Comida para dos, gracias [Hawnk]

Soleado - 09 º C - Washington D. C. - 27 de diciembre de 2015 - B.S.O.

El frío comenzaba a ser insoportable, aunque Capi, el husky que la acompañaba desde hacía meses parecía estar en su salsa.

— ¿A ti si te gusta el frío eh? — Carmen se había criado al pie de Sierra Nevada, por lo que realmente estaba acostumbrada al mal tiempo. Pero aquello era incluso demasiado para ella. Había logrado encontrar un buen abrigo de pelo con el que taparse y aún así el frío calaba a sus huesos, por no hablar de lo complicado que le resultaba moverse con él.

Capi olisqueaba por el asfalto, mientras ella le seguía. Ambos se adentraban en una calle a las afueras de la capital del país. En otra época fue mucho mejor, Carmen había tenido la oportunidad de visitar la ciudad antes del virus zombie y verla así ahora, resultaba toda una pena.

La mujer caminaba sujetando el bate de madera sobre su hombro, observaba con mucha atención a su alrededor. Sus ojos se fijaban en las ventanas de las primeras casas, Carmen pudo distinguir a algunos zombies en ellas. Paseaban por ahí o simplemente observaban fuera casi sin inmutarse de su presencia. Sí, era eso otra vez. Así que se acercó a Capi, este apartó la cabeza de ella.


— Yo también empiezo a notarlo Capi, tengo mucha hambre — explicó, aunque él no fuera a entender nada y a la vez lo supiera todo. El problema era que no tenía nada para comer en su petate y esa hambre, aunque casi siempre estaba presente en ella, ahora estaba en uno de esos momentos en los que se hacía insoportable.

— Busquemos algo — Carmen avanzó, adelantándose a Capi, que se apartó algo receloso de ella. El perro era así, cuando peor estaba Carmen, Capi era como si lo supiera, y entonces mantenía las distancias aunque de normal solía ser muy cariñoso con ella.

Carmen se adentró en una tienda, parecía haber sido un antiguo bazar de comida 24 horas, así que esperaba poder encontrar algo de comida. El local estaba desordenado, muy desordenado. Estanterías tiradas por el suelo, paquetes abiertos, basura... Todo tirado por el suelo. La mujer se movió con cautela, tratando de no pisar nada.

Miraba concienzudamente, hasta en el rincón más pequeño y oculto. Ya no le hacía ascos apenas a nada, desde el inicio del apocalipsis había tenido que comer cosas que jamás habría imaginado. Como solía decir su abuelo: "lo que no te mata te hace más fuerte". Y así era. Se agachó y examinó el suelo, bajo algunas de las estanterías, cuando un ruido la hizo ponerse alerta, bate en mano. Sin embargo no fue capaz de distinguir de dónde procedía el ruido o qué habría podido provocarlo.

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Carmen sentía como la sangre, que había dejado refregada por su rostro se resecaba poco a poco, formando una pequeña costra. No le importaba en lo más mínimo su aspecto, se mostraba tranquila pese al golpe y atenta a los movimientos que pudiera dar él ahora. No sabía qué es lo que iba a ocurrir a continuación, puesto que al parecer él deseaba simplemente matarla, quedarse con sus cosas y lo único que podía preocuparla era Capi si este se quedaba solo.

Al principio simplemente quiso seguir su camino, aquel hombre no era un buen tipo y gracias a que Carmen ya no podía considerarse que seguía formando parte de una ley estuvo a punto de dejarlo estar, pero claro, tuvo que ir a por más y demostrar que no era más que un monstruo en un mundo atroz. Por conclusión ella solo vio una salida: acabar con él. ¿Pero iba a llegar hasta el final? Comenzaba a creer que estaba haciéndole un favor a lo que quedaba de mundo, así que lo había decidido así, pero algo se interpuso en sus planes, justo cuando iba a sacar su as bajo la manga.

— ¡Mierda! — se quejó en su idioma nativo. ¡TENÍA QUE SER ESO! Habían estado haciendo demasiado ruido y era normal que fueran a atraer a alguna de esas criaturas. Carmen se movió ágilmente lanzándose hacia un lateral para esquivar al hombre cuando la criatura lo lanzó por los aires.

