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Estás solo, todo está destruído, la muerte quiere cazarte. Has sobrevivido al fin y eso no es todo: esta guerra sigue en pie, pues el fin supone un nuevo principio, uno más tormentoso donde tendrás que demostrar lo que vales. ¿Crees poder sobrevivir?, si no... Abandonad toda esperanza aquellos que os adentráis en este nuevo, virulento y destrozado lugar.
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Navidades locas entre arena y zombies [Abigail Roth]
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Veinte de mayo de 2015.
Las Vegas, Nevada.
Mediodía - Temperaturas cálidas.
Me encontraba lejos de Silver Lake, muy lejos, pero no importaba, necesitaba alejarme si quería dar con nuevos útiles para mi pequeño taller. En más de una ocasión había pedido ciertos productos que nadie había sabido localizar, así que creí oportuno que fuera yo mismo en busca de ellos. Era consciente de que no debía ir solo, pero igualmente me acompañaba Rose. La caravana que había encontrado a principios del brote y que había servido como mi hogar durante todo este tiempo. Rosalie, así la llamaba había sido perfecta, tanto para viajar como para refugiarme en Silver Lake, en ella había improvisado un pequeño taller y estaba totalmente seguro de que era la envidia de todos los integrantes del refugio.
Había conducido kilómetros y kilómetros hasta llegar a Nevada. Sabía que en aquella ciudad encontraría lo que buscaba y bueno... Había sido mi hogar durante un tiempo largo, realmente se trataba del único sitio del país, seguramente, que mejor conocía. Pero a mi llegada sentí una enorme pena, no era la ciudad que recordaba, ya no era ese lugar donde las luces brillaban. Las rumores eran ciertos, la arena había seguido avanzando hasta cubrir en su mayoría sus grandes calles. Rosalie avanzaba lentamente por estas y no se veían caminantes, pues todos habrían quedado atrapados bajo la pesada arena o permanecerían en el interior de los enormes edificios. Los casinos, hoteles de lujo... Todos sobresalían por la arena gracias a su imponente altura. Detuve a Rose y bajé lentamente de la caravana. Cerré con llave y la guardé en mi bolsillo. Me costaba andar con tanta arena.
Ahora no era capaz de saber hacia donde iba. No recordaba las calles así y a saber por donde quedaría la tienda de electrónica que buscaba, seguramente estaría enterrada como el resto de edificios que no llegaba a localizar.
— ¿Y ahora hacia dónde voy? — fruncí el ceño pensativo y empecé a caminar lentamente sin darme cuenta de que cada vez estaba más cerca del Resort Palace. Observé el imponente edificio como se alzaba ante mi, podría escalar perfectamente una de las dunas y colarme en su interior por alguna ventana. Antes si quería pasar una noche allí debía pagar un riñón por una de sus habitaciones, ahora la cosa era diferente... Sonreí. ¿Por qué no? Subí la duna rápido a la vez que torpe, pues era difícil escalarla. La ventana estaba rota por lo que no tuve que hacer un gran esfuerzo para colarme en el interior.
Estaba en un pasillo desolado, el tiempo había hecho estragos en él, pero lo que más me sorprendía era la decoración de navidad. Claro, el virus se había comenzado a propagar por el mundo en aquellas fechas. Caminaba lentamente por el pasillo, había guirnaldas medio caídas, flores, un abeto en una especie de recibidor... Recogí un gorro de Papá Noel del suelo, lo sacudí y me lo coloqué en la cabeza. Sonreí divertido, tenía un hotel entero para mi solo... O eso creía yo. Podría hacer cualquier cosa, incluso revivir la navidad, ya que llevaba desde 2011 sin celebrarla como era debido. ¡Qué más da daba si estábamos en mayo o por ahí! No llevo las fechas muy bien, ¿alguien las lleva hoy en día?
Las Vegas, Nevada.
Mediodía - Temperaturas cálidas.
Me encontraba lejos de Silver Lake, muy lejos, pero no importaba, necesitaba alejarme si quería dar con nuevos útiles para mi pequeño taller. En más de una ocasión había pedido ciertos productos que nadie había sabido localizar, así que creí oportuno que fuera yo mismo en busca de ellos. Era consciente de que no debía ir solo, pero igualmente me acompañaba Rose. La caravana que había encontrado a principios del brote y que había servido como mi hogar durante todo este tiempo. Rosalie, así la llamaba había sido perfecta, tanto para viajar como para refugiarme en Silver Lake, en ella había improvisado un pequeño taller y estaba totalmente seguro de que era la envidia de todos los integrantes del refugio.
