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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Perdido y atrapado (Priv. Ryder)
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Perdido y atrapado
Marzo de 2013 - Virginia - Carretera secundaria
Al primer grupo con el que James se cruza después de la muerte de su hermano apenas se le puede dar ese nombre. Son escasas diez personas, atrincherados en una colina cerca de Harrisburg con poco más que unas cuantas tiendas de campaña y un par de coches viejos. Son más mujeres y niños que hombres armados capaces de protegerlos, pero le dan refugio, comida y no le hacen preguntas. Los días se convierten en semanas y James hace poco más que remendar un par de cortes y limpiar algunos arañazos. Vive con esas personas pero nunca es uno de ellos, alejando a cualquiera con chasquidos silenciosos, respuestas monosilábicas y miradas que no se molesta en devolver.
En los últimos días del invierno las horas son cada vez más largas y los segundos demasiado cortos. Los días cada vez duran más, y aunque James no tiene ninguna prueba, la inquietud le atenaza con cada puesta de sol y puede sentir como permanece en el aire entorno a él. A medida que el invierno se convierte en primavera la indiferencia de James se aleja de su tristeza hermética y se parece más a ira monocromática, cada vez que los cardenales de la mujer de uno de los hombres aparecen con más frecuencia y las marcas de dedos, lágrimas y miedo empiezan a ser demasiado obvias como para pasarlas por alto. El marido de esa mujer es la clase de bestia nacida para este mundo, y cuando su hijo se acerca a James una tarde, no tiene que preguntar cómo se ha hecho ese corte en la cara. El chico es una criatura pequeña y huesuda, labios cenicientos y un ojo hinchado. Tal vez está intentado sonreír, y los restos de esa sonrisa tiran tristemente de las comisuras de sus labios.
A la mañana siguiente James se ofrece por primera vez para un viaje a por suministros con aquel hombre. Ninguno de los dos vuelve.
.
James es emboscado por tres hombres en un pequeño pueblo en algún punto entre Pittsburg y Columbus. Tienen un coche en buen estado y van demasiado ligeros para estar de paso. Solo uno lleva un arma de fuego, y James se pregunta porqué gente así es la que sobrevive. Él es el único que habla, todo huesos y lineas demacradas, para pedirle con una sonriente amenaza que le entregue su pistola y todo lo que lleve en la mochila. James no responde a sus preguntas, y el silencio que le sigue a la última es lo más ruidoso que ha escuchado en su vida. Finalmente, aquel hombre mira hacia otro lado con un suspiro y una mueca de exasperación. James observa como su nuez sube y baja, y no vacila en arrancarle la vida de los huesos con un disparo antes que el otro tenga oportunidad de acabar de desenfundar.
Cuando James se defiende de los golpes de los otros dos hombres, sus movimientos llevan cierto retraso, no demasiado significativo, suficiente para llegar hasta el coche con poco más que un labio roto y el hombro adolorido, pero retraso al fin y al cabo. Es como si sus músculos estuvieran esforzándose para llegar a algo pero sus tendones los retuvieran, y James sabe que ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que tuvo que usar su cuerpo para proteger su vida.
Los muertos que se acercan atraídos por el disparo y los gritos se encargan de los dos hombres, y James se aleja a toda velocidad, intentado luchar contra el coctel de humo y fuerte olor a alcohol que hay en el coche. El martilleo del disparo anida bajo sus dedos y se extiende bajo su piel y James aprieta el volante con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos. Sus ojos están rojos. El silencio es negro.
.
Una noche James se despierta de un sobresalto. La salida del sol anuncia el comienzo de un nuevo día, y una ráfaga de primavera disipa los últimos rayos de luz de la Luna. El corazón se le tuerce por el esfuerzo de bombear oxigeno por su cuerpo y le arden los ojos por la fatiga, pero James no se atreve a volver a cerrarlos. La imagen de la cara de su hermano en el cuerpo del hombre al que James disparó días atrás le persigue incluso hasta horas después de haber reanudado su viaje.
.
Entre los días y los segundos, James pierde la noción de las horas y olvida como leer relojes y calendarios. Se le acaban olvidando las fechas y otras veces mira y se pregunta en qué estación está. No sabe cuántas horas lleva sin dormir y sin comer, pero detiene el coche solo para bombear gasolina y rellenar el tanque.
James no sabe dónde está ni adonde pretende llegar. Tampoco ve al ciervo que le corta el camino hasta que lo tiene encima, y cuando da un volantazo y las ruedas del coche se despegan del asfalto, James siente en su interior, de manera vaga, que quizá es mejor que esto acabe así. Su corazón se estremece pero no está sorprendido.
Unos segundos después es solo él, y un silencio sepulcral.
¡Aquello era una locura! Cruzar el país por un portátil. Pero allí estaba yo, escapando de un lugar seguro para recuperar un par de objetos estúpidos... bueno, no es que fueran estúpidos, eran de mucha utilidad. Pero jugarse la vida por unas cosas... Eran cosas.
Caminar no era un problema, pero sí el tiempo que necesitaría. Había conseguido encontrarme con un par de supervivientes que me acercaron hasta un punto intermedio hacia donde iban ellos. Bastante simpáticos por cierto, costaba encontrar gente amable hoy en día y me arrepentí de no haberles hablado de Pandemonium, pero no estaba segura de si podía confiar plenamente en ellos.
Era muy tarde y debería buscar un lugar seguro para dormir, sin embargo no encontraba ningún sitio, viajaba por carreteras secundarias, entre un sin fin de árboles. Caminaba acostumbrada ya a la oscuridad, no era problema, en el pasado ya había tenido que moverme así. Andaba metida en mis pensamientos, y entonces a lo lejos vi una luz cegadora. ¿Un coche? Me escondí rápidamente entre un par de árboles, pero el supuesto coche no se acercaba. ¿Y por qué no me fui en otra dirección? Siendo lo más prudente... no, fui hacia esa luz.
Cuando me di cuenta de lo que se trataba quedé perpleja, era un coche volcado y para colmo había un zombie gruñendo justo allí, tratando de meterse en la cabina para atrapar al conductor.
- Mierda - susurré. Aferré el mango de mi machete y con decisión avancé hasta el zombie, por su espalda acabé con él, ya que estaba distraído. - ¿Hola? - me agaché en lugar de él y observé al muchacho que estaba boca abajo, colgado por el cinturón en su asiento, parecía bastante herido, pero al menos no mostraba signos de que lo hubiese arañado o mordido. Respiré hondo y me arrastré por el suelo hasta llegar a él y colocar mi mano en su cuello. Respiraba aún, tenía pulso.