Era evidente entonces, que aquel hombre se trataba de un descerebrado, el zombie había preferido lanzarlo por los aires a morderlo. Pensó con sarcasmo. Carmen observaba, agachada, con los pies de puntillas, desde el lugar donde se había apartado, apoyando una de sus manos en el suelo. Movió la otra mano hacia la parte interior de su bota derecha. Ahí, muy bien disimulado, en jirones de tela, portaba la funda del cuchillo militar, desenfundó el arma y comenzó a correr sin pensarlo dos veces hacia la criatura. Carmen iba totalmente de frente, ella era alta, pero él más aún, a cosa de un metro, cuando él estiraba los brazos en su dirección ella se agachó rápidamente y giró quedando a las espaldas de este. La española saltó sobre sus hombros a la vez que alzaba el cuchillo y lo dejaba caer tratando de atravesar su cráneo, logró rozar su cuerpo, pero no en el lugar que a ella le habría gustado.

El zombie estiró su brazo y la sujetó con furia lanzandola lejos de él.

— Eso me ofende, considero que tengo más cerebro que él — susurró de forma entrecortada, por culpa del golpe, todo en español. Mientras que Capi corría hacia ella y acercaba su hocico a su rostro, notablemente preocupado por ella.

— Capi, a tu sitio... — logró decir con gran esfuerzo.

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Respiró hondo, aquello se les estaba yendo de las manos, Carmen solo podía pensar en Capi, al margen de aquella pelea y en la posibilidad de que si ella fallase se quedase solo. ¿Podría sobrevivir sin su ayuda? O peor, que ella muriese y que él quisiera atacar a la criatura, no tendría oportunidad contra esa cosa.

Carmen alzó el cuchillo, tan solo con la motivación que Capi le brindaba, si era necesario... no, el destino tenia otros planes. Todo ocurrió muy rápido, sin poder hacer nada, fue una mera espectadora ante aquel combate sangriento. El extraño hombre abrió fuego contra la criatura que se acercó peligrosamente hasta él. La sangre comenzó a mancharlo todo, Carmen se acercó con cierto recelo a ambos cuerpos, tendidos en el suelo, el zombie estaba muerto del todo, el hombre ya no tenía pulso y a juzgar por sus heridas, esa causa parecía perdida...

Suspiró. Había estado a punto de matarla, y aún así se lamentaba de esa muerte.

Se estiró, viendo como Capi se acercaba hasta quedar a su lado. Carmen acarició la cabeza del perro sin apartar la vista de los dos cuerpos. Se preguntó por primero por el zombie: ¿habría sido una buena persona? Era evidente que el apocalipsis lo había convertido en aquel monstruo, ¿y el segundo? ¿también había sido culpa del apocalipsis que acabara como otro monstruo más?

— Lo siento por ambos — Carmen se agachó, aquello no era plato de buen gusto, pero debía pensar en lo mejor para ella misma. Apartó con cuidado la desert eagle de entre los aún calientes dedos del cadáver del extraño y revisó la cámara: tres balas en total. — Diría que lo siento, pero... descansad en paz — susurró en español mientras se levantaba y guardaba el arma, con el seguro, en la cintura de su pantalón. Carmen podría seguir indagando entre el resto de cosas del hombre, pero prefirió no seguir. Tan solo se quedó con lo que estaba a la vista y le interesó: la desert eagle.

— Capi vámonos ya, antes de que sea peor — Carmen podía escuchar los ruidos, no eran muy claros, pero ese "ambiente", era perturbador. Era esa sensación de que los estaban rodeando y su instinto le decía que debían marcharse ya.

Por donde habían venido no era una buena opción: puesto que ya habían estado huyendo de zombies hasta llegar allí. Carmen decidió avanzar hacia más allá del telar, buscando una salida trasera de ese dichoso almacén. Efectivamente, al avanzar ambos descubrieron una puerta trasera. Carmen la abrió para salir al exterior: la parte de atrás del edificio llena de hierba seca y cajas tiradas por los suelos.

Uno de esos zombies giraba hasta verlos, ella avanzó con el cuchillo en mano a la vez que un segundo zombie aparecía en escena. Carmen tensó la mandíbula, pero no se detuvo. Alzó el cuchillo, para clavarlo en la cabeza del segundo zombie, que se había adelantado, este murió en el acto, sin embargo el primero se movió rápido, agarrando por el hombro a Carmen. Esta había movido el cuchillo ya y lo hundía en el ojo del no muerto. El problema había sido que este la había agarrado con tanta fuerza por el hombro que había clavado sus uñas hasta el punto de hacerla sangrar.

Carmen gruñó molesta, haciéndole señas a Capi para que la siguiera. Se marchaban ya.

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