On the river [Judy]

Las cosas se habían salido de control recientemente. Mi encuentro con Phoenix me había alejado bastante de Silver Lake y ahora estaba extraviado sin los suministros suficientes como para sobrevivir por otras dos semanas mientras encontraba la manera de regresar a mi hogar. La comida escaseaba, la gasolina escaseaba, el agua escaseaba, pero el hambre no escaseaba, al contrario, estaba cada vez más a flor de piel. No tenía permitido llenar mi cabeza de estrés y preocupaciones, eso sólo me llevaría a la desgracia y acercaría la muerte a mí; debía mantener la calma y buscar soluciones en todas partes aunque no estuvieran ahí a simple vista. De esa manera, buscando soluciones, fue que aparqué mi auto a un lado de la carretera y me adentré en una pequeña colina buscando algo qué comer y qué beber.

Andando por entre arbustos y matorrales que abrían pequeños agujeros en mi camisa y pantalón, conseguí llegar a un pequeño riachuelo que corría sobre las rocas. El agua, a pesar de lucir clara y limpia, podría estar contagiada con quién sabe qué cosas, pues nunca se sabe qué puede haber más arriba en el nacimiento de la vertiente. Afortunadamente, si había rastros del virus zombi en el agua, no me iba a afectar de ninguna manera.

Traía conmigo una mochila cargada hasta el tope con botellas de plástico vacías que iba recogiendo de por aquí y de por allá. Limpié las botellas con la misma agua del riachuelo y luego procuré llenarlas con el líquido de la vida, una por una. Bebí un largo trago que se deslizó por mi garganta como néctar de dioses y continué llenando botellas. En total fueron doce botellas de litro. Suficiente para vivir doce días o más, si necesitaba racionarlas.

En mi hombro cargaba una escopeta de caza lista para disparar a cualquier animal que viera moverse por entre los arbustos. No importaba lo que fuera: un conejo, una ardilla, un ciervo, un mapache, lo que sea, todo era comestible.

Escuché la hierba moverse. Cargué la escopeta y apunté.

Las lágrimas habían dejado de brotar de mis ojos hacia rato pero aún los sentía irritados e hinchados, teniendo que pestañear repetidas veces para poder enfocar en la lejanía de aquella colina decorada con frondosos matorrales y algún que otro árbol que había ido creciendo con el paso de los años, proporcionando una sombra que apenas duraba unos minutos a mi paso...
Estaba desesperada, había perdido a Harper tras huir de aquella horda y, aunque traté de buscarla, los zombies se habían abierto paso en aquella ciudad, invadiendo las calles como si de cucarachas se tratasen... Por primera vez en mi vida, estaba realmente sola...

Mis pies iban avanzando, rompiendo las ramitas y haciendo crujir las hojas secas a mi paso. No me importaba hacer ruido, no me importaba encontrarme con otra horda de zombies... Solo quería encontrar a mi hermana, la única familia que tenía y que iba a tener...
Me apoyé en un árbol y dirigí la vista hacía atrás, viendo la ciudad de donde había venido de fondo, aguantando los sollozos que luchaban por salir de mi garganta mientras mis labios se iban transformando poco a poco en un puchero. Sabía que Harper había escapado, siempre lo hacia pero, aquella vez, no podía evitar sentir como el miedo de perderla se formaba en mi pecho, creando esos nudos que dificultaban el respirar y tragar. Estaba asustada, sola y, aunque tratase de no pensar en ello, hambrienta... Aunque eso era algo a lo que ya estaba acostumbrada, toda mi vida había pasado hambre y, en el fin del mundo, no iba a ser diferente. Por eso continué avanzando esperando que, en algún momento, mi camino me llevara hasta ella y así poder dejar de sentirme sola y perdida.

Pero donde me llevaron mis pasos fue a un pequeño claro donde, tras pasar unos árboles, lo primero que vi fue un hombre frente a mi escopeta en mano. Me quedé petrificada, clavando mis ojos vidriosos en su rostro para, segundos después, mirar a su espalda y ver el río que resonaba con fuerza... ¿Tenía miedo? Si... Pero tampoco era la primera vez que me apuntaban con un arma. Aún así, saqué todo el valor e indiferencia que poseía en ese momento para, mirarle y avanzar hacia él, pasando por su lado derecho hasta la orilla del riachuelo, arrodillándome y hundiendo las manos en la fría y cristalina agua, llevando esta a mis labios para beber con una ligera ansia. Si aquel hombre quería disparar, que lo hiciera, por mucho que intentase ser positiva, sentía que ya lo había perdido todo...

Le quité el seguro a la escopeta y puse el dedo en el gatillo, respirando con calma y sin moverme ni un centímetro de mi posición, listo para dispararle a lo que iba a ser mi siguiente cena. Los ruidos que hacía esa criatura al caminar y la manera en que su silueta agitaba las ramas, daban cuenta de un animal grande, probablemente un ciervo... o un muerto viviente. Teniendo en cuenta eso, levanté ligeramente el arma para ponerla a disposición de tiro para matar a algo más alto que un conejo o una ardilla. Para cuando la cosa estaba a punto de revelarse, me percaté que tenía forma humanoide, lo que me gritaba que se trataba de un zombi. Sin embargo, cuando salió de los arbustos no vi ni a un ciervo ni a un zombi, sino a una mujer con los ojos inflamados y la mirada triste.

