Hansel y Gretel en casa de los Stolzfus [Aiden R. O'Connor]

Atardecía. El sonido de las risas de Erica flotaba en el ambiente. La rubia llegaba rápidamente a la casa de los Stolzfus seguida de Enno, renegando para variar. — Hola, bonita — se agachó para saluda a la pequeña cabra que se paseaba por la vivienda como si se tratase de un gato, se quitó la chaqueta dejándola colgada en la entrada y se sacudió rápidamente.

— ¡Eh viejales, traemos la cena! — exclamó mientras se quitaba las zapatillas y las dejaba en la entrada. Erica portaba en su mano derecha una bolsa de tela. — Y será mejor que traiga una fregona, alguien creyó que podría pescar carpas con sus propias manos — Enno venía completamente calado hasta la medula y Erica no dejaba de burlarse del anciano.

Los últimos días de Erica habían sido muy raros para ella y aunque al principio no se adaptaba a aquel lugar, había algo en la casa y los hermanos Stolzfus que la hicieron sentirse como en casa al final. Lo más parecido a una familia habían tenido que ser dos ancianos locos de un poblado amish secuestrado por desertores de Umbrella. Su padre estaría orgulloso. Pensó sarcástica.

Se acercó a la cocina a dejar el pescado en la encimera. La caña de pescar ya estaba desmontada y la joven la guardaba en una alacena. — Enno, será mejor que se de un baño caliente ya, el frío no es bueno para sus huesos — pese a todo a ella siempre le habían enseñado modales y aún con sus bromas, guardaba respeto a los dos ancianos que le habían brindado un hogar sin preguntar. Sí, la joven les tenía cariño al final de todo.

— Me voy arriba — cuando subió las escaleras se llevó una gran sorpresa, porque no estaba solo allí arriba y no se trataba de Zasha. Automáticamente la joven desenfundó uno de sus cuchillos y lo empuñó en su mano derecha. — ¡Eh! ¡¿Qué haces aquí, quién eres?! — gritó a la defensiva. ¿Le había enviado Harvey a alguien? ¿Aquellos idiotas del refugio ya no respetaban nada? Millones de ideas aparecieron en su cabeza sin tener ninguna muy clara, salvo el hecho de que había un muchacho en la casa.

Ya estaba instalado totalmente en la biblioteca de la casa del señor Stolzfus, la verdad que aunque estuviera quedándose en una biblioteca; era como una habitación más, le serviría para poder leer y entretenerse. Había salido a dar una vuelta pero algo corta, por lo que después de haber tomado algo de aire se dirigió hacia su, ahora, habitación para poder tomar algún libro de la estantería y poder así leer algo.

Escuchó pasos por las escaleras por lo que, pensando que era Zasha, se levantó del sillón dejando el libro a un lado para salir hacia el pasillo. Su sorpresa fue grande al ver a una chica rubia la cual sacó un cuchillo y le apuntó con este.

—Tranquila —dijo alzando las manos.— Conozco a Zasha, bueno... Le conocí esta mañana, le salvé de ser almuerzo de un zombie y me ha dicho que puedo quedarme hasta que me recupere del todo; no soy de los malos.

Aunque en su mente seguía queriendo ir a buscar a sus padres, y eso haría, por el momento necesitaba descansar bien para seguir su camino.

— No hay zombies en St. Friedrich — respondió Erica rápidamente, mientras que Enno, el hermano gemelo de Zasha subía las escaleras al escuchar aquel alboroto. La joven no bajó el arma en ningún momento, sin embargo cuando Enno llegó a la planta superior, pasó entre ambos como si nada. Erica pestañeó incrédula ante la parsimonia del anciano y lo mucho que le daba todo igual, pero tanto a él como Zasha, era algo que la exasperaba siempre. Ni siquiera miró al joven. — ¿Es que no vas conociendo a mi hermano ya? — cuestionó a la vez que colocaba una mano sobre la de Erica obligándola a bajar el cuchillo. — Le encanta ir por ahí adoptando a todo el mundo — Erica abrió la boca, molesta, para decir algo, pero Enno se giró hacia el muchacho y le acercó la mano.

— Soy Enno, mucho gusto, ella es Erica, no muerde aunque lo parezca — ella quiso añadir algo más, pero se quedó en el pasillo observando como Enno se marchaba a su habitación para cambiarse.