- Menos mal... eh... ¿hola, me escuchas? - no estaba segura de si sería buena idea quitar el cinturón, pues no podría con él e igual se hacía más daño al golpearse. - Auch... - los cristales en el suelo se clavaron en mi piel, así que tuve que moverme de otra forma para evitar hacerme más daño. Los arañazos escocían a rabiar, pero debía sacar al muchacho de allí lo antes posible. - Vamos, por favor... - insistí, me arrastré más y pese a los cristales proseguí con mi intención... me coloqué bajo el muchacho y con mucho esfuerzo solté el cinturón. Provoqué que el hombre cayera sobre mi prácticamente. Durante un par de segundos me quedé sin respiración cuando todo su peso cayó sobre mi, pero fui capaz de arrastrarme y ayudarle a salir. Estaba llena de cortes en piernas, manos y antebrazos. Me puse en pie, dejando al muchacho apoyado sobre la chapa metálica y abombada del vehículo. Respire hondo, estaba agotada.
Caminar no era un problema, pero sí el tiempo que necesitaría. Había conseguido encontrarme con un par de supervivientes que me acercaron hasta un punto intermedio hacia donde iban ellos. Bastante simpáticos por cierto, costaba encontrar gente amable hoy en día y me arrepentí de no haberles hablado de Pandemonium, pero no estaba segura de si podía confiar plenamente en ellos.
Era muy tarde y debería buscar un lugar seguro para dormir, sin embargo no encontraba ningún sitio, viajaba por carreteras secundarias, entre un sin fin de árboles. Caminaba acostumbrada ya a la oscuridad, no era problema, en el pasado ya había tenido que moverme así. Andaba metida en mis pensamientos, y entonces a lo lejos vi una luz cegadora. ¿Un coche? Me escondí rápidamente entre un par de árboles, pero el supuesto coche no se acercaba. ¿Y por qué no me fui en otra dirección? Siendo lo más prudente... no, fui hacia esa luz.
Cuando me di cuenta de lo que se trataba quedé perpleja, era un coche volcado y para colmo había un zombie gruñendo justo allí, tratando de meterse en la cabina para atrapar al conductor.
- Mierda - susurré. Aferré el mango de mi machete y con decisión avancé hasta el zombie, por su espalda acabé con él, ya que estaba distraído. - ¿Hola? - me agaché en lugar de él y observé al muchacho que estaba boca abajo, colgado por el cinturón en su asiento, parecía bastante herido, pero al menos no mostraba signos de que lo hubiese arañado o mordido. Respiré hondo y me arrastré por el suelo hasta llegar a él y colocar mi mano en su cuello. Respiraba aún, tenía pulso.
- Menos mal... eh... ¿hola, me escuchas? - no estaba segura de si sería buena idea quitar el cinturón, pues no podría con él e igual se hacía más daño al golpearse. - Auch... - los cristales en el suelo se clavaron en mi piel, así que tuve que moverme de otra forma para evitar hacerme más daño. Los arañazos escocían a rabiar, pero debía sacar al muchacho de allí lo antes posible. - Vamos, por favor... - insistí, me arrastré más y pese a los cristales proseguí con mi intención... me coloqué bajo el muchacho y con mucho esfuerzo solté el cinturón. Provoqué que el hombre cayera sobre mi prácticamente. Durante un par de segundos me quedé sin respiración cuando todo su peso cayó sobre mi, pero fui capaz de arrastrarme y ayudarle a salir. Estaba llena de cortes en piernas, manos y antebrazos. Me puse en pie, dejando al muchacho apoyado sobre la chapa metálica y abombada del vehículo. Respire hondo, estaba agotada.
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Para James, el tiempo se para en algún punto entre el volantazo y el choque. Se pierde entre las horas y los segundos y a veces se olvida dónde está o qué ha pasado. No está seguro de si tiene veinte años o veintiséis o veintiocho porque de todas formas ya no importa. Siempre estará atrapado en el mismo punto, así es como son las cosas.
Pero cuando un par de brazos sacan a James del coche, que por alguna razón que se le escapa tiene el asiento en el techo, todo vuelve a encajar. Está en los últimos meses de la primavera. Dos mil trece. Tiene veintiséis años recién cumplidos, es el fin del mundo y está tan deprimido que no puede alegrarse por seguir vivo.
La boca le sabe a ventanas sucias y el aire a una melodía oscura e invisible que se descompone en las venas. A James le resulta difícil tragar. Todo es imperceptible; se balancea en el borde de la existencia. James quiere decir algo pero las palabras se pierden en el zumbido sordo en sus oídos, así que en lugar de eso se concentra en el desconocido.
Es una mujer y está de pie, dándole la espalda. James no puede evitar notar el horrible surtido de cortes en los brazos y manos de aquella inexplicablemente buena samaritana. Aunque él no debe tener mejor aspecto y no está en posición de sentir lástima por nadie, no puede pasar por alto un pinchazo de empatía que le sacude el pecho. Al final se lo traga todo con dificultad.
El dolor vuelve en olas de pequeños espasmos involuntarios y estremecimientos, y para cuando James ha encontrado su mochila, abandonada en el suelo -techo- de los asientos traseros, sigue consciente, pero solo a medias. Tarda lo que le parecen años en abrirla y encontrar su botiquín.
—O-Oye… — dice James, y está exhausto. Levanta el brazo y su intento de pasarle a esa mujer sus preciados suministros médicos (porque está herida y James sabe que es por su culpa) acaba en un latigazo que le atraviesa el hombro con tanta fuerza que le quita el aliento. Intenta ponerse en pie pero le duelen los huesos y las costillas se le clavan en los pulmones. No puede respirar y todo duele, gira, duele, gira. —Creo… Creo que me voy a desmayar.
Segundos después el silencio se vuelve negro.
Pero cuando un par de brazos sacan a James del coche, que por alguna razón que se le escapa tiene el asiento en el techo, todo vuelve a encajar. Está en los últimos meses de la primavera. Dos mil trece. Tiene veintiséis años recién cumplidos, es el fin del mundo y está tan deprimido que no puede alegrarse por seguir vivo.
La boca le sabe a ventanas sucias y el aire a una melodía oscura e invisible que se descompone en las venas. A James le resulta difícil tragar. Todo es imperceptible; se balancea en el borde de la existencia. James quiere decir algo pero las palabras se pierden en el zumbido sordo en sus oídos, así que en lugar de eso se concentra en el desconocido.
Es una mujer y está de pie, dándole la espalda. James no puede evitar notar el horrible surtido de cortes en los brazos y manos de aquella inexplicablemente buena samaritana. Aunque él no debe tener mejor aspecto y no está en posición de sentir lástima por nadie, no puede pasar por alto un pinchazo de empatía que le sacude el pecho. Al final se lo traga todo con dificultad.
El dolor vuelve en olas de pequeños espasmos involuntarios y estremecimientos, y para cuando James ha encontrado su mochila, abandonada en el suelo -techo- de los asientos traseros, sigue consciente, pero solo a medias. Tarda lo que le parecen años en abrirla y encontrar su botiquín.