Le eché un vistazo rápido a esa mujer y al ver que no tenía armas, bajé la escopeta para ponerle de nuevo el seguro. No dije ni una sola palabra, ella tampoco. La seguí con la mirada hasta que se agachó frente al agua para beber un poco. Esa mujer no estaba en esta dimensión, su mente se encontraba en otro lugar muy lejos de aquí. ¿Acaso había estado llorando? No era como si me importara, pero tampoco podía ignorar a un ser humano que sufre frente a mí.

— Oye... ¿estás bien?

El sonido del río ocultaba mi voz entre sus aguas, pero aun así estaba seguro de que ella me había escuchado. La mujer se veía mal tanto emocional como físicamente. Tenía raspones, rasgaduras en su ropa, manchas de sangre o quién sabe qué cosas. En definitivamente, parecía que acababa de salir de un fiesta donde el invitado principal fue el Némesis. Eso me llevó a pensar que podía haber llorado por el miedo o porque perdió a alguien importante. ¿Y quién era yo para consolar a una desconocida? Nadie...

El fresco líquido bajó por mi garganta aliviando aquella sensación de irritación tras el llanto, la fuerte respiración y los gritos de desesperación por lo sucedido. Solo de recordarlo vagamente hacía que aquel nudo volviera a formarse en la boca de mi estomago y las lágrimas volvieran a mis ojos. ¿De verdad me había quedado sola?
La voz del hombre detrás de mi me sobresaltó, había olvidado completamente que seguía ahí, no sé que hacía aún ahí, mirándome y preguntándome que si estaba bien. ¿Quién en su sano juicio hacía eso hoy en día? Lo más sensato era disparar primero y luego preguntar o, en el caso de no querer entrar en pelea, darse la vuelta e irse en dirección contraria... Pero no, ese hombre parecía ligeramente preocupado por mi estado. Si supiera realmente que podía hacer, no se acercaría.

-No... - No fui capaz de decir mucho más, me dolía la garganta y sentía que cada vez que quería decir una palabra, el llanto volvería a comenzar.

Miré mi reflejo deformado por la corriente y hundí una vez más las manos en las cristalinas aguas, limpiándome la cara ensangrentada y magullada, notando como la frescura aclaraba mi mente. Las preguntas sobre ese hombre acudieron veloces, llenando mi cabeza de dudas y mi corazón de más miedo. ¿Debía confiar en él?... No, los seres humanos eran peligrosos. Ella podía ser peligrosa. Hoy en día, cualquiera podía acabar con cualquiera, solo era práctica y coraje.

Lentamente me giré arrastrando mi mirada sobre el cuerpo del hombre viendo que, aunque mantenía el arma bajada, no la había soltado. Debía tener cuidado con lo que hacía y decía... Por eso, instintivamente, comencé a alejarme despacio. No sabía mucho de armas de fuego, pero no había que ser un lumbreras para saber que cuanto más lejos mejor.
Arrastrarse de rodillas en el suelo no era tarea fácil, las ramitas y las rocas de la orilla del riachuelo se clavaban en mis rodillas pero, sin Harper aquí, no sabía muy bien que hacer. Yo prefería quedarme atrás mientras ella hablaba. No confío en la gente...

-¿Quién... Quién eres? - Pregunté mientras me levantaba ya algo más lejos, aunque si disparaba y fallaba a esa distancia, no le daría la oportunidad de intentarlo otra vez.

Aquella mujer me inquietaba bastante. Había aparecido de la nada, llorando y sin prestar atención a la escopeta que le apuntaba sólo para beber agua de sus manos en el riachuelo. Era como una ninfa de esas que mencionan en los cuentos, mitos y leyendas. No me extrañaba que de un momento a otro sacara alas y comenzara a volar como un hada para alejarse entre los árboles del bosque. Comenzaba a sospechar que estaba delirando, porque no era normal una situación así. Sin embargo, se veía real, muy real. Si no tuviera miedo de hacerlo, la tocaría para comprobar que no se trataba de un espejismo o una ilusión. Por ahora confiaría en mi sentido común y pretendería que en efecto se trataba de una mujer de carne y hueso.

Mi responsabilidad no sólo como psicólogo, sino también como ser humano y como líder de un refugio, me obligaba a preocuparme por cualquier persona, incluso si se trataba de una ninfa pelirroja del bosque. Se veía realmente mal, como si la hubiera atropellado la vida. ¿Pero qué debía hacer para reconfortar a alguien como ella? El agua estaba a disposición suya ahora y la comida era demasiado valiosa como para ir regalándola a cualquiera, aunque tampoco es como si tuviera comida. ¿Curar sus heridas? Por supuesto, si tuviera un equipo médico o al menos un botiquín de primeros auxilios. No había nada que pudiera hacer por ella, salvo por dejarla sola...

— Me llamo Nicholas. No voy a hacerte daño. De hecho, sólo vine a recoger agua y me iré ahora si así lo prefieres.

Me quedé unos cinco segundos ahí de pie, mirándola fijamente, inmóvil, hasta que mis músculos reaccionaron para colgarme la mochila llena de agua en el hombro y comenzar a caminar en la misma dirección por la que vine.