— ¿Dónde está Zasha? — fue lo único que se le ocurrió decir en aquel momento, quería hablar con él, seguramente para gritarle que estaba loco y que no debía fiarse de nadie, pero en el fondo solo quería saber que estaba bien. Sin embargo algo la crispó más aún. — ¡Por el amor de Dios! — exclamó al ver como Enno había dejado todo el suelo encharcado a su paso. — Malditos viejos locos — guardó el cuchillo en su cinturón y se acercó al baño en busca de la fregona para limpiar los charcos de agua. ¡Esos dos pasaban de todo! — Tú no eres de aquí tampoco, ¿no? — preguntó con aquel acento alemán tan marcado. Erica no volvió a mirar al joven, se dedicó a pasar la fregona por las marcas de los pies de Enno, antes de que la madera absorbiera el agua y se abombase. Sí, de guardaespaldas de un psicópata de Umbrella loco a asistenta de dos ancianos locos. Su padre estaría muy orgulloso.

—Pues el zombie que estaba justo a las puertas del muro de St. Friedrich, no opinó lo mismo —comentó alzando una ceja, estaba claro que Aiden en ese lugar era un forastero y entendía que ella estuviera a la defensiva.

Iba a decir algo más pero justo llegó un hombre muy parecido a Zasha, Aiden se cruzó de brazos observando la escena con gracia; parecía no estar tan molesto con su presencia como la joven. Miró hacia el suelo soltando una leve risa para luego volver a alzar la mirada hacia el hombre que, en ese instante, había presentado tanto a la chica como a él mismo.

—Encantado, Enno; soy Aiden —respondió al hombre con una sonrisa mirando hacia ella, observó como limpiaba lo que Enno había mojado y negó con la cabeza.— El coche en el que iba se averió y me ha dejado tirado justo delante del camino que da a este lugar, lo único que quiero es arreglar el coche y poder seguir mi camino.

Estaba claro que la joven no quería forasteros en ese lugar pero ¿qué iba a hacer? Necesitaba un sitio seguro donde descansar, arreglar su coche e irse. Tenía un camino muy largo que recorrer y que hacer una parada en otro sitio, esperaba encontrar lo que quería.

— Y eso no es St. Friedrich — contestó de mala gana ella cuando el rubio la contradijo. A Erica le irritaba demasiado el pasotismo de los dos ancianos, eran mucho peor que unos críos. ¡¿Qué hacía Zasha fuera del poblado?! ¿Y por qué a Enno no le molestaba ni una pizca que Zasha se creyera que aquello era un albergue? Aunque bueno, ahí Erica tampoco podía opinar demasiado, ya que también la habían acogido. Resopló apoyando ambas manos sobre el palo de la fregona cuando terminó con el agua en aquella planta.

— Yo no sé mucho de mecánica, pero tal vez pueda ayudarte — si eso ayudaba a que se marchara antes, ella no dudaría en echarle un cable. — Y cuidado con las gentes de aquí, no tienen nada que ver con Zasha y Enno — advirtió. Esperaba que Harvey no se enterase de aquello, ya había tenido problemas con ella, incluso Zasha los tuvo por interponerse.

— Creo que puedo conseguirte herramientas, ¿necesitas algo en particular? — añadió. La rubia comenzó a bajar las escaleras para terminar de limpiar los pasos de Enno, así que hablaba desde los escalones, poco a poco. Mientras pensaba en las herramientas que tenían en el exterior y en si serían suficientes... no le importaría tampoco colarse en la casa del borracho de Mike para usar su caja de herramientas, ya lo había hecho en alguna que otra ocasión. — Si quieres esta noche o mañana al alba podemos escabullirnos por el muro, cuanto menos te vean mejor — lo último que quería era meter en más problemas a esos dos, o a ella misma. No dejaba de fruncir el ceño mientras que hablaba, era como si a cambio de vivir allí Zasha y Enno solo buscasen molestarla. ¿Se divertían pensando en qué podría hacerla sacar de sus casillas? Tal vez era su nuevo hobby.

—Pero está justo separando St. Friedrich del mundo, por así decirlo —rodó los ojos, estaba claro que el mal humor se pegaba y eso parecía.— Si no llega a ser por Zasha seguiría tirado frente al muro.

