muerto. La boca de la asiática se entreabrió, incrédula por lo que le decía. Se preocupó por su salud física. No podía creer que estuviera con vida aún con el virus. Más abrió la boca al oír que había comido a un hombre y que la empresa en la que trabajaba intentaba asesinarlo... o secuestrarlo como él bien había dicho. Y la cerró al oír que no tendrían más dinero en su cuenta bancaria ya que era algo que había asumido hacía mucho tiempo.

Momento.

Observó un momento el infinito. Había sido mucha información para procesar. Y decidió repetir lo que había escuchado.

Me dices que, estuviste todo éste tiempo encerrado en un laboratorio, que hay una cura, que querías perfeccionara, que te inyectaste con el virus, te pusiste tu cura, no te curaste pero no moriste, comiste a un hombre, te están persiguiendo, sólo hace unas semanas que saliste de aislamiento... y tienes alucinaciones... y fiebre.

Pasó ambas manos por su rostro. Jamás hubiese imaginado una historia como esa. Sabía que algo tuvo que haber pasado en su ausencia pero nada tan radical. Luego volvió a tocar el rostro de Joseph, algo que se estaba volviendo habitual desde que lo vio. Algo que jamás antes había hecho con tanta frecuencia.

De acuerdo. Ya lo sé. No te gusta que mencione lo evidente. Nunca te gustó. Pero necesitaba decirlo en voz alta y oírme a mi misma...

No sabía cómo reaccionar ante todo aquello. Tras unos minutos de silencio donde sólo observó el rostro serio de su esposo, se decidió a hablar.

De acuerdo. Está bien. Me entristece que te hayas enfermado, Joseph. Me gustaría saber cómo sacarte el virus. Tal vez con eso tu temperatura volviera a ser como era. Y tal vez tus alucinaciones desaparezcan. Aún así, de ahora en adelante mantengámonos siempre juntos. Ya lo sé, me dijiste que así sería. Pero... Uff... Realmente temo que no pase.

Bajó la mirada y cerró los ojos. Joseph se veía diferente a como lo recordaba. Se veía más cansado, con un dejo de locura en los ojos. Pero ahí estaba, era la misma persona con la que se había casado. Lo abrazó nuevamente un instante. Estaba muy feliz de tenerlo cerca. A su vez olió que la comida ya parecía estar hecha.

Tengo unas barras de cereal en mi maleta. Tal vez yo deba comer cereal y tú carne. Y jamás te acerques a Salem si tienes hambre. ¿De acuerdo? Y no sé bien cómo se supone que podrías contagiarme. ¿Como qué es? ¡Oh! Cierto, quería mostrarte...

Levantó lentamente su remera. Debajo había una inmensa cicatriz donde estaría el hígado. Había líneas, se veía una sutura, había puntos como hendiduras en la piel, zonas más claras y zonas más oscuras. Eran evidencia de una cirugía hecha de forma precaria. También se veían unas enormes garras marcadas. Habían sido de Salem en una situación límite. Le señaló la parte derecha de su rostro, donde su piel se notaba levemente más clara y brillante, producto de una herida con ácido que apenas era perceptible, a menos que lo mencionara y mostrara como lo hacía. En sus muñecas había pequeñas zonas, que evidenciaban que había sido amarrada en algún momento. Finalmente terminó moviendo sus pies, quedarían cicatrices a la larga.

Tengo muchas historias que contar. Hoy y ahora sólo quiero saber que estaremos en esta cabaña. Que comeremos juntos. Me gustaría hervir el agua que trajimos. Y dormir. Realmente quisiera dormir. Por primera vez, me gustaría que durmamos muy juntos. Estar acompañada me haría bien. Realmente me hacías falta, sabes.

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Mensaje por Joseph M. Crowborough Jue 22 Nov 2018, 04:21

Finalmente fue aceptado. Sus deducciones no habían sido erradas. No percibió en Phoenix el más mínimo dejo de rechazo. Por el contrario, creyó ver preocupación más allá de lo evidente. Realmente le gusta destacar lo evidente, tanto que raya la manía, pensó. No lo hizo con mala intención, más posee un modo de pensar estricto. Lo mismo había hecho ella cuando le mencionó lo de las drogas recreativas. Igual cuando había ido al callejón por esas drogas. Ella siempre lograba comprender su tan rebuscado punto de vista.

Sostuvo la mirada cuando ella decidió escudriñarle el rostro. Desconocía el motivo por el cual estaba haciendo eso. Simplemente se mantuvo quieto. Aunque le avergonzara ligeramente, llegó a sentirse como una presa siendo acechada por un león. Leona en éste caso. Esperaba el veredicto. Sabía cuál era pero por qué ella tardaría tanto en explicar que todo estaría bien.

Estaré cerca y no me iré. Puedo escribirlo si quieres. Como un contrato. O mejor que eso, hagamos cumplir el contrato de matrimonio que no cumplimos bien en su momento. Ahora puede ser un buen momento para ser una familia.— Que continuara con la solicitud de mantenerse cerca lo incomodaba. Ya había dicho que se quedaría. Ella insistía. Había sido claro. Comprendía la ansiedad de Phoenix pero no completamente.

Correspondió al abrazo. No tenía la memoria muscular adaptada para abrazar personas. Tenía que pensarlo, analizarlo, hacerlo a consciencia. Sentía de sobremanera el menudo cuerpo de Phoenix, tanto que hasta llegó a incomodarse en un momento. El contacto físico era reconfortante. Otras veces podía ser incómodo. En menos ocasiones era ambas. Como en ese momento.

No soy un animal que come lo que sea.— El gesto se le transformó en una mueca de incredulidad, que se desvaneció al instante recordando el momento en el que se comió a ese hombre. —Pero lo tendré en cuenta.— No se conocía lo suficiente como para dar fe de sí mismo. El orgullo se interponía y le decía que sí, sería capaz de controlarse. No estaba del todo seguro. Lo único que sí sabía era que no sería capaz de comerse a su esposa. Y de ser así el suicidio sería la única opción para aliviar su pesar.

Respecto al pesar. Eso es lo que sintió al ver las marcas en su esposa. La recordaba en traje de baño, en las hermosas playas del Caribe. Recordaba su piel perfecta y bronceada. El tatuaje en su espalda baja seguro seguiría en donde siempre e igual que siempre. Su barriga era una maraña de cicatrices que marcaban la imagen de su esposa en la mente, reemplazando esa piel perfecta por marcas de guerra. Presionó la mandíbula. La veía. Temió que le hayan pasado cosas que su mente no pudiera borrar jamás.

Sería bueno que pudiera asearme.— No hizo mención sobre las cicatrices de su esposa. La vio intentar procesar lo que le había dicho. Ahora él debía guardar en su mente cada marca que ella traía consigo. La culpa se ancló en su estómago como un cáncer. Jamás debió alejarse de ella. —Hay ropa en ésta habitación, en los placares.— Se había levantado a rebuscar en la habitación. Halló un camisón de mujer de media estación y una ropa de dormir de hombre. Creyó apropiado ponerse esas prendas antes de dormir. Acercó la maleta a Phoenix para que tomara sus cereales. No quería correr el riesgo de hacerle daño por no haberse alimentado bien, así que optó por seguir su concejo y comer la carne. La sacó del fuego y la dejó enfriar sobre un plato de lata. Retiró una parte para el gato que solicitaba alimentos. —De momento deberíamos relajarnos. Mañana comenzaremos a planear nuestras vidas desde cero.

Joseph M. Crowborough

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