Había conducido kilómetros y kilómetros hasta llegar a Nevada. Sabía que en aquella ciudad encontraría lo que buscaba y bueno... Había sido mi hogar durante un tiempo largo, realmente se trataba del único sitio del país, seguramente, que mejor conocía. Pero a mi llegada sentí una enorme pena, no era la ciudad que recordaba, ya no era ese lugar donde las luces brillaban. Las rumores eran ciertos, la arena había seguido avanzando hasta cubrir en su mayoría sus grandes calles. Rosalie avanzaba lentamente por estas y no se veían caminantes, pues todos habrían quedado atrapados bajo la pesada arena o permanecerían en el interior de los enormes edificios. Los casinos, hoteles de lujo... Todos sobresalían por la arena gracias a su imponente altura. Detuve a Rose y bajé lentamente de la caravana. Cerré con llave y la guardé en mi bolsillo. Me costaba andar con tanta arena.
Ahora no era capaz de saber hacia donde iba. No recordaba las calles así y a saber por donde quedaría la tienda de electrónica que buscaba, seguramente estaría enterrada como el resto de edificios que no llegaba a localizar.
— ¿Y ahora hacia dónde voy? — fruncí el ceño pensativo y empecé a caminar lentamente sin darme cuenta de que cada vez estaba más cerca del Resort Palace. Observé el imponente edificio como se alzaba ante mi, podría escalar perfectamente una de las dunas y colarme en su interior por alguna ventana. Antes si quería pasar una noche allí debía pagar un riñón por una de sus habitaciones, ahora la cosa era diferente... Sonreí. ¿Por qué no? Subí la duna rápido a la vez que torpe, pues era difícil escalarla. La ventana estaba rota por lo que no tuve que hacer un gran esfuerzo para colarme en el interior.
Estaba en un pasillo desolado, el tiempo había hecho estragos en él, pero lo que más me sorprendía era la decoración de navidad. Claro, el virus se había comenzado a propagar por el mundo en aquellas fechas. Caminaba lentamente por el pasillo, había guirnaldas medio caídas, flores, un abeto en una especie de recibidor... Recogí un gorro de Papá Noel del suelo, lo sacudí y me lo coloqué en la cabeza. Sonreí divertido, tenía un hotel entero para mi solo... O eso creía yo. Podría hacer cualquier cosa, incluso revivir la navidad, ya que llevaba desde 2011 sin celebrarla como era debido. ¡Qué más da daba si estábamos en mayo o por ahí! No llevo las fechas muy bien, ¿alguien las lleva hoy en día?

![Navidades locas entre arena y zombies [Abigail Roth] V4qkbQa](https://imgur.com/V4qkbQa.jpg)
Abigail se había marchado muy al oeste del país. Esta vez él no la acompañaba, era la primera vez que se separaba de él tras el brote, por lo que la mujer no se sentía del todo tranquila con su situación actual. Para qué engañarse, se sentía incómoda y asustada. Cualquier cosa la ponía alerta, cualquier ruido que escuchara por ínfimo que fuera provocaba en Abby puro pavor. Pero habían pasado ya unos días y comenzaba a acostumbrase, lo curioso era que aunque a veces no soportaba la compañía del hombre ahora lo echaba de menos como nunca. Sobre todo poder hablar con alguien y que esta persona respondiera.
¡Pero fuera dramas! Abigail estaba ni más ni menos que en Las Vegas, la ciudad del juego, de las luces, del pecado... Aunque no la recordaba tan... ¿así? Resultaba desolador ver como el desierto había seguido su paso una vez que la humanidad se quedó atrás. Ya no había nadie que limpiara la arena del desierto, nadie que detuviera su paso y esta había seguido por tanto su camino. Era triste, como justicia poética. Aquel lugar nunca había sido de nadie y ahora la naturaleza reclamaba lo que era suyo.
La intensa luz del sol del ddesierto dañaba su visión, así que decidió ponerse sus viejas gafas de sol, aquellas compañeras fieles de sus aventuras, junto a su cámara se podría decir que siempre habían estado con ella. La nikon descansaba, como no, en la mano derecha, colgada por la correa que había enrollado en el mismo brazo. Siempre la llevaba así, tal vez fuera una manía absurda en vez de llevarla como todo el mundo colgada del cuello, pero le resultaba incómodo de esa forma, y en la mano en cambio la sentía más cerca, más preparada y sobre todo más segura.