Antes de que Enno la presentara, sabía que cabía la posibilidad de que ella fuera la chica de la que Zasha le habló; parecía más distante de lo que este le había dicho que era pero poco le importaba, ¿cuánto tiempo estaría allí? ¿Una semana? ¿Cinco días? Dudaba que consiguiera entablar una amistad con la joven, le importaba más el arreglar su coche y largarse para poder ir a su destino.

—Hace una semana o así encontré un coche con gasolina y pude, medianamente, arreglarle pero tiene algún fallo en el motor e incluso diría que en el tubo de escape —dijo pensativo, no tenía mucha idea de mecánica pero algo sabía.— Está bien, creo que sería mejor ir de noche; a no ser que hagan guardias pero tendríamos a nuestro favor las sombras.

Internamente estaba agradecido de que, aunque la joven estuviera a la defensiva, le quisiera ayudar; aunque fuera para que se largara de allí cuanto antes.

— Siempre hacen guardias — comentó con pesadez. Ella ya se había recorrido el poblado entero y Harvey tenía muy bien controlado todo el perímetro de St. Friedrich. «Cree el ladrón que son todos de la misma condición.» Pensó, seguramente la mujer quería evitar que le ocurriese como a los amish y que alguien los atacara desde fuera. — Ya veremos cómo salimos, ahora necesitamos las herramientas — y aquel era el paso importante a seguir.

— Pues vayamos a casa de Mike — por la hora que era el hombre estaría ya borracho como una cuba, así que sería fácil robarle la caja de herramientas. Bueno, "tomarla prestada". — Yo distraeré a Mike, tú te cuelas por la ventana de atrás del sótano y buscas la caja de herramientas, ¿si? No tiene pérdida — podían ir ya a por ella, ya que aunque fuera aún de día la parte de atrás de la casa de Mike estaba bien avallada y protegida de las miradas indiscretas de los demás. — Y cuidado con la señora Norris — la gata del hombre podía ser muy pesada. Erica se acercó a la cocina y le trajo una bolsita con pedacitos de pato secos. La había encontrado hace unos días en un centro comercial. — Es snack para gatos — aclaró por si acaso. — Si la ves dáselo, será dócil como un osito de peluche — Enno bajaba ya de nuevo las escaleras, cambiado de ropa y aseado cuando se fijó en el paquete de snack de gatos. El anciano enarcó una ceja y su semblante se relajó al segundo siguiente. — Ni quiero saberlo — con un gesto de mano le restó importancia. Se fue directo a la cocina para preparar el pescado.

— ¿Nos vamos o necesitas que te lo vuelva a explicar? — Erica enarcó una ceja, rápidamente recogió su mochila. Ella podía fingir que aquello le molestaba, pero tras los paseos con Enno era lo más entretenido que haría aquella semana.

Bajó las escaleras mientras escuchaba las indicaciones de la joven, asintiendo a cada tanto; al estar en la planta baja, esperó justo donde el inicio de las escaleras. Era sigiloso y rápido por lo que no tendría problemas o eso esperaba, escuchó a Enno bajar y miró hacia él al escucharle hablar; volvió su mirada hacia la joven la cual tenía una bolsista con pedacitos de algo dentro, supuso que era para la gata.

—Bien, entendido —comentó tomando la bolsita para poder comenzar a caminar, se puso sus playeras y guardó la bolsita en su bolsillo.— ¿Eres siempre así? —preguntó alzando una ceja.

Estaba claro que esa pregunta la iba a molestar, también pero es que le exasperaban las personas con ese tipo de actitud; era cierto que no todos iban a ser amables pero podía ser menos distante, ¿no?

— ¿Así cómo? — contrapuso ella. Su rostro era inexpresivo, pero ella terminó por enarcar una ceja, porque de verdad no comprendía a qué se refería él. Erica se había criado en un ambiente muy diferente, sin madre, sin un hogar feliz... su padre, Eldritch Ashcroft la había criado más como a una soldado que a una hija. Después se había pasado el resto de su vida sirviendo a Umbrella y allí las cosas no es que fueran mucho más agradables. La joven era libre, por primera vez, en un entorno tan extraño como diferente. Sí que le molestó la pregunta al final, pero porque Aiden parecía hablar de algo que era obvio y que ella no entendía.