El hombre se presenta y parece dispuesto a irse y dejarme sola, a dejarme aquí con mis demonios que no paraban de inundar mi mente una y otra vez con el rostro de mi hermana desfigurado por los muertos... Me lleve una mano a la cara, acariciándome el rostro magullado con la palma para luego suspirar... No quería estar sola otra vez pero... ¿Y si él no era buena persona? Si, podía haberme disparado cuando tuvo ocasión y no lo hizo, no sé por qué pero no lo hizo... aún así, él tenía armas y yo no. Si la cosa se ponía fea estaba en total desventaja y, con todo esto, tenía la imperiosa necesidad de detenerle y pedirle que se quedase allí, conmigo.

La mochila voló hacía su hombro y observé como empezaba a caminar dándome la espalda. Si se iba estaba más segura, no tendría que temer porque me disparase por la espalda y me quitase lo poco que tenía, no tendría miedo, no tendría...

-E-Espera... - Alcé la voz mientras avanzaba hacía él y estiraba la mano para agarrar la prenda que el hombre portaba, deteniéndome en el último momento a causa de las dudas. -Por favor... - Bajé el brazo y me mordí los labios mientras resoplaba con fuerza, alejándome dos pasos mientras daba una vuelta sobre mi misma, mirando a todos lados, observando el verde paisaje que los rodeaba. - Yo he... he perdido a mi hermana y, no sé si sigue viva y... - Las lágrimas volvieron a agolparse contra mis ojos, emborronando mi visión y obligándome a pestañear repetidas veces seguidas. -Necesito ayuda... No quiero estar sola... - Confesé finalmente, rompiendo a llorar de nuevo y haciendo que un fuerte dolor de cabeza me aturdiera durante el llanto.

No sabía porque se lo había dicho, no sabía si había sido lo correcto pero ya lo había hecho, ya no había vuelta atrás, ahora solo dependía de lo que el hombre quisiese hacer. Podía seguir su camino sin mirarme siquiera, no le juzgaba. Yo, tal vez, si hubiera estado en la situación del hombre hubiera disparado sin pensármelo... Sin Harper aquí todo era mucho más difícil, no tenía donde refugiarme, no tenía a nadie que pudiese calmarme cuando lo necesitaba... No estaba para poder protegerla ni ella a mi. Lo único que realmente tenía valor para mi había desaparecido, mi motivo de existir se había desintegrado y no me quedaba nada.

-Ne-Necesito saber si ha muerto o... o si se ha-ha convertido en... en... - No era capaz de decirlo y estaba tan desesperada que ya no sabía que más hacer. Solo quería ir y ver si podría o no darle un entierro meramente digno a mi única familia.

En estos días de mierda, relacionarse con cualquier persona, incluso intercambiar un par de palabras, ya se convertía en un riesgo mortal. Era un secreto a voces el hecho de que los vivos son miles de veces más peligrosos que los muertos. Por supuesto, eso también aplicaba para mí, y podía entender a la perfección la manera en cómo las personas se comportaban precavidas ante mi presencia, pues mi apariencia y mis cicatrices no daban un reflejo de confianza a primera vista, a pesar de ser psicólogo. Así que no la culpaba si me prefería lejos. Por eso tomé mi mochila y me disponía a irme, pero...

Me detuve al escuchar su voz, dándole la espalda, mirando hacia la espesura del bosque mientras detrás de mí se encontraba esa mujer de voz quebrada que se perdía entre el estruendo del río. Escuché atentamente lo que me dijo. Mi hipótesis inicial resultó ser correcta en cuanto a que en efecto perdió a un ser querido, aunque, a juzgar por sus palabras, esa hermana de la que hablaba no estaba muerta, sólo extraviada en algún lugar de difícil supervivencia.

Me volví hacia ella, emitiendo un suspiro cargado de tolerancia y comprensión. Ahora mi moral profesional me impedía irme sin ayudarla. Además yo también perdí a mi hermana y sabía lo infernal que podía llegar a ser ese sentimiento. La sensación de vacío por dentro, de ardor en las venas, de lágrimas en los ojos, de querer gritar pero no tener voz para hacerlo... Entendía todo eso y odiaba que otra persona estuviera pasando por lo mismo.

— ¿Dónde perdiste a tu hermana? Podemos ir a buscarla.

Propuse mostrándole la escopeta para dejar claro que en dado caso no estaríamos desprotegidos. Ahora también podíamos contar con el enorme tesoro del agua. Faltaba la comida, pero podríamos buscar a la hermana refundida y luego encargarnos de llenar nuestros estómagos.

La respuesta que el hombre le dio fue como llevarse un trago de agua fresca a la seca garganta. Sentí ganas de abrazarle y darle las gracias muchas veces pero aún era pronto para celebrarlo, primero debía asegurarme de que aquel era realmente un buen hombre que quería ayudar y, luego, debía encontrar a Harper para que todo estuviese en orden... Eso sí, no pude evitar sonreírle aún con las mejillas manchadas de lágrimas y tierra, asintiendo a sus palabras con cortos movimientos de cabeza.

Alcé el brazo izquierdo señalando la arbolada por donde había venido -Al otro lado de los árboles hay una ciudad. Estábamos buscando suministros y un sitio donde pasar la noche cuando... cuando... - El llanto trató de volver pero lo frené con un fuerte suspiro -Cuando aparecieron los muertos... Tratamos de huir pero nos separamos y... y ahora no se donde esta...