—O-Oye… — dice James, y está exhausto. Levanta el brazo y su intento de pasarle a esa mujer sus preciados suministros médicos (porque está herida y James sabe que es por su culpa) acaba en un latigazo que le atraviesa el hombro con tanta fuerza que le quita el aliento. Intenta ponerse en pie pero le duelen los huesos y las costillas se le clavan en los pulmones. No puede respirar y todo duele, gira, duele, gira. —Creo… Creo que me voy a desmayar.
Segundos después el silencio se vuelve negro.
- ¿Qué...? - en aquel momento me sentí estúpida y bastante lenta. El muchacho se había movido, había hablado, pero no fui capaz de entender lo que estaba tratando de decirme hasta que pronunció la palabra "desmayarse". - ¡No, no, no, no... - corrí de nuevo hacia él para tratar de mantenerlo despierto, pero fue imposible y el joven cayó hacia un lado. Traté de sujetarle entre mis brazos para que no se golpease.
- ¿Qué hago ahora? - pregunté en voz baja, sintiendo las lágrimas en mis ojos a causa de la impotencia. El dolor de los cortes, la noche, el pobre chico... no le conocía pero sentía lástima por él. Toda esa maraña de problemas sumados a mi cansancio... no ayudaban en nada. ¿Qué podía hacer? Quedarnos allí no era una opción segura y cargar con él hasta... ¿dónde exactamente? Tampoco parecía una opción factible. Sin embargo marcharse era lo más lógico. Al menos adentrarse en el bosque.
Me había entregado un botiquín antes de desmayarse, revisé en él lo que había. Con las gasas, antiséptico... podría curar las heridas de los dos. Eso era algo bueno. ¿Pero y él? ¿Qué más podría hacer por él? No sabía por dónde empezar para ayudarle a despertar. ¿Tendría alguna herida mayor, una conmoción, algún hueso roto...? Todos aquellos pensamientos hacían que mi cabeza diese vueltas a una velocidad mayor. ¡Que horror!
Finalmente decidí por curar sus heridas superficiales, algo rápido, para posteriormente organizar mi mochila a un lado con las pocas pertenencias de él en otra. Registré todo el coche como pude. Saqué del maletero una alfombrillas bastante grande, que había cubierto toda la superficie del maletero. Serviría para tumbarlo ahí y así poder arrastrarlo hacia el bosque. Era lo único que se me ocurría.
Una hora más tarde había logrado avanzar unos metros en el interior del bosque. Cargar con las mochilas y el muchacho... por lo menos habíamos dejado atrás el coche, ya no se veía. Sería muy imprudente encender un fuego, pero hacía frío y él necesitaba entrar en calor. La zona parecía despejada, así que terminé por jugármela. Reuní hojas, ramas... y creé un pequeño fuego.
- ¿Hola? - me acerqué de nuevo a él, proseguí limpiando alguna de sus heridas, que había dejado para después. Eran rasguños superficiales del accidente y en apariencia no veía nada más. - Será mejor que bebas algo de agua... - acerqué la botella a sus labios, esperando que aquello le hiciera despertar de nuevo. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
- ¿Qué hago ahora? - pregunté en voz baja, sintiendo las lágrimas en mis ojos a causa de la impotencia. El dolor de los cortes, la noche, el pobre chico... no le conocía pero sentía lástima por él. Toda esa maraña de problemas sumados a mi cansancio... no ayudaban en nada. ¿Qué podía hacer? Quedarnos allí no era una opción segura y cargar con él hasta... ¿dónde exactamente? Tampoco parecía una opción factible. Sin embargo marcharse era lo más lógico. Al menos adentrarse en el bosque.
Me había entregado un botiquín antes de desmayarse, revisé en él lo que había. Con las gasas, antiséptico... podría curar las heridas de los dos. Eso era algo bueno. ¿Pero y él? ¿Qué más podría hacer por él? No sabía por dónde empezar para ayudarle a despertar. ¿Tendría alguna herida mayor, una conmoción, algún hueso roto...? Todos aquellos pensamientos hacían que mi cabeza diese vueltas a una velocidad mayor. ¡Que horror!
Finalmente decidí por curar sus heridas superficiales, algo rápido, para posteriormente organizar mi mochila a un lado con las pocas pertenencias de él en otra. Registré todo el coche como pude. Saqué del maletero una alfombrillas bastante grande, que había cubierto toda la superficie del maletero. Serviría para tumbarlo ahí y así poder arrastrarlo hacia el bosque. Era lo único que se me ocurría.
Una hora más tarde había logrado avanzar unos metros en el interior del bosque. Cargar con las mochilas y el muchacho... por lo menos habíamos dejado atrás el coche, ya no se veía. Sería muy imprudente encender un fuego, pero hacía frío y él necesitaba entrar en calor. La zona parecía despejada, así que terminé por jugármela. Reuní hojas, ramas... y creé un pequeño fuego.
- ¿Hola? - me acerqué de nuevo a él, proseguí limpiando alguna de sus heridas, que había dejado para después. Eran rasguños superficiales del accidente y en apariencia no veía nada más. - Será mejor que bebas algo de agua... - acerqué la botella a sus labios, esperando que aquello le hiciera despertar de nuevo. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
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La luz del sol flota y deriva en algo frío y salado que tal vez implica talones hundiéndose en la blanda franja de arena que hay entre el océano y la playa. James se gira y la arena se convierte en tierra ligeramente húmeda.
Cuando abre los ojos, el cóctel de alas de gaviota y tonos de azul es sustituido por un cielo nocturno que le arrebata el aliento. James alza el brazo para convertir las estrellas en constelaciones pero sus tendones tiran de los músculos y apenas puede levantarlo del suelo. Aún así, mirar las estrellas engastadas en las nubes es algo inexplicablemente cálido, ligero, efímero. Ese tipo de algo que permanece en sus palmas y que desaparece para cuando se da cuenta de qué quiere. Ese tipo de algo que le dice que esto ya ha pasado antes y que la próxima vez también se desvanecerá. Se deslizará entre sus dedos como escurridizos recuerdos.
.
James no se fija en las estrellas cuando recupera la consciencia por segunda vez. La realidad tira de él con implacable escepticismo y no puede notar nada más. Está mareado, la cabeza le da vueltas y es como si le hubieran envasado al vacío las entrañas.
Una voz a su derecha le llega como un murmullo tranquilizador y casi se estremece, pero no tiene tiempo de estar sorprendido porque esa persona le acerca una botella de agua a los labios y James bebe con avaricia hasta que sus pulmones protestan. El agua no se lleva el sabor amargo de su boca pero es suficiente para aliviar el dolor que le rebana la garganta. Es una emoción pequeña pero lo suficientemente grande como para hacer que su corazón lata un poquito más rápido.