— ¿Y tú, siempre eres... así? — respondió de la misma forma, señalándole con ambas manos, casi como podría haber hecho una niña pequeña al no saber qué responder y querer tener la última palabra. La rubia avanzó hasta la puerta principal para salir de la casa, cargaba con su mochila al hombro. — Es la casa de al lado, yo llamaré a la puerta para distraer a Mike y tu te cuelas en su jardín, detrás hay una ventana a ras del suelo que da al sótano, siempre está abierta, te cuelas y sales — recordaba el plan en voz baja, pero insistiendo mucho en cada cosa.

Bajó los escalones del porche y giró hacia la derecha, sin dejar de mirar a su alrededor, por si había gente por la zona, al no ver a nadie le hizo señas a Aiden para que saliera y se colase en el jardín de Mike, señalando con movimientos bruscos e insistentes la parte de atrás. No le gustaría que su plan fallase porque el joven metiera la pata. Erica respiró profundamente, de tal forma que su rostro se relajase y acudió a la puerta de la casa para llamar enérgicamente, golpeando con sus nudillos la madera.

—Tan... ¿distante? —comentó inseguro, estaba claro que no tenían una personalidad afín pues él, a pesar de haber sido criado en un ambiente militar su padre no había sido estricto.

Aunque había sido amoldado a ser un militar y una 'máquina de matar', el joven O'Connor tenía su propia personalidad. Jovial, alegre y simpático; aunque a veces era serio, distante y directo pero había aprendido a no ser tan distante. Estaban en una época que no podías confiar en casi nadie pero aún así quería creer que no todos eran como robots, por llamarles de alguna forma.

—Si, siempre he sido así —respondió alzando una ceja intentando no reír ante su muestra de señalar la forma en la que el joven era.

Siguió a Erica hacia la puerta principal asintiendo ante lo que le recordaba, lo tenía claro y estaba claro que iba a evitar hacer ruido; sabía moverse para evitar ser visto o escuchado. Entendía que si el plan fallaba podría ser su culpa pero no iba a dejar que eso pasara, asintió para ir, con cuidado, hacia la parte de atrás de la casa del hombre.

Una vez en el jardín trasero buscó la ventana que esta le comentó, la encontró de forma fácil por lo que se acercó escuchando los pasos del hombre ir hacia la puerta principal; una vez se cercioró de que el tipo había abierto la puerta, se coló por la ventana teniendo cuidado y, en efecto, allí se encontraba la gata de ese hombre. Sacó de su bolsillo lo que le había dado Erica colocando un poco en el suelo para poder distraer al animal mientras sustraía la caja de herramientas, que no le fue difícil divisar. Sin demora tomó la caja para poder sacarla por la ventana, dejó más comida a la gata y, sin hacer ruido, salió de allí con sumo cuidado.

Mientras seguía escuchando al hombre en la puerta principal, esperando que Erica estuviera distrayéndole tomó la caja de herramientas para poder salir del jardín sin ser visto.

No pudo responder al joven, pero ella no se había olvidado de sus palabras.

— ¡Hola Mike! — saludó al hombre, cuando este abrió la puerta. Erica sonrió ampliamente. — Zasha y Enno me habían pedido que te agradeciera por haber cortado el seto — el hombre apestaba ya a alcohol y eso era buena señal. Cuando ella dijo aquello él enarcó ligeramente una ceja y a punto estuvo de decir algo, pero la joven actuó con rapidez.

— Esos dos ancianos estaban muy preocupados por el tema de los bichos, ya sabes, a su edad les cuesta trabajar y yo... ni podría hacerlo, así que muchas gracias Mike, en serio, eres un vecino genial — de nuevo Erica no le dejó hablar, ya que el hombre parecía querer mandarla a la mierda o simplemente decirle que no entendía de qué coño estaba hablando la joven. Sin embargo Erica logró pronunciar las palabras mágicas que hicieron que Mike tomase otra expresión.

— Me han pedido que te traiga esto como agradecimiento — hablaba mientras registraba su mochila para sacar una botella de vino que entregó al hombre. Este, callado y con el rostro más relajado la aceptó.