Me llevé las manos a la cara, frotándola con fuerza y echando mi cabello hacia atrás tratando así de calmar los pensamientos que iban y venían a mi cabeza, llenándola de todo tipo de ideas descabelladas.

- Si sigue viva no puedo abandonarla y si... ha pasado... Necesito dejarla descansar, no podría... no querría... - Estaba tan estresada que apenas era capaz de hablar con coherencia. Todo lo que hacía era repetir una y otra vez lo que ya le había dicho y, aún así, sentía que no era suficiente explicación.  Mis manos se dirigieron de nuevo a mi pelo, tirando de él ligeramente mientras giraba sobre mi misma y miraba a todos lados, posando luego la vista en el camino por el que había llegado hasta él.

La visión de los muertos volvió a mi cabeza, como inundaban las calles como si de una marea sedienta de sangre se tratase. No... Debía calmarme y seguir adelante, Harper me necesitaba y, ahora que había conseguido algo de ayuda, no podía seguir lamentándome y llorando como una niña pequeña. Ya no lo era.

- No sé si seguirán por ahí... es muy probable que si y... - Miré la escopeta que el hombre me había mostrado y me mordí los labios con cierto nerviosismo. No sabía si era buena idea o no utilizar el arma, podrían hacer más ruido y acabar peor que como empezaron... - Y deberíamos tener cuidado... Ven, te enseñaré por donde es

Sacudí la cabeza intentando serenarme y volví sobre mis pasos, adentrándome entre los árboles por los que había venido, notando como mi respiración se iba acelerando por el miedo que recorría mi cuerpo. La sombra que las plantas nos proporcionaban jugaban con mi mente, viendo cosas donde realmente no había así que, para intentar calmar los sentimientos que se arremolinaban en mi pecho, me coloqué al lado del hombre armado mientras mi vista viajaba por todo el lugar.

-Me llamo Judy... - Me presenté en un susurro. No sabía si esas cosas habían seguido avanzando o se habían quedado allí, solo sabía que cuanto menos ruidosos fueran, mejor.

No podía creer el lío en el que me acababa de meter por intentar ser buena persona. La regla número uno para sobrevivir en el apocalipsis es "preocúpate sólo por ti mismo", y sin embargo, heme ahí tratando de ayudar a una completa desconocida que no sabía si me conduciría a su cabaña maldita donde me descuartizaría y se comería todas mis partes. Supongo que era parte de mi profesión como psicólogo, esas ansias de querer ayudar a los demás y meterme donde no me han llamado.

Maldita sea mi suerte. No sabía que era peor, si una cabaña de caníbales o una ciudad llena de asquerosos muertos vivientes. Encontrar a esa mujer en un contexto así sería como hallar la aguja en el pajar, con la sutil diferencia de que el pajar era una horda de zombis dispuestos a darlo todo por hincar el diente en nuestras sabrosas carnes. Nada nos aseguraba que la susodicha hermana estuviera viva, y en caso de no estarlo, bien podría ser un cadáver inerte o un cadáver andante, y como para mí todos los putos zombis son iguales, pues sería un poco difícil identificarla a ella, si es que teníamos suerte y no se la devoraron enterita.

Pero a pesar de todas mis quejas mentales, la pelirroja ya me tenía agarrado de la mano conduciéndome a través de los árboles directo a la esa pequeña ciudad donde se desató el caos.

— Yo me llamo Nicholas— respondí al fin, después de haber estado todo ese rato sin hablar.

Por fortuna, no nos encontrábamos en un bosque espeso, así que la escasa frondosidad nos permitía estar alerta a lo que se nos viniera encima, literalmente. Además, mi ojo atento también estaba en busca de un animal pequeño que pudiéramos cazar para comer. Sin embargo, fuera de las decenas de árboles y plantas varias, no había rastro de ningún ser vivo en el área.

Salimos del bosque más rápido de lo que pensamos y desde la zona despejada en la que estábamos, podíamos ver con total claridad aquella pequeña ciudad. A simple vista no había ningún zombi rondando por las calles, salvo por uno que otro, pero ni rastro de una horda o un grupo mediano.

— Vamos al lugar donde ocurrió todo.

Debo admitir que no tenía muchas esperanzas de encontrar a la supuesta hermana.

El hombre de nombre Nicholas me pidió que le llevara hasta el lugar donde todo se había desatado pero, ciertamente, no estaba completamente segura de que eso fuese una buena idea. Si, vale, a simple vista todo parecía sencillo con solo un par de muertos vivientes a la vista pero... ¿y si todo volvía a empeorar? No podría soportar bajo mi conciencia haber sometido a una persona inocente a esta pesadilla. Pero por un lado había que empezar ¿no?

Así que me vi señalándole el lado de la valla metálica por el que había escapado minutos atrás y, por el que horas antes, había entrado con Harper.
Comencé a bajar la pequeña ladera que nos separaba de la pequeña ciudad al lado de aquel hermoso faro que no volvería a brillar jamás y, conforme estábamos más y más cerca, mi respiración se iba acelerando y por mi cabeza no dejaba de pasar la misma oración: "Es una mala idea". Pero ya estábamos ahí, junto a la verja y ya no podía echarme atrás.