James se sienta lentamente con un jadeo exhausto, intentado no centrarse el dolor punzante que le atraviesa el hombro. Mira a la otra persona y la vista es desconocida pero no extraña, como si fuera algo que ya debe de haber ocurrido antes pero que escapa a su memoria. Sin embargo, su voz es nueva, desde luego, y James no puede recordar con precisión cuándo la ha oído antes, si es que la ha oído.
—¿Quién eres? — dice al fin, y su voz retumba intranquila entre los arboles. James no sabe cómo ha llegado hasta el bosque así que reforma su pregunta. —¿Por qué… Qué ha pasado?
- Lanzada de dados:
- Uso el dado "dilemas" para saber si James recupera la consciencia (Sí) o no (No).
Sí. Estamos de suerte, Ryder.
El miembro 'James J. Yeager' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'Dilemas' :
Resultados :
'Dilemas' :
Resultados :
Tuve que tirarme en el suelo para descansar un poco. Mi respiración era acelerada y el frío de la noche no ayudaba en nada a mi garganta. Después dolería.
Cuando el muchacho bebió agua sonreí.
- ¿Mejor? - pregunté en voz baja, a sabiendas de que los ruidos podrían molestarle. - Has estado mucho tiempo dormido, pensé que igual no... - no terminé la frase, cuando se acabó la botella la deposité a un lado.
- Soy Ryder, te encontré en aquel coche volcado... - miré a nuestro alrededor tratando de señalar la dirección de la que habíamos venido, pero no estaba muy segura de haber acertado. - Tuviste un acciente de coche, ¿no lo recuerdas? - inquirí alzando una ceja. Igual estaba más grave de lo que pensaba o tal vez solo fuera la confusión del momento.
- Traté de traer tus coss también, encontré tan solo una mochila, está ahí... - se la acerqué. - ...no sé si llevabas algo más, a simple vista no vi nada más en el coche, lo cual era complicado, el coche estaba volcado - dije aquello último casi como si fuera un secreto. - He tratado de limpiartus heridas, pero... no soy médico ni mucho menos, así que, lo siento, no ha sio gran cosa - me encogí de hombros. Aquella clase que nos dieron de primeros auxilios habría prestado mayor atención de saber que pasaría todo esto... pero ue más divertido charlar con mis compañeros de la Marea Creciente y Terra Save en el ordenador...
Cuando el muchacho bebió agua sonreí.
- ¿Mejor? - pregunté en voz baja, a sabiendas de que los ruidos podrían molestarle. - Has estado mucho tiempo dormido, pensé que igual no... - no terminé la frase, cuando se acabó la botella la deposité a un lado.
- Soy Ryder, te encontré en aquel coche volcado... - miré a nuestro alrededor tratando de señalar la dirección de la que habíamos venido, pero no estaba muy segura de haber acertado. - Tuviste un acciente de coche, ¿no lo recuerdas? - inquirí alzando una ceja. Igual estaba más grave de lo que pensaba o tal vez solo fuera la confusión del momento.
- Traté de traer tus coss también, encontré tan solo una mochila, está ahí... - se la acerqué. - ...no sé si llevabas algo más, a simple vista no vi nada más en el coche, lo cual era complicado, el coche estaba volcado - dije aquello último casi como si fuera un secreto. - He tratado de limpiartus heridas, pero... no soy médico ni mucho menos, así que, lo siento, no ha sio gran cosa - me encogí de hombros. Aquella clase que nos dieron de primeros auxilios habría prestado mayor atención de saber que pasaría todo esto... pero ue más divertido charlar con mis compañeros de la Marea Creciente y Terra Save en el ordenador...
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James frunce el ceño intentado luchar contra pasajeras oleadas de nauseas y lo frunce aún más al escuchar unas explicaciones que solo siguen confundiéndolo. Sigue con la mirada lo que la tal Ryder está señalando con el dedo sin entender muy bien qué quiere que vea y la voz de James es dos octavas más grave de lo normal cuando dice:
—¿Qué accidente de… Oh.
El recuerdo de lo que ha pasado regresa a medias bajo el ceño fruncido de James. Algo parecido a indignación inflama su pecho y se arrastra bajo su piel hasta que llega a la conclusión que no se alegra por seguir vivo, es más, la idea pesa como un castigo. James se da cuenta que su vida va a estar siempre llena de esto; cree que está escapando y de repente se choca consigo mismo. Es divertidísimo y James se ríe, o quizá solloza, mientras recuesta la espalda contra el árbol que tiene a su derecha, sujetándose el brazo para que deje de doler. Es tan triste que es divertido.
Se queda en silencio un largo rato, oyendo como la chica habla pero sin escucharla realmente, cada vez más cerca de la ira que de la tristeza. Cuando James vuelve a hablar, ya no levanta la mirada de su manos.
—Tengo el hombro dislocado. Ya que eres tan buena samaritana, ayúdame a ponerlo en su sitio. — hiede a arrogancia culpable cuando las palabras salen de su garganta.
James está enfadado con el mundo, y le explica entre verbos y monosílabos qué tiene que hacer para arreglarle la articulación. Su voz es fría e impersonal y quiere mostrarle a la desconocida que es absurdo querer ayudar a los demás cuando ni siquiera podemos ayudarnos a nosotros mismos. Quiere que se marche y le deje sólo con su miseria y sus depresiones. James quiere que Ryder se de cuenta que la compasión es un lujo que ya nadie se puede permitir.
—¿Qué accidente de… Oh.
El recuerdo de lo que ha pasado regresa a medias bajo el ceño fruncido de James. Algo parecido a indignación inflama su pecho y se arrastra bajo su piel hasta que llega a la conclusión que no se alegra por seguir vivo, es más, la idea pesa como un castigo. James se da cuenta que su vida va a estar siempre llena de esto; cree que está escapando y de repente se choca consigo mismo. Es divertidísimo y James se ríe, o quizá solloza, mientras recuesta la espalda contra el árbol que tiene a su derecha, sujetándose el brazo para que deje de doler. Es tan triste que es divertido.
Se queda en silencio un largo rato, oyendo como la chica habla pero sin escucharla realmente, cada vez más cerca de la ira que de la tristeza. Cuando James vuelve a hablar, ya no levanta la mirada de su manos.
—Tengo el hombro dislocado. Ya que eres tan buena samaritana, ayúdame a ponerlo en su sitio. — hiede a arrogancia culpable cuando las palabras salen de su garganta.
James está enfadado con el mundo, y le explica entre verbos y monosílabos qué tiene que hacer para arreglarle la articulación. Su voz es fría e impersonal y quiere mostrarle a la desconocida que es absurdo querer ayudar a los demás cuando ni siquiera podemos ayudarnos a nosotros mismos. Quiere que se marche y le deje sólo con su miseria y sus depresiones. James quiere que Ryder se de cuenta que la compasión es un lujo que ya nadie se puede permitir.