— No es nada, para eso estamos — ella sonrió también, al ver que Mike era más simple que el mecanismo de un chupete y que al haber algo de por medio no dudó en hacerse el loco. — Esperamos que te guste — decía ella tratando de alargar la conversación lo máximo posible, esperando a ver si Aiden salía para entonces largarse ella también.

Tenía la caja de herramientas en la mano y pudo salir de allí sin ser visto, por lo que cuando salió del todo del jardín miró hacia la parte principal para darle una señal a Erica y poder esconderse para apartarse de la casa. No le gustaba nada eso de sustraer cosas que no eran suyas, se lo hubieran pedido pero prefería acatar normas.

Luego de haberle dado la seña de que podían irse, comenzó a caminar intentando que no se notase lo que llevaba en sus manos. Una vez lejos de la casa del hombre, esperó a la joven escondido. Estaba claro que acatar reglas y normas era lo suyo, ¿sería bueno seguir su camino hacia donde quería ir?

No tenía claro de si al ir iban a recibirle bien, ¿qué estaba pensando? ¿Qué iba a ser llegar a la base de Umbrella o Tricell y decir que era hijo de O'Connor? ¿Tan fácil iba a ser? Lo dudaba.

— Y más ahora que empieza el invierno, ¿no? — Erica sonrió viendo como Mike sonreía también, más por compromiso que otra cosa. Quien no conociera a la joven diría que era amable de verdad, que era otra persona completamente diferente. — Sí, porque últimamente... — Mike por fin pareció que quería hablar, pero Erica se dio cuenta de que Aiden ya había salido de la casa y entonces esa mirada amable y fingida desapareció de golpe, mostrándose ella misma, la de siempre.

— Bueno, adiós — fue tan cortante, que el propio Mike se sorprendió. Erica se giró y él se quedó mirándola unos segundos más mientras la rubia bajaba las escaleras. Cuando escuchó como se cerraba la puerta, la joven volvió a mirar hacia atrás para asegurarse de que estaban solos.

— ¡La conseguiste! — unió ambas manos dando una especie de palmada silenciosa y sonrió de verdad. — Fantástico — señaló hacia una de las calles principales, ya que se hacía de noche y St. Friedrich no tenía iluminación, por lo que sería fácil pasar desapercibidos. — Son unos egoístas, ¿sabes? — decía mientras caminaba. — Esas herramientas pertenecían a un tal Adair, era vecino de Zasha y Enno, cuando esa gente llegó lo mataron seguramente — se rascó la cabeza mientras avanzaban, pensando que si a ella le hubieran ordenado matar, en el pasado lo habría hecho sin rechistar. Hizo rodar sus ojos al pensar en ello. ¿Qué era el mal y el bien? Zasha le dijo que aquello estuvo mal, que ese joven ni siquiera podía escuchar y hablar. Que tuvo que ver como le molían a palos sin poder hacer nada. Y la joven sintió pena, pena de verdad al poder empatizar con alguien. — Y Mike no la quiere prestar, así que... — Erica alzó ambas manos a la vez que fruncía los labios. — Ya nos encargamos nosotros — volvió a sonreír, esta vez de forma más amplia. Estaba satisfecha con que el plan hubiera salido bien. — Iremos por los campos hasta la esquina del muro, por ahí podremos escalar y salir — añadió ahora más seria. Iba a ser una larga noche, pero no les quedaba de otra para poder salir sin ser vistos, ya podrían dormir al día siguiente, durante el día. Aunque era consciente de que Zasha y Enno tenían la habilidad de hacer más ruido cuando ella necesitaba más calma.

Había guardado, detrás de él, la caja de herramientas mientras esperaba a que Erica terminara de hablar. Cuando esta se da la vuelta para ir junto con él, simplemente esperó mirando hacia el suelo para evitar que el hombre le viera el rostro. Al notar que la chica estaba junto con él escuchó lo que esta decía para poder comenzar a caminar a su lado.

—Parece que las personas no cambian ni en estos tiempos... —dijo al escuchar lo que Erica dijo.— Aunque supongo que yo estuve a nada de seguir esos pasos.

Refiriéndose, claro está, a que iba a ser militar. Posiblemente sin contacto directo a las personas contra quien lucharía Estados Unidos, en esos momentos pero parecido. Nunca había sido partidario de las guerras pero él siempre había querido seguir los pasos de su padre, quería ganarse la vida luchando por su país y, siendo contradictorio, hacer el bien.