-Salí por aquí cuando todo empezó... - Susurré mientras alzaba mi dedo en una dirección, señalando la esquina de un par de pequeños edificios. -Por allí fue donde la perdí de vista - Y, tras mirar a todas las direcciones que mi cuello me permitió, avancé todo lo rápido que pude ligeramente inclinada, esperando no llamar la atención de aquellos muertos que estaban ahí deambulando.

No paré hasta que mi cuerpo rozó la pared teñida de marrón del edificio más cercano a la susodicha calle. En ese momento el pecho me dolía como si mi corazón fuese a estallar en cualquier momento por la velocidad a la que iba. No sabía si estaba preparada para esto, no sabía si podría aguantar esta situación pero, ahora había otra persona allí y no podía permitir que alguien inocente saliera perjudicado por darle su ayuda, sería como escupir sobre la memoria de Harper.

-Nick... - Si, tal vez era demasiado pronto para tomarme la confianza de reducirle el nombre, pero no iba a esforzarme por aparentar tener unos modales que jamás había tenido. - Debemos tener cuidado... De verdad que me parece muy extraño que no hayamos visto o oído nada de momento. - Dirigí la mirada al brillante ojo del hombre y tragué saliva para intentar deshacer el nudo que se iba formando en mi garganta. -Te juro que antes había muchos... Todo esto me parece muy extraño...

La verja que lo inició y lo terminó todo. No parecía haber rastros de lucha cerca. No olía a pólvora ni había muertos vivientes en las cercanías. Tampoco se veían manchas de sangre fresca y mucho menos cadáveres de pelirrojas sensuales. Todo, salvo por el fin del mundo, parecía normal. Eso podía ser señal de que la hermana no murió, pero también significaba que no íbamos a encontrarla, porque de seguro se marchó hacia otra dirección. De cualquier forma, me dediqué a seguir los pasos de la pelirroja, que nos condujo hacia la mugrosa pared de un edificio marrón.

Que ella me dijera que antes había muchos de ellos y ahora no había ninguno, no parecía buena señal. Había pasado por cosas similares antes y lo que la experiencia me enseñó es que cuando los zombis huyen es porque hay algo mucho peor cerca. A veces se trata de una criatura simple pero poderosa, y otras veces se trata de algo virtualmente invencible. ¿De qué se trataría ahora?

El sonido metálico de un arrastre nos dio la respuesta. Sus pasos eran lentos pero pesados, como los de un enorme monstruo. Tenía miedo de mirar a la criatura que andaba cerca sin habernos visto aun, pero tendría que hacerlo si quería saber a qué nos enfrentaríamos. Finalmente tomé el valor necesario y asomé la cabeza por la esquina del edificio para mirar a la bestia.

— Mierda— susurré arrastrando la r.

Miré de refilón mi escopeta y supe que con ella no íbamos a hacerle nada a esa cosa. Una vez vi a uno de lejos, pero por suerte no tuve que enfrentarme a él. Y lo más sensato ahora era escapar sin luchar.

— Debemos correr— volví a susurrar—. Ahora... ¡Corre!

La cosa nos vio y empezó a andar hacia nosotros. No podía moverse rápido, pero su tamaño lo ayudaba a desplazarse con más velocidad de la que cualquier hubiera esperado. Si nos deteníamos aunque fuera por un segundo, eso nos iba a alcanzar.

El miembro 'Nicholas Robles' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

'Enemigos' :

Resultados :

Nick no dijo nada pero tampoco le hizo falta cuando el sonido de algo metálico ser arrastrado se hizo con el lugar. Era un sonido que iba acompañado de unos pasos lentos y pesados, helando mi sangre a cada uno que se escuchaba. El hombre se atrevió a asomar la cabeza y, por su expresión, prometía no ser nada bueno.
Un sentimiento de miedo comenzó a atacarme cuando me instó a correr y dudé, dudé un segundo que pareció ser eterno para como se movió aquella cosa que asomó por la esquina. Mis pies se dispararon del suelo y tiré de Nicholas a la vez que el monstruoso ser levantaba la gigantesca hacha dispuesto a cortarnos a la mitad de un movimiento.

-¿Qué cojones es esa cosa? - Grité mientras arrastraba de él hacia el interior de la pequeña ciudad. No sabía a donde iba, no sabía que hacer, esa cosa no estaba ahí antes, esa cosa no la habíamos visto antes o no habríamos entrado. ¿Donde estaba Harper? ¿Habría conseguido escapar de eso? ¿Seguiría allí escondida?

La mochila que cargaba estaba prácticamente vacía salvo por una cosa... La granada. Había prometido que la reservaría para una ocasión extrema pero, hasta el momento, no había conocido algo tan extremo como un tio gigante con capucha portando un hacha más grande que su cuerpo y que parecía que tenía más de una enfermedad mortal. El pensamiento de sacarla y lanzarla en aquel momento se me hizo casi irresistible pero, no, así solo podía complicar mucho más las cosas y, ahora, no estaba sola. Nicholas iba con su escopeta y eso tal vez podría ser mucho más efectivo si conseguía darle... Yo no era muy buena con las armas.