- Esto... - no supe qué decir, no a sus palabras, si no a las formas, a cómo hablaba y me respondía. - Claro, puedo ayudarte algo más, no es problema... - comentó algo sarcástica en un tono de voz más bien bajo. Solo me había jugado la vida por ayudar a ese cretino, pero claro... esperar un gracias igual era demasiado. ¿Es que no aprendía? El apocalipsis sacaba lo peor de prácticamente todo el mundo.
- Madre mía... - menos mal que no podía verme la cara yo misma, porque debía ser un poema, seguí los pasos del joven, sujeté su brazo, coloqué una de las manos en el hombro... todo para colocárselo tal y como me había explicado. Esperaba hacerlo de forma rápida y limpia, había visto muchas películas y debía hacerse con fuerza.
- Va, una, dos y... - tomé aire. - ¡Tres! - tiré del brazo bruscamente, supuso que le tuvo que doler un montón, porque me había dolido hasta mi.
- Ay joder, joder... ¿Ya, estás bien, te duele, lo he hecho bien...? - empecé a preguntar de forma rápida y atropelladamente por prácticamente todo.
- Madre mía... - menos mal que no podía verme la cara yo misma, porque debía ser un poema, seguí los pasos del joven, sujeté su brazo, coloqué una de las manos en el hombro... todo para colocárselo tal y como me había explicado. Esperaba hacerlo de forma rápida y limpia, había visto muchas películas y debía hacerse con fuerza.
- Va, una, dos y... - tomé aire. - ¡Tres! - tiré del brazo bruscamente, supuso que le tuvo que doler un montón, porque me había dolido hasta mi.
- Ay joder, joder... ¿Ya, estás bien, te duele, lo he hecho bien...? - empecé a preguntar de forma rápida y atropelladamente por prácticamente todo.
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La actitud de James no cambia el comportamiento de Ryder, quien incluso tiene la consideración de avisarle antes de tirar de su brazo con fuerza. El dolor cuando la articulación vuelve a su sitio no es abrasador, sino punzante. La clase de dolor que le desgarra la carne, del tipo que rebana todos los nervios y duele, duele muchísimo.
James se olvida de cómo respirar y ya no registra los detalles. Sin embargo, a pesar de todo siente la necesidad de tranquilizar a Ryder, y no piensa cuando dice:
—Lo has hecho bien. Muchas gracias.
Los segundos vienen y van mientras James construye una pregunta a medias sobre por qué esta mujer se permite preocuparse por los demás de una forma tan desinteresada. Es tan peligroso como imprudente, porque la gente buena no sobrevive. No obstante, la pregunta se desmorona tan pronto como James escucha el chasquido de ramas rompiéndose, en algún lugar entre los árboles. A lo mejor un jadeo, un chirrido.
—¿Has oído eso? — James pregunta bruscamente.
Es una noche demasiado fría para un mes de marzo y parece que no amanecerá nunca. Las copas de los arboles se difuminan con el cielo, colores romos y opaco caos. James observa, todo músculos en tensión. Atrapa la mirada de Ryder durante un momento y el dolor de su hombro queda olvidado cuando el mismo sonido vuelve a romper la calma, esta vez más cerca.
James se olvida de cómo respirar y ya no registra los detalles. Sin embargo, a pesar de todo siente la necesidad de tranquilizar a Ryder, y no piensa cuando dice:
—Lo has hecho bien. Muchas gracias.
Los segundos vienen y van mientras James construye una pregunta a medias sobre por qué esta mujer se permite preocuparse por los demás de una forma tan desinteresada. Es tan peligroso como imprudente, porque la gente buena no sobrevive. No obstante, la pregunta se desmorona tan pronto como James escucha el chasquido de ramas rompiéndose, en algún lugar entre los árboles. A lo mejor un jadeo, un chirrido.
—¿Has oído eso? — James pregunta bruscamente.
Es una noche demasiado fría para un mes de marzo y parece que no amanecerá nunca. Las copas de los arboles se difuminan con el cielo, colores romos y opaco caos. James observa, todo músculos en tensión. Atrapa la mirada de Ryder durante un momento y el dolor de su hombro queda olvidado cuando el mismo sonido vuelve a romper la calma, esta vez más cerca.
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'Enemigos' :
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Tragué saliva a la vez que asentía de forma reiterada a su pregunta. Ruidos como aquel no avecinaban nada bueno. Siempre viajaba con mucha calma, con cuidado, evitando a todas las posibles criaturas, pero en ocasiones estas me sorprendían a mi antes y nunca era bueno. Tras enfrentarlas siempre me queda un sentimiento final: la sensación de que a la próxima no tendría tanta suerte y puede que hubiese llegado ya esa ocasión. ¡Y todo por un maldito ordenador!
No quise ni hablar. Me empecé a levantar lentamente, ni siquiera sabía si él podría hacer lo propio. Miré a mi alrededor con temor de que apareciera algo entre las sombras. Aunque con tanta oscuridad cualquier cosa que estaba viendo sin saber qué era exactamente... podía ser cualquier cosa. Ramas de árboles, los propios troncos de los árboles... Trataba de convencerme de que no era nada, ¡pero nunca era nada! Cada ruido, por pequeño que fuera, ahora resonaba como si de un tambor tratara. Mi respiración, cada movimiento acompañado por el roce de mis ropas... hasta mi corazón palpitar asustado.
Lo peor era esa idea que no paraba de gritar en mi cabeza: los zombies no hacen eso, los zombies atacan directamente, no juegan contigo. Y la alternativa a los zombies me parecía horrible y más en aquella situación. O tal vez hubiese sido cualquier animalejo del bosque y nos estábamos asustando a lo tonto. Hice una extraña mueca ante aquella idea, nunca había tanta suerte, nunca.
Le hice un gesto al muchacho para que se levantase. Prácticamente sin mover mis pies me estiré hasta mi mochila para sacar algo de ella, todo lo poco que llevaba me parecía de utilidad, pero necesitaba algo, cualquier cosa que hiciese ruido. Llevaba un pequeño tarro de cristal con cecina, lo abrí, arrojé el contenido dentro de la misma mochila y lancé el tarro muy lejos de nosotros. En cuestión de segundos se hizo mil añicos provocando un ruido con cierto eco en el bosque. Yo ya me había colgado mi mochila al hombre y me adelantaba hasta él con mucho sigilo para ayudarle a moverse. Consideraba que era el momento de salir corriendo.