—Bien, te sigo —comentó asintiendo, pues sabía que una vez lejos del muro él sería el guía de Erica.

— ¿A qué te refieres? — preguntó con cierta curiosidad. Más que nada por el semblante del joven al pronunciar aquellas palabras. No tardaron en dejar atrás el poblado y en recorrer un camino de tierra que daba hacia una zona de campos. — Hay torres de seguridad en todas las esquinas del recinto, salvo en una, a esa vamos — explicaba mientras trataba de recordar el plano de aquel lugar. Pasarían muy cerca de una de las granjas, pero no sería problema gracias a la oscuridad.

— ¿Qué hacías antes de que empezara todo esto? — preguntó con curiosidad mientras avanzaban por uno de los caminos, dejándolo atrás. — Aquí hay un pequeño bosque, será mejor rodearlo — tardarían un poco más, pero no se perderían.

Ante la pregunta de Erica simplemente se quedó pensativo, pues sabía muy bien a qué se refería; sabía que muchos de los graduados de West Point habían sido reclutados por Umbrella e incluso si todo hubiera seguido con normalidad él mismo hubiera matado a algún inocente por órdenes de sus superiores.

—Era cadete, me estaba preparando para el ejército —respondió mientras seguía caminando junto con ella hacia donde esta le guiaba.— Dije eso porque sé que muchos de los cadetes que se graduaban de West Point, fueron reclutados por ellos —refiriéndose a Umbrella pero no diciendo el nombre.— Había mucho personal en ese lugar.

Si bien todo eso de ser militar se lo había inculcado su padre, no es que le gustara acatar normas pero sabía que pagarían bien.

— Realmente no tengo mucha idea sobre eso... — respondió ella algo pensativa. Sabía que se refería a Umbrella, pero Erica había pasado la mayor parte de su vida en Europa, la mayoría de datos que conocía sobre la corporación eran con referencia a Alemania. En tierras estadounidenses ella estaba muy desorientada.

— No conozco mucho sobre las bases de este país — explicó ella. — Llegué... poco antes de que todo se jodiera — en realidad fue cuando el virus ya se había propagado bastante por el territorio, pero prefería ahorrarse los detalles. Ambos jóvenes llegaron hasta la muralla. — Usemos este árbol — no era la primera vez que salía a escondidas de allí y ya sabía cómo hacerlo. Bastaba con terpar el árlbo y acercarse al muro. Así era más fácil salir, el problema era al bajar. — ¿Tú o yo primero? — preguntó.

Asintió comprendiendo lo que la joven decía mientras ambos seguían camino hacia la muralla, una vez allí el joven O'Connor miró con detenimiento el lugar por donde debían subir. Ante la pregunta de Erica miró hacia esta para volver a mirar hacia el árbol.

—Tú primero —dijo Aiden mientras miraba a su alrededor, no es que fuera de los que se escaparan de los sitios pero sabía trepar.

Aunque si ella necesitaba ayuda para trepar pues la ayudaría, aún seguía con la caja de herramientas en la mano. Sabía que iba a ser difícil trepar con eso en la mano pero lo iba a poder intentar o al menos eso tenía pensado.

— Está bien — lo había hecho en otras ocasiones, así que Erica se aferró al tronco del árbol y se impulsó hasta alcanzar una de las bifurcaciones de las ramas. Una vez ahí, trepó por la rama que se alzaba sobre el muro del poblado y se dejó caer con suavidad sobre aquel extremo.

Erica se movía con agilidad, sobre todo a la hora de alcanzar la muralla. Una vez ahí la joven se dejó caer con mucho cuidado, quedando colgada por la rama con ambas manos. No veía muy bien en la oscuridad, pero pudo colocar sus pies sobre lo alto de la muralla y descender por el otro lado de esta con mucho cuidado. Descendió por el muro con destreza pero mucha calma, este era muy alto y una caída desde esa altura podría lastimarla a base de bien.

— ¡Eh Aiden, lanza la caja aquí! — exclamó para que el muchacho pudiera moverse con libertad. Erica, pese a la oscuridad no dejaba de mirar en todas las direcciones posibles, se encontraba en el exterior de St. Friedrich y eso podía se run problema.

Dados:

El miembro 'Erica Ashcroft' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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