-Tenemos que escondernos o acabará alcanzándonos - Le dije mientras mis ojos recorrían el lugar por ver un sitio en el que poder perderle un poco la pista...
Recordé las pequeñas callejuelas por las que había pasado antes, cuando la horda de zombies nos pilló desprevenidas y nos separamos la primera vez. Pero esta vez, no iba a perder a Nicholas. Agarré con fuerza su mano y giré bruscamente en la esquina del muro de una pequeña tienda a la vez que esta estallaba en varios trozos de piedra. Comencé a zigzaguear entre casa y casa, intentando alejar el sonido de los pasos de aquel monstruo mientras trataba de pensar con claridad y no dejarme llevar por el pánico y la preocupación de que había pasado con Harper... Viendo la situación, dudaba encontrarla con vida en aquel sitio...

-Allí - Señalé lo que parecía ser un local de ladrillos con pocas ventanas y que parecía que alguien había intentado reforzar a pesar de haber estado en una "comunidad". Al final, no le sirvió para mucho. -Corre, antes de que nos vea

Y empujé las puertas con toda la fuerza que la adrenalina me estaba dando en ese momento. El lugar estaba oscuro lo cual no me importó en absoluto, si estaba oscuro quería decir que desde afuera no se nos vería y podríamos escondernos durante un rato. Lo primero que hice nada más entrar, fue volver a cerrar la puerta y bloquearla con lo primero que encontré, dando grandes bocanadas para tratar de recuperar el aliento mientras llevaba una mano a mi pecho que subía y bajaba a una velocidad abismal.

-Y... ahora, ¿qué hacemos?

No sabía qué responder a su pregunta porque yo tampoco sabía qué era esa cosa. Un arma biológica, por supuesto, y una bastante poderosa, pero no sabría decir si eso, como los zombis, solía ser un humano que se vio afectado por alguna clase de virus o si fue creado con esas características en un laboratorio de Umbrella. Sea como fuera, no tenía sentido ponerse a pensar en esas cosas, porque lo importante era que eso quería matarnos y nosotros queríamos sobrevivir.

Corrimos sin parar. Sentía el corazón en la garganta. Eso carecía de agilidad, pero no de velocidad. Era sorprendente cómo con un par de pasos gigantescos podía darnos alcance mientras nosotros corríamos con todo lo que nuestras piernas daban. Tanta era la adrenalina que mis oídos zumbaban y mi vista se torno borrosa. Ni siquiera me di cuenta de que ella prácticamente me estaba arrastrando de la mano hacia donde quería. Yo sólo me aferraba con toda mi vida a la escopeta que podría ser nuestra única esperanza.

Entramos a una especie de edificio hecho de ladrillos. Una base, un refugio, un fuerte, una trinchera, lo que fuera, pero nos sería útil para escondernos de nuestro nuevo fan. Allí entramos y la chica se esforzó por bloquear la puerta, aunque sin sentido, porque esa criatura podría entrar sin el mayor esfuerzo. Esperaba que no nos hubiera visto, porque de lo contrario, estaríamos en la boca del lobo.

Mientras ella bloqueaba la puerta, yo ya estaba manos a la obra en busca de algo que pudiera sernos útil en contra de esa cosa. Encontré una botella, un poco de aceite y un galón casi desocupado de gasolina. Esto había sido una especie de refugio y su dueño se había preparado bien, por eso fue sencillo encontrar los materiales. Pero faltaba algo...

— Quédate quieta— advertí acercándome a la mujer.

Agarré sus vaqueros por la parte que ya estaba rota y ejerciendo fuerza le arranqué un pedazo de tela, lo que dejó al descubierto buena parte de su bien formado muslo. Tenía la piel suave y limpia, pero no podía concentrarme en eso, debía preparar el cóctel. Usé la tela recién arrancada como mecha, impregnándola en gasolina y metiéndola en la botella previamente llena con gasolina y aceite. Tapé el agujero de la botella con lo que tenía a la mano y saqué el mechero que siempre portaba conmigo.

— Si esto no funciona, tendremos que salir de aquí antes de que entre a matarnos.

Me asomé por la pequeña ventana y lo vi ahí de pie, buscándonos con su enorme hacha sobre el hombro. Encendí la mecha y le lancé la botella con toda mi fuerza. El cóctel se estrelló en su enorme cuerpo y explosión prendió a la criatura en fuego. Eso se retorcía y se movía erráticamente intentando exinguir las llamas que quemaban sus remendos de ropa, descubriendo un cuerpo horrendo lleno de cicatrices. Pero aunque el fuego le hacía daño, no lo iba a matar.

— Está enojado pero no está muerto. Así que debemos irnos.

Aún escuchaba con fuerza el bombear de la sangre en los tímpanos por la carrera, tratando de obligarme a mi misma a escuchar más allá para así intentar conseguir situar a aquel monstruo fuera del edificio. Sus pasos se escuchaban pesados, lentos y lo suficientemente cerca como para no atreverme a decir absolutamente nada, prefería no ser yo la que llamase la atención de esa cosa y, Nicholas, parecía estar de acuerdo conmigo, ya que fue él el primero en hablar mientras se acercaba a mi.

-¿Qué vas a...? - Susurré mientras veía como su mano agarraba la tela rasgada de mi pantalón y tiraba de esta con fuerza para así convertir una de las patas de la prenda en pantalón corto. No pude evitar sonrojarme con fuerza y pestañear varias veces para ver que demonios hacia con el trozo de tela y así poder calmar mi mente. No era momento de ponerse a pensar en esas cosas...