No quise ni hablar. Me empecé a levantar lentamente, ni siquiera sabía si él podría hacer lo propio. Miré a mi alrededor con temor de que apareciera algo entre las sombras. Aunque con tanta oscuridad cualquier cosa que estaba viendo sin saber qué era exactamente... podía ser cualquier cosa. Ramas de árboles, los propios troncos de los árboles... Trataba de convencerme de que no era nada, ¡pero nunca era nada! Cada ruido, por pequeño que fuera, ahora resonaba como si de un tambor tratara. Mi respiración, cada movimiento acompañado por el roce de mis ropas... hasta mi corazón palpitar asustado.
Lo peor era esa idea que no paraba de gritar en mi cabeza: los zombies no hacen eso, los zombies atacan directamente, no juegan contigo. Y la alternativa a los zombies me parecía horrible y más en aquella situación. O tal vez hubiese sido cualquier animalejo del bosque y nos estábamos asustando a lo tonto. Hice una extraña mueca ante aquella idea, nunca había tanta suerte, nunca.
Le hice un gesto al muchacho para que se levantase. Prácticamente sin mover mis pies me estiré hasta mi mochila para sacar algo de ella, todo lo poco que llevaba me parecía de utilidad, pero necesitaba algo, cualquier cosa que hiciese ruido. Llevaba un pequeño tarro de cristal con cecina, lo abrí, arrojé el contenido dentro de la misma mochila y lancé el tarro muy lejos de nosotros. En cuestión de segundos se hizo mil añicos provocando un ruido con cierto eco en el bosque. Yo ya me había colgado mi mochila al hombre y me adelantaba hasta él con mucho sigilo para ayudarle a moverse. Consideraba que era el momento de salir corriendo.
- Número aleatorio (1,4) : 2
- El licker no hace caso del señuelo y ataca: James.
- El licker no hace caso del señuelo y ataca: Ryder.
- El licker se lanza a por el señuelo.
- No pasa absolutamente nada, pero nos sigue observando.
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El silencio que le sigue al último sonido es lo más ruidoso que James ha escuchado nunca. Por un momento piensa que puede ser cualquier cosa, que no hay razón para alarmarse, pero el patrón de aquellos ruidos en el bosque es casi deliberado. Como si lo que quiera que fuese aquello, en la oscuridad del bosque, los estuviera acechando. James no quiere arriesgarse, no puede permitírselo. Su mirada se cruza con la de Ryder y entiende al instante que ella tampoco.
James desenfunda en silencio su revólver, seguro hasta ese momento en la cartuchera que cuelga de su cadera, y deja escapar una bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo. Deja que todos los huesos de su cuerpo se recoloquen y agradece que el cielo esté despejado. La Luna brilla y la oscuridad que les rodea no es absoluta, aún así, la visibilidad sigue siendo baja.
Ryder se pone en pié y por un momento James desea con todas sus fuerzas que la distracción haya funcionado. Intenta levantarse pero el dolor le atraviesa las extremidades, implacable. En ese momento Ryder se acerca para ayudarle, pero James ve detrás de ella una figura cuadrúpeda acercarse a una velocidad muy por encima de la de cualquier muerto que haya visto, dispuesta a atacarla. Está demasiado oscuro para que James sea capaz de registrar los detalles, pero el parecido humanoide de aquello a pesar de la posición en la que se mueve le pone enfermo.
James deja de pensar cuando alarga la mano izquierda y tira con todas sus fuerzas de Ryder para alejarla de la linea de ataque. Su hombro grita del dolor pero lo ignora, levanta su arma y dispara apuntando a la cabeza de aquello, ahora a escasas decenas de centímetros.
James desenfunda en silencio su revólver, seguro hasta ese momento en la cartuchera que cuelga de su cadera, y deja escapar una bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo. Deja que todos los huesos de su cuerpo se recoloquen y agradece que el cielo esté despejado. La Luna brilla y la oscuridad que les rodea no es absoluta, aún así, la visibilidad sigue siendo baja.
Ryder se pone en pié y por un momento James desea con todas sus fuerzas que la distracción haya funcionado. Intenta levantarse pero el dolor le atraviesa las extremidades, implacable. En ese momento Ryder se acerca para ayudarle, pero James ve detrás de ella una figura cuadrúpeda acercarse a una velocidad muy por encima de la de cualquier muerto que haya visto, dispuesta a atacarla. Está demasiado oscuro para que James sea capaz de registrar los detalles, pero el parecido humanoide de aquello a pesar de la posición en la que se mueve le pone enfermo.
James deja de pensar cuando alarga la mano izquierda y tira con todas sus fuerzas de Ryder para alejarla de la linea de ataque. Su hombro grita del dolor pero lo ignora, levanta su arma y dispara apuntando a la cabeza de aquello, ahora a escasas decenas de centímetros.
- OFF:
- Vale, vamos a probar el sistema de habilidades, que no puede ser tan dificil.
Como el Licker se ha lanzado a atacar a Ryder, yo le ataco a él.
Primer dado - defensa del Licker asqueroso
Segundo dado - mi ataque
Defensa del Licker (3) + Dado (5) = 8
Mi ataque con Armas de fuego ligeras (3) + Dado (9) = 12
8 < 12 así que gano yo. Con mi ataque inflinjo 28 puntos de daño porque uso la Desert Eagle Mark XIX.
Los puntos de vida del Licker es su Condición física (3) x 10 = 30
30 (Puntos de Vida del Licker) - 28 (Mi ataque) = 2
Vamos a rematar a este cabrón jajaja
El miembro 'James J. Yeager' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'Números' :
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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
Abrí mucho los ojos cuando vi a aquella silueta acercarse, iba directa a por mi y ni me dio tiempo a reaccionar, de no ser por el muchacho igual ahora... preferí no pensarlo. Él reaccionó rápido, el disparo resonó con fuerza en todo el bosque, pero no había sido un ataque definitivo. La criatura seguía moviéndose.
- Déjame a mi ahora - dije en un susurro, tal vez algo temerosa de lo que acababa de proponer, pero debía hacerlo.
Temí que fuera a atacarnos otra vez, pero pareció aturdido por el disparo de James. Avancé hasta la criatura, machete en mano y lo hundí en aquello que parecía su cerebro. La sangre salpicó levemente mis ropas, retrocedí torpemente hacia atrás.
- ¿Estás bien? - pregunté mientras recobraba el aliento por culpa del susto. - Esto no te va a gustar, pero deberíamos movernos, hemos hecho mucho ruido - comencé a recoger mis cosas. - ¿Podrás caminar? - me colgué la mochila al hombro. - Puedo llevar tus cosas si quieres - recogí su mochila del suelo.
- Déjame a mi ahora - dije en un susurro, tal vez algo temerosa de lo que acababa de proponer, pero debía hacerlo.
Temí que fuera a atacarnos otra vez, pero pareció aturdido por el disparo de James. Avancé hasta la criatura, machete en mano y lo hundí en aquello que parecía su cerebro. La sangre salpicó levemente mis ropas, retrocedí torpemente hacia atrás.