Sus pies se iban hundiendo en la arena, le costaba avanzar pero no resultaba un inconveniente realmente. Ascendió por la duna hasta quedar en lo alto de esta, las vistas eran sobrecogedoras: el cartel que daba la bienvenida a la ciudad estaba a medio caer, con una parte enterrada en el dorado desierto y bueno... como no hablar de la ciudad.
— Al final tus luces se apagaron — Susurró con la vista fija en el paisaje. Sin llegar a apartar la mirada, Abby encendió su cámara de fotos, ajustó la apertura de diafragma, lo cerró del todo para obtener una mayor profundidad de campo, deseaba captar toda la escena posible y además la luz sería un inconveniente, eligió la velocidad apropiada que el exposímetro le indicaba y la sub-expuso un poco para que no salieran algunas zonas quemadas, enfocó y encuadró la escena: el cartel de bienvenida a la ciudad quedaba a un lado y la ciudad desolada detrás. Abby tomó una fotografía que no se podía describir más que por si misma, la pena es que pocos o nadie fueran a verla...
Tardó aproximadamente una hora en bajar hasta la ciudad, ya sería media tarde aproximadamente cuando la mujer logró llegar hasta uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad, al menos antes. Decidió ascender por una de las dunas que lo cubría, hasta una ventana rota. Abby estaba tan entusiasmada con la idea de entrar en el interior del Palace, que no vio las huellas en la arena. Había estado en un par de ocasiones allí, por galas benéficas de navidad o convenciones de fotografía y debía reconocer que siempre se lo había pasado en grande. Ahora le daba pena verlo así, pero igualmente le traía buenos recuerdos. Tampoco se puso a pensar que en el interior estarían los caminantes que no estaban en las calles... No pensaba en nada más, que tremendo error.
Vestía ropa sencilla, una camiseta de manga corta gris que seguramente era de Hunter y por eso le quedaba algo grande, sí, tendía a quitarle la ropa a su compañero cuando se quedaba sin ropa limpia, unos vaqueros algo desgastados y botas negras. Sacó de su mochila la vieja linterna que llevaba e iluminó el fondo del pasillo llevándose una buena sorpresa. Había una figura humana a unos metros de distancia de ella. Le pareció que admiraba la decoración navideña sino fuera porque Abby estaba convencida de que se trataba de un zombie. Se armó de valor y también con su machete en la derecha, una vez que guardó la cámara en la mochila. Avanzó rápida y sigilosa por el pasillo y cuando estuvo a una buena altura, aprovechando que no se había percatado de su presencia, Abby alzó el machete dispuesta a acabar con él, pero torpemente el zombie, por suerte de la vida... se apartó, haciendo que Abby fuera descubierta. El muerto viviente trató de atacarla y la mujer se apartó bruscamente con intención de evitar la mordedura.
— Mierda — retrocedió aterrada, de espaldas por el pasillo, viendo como la criatura avanzaba torpemente hacia ella.
¡Pero fuera dramas! Abigail estaba ni más ni menos que en Las Vegas, la ciudad del juego, de las luces, del pecado... Aunque no la recordaba tan... ¿así? Resultaba desolador ver como el desierto había seguido su paso una vez que la humanidad se quedó atrás. Ya no había nadie que limpiara la arena del desierto, nadie que detuviera su paso y esta había seguido por tanto su camino. Era triste, como justicia poética. Aquel lugar nunca había sido de nadie y ahora la naturaleza reclamaba lo que era suyo.
La intensa luz del sol del ddesierto dañaba su visión, así que decidió ponerse sus viejas gafas de sol, aquellas compañeras fieles de sus aventuras, junto a su cámara se podría decir que siempre habían estado con ella. La nikon descansaba, como no, en la mano derecha, colgada por la correa que había enrollado en el mismo brazo. Siempre la llevaba así, tal vez fuera una manía absurda en vez de llevarla como todo el mundo colgada del cuello, pero le resultaba incómodo de esa forma, y en la mano en cambio la sentía más cerca, más preparada y sobre todo más segura.
Sus pies se iban hundiendo en la arena, le costaba avanzar pero no resultaba un inconveniente realmente. Ascendió por la duna hasta quedar en lo alto de esta, las vistas eran sobrecogedoras: el cartel que daba la bienvenida a la ciudad estaba a medio caer, con una parte enterrada en el dorado desierto y bueno... como no hablar de la ciudad.