Me acerqué a él para ver como manipulaba la tela, introduciendola en una botella con un líquido de fuerte  olor y oscuro color. No pude evitar pensar en que, de todas las personas que podía haberme encontrado, tuvo que tocarme un loco que parecía apreciar menos su vida que la mierda que llevaba pegada a los zapatos. ¿Acaso de verdad quería morir allí a manos de aquella cosa?... Pero luego lo entendí al ver como lanzaba el frasco que impactaba en la espalda del ser, convirtiéndolo en una barbacoa andante. Definitivamente si... parecía que Nicholas no apreciaba mucho su vida pero yo si la mia.

Miré a mi alrededor mientras escuchaba los gruñidos de aquel monstruo y vi una puerta trasera bloqueada por varios objetos y una estantería. No lo dude y quise intentarlo. Corrí hacia la puerta y comencé a quitar cosas del camino; cajas, sillas apiladas, una mesa y, finalmente, una estantería que parecía estar bien enganchada por algo ya que daba igual cuanto tirase, la estantería no se movía de aquel lugar... -Mierda... - Gruñí mientras lo intentaba una vez más y, al ver que no tenía intensión ninguna de salir de su lugar, desistí corriendo hacia la puerta por la que habíamos entrado, quitando el estúpido bloqueo que había puesto y abriendo las puertas de par en par.

-Esperemos que no nos vea... - Murmuré con el labio inferior entre mis dientes y salí corriendo en dirección contraria al mosntruo, girando la cabeza para ver si Nicholas iba detrás de mi o no -¡El faro! - Exclamé mientras le señalaba el gran edificio de rayas blancas y rojas que hacía años que nadie utilizaba. -Tal vez allí podamos escondernos mejor

Y sin más, agarré la tela de su camiseta y tiré de él acostumbrada a hacerlo de Harper. ¿Donde demonios se había metido?

Dilema uno: Consigue quitar la estantería de la puerta
Dilema dos: En el caso de fallar el primero. ¿Al salir por la puerta principal el monstruo nos ve?

El miembro 'Judy Regan' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

#1 'Dilemas' :

#1 Resultados :


--------------------------------

#2 'Dilemas' :

#2 Resultados :

Ver esa pierna firme y fuerte descubierta por mi afán de acabar con esa cosa, por un momento me distrajo. Pero no era momento de pensar en esas cosas, y tampoco es como si yo tuviera el derecho de pensar en eso sabiendo lo que soy. Carraspeé y dije:

— Perdón por romper tu pantalón. Era necesario.

Preferí no ayudarla a buscar una salida. Me quedé vigilando al monstruo y cuidando de que no advirtiera nuestra posición. En realidad dudaba que pudiera vernos por esa tela negra que tenía sobre la cabeza, pero de todas maneras debíamos tener cuidado. Por eso agarré otra botella de vidrio, por si acaso.

Judy, al no ver más alternativa, deshizo la barrera que ella misma puso y tuvimos que salir por ahí. Estando afuera, lancé la botella de vidrio, que terminó estrellándose contra la pared de otro edificio. El ruido que hizo el vidrio al romperse fue suficiente distracción para que el monstruo se dirigiera hacia allá y no se percatara de nuestra fuga.

Corrimos hasta el faro a toda velocidad, tratando de ser silenciosos para que la bestia no nos descubriera, pero al llegar a la puerta, lo que nos encontramos fue un arma apuntándonos a la cara. Se trataba de un hombre desaliñado y de aspecto extraño, carente de un brazo.

— No se acerquen— nos advirtió—. ¡No se atrevan a acercarse!
— Tranquilo. Sólo buscamos escondernos de un monstruo que nos persigue.
— ¡Y si se acercan atraerán a esa cosa hasta aquí! ¡Ya me cortó un brazo y no quiero que me corte la cabeza!

El hombre retiró el seguro de su arma, totalmente convencido de que dispararnos era la mejor solución para preservar su propia vida.

Miré hacia atrás y me percaté de que el verdugo ya estaba avanzando hacia nosotros.

— Amigo, por favor. Si no nos dejas entrar ahora vamos a morir los tres.
— ¡Lárguense!

Todo iba bien, conseguimos salir de allí sin problemas, nos escabullimos entre las pequeñas edificaciones y solo nos faltaban un par de metros para llegar al faro. Mi corazón latía con fuerza, mis piernas una locomotora a toda máquina pero mis pulmones empezaban a flaquear, notando como cada vez me era más complicado respirar. Si me daba un ataque de asma en ese momento estaba muerta... Necesitaba parar y tratar de controlar mi respiración.
Y, como si alguien hubiese escuchado mi pensamiento, un hombre con un chaleco ensangrentado, sin un brazo y con una escopeta nos apuntaba directamente obligándonos a frenar. Imité el gesto de Nicholas y miré atrás mientras este trataba de convencer al viejo de que nos dejase entrar; cosa que no tenía pinta de suceder. Tenía que pensar rápido, tenía que buscar la manera de convencerlo o de quitarlo de en medio... La granada... Rápidamente, giré mi mochila y la abrí rebuscando dentro hasta dar con la granada, la cual saqué y miré durante unos segundos. Si salía bien podríamos vivir, si salía mal moriríamos y, dadas las opciones que había y que aquel bicho se acercaba más rápido de lo que hubiera esperado, no había nada que perder.