- ¿Estás bien? - pregunté mientras recobraba el aliento por culpa del susto. - Esto no te va a gustar, pero deberíamos movernos, hemos hecho mucho ruido - comencé a recoger mis cosas. - ¿Podrás caminar? - me colgué la mochila al hombro. - Puedo llevar tus cosas si quieres - recogí su mochila del suelo.
- DADOS:
- DADO 1: Ataque de licker.
DADO 2: Mi defensa.
DADO 3: Mi ataque.
DADO 4: Su defensa.
ATAQUE LICKER: 2 + 4 = 6
MI DEFENSA: 4 + 2 = 6
EMPATE. Osea que nada.
MI ATAQUE: 8 + 2 = 10
SU DEFENSA: 0 + 3 = 3
10>3. Ataco.
Uso mi pistola machete que tiene un daño de 7 + fuerza 0 = 7.
2 - 7 = -5. MUELTO MUELTO!!
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El miembro 'Ryder' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
La bala impacta justo donde James quiere y la criatura cae hacia atrás del impulso con un chillido. Los segundos viven y van hasta que es capaz de controlar los atronadores latidos de su corazón y ponerse en pie a medias, apoyándose en el árbol detrás de él. Sólo entonces, James se da cuenta de los estremecimientos involuntarios en las monumentales extremidades de la criatura, en el suelo a un escaso metro ¿Cómo ha podido sobrevivir a un disparo de gran calibre a esa distancia?
Ryder se encarga de rematarlo pero James no tiene tiempo para estar horrorizado porque ese es otro problema. El disparo ha resonado altísimo en la tranquilidad de la noche y no tiene ninguna duda que todo lo vivo -y muerto- en al menos un kilómetro a la redonda debe haberlo escuchado. Cuando la mujer se vuelve a dirigir a él James asiente, sujetándose el brazo.
—Sí, tenemos que irnos. — frunce el ceño por los comentarios de Ryder. No tiene el tiempo ni la paciencia para su lástima y preocupación así que enfunda su revólver y le quita su muchila de las manos. —No necesito tu ayuda. — espeta un segundo demasiado rápido. —Mantengámonos alejados de la carretera, siempre hay más de ellos por las rutas principales.
James se gira y pronto se da cuenta que está exhausto. Las piernas le tiemblan y se tambalean con cada paso, como si ya no fueran lo suficientemente fuertes para soportar el enorme e invisible peso que carga sobre los hombros. Tiene la cara perlada en sudor y está algo mareado. Le duelen los brazos y las costillas y su respiración entra y sale, silbante, de sus pulmones.
Va a ser una noche muy larga.
Ryder se encarga de rematarlo pero James no tiene tiempo para estar horrorizado porque ese es otro problema. El disparo ha resonado altísimo en la tranquilidad de la noche y no tiene ninguna duda que todo lo vivo -y muerto- en al menos un kilómetro a la redonda debe haberlo escuchado. Cuando la mujer se vuelve a dirigir a él James asiente, sujetándose el brazo.
—Sí, tenemos que irnos. — frunce el ceño por los comentarios de Ryder. No tiene el tiempo ni la paciencia para su lástima y preocupación así que enfunda su revólver y le quita su muchila de las manos. —No necesito tu ayuda. — espeta un segundo demasiado rápido. —Mantengámonos alejados de la carretera, siempre hay más de ellos por las rutas principales.
James se gira y pronto se da cuenta que está exhausto. Las piernas le tiemblan y se tambalean con cada paso, como si ya no fueran lo suficientemente fuertes para soportar el enorme e invisible peso que carga sobre los hombros. Tiene la cara perlada en sudor y está algo mareado. Le duelen los brazos y las costillas y su respiración entra y sale, silbante, de sus pulmones.
Va a ser una noche muy larga.
- Bueno... ahí vamos - susurré tras que me quitase la mochila de mala gana y se esforzase en continuar. - ¿Quieres que te pegue ahora o prefieres desmayarte tú solo? - añadí en tono irónico al ver que realmente no parecía poder seguir solo y tarde o temprano acabaría cayendo. - No seas cabezón, ¿serlo te va a ayudar de algo? - pregunté mientras me acercaba hasta su lado y le sujetaba por el brazo sano. - Vamos, si ser un auténtico gilipollas va a curar tus heridas milagrosamente, venga, sigue siendo un borde conmigo - le animé en aquel tono sarcástico con el que había empezado la conversación.
- Apóyate en mi maldita sea... - no me molesté en esta ocasión en sujetar su mochila, simplemente en ayudarle a avanzar. Si él se sentía orgulloso de cargar con sus cosas adelante. - Y ya no es solo por ti, si no por mi, nos vas a retrasar a ambos si vas tú solo... - mi tono de voz ahora resultaba más severo.
Ambos avanzamos entre los árboles, sin un rumbo fijo, salvo el de huir de las carreteras. No tenía claro si aquello me llevaría a algún punto necesario, si retrasaría mi viaje o no... lo que sí tenía claro es que no podía dejar solo a aquel idiota herido. Tenía la sensación de que se moriría si no le ayudaba.
Amanecía y bostecé. Llevaba más de un día sin dormir.
- No puedo más... - llevábamos horas caminando y tuve que parar finalmente, ayudando al muchacho a que se sentara junto a un árbol. Me estiré y acto seguido me dejé caer entre las hojas secas de los árboles, no fue buena idea porque estaban húmedas a causa del rocío de la mañana, pero fue agradable poder tumbarme, aunque fuera ahí. Cerré los ojos durante un instante, igual me quedaba hasta dormida.
- Una camita, no pido mucho... - alcé ambas manos, uniéndolas como el que se ponía a rezar o pedir un deseo a un genio mágico.
- Apóyate en mi maldita sea... - no me molesté en esta ocasión en sujetar su mochila, simplemente en ayudarle a avanzar. Si él se sentía orgulloso de cargar con sus cosas adelante. - Y ya no es solo por ti, si no por mi, nos vas a retrasar a ambos si vas tú solo... - mi tono de voz ahora resultaba más severo.
Ambos avanzamos entre los árboles, sin un rumbo fijo, salvo el de huir de las carreteras. No tenía claro si aquello me llevaría a algún punto necesario, si retrasaría mi viaje o no... lo que sí tenía claro es que no podía dejar solo a aquel idiota herido. Tenía la sensación de que se moriría si no le ayudaba.
- Unas horas más tarde -
Amanecía y bostecé. Llevaba más de un día sin dormir.
- No puedo más... - llevábamos horas caminando y tuve que parar finalmente, ayudando al muchacho a que se sentara junto a un árbol. Me estiré y acto seguido me dejé caer entre las hojas secas de los árboles, no fue buena idea porque estaban húmedas a causa del rocío de la mañana, pero fue agradable poder tumbarme, aunque fuera ahí. Cerré los ojos durante un instante, igual me quedaba hasta dormida.
- Una camita, no pido mucho... - alcé ambas manos, uniéndolas como el que se ponía a rezar o pedir un deseo a un genio mágico.
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La noche es tan larga como James espera y con la adrenalina por los suelos, se pasa horas caminando en la frontera de la inconsciencia. La cabeza le da vueltas, le duelen los huesos y los tendones retienen a cada músculo de su cuerpo. A principio sólo quiere tirarse al suelo y cerrar los ojos, pocas horas después no quiere nada en absoluto. James se mueve por inercia, a lo mejor responde a una o dos de las provocaciones de Ryder, que da su mejor intento por no dejarle desfallecer. Él sigue sin entender por qué pero no se lo pregunta y más tarde que temprano el silencio cae sobre ellos, y después de caer no vuelve a levantarse.
Una ráfaga de primavera disipa los últimos rayos de luz de la Luna y la salida del sol anuncia el comienzo de un nuevo día. James no es capaz de discernir con claridad el momento en el que paran y Ryder le ayuda a sentarse, pero cuando sus entumecidas extremidades se relajan por primera vez en muchas horas no puede evitar solar un suspiro de placer. Deja que los doscientos seis huesos de su cuerpo se recoloquen mientras respira hondo.
Cuando cierra los ojos escucha el curso de las palabras de Ryder, la brisa sacando de las hojas de los arboles una melodía de aplausos ligeramente húmedos, el trinar de algún mirlo indiscreto, los latidos de su pulso que se derraman por las grietas invisibles de su cuerpo. Quizá el rumor del agua sobre el cuerpo inmóvil de James y entonces abre los ojos.
—¿Escuchas eso? — se gira para mirarla, con un brillo de ausencia en su expresión. —Creo que hay un río cerca. — quizá no un río en toda la magnitud de la palabra, pero bastaría una corriente de agua lo suficientemente fuerte para llevarse su fatiga. Quizá una cascada. James suspira ante la idea. —Vamos. — no sabe de dónde saca las fuerzas para ponerse en pie, mucho menos para tenderle la mano y ayudarla a ella pero la promesa de un baño despierta en él una emoción pequeña pero lo suficientemente fuerte como para hacer que su corazón lata un poco más rápido.
*
Una ráfaga de primavera disipa los últimos rayos de luz de la Luna y la salida del sol anuncia el comienzo de un nuevo día. James no es capaz de discernir con claridad el momento en el que paran y Ryder le ayuda a sentarse, pero cuando sus entumecidas extremidades se relajan por primera vez en muchas horas no puede evitar solar un suspiro de placer. Deja que los doscientos seis huesos de su cuerpo se recoloquen mientras respira hondo.
Cuando cierra los ojos escucha el curso de las palabras de Ryder, la brisa sacando de las hojas de los arboles una melodía de aplausos ligeramente húmedos, el trinar de algún mirlo indiscreto, los latidos de su pulso que se derraman por las grietas invisibles de su cuerpo. Quizá el rumor del agua sobre el cuerpo inmóvil de James y entonces abre los ojos.
—¿Escuchas eso? — se gira para mirarla, con un brillo de ausencia en su expresión. —Creo que hay un río cerca. — quizá no un río en toda la magnitud de la palabra, pero bastaría una corriente de agua lo suficientemente fuerte para llevarse su fatiga. Quizá una cascada. James suspira ante la idea. —Vamos. — no sabe de dónde saca las fuerzas para ponerse en pie, mucho menos para tenderle la mano y ayudarla a ella pero la promesa de un baño despierta en él una emoción pequeña pero lo suficientemente fuerte como para hacer que su corazón lata un poco más rápido.
Tenía algo de frío, por lo que estiré las mangas de mi chaquetón tratando de cubrir mis manos. Se notaba que acababa de salir el sol. - Gracias... - me quedé mirándolo una vez que estuve de pie. - No me has dicho tu nombre - alcé una ceja dubitativa, ya no recordaba si lo había hecho, pero estaba convencida de que no.
- Estaría bien llenar la botella de agua... - ahora solo pensaba en comer y beber, tenía hambre. Me paré apenas unos segundos para escuchar el ruido del que hablaba él y cuando creí estar segura comencé a caminar con lentitud en esa dirección, no quería hacer más ruido, quería escuchar bien el rumor del agua para estar segura de que iba en la dirección correcta. - Por aquí... - susurré. No tardamos en salir a una zona más despejada de árboles, efectivamente allí había un río, conforme nos habíamos estado acercando el sonido del agua era cada vez más evidente.
- ¡Genial! - corrí hasta la orilla mientras sacaba la botella de la mochila. Observé que el agua bajase limpia y coloqué la botella. Más tarde la trataría de hervir para asegurarme de limpiarla, pero era agua al fin y al cabo y eso me hacía tremendamente feliz. Era curioso como con el apocalipsis habían cambiado nuestras prioridades.
- ¿Hmmm...? - me giré para ver como el final del ría llegaba hasta lo que parecía un lago. Me levanté lentamente y comencé a bajar siguiendo el río hasta su cauce. Al fondo había una especie de campamento, con un sin fin de cabañas que se perdían entre los árboles. No parecía haber absolutamente nadie.
- Mira eso - mi estómago rugió, pidiendo atención. Tal vez allí pudiéramos encontrar algo de comida interesante, más allá de las chocolatinas y cereales que llevaba en la mochila.
- Estaría bien llenar la botella de agua... - ahora solo pensaba en comer y beber, tenía hambre. Me paré apenas unos segundos para escuchar el ruido del que hablaba él y cuando creí estar segura comencé a caminar con lentitud en esa dirección, no quería hacer más ruido, quería escuchar bien el rumor del agua para estar segura de que iba en la dirección correcta. - Por aquí... - susurré. No tardamos en salir a una zona más despejada de árboles, efectivamente allí había un río, conforme nos habíamos estado acercando el sonido del agua era cada vez más evidente.
- ¡Genial! - corrí hasta la orilla mientras sacaba la botella de la mochila. Observé que el agua bajase limpia y coloqué la botella. Más tarde la trataría de hervir para asegurarme de limpiarla, pero era agua al fin y al cabo y eso me hacía tremendamente feliz. Era curioso como con el apocalipsis habían cambiado nuestras prioridades.
- ¿Hmmm...? - me giré para ver como el final del ría llegaba hasta lo que parecía un lago. Me levanté lentamente y comencé a bajar siguiendo el río hasta su cauce. Al fondo había una especie de campamento, con un sin fin de cabañas que se perdían entre los árboles. No parecía haber absolutamente nadie.
- Mira eso - mi estómago rugió, pidiendo atención. Tal vez allí pudiéramos encontrar algo de comida interesante, más allá de las chocolatinas y cereales que llevaba en la mochila.
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