— Al final tus luces se apagaron — Susurró con la vista fija en el paisaje. Sin llegar a apartar la mirada, Abby encendió su cámara de fotos, ajustó la apertura de diafragma, lo cerró del todo para obtener una mayor profundidad de campo, deseaba captar toda la escena posible y además la luz sería un inconveniente, eligió la velocidad apropiada que el exposímetro le indicaba y la sub-expuso un poco para que no salieran algunas zonas quemadas, enfocó y encuadró la escena: el cartel de bienvenida a la ciudad quedaba a un lado y la ciudad desolada detrás. Abby tomó una fotografía que no se podía describir más que por si misma, la pena es que pocos o nadie fueran a verla...
Tardó aproximadamente una hora en bajar hasta la ciudad, ya sería media tarde aproximadamente cuando la mujer logró llegar hasta uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad, al menos antes. Decidió ascender por una de las dunas que lo cubría, hasta una ventana rota. Abby estaba tan entusiasmada con la idea de entrar en el interior del Palace, que no vio las huellas en la arena. Había estado en un par de ocasiones allí, por galas benéficas de navidad o convenciones de fotografía y debía reconocer que siempre se lo había pasado en grande. Ahora le daba pena verlo así, pero igualmente le traía buenos recuerdos. Tampoco se puso a pensar que en el interior estarían los caminantes que no estaban en las calles... No pensaba en nada más, que tremendo error.
Vestía ropa sencilla, una camiseta de manga corta gris que seguramente era de Hunter y por eso le quedaba algo grande, sí, tendía a quitarle la ropa a su compañero cuando se quedaba sin ropa limpia, unos vaqueros algo desgastados y botas negras. Sacó de su mochila la vieja linterna que llevaba e iluminó el fondo del pasillo llevándose una buena sorpresa. Había una figura humana a unos metros de distancia de ella. Le pareció que admiraba la decoración navideña sino fuera porque Abby estaba convencida de que se trataba de un zombie. Se armó de valor y también con su machete en la derecha, una vez que guardó la cámara en la mochila. Avanzó rápida y sigilosa por el pasillo y cuando estuvo a una buena altura, aprovechando que no se había percatado de su presencia, Abby alzó el machete dispuesta a acabar con él, pero torpemente el zombie, por suerte de la vida... se apartó, haciendo que Abby fuera descubierta. El muerto viviente trató de atacarla y la mujer se apartó bruscamente con intención de evitar la mordedura.
— Mierda — retrocedió aterrada, de espaldas por el pasillo, viendo como la criatura avanzaba torpemente hacia ella.
- DADOS:
- Mi sigilo: 03 + 10 = 13.
Su percepción: 02 + 03 = 05. Le pillo por sorpresa.
Mi ataque: 04 + 00 = FALLO.
Mi defensa: 04 + 08 = 12. Me defiendo.
Su ataque: 03 + 03 = 06.
Su defensa: 02 + 10 = 12. Se defiende.

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PÍDEME ROL + MP
- We are Enjoy the Silence 4.0:
Nueve años matando zombies... Y no nos cansamos. ¡GRACIAS A TODOS!
El tiempo había hecho daño en las instalaciones de aquel lugar, algunas paredes contaban con el papel agrietado o rajado, también se vislumbraban manchas de sangre reseca por todas partes, el rastro se perdía en el final del pasillo, donde la oscuridad impedía ver algo más allá. Caminaba en esa dirección hasta que me percaté de que no portaba mi linterna y no deseaba adentrarme en un lugar en el que no podría ver nada. Por ello tomé la inteligente decisión de ir en la dirección contraria. En esa parte del pasillo había ventanas y lo iluminaban todo mejor, al igual que tampoco había necesidad de seguir el rastro de sangre. Eso sería muy poco astuto por mi parte, como ir directo a la boca del lobo.
A mi paso me topé con una pequeña salita ubicada en mitad del pasillo. Había una mesa de café en el centro y varios sofás la rodeaban, revistas tiradas por el suelo y sobre estos muebles... Serviría para los huéspedes o las visitas de estos. A saber, no me iba a plantear toda la estructura de aquel dichoso hotel o si esa salita tenía sentido ahí o no. Lo único que llamó poderosamente mi atención fue el gorro de Papá Noel que había colgado del perchero. Era bastante bonito y esponjoso, de calidad, nada que ver con esos gorros de tela fina que te encontrabas en los mercadillos por nada y menos. Lo recogí del perchero y tras sacudirlo un rato todo el polvo que tenía, que no era poco, me lo coloqué en la cabeza y proseguí con mi paseo.
Sonreía como si fuera un niño con un nuevo jueguete, me divertía llevar aquel sombrero, sin embargo todo se fue al traste de un momento a otro. El susto me lo llevé sí o sí. De pronto escuché un golpe en mitad del pasillo, así que no pude evitar dar un pequeño respingo. El ruido en cuestión procedía de algo más adelante y no podía ver de que se trataba porque el pasillo giraba hacia la derecha. Así que corrí sigiloso hasta la esquina y me asomé con cuidado. Solo veía un inmenso pasillo y entre medias otro perchero medio caído que estaba apoyado sobre la pared. Sonreí relajado, aunque mis nervios seguían ahí. — Solo era el perchero... — sonreí aliviado y con un suspiro me acerqué a colocarlo. — Pero... ¿Quién o qué lo ha tirado? — me pregunté en voz baja ahora casi petrificado y más nervioso que nunca. De la nada apareció un rostro macabro, lleno de heridas que supuraban algo de color verdoso, dientes negros y cara de enfado... Portaba un traje de color rojo, era bastante grande, con una buena barriga. Aquel tipo no debió vivir mal en su época.
— Oh... — solté al ver el Papá Noel zombie que había salido de otra intersección del pasillo. Cabía destacar que le faltaba sombrero. — Así que el gorro es tuyo... — antes de que pudiera atacarme salí corriendo de allí. El zombie comenzó a perseguirme por los pasillos mientras que yo corría de puerta en puerta tratando de abrirlas todas, pero ninguna cedía y cuando ya comenzaba a darme por rendido, una abrió. Me colé por esta, cerré y me apoyé en la puerta para que Santa no me comiera. — ¡Juro que he sido bueno, ve a perseguir a otro! — exclamé mientras que presionaba la puerta hacia afuera para evitar que él pudiera entrar. Pero parecía que le había despistado, menos mal... Entonces me percaté de que estaba a oscuras. Rápido saqué del bolsillo de mi pantalón un mechero que no tardé en encender, se trataba de un cuarto de la limpieza, comprendí cuando una de las escobas se me vino encima y a punto estuve de gritar, pero no lo hice, ya había cumplido el cupo de cobardía del día huyendo del Santa zombie.
A mi paso me topé con una pequeña salita ubicada en mitad del pasillo. Había una mesa de café en el centro y varios sofás la rodeaban, revistas tiradas por el suelo y sobre estos muebles... Serviría para los huéspedes o las visitas de estos. A saber, no me iba a plantear toda la estructura de aquel dichoso hotel o si esa salita tenía sentido ahí o no. Lo único que llamó poderosamente mi atención fue el gorro de Papá Noel que había colgado del perchero. Era bastante bonito y esponjoso, de calidad, nada que ver con esos gorros de tela fina que te encontrabas en los mercadillos por nada y menos. Lo recogí del perchero y tras sacudirlo un rato todo el polvo que tenía, que no era poco, me lo coloqué en la cabeza y proseguí con mi paseo.

— Oh... — solté al ver el Papá Noel zombie que había salido de otra intersección del pasillo. Cabía destacar que le faltaba sombrero. — Así que el gorro es tuyo... — antes de que pudiera atacarme salí corriendo de allí. El zombie comenzó a perseguirme por los pasillos mientras que yo corría de puerta en puerta tratando de abrirlas todas, pero ninguna cedía y cuando ya comenzaba a darme por rendido, una abrió. Me colé por esta, cerré y me apoyé en la puerta para que Santa no me comiera. — ¡Juro que he sido bueno, ve a perseguir a otro! — exclamé mientras que presionaba la puerta hacia afuera para evitar que él pudiera entrar. Pero parecía que le había despistado, menos mal... Entonces me percaté de que estaba a oscuras. Rápido saqué del bolsillo de mi pantalón un mechero que no tardé en encender, se trataba de un cuarto de la limpieza, comprendí cuando una de las escobas se me vino encima y a punto estuve de gritar, pero no lo hice, ya había cumplido el cupo de cobardía del día huyendo del Santa zombie.

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