-¡Apártese de una puta vez o volamos todos por los aires! - Dije mientras colocaba el dedo en la anilla que quitaba el seguro de la granada y extendía los brazos hacía el hombre, el cual retrocedió y me apuntó nada más alzar la voz. -¡Si no nos deja pasar morirá igual, así que háganos el favor de moverse de una maldita vez...! - Los pesados pasos del monstruo sonaban cada vez más cerca y, gracias a la posición del Sol, pude ver su alargada sombra levantar la gigantesca hacha que nos partiría por la mitad...

Solté la anilla sin llegar a quitarla, empujando con fuerza a Nicholas para que se moviera a un lado mientras yo lo hacía para el contraría, viendo como todo ocurría a cámara lenta. El hombre disparó en vano ya que la afilada cuchilla lo atravesó con un corte limpio, manchando el verde pasto de un rojo que tintineaba con la luz del gran astro.

El monstruo hizo el gesto de levantar el hacha... pero no pudo. El cabrón le había puesto tantas ganas que se le había quedado el hacha incrustada en la tierra. Ese era nuestro momento. -¡Nick entra¡ - Le grité mientras trataba de levantarme y a su vez, quitar el seguro de la granada. No sabía lo que ocurriría después de esto, ni siquiera sabía si saldría bien pero a lo hecho, pecho.
Una vez de pie y mientras corría hacía la entrada del faro, lancé la granada hacía el gigante que retrocedía un par de pasos tras conseguir recuperar su arma, gruñendo de mala gana. Vi como la granada rebotaba contra él al haber lanzado demasiado fuerte y caía a un par de metros. Crucé la puerta al grito de... -Hijo de la gran pu... -... Y, una vez mi espalda chocó contra el muro de un lateral de la puerta y mis manos taparon mis orejas, la granada terminó explotando emitiendo un gran sonido haciendo que todo el lugar vibrara.

Me tomó un par de segundos situarme ante la espesa capa de humo que se levanto en el ambiente. Sonaban trocitos de piedra golpear la gran pared y, tapando mi nariz y boca con mi mano derecha, busqué con la mirada a Nicholas, preocupada de que le hubiera pasado algo por mis estúpidas ideas. -Nick... ¿estas bien? - Susurré a la vez que me asomaba por el agujero de la entrada, tratando de ver que había sido de nuestro monstruoso amigo.

▧Dados Acierto/Fallo 1
- Acierto: Consigo convencer al hombre de que se aparte y nos deje entrar.
- Fallo: No se mueve
▧Dado Acierto/Fallo 2
- Acierto: El Verdugo mata al hombre
- Fallo: Consigue librarse
▧Dado Acierto/Fallo 3
- Acierto: La granada le impacta de lleno al Verdugo
- Fallo: La granada cae a una distancia de (Dado Numerico = metros de distancia con el Verdugo)
▧Dado Númerico combinado con el Dado Acierto/Fallo 3
En el caso de salir "0", se cuenta como número 11 ya que si falla, la granada no puede caerle encima

El miembro 'Judy Regan' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

#1 'Desafíos' :

#1 Resultados :


--------------------------------

#2 'Números' :

#2 Resultados :

Los estúpidos siempre son los primeros en morir. Y este sujeto no pudo ser más estúpido. Si tan sólo nos hubiera dejado entrar, tal vez ahora seguiría con vida, sin un brazo, pero con vida. Su sacrificio fue en vano y una oda al egoísmo humano. Por no querer compartir su refugio, ahora se hallaba cortado verticalmente en dos. Por lo menos ya no habría nadie en el mundo que se permitiera el lujo de extrañar a semejante imbécil.

Y la estupidez casi nos mata a nosotros también. Esa granada por poco nos liquida sin hacerle el menor rasguño a nuestro letal amigo. Aunque tal vez no había otra alternativa. Era eso o ser partidos por la mitad. Mis capacidades mentales me impedían llegar a la conclusión de cuál de las dos opciones era más favorable: una muerte atroz volando en pedazos o una muerte atroz siendo dividido en dos pedazos. A juzgar por la cantidad de pedazos, todo apuntaba a que la segunda opción era mejor.

Cuando esa granada estalló, sentí un dolor fortísimo en los oídos. La onda expansiva, aunque pequeña, me empujó haciendo golpear contra uno de los muros de piedra de aquel viejo faro. Una cantidad casi insultante de polvo cayó sobre mí por la sacudida brutal que dio la estructura entera. La nube de polvo que se levantó me dejó ciego y me hizo toser con violencia. De un momento a otro todo se había convertido en un infierno de polvo y tierra.

El verdugo, por otro lado, también la pasó mal. La granada le había volado una de sus robustas piernas y ahora se arrastraba por el suelo con quemaduras en su espantoso cuerpo. Parte de la capucha que cubría su rostro se había roto y revelaba una cara desfigurada que miraba con odio hacia nosotros. Ya no tenía la fuerza de levantar su hacha, pero esas manos todavía podían aplastarnos si nos atrapaba desprevenidos.

Todavía aturdido, cargué mi escopeta, apunté lo mejor que pude y descargué tres tiros sobre el monstruo. Dos de ellos impactaron en su cabeza, el otro en su espalda. La bestia seguía moviéndose a pesar de los disparos, aunque más lento. ¿Es que acaso su piel era de acero o qué?

— No vamos a poder deshacernos de eso tan fácilmente— ni siquiera yo escuchaba mis propias palabras. Tenía ese horrible pitido en los